“Al igual que en la pintura, puedo hacer todo posible”, escribió Leonardo da Vinci en una carta de postulación laboral.
Y aunque suene pedante, no parecería haber exagerado.
El autor de la pintura más famosa de la historia (“Mona Lisa”) y del dibujo más icónico (“El Hombre de Vitruvio”) se destacó en tantas disciplinas artísticas, científicas y tecnológicas que resulta difícil de dimensionar en el altamente especializado mundo actual.
Su primer biógrafo, Giorgio Vasari, afirmó: “A veces, de forma sobrenatural, una sola persona es maravillosamente dotada por el cielo de belleza, gracia y talento en tanta abundancia que su propia existencia es divina y todo lo que hace proviene de Dios antes que del arte humano”.
En “Leonardo da Vinci”, el historiador y escritor Walter Isaacson intentó ser más específico (y objetivo) que Vasari: “Produjo insuperables dibujos anatómicos basados en múltiples disecciones, inventó sistemas para desviar ríos, explicó la reflexión de la luz de la Tierra a la Luna”.
Pero la frase de Isaacson no termina ahí.
“Abrió el corazón de un cerdo que todavía latía para mostrar cómo funcionan los ventrículos, diseñó instrumentos musicales, coreografió desfiles, usó fósiles para disputar el relato bíblico del diluvio universal y luego dibujó el diluvio”, detalló.
E incluso entonces la enumeración parece quedarse corta.
Por algo el florentino nacido el 15 de abril de 1452 y fallecido hace exactamente 500 años, el 2 de mayo de 1519, es considerado el paradigma del renacentista, hábil en todas las áreas del conocimiento humano.
Sin embargo, no siempre fue así.
Da Vinci fue admirado en vida por sus colegas de las artes, pero duramente criticado por las élites científicas, que no lo consideraban un par.
“Durante un debate público en la corte de Milán, los científicos allí presentes se burlaron de él”, contó a BBC Mundo Michael W. Kwakkelstein, director del Instituto Universitario Holandés de Historia del Arte de Florencia.
“Estás refutando el conocimiento de Aristóteles”, le increparon unos. “Estás en contra de la teoría de los eruditos medievales”, dijeron otros.
El mensaje era claro: “Eres un artista, ¿qué sabes tú?”.
Según Kwakkelstein, “ese episodio hirió el orgullo de Leonardo”.
Lo que no supieron ver aquellos científicos del siglo XV y XVI (e incluso los de los siglos subsiguientes) es que ese “simple artista” desarrolló “muchas ideas pioneras, cosas que nadie más jamás había registrado por escrito o en dibujos”, aseguró Kwakkelstein.
Estas son apenas cuatro de las ideas con las que Da Vinci se adelantó a su tiempo.
1. Método científico
Da Vinci nunca recibió una educación formal, algo que, lejos de ser una desventaja, le permitió crear sus propios métodos de acercamiento al conocimiento y cuestionar los dogmas.
“Los teólogos escolásticos de la Edad Media habían fusionado la ciencia de Aristóteles con el cristianismo para crear un credo autorizado que dejaba poco margen para el escepticismo en la investigación o la experimentación”, escribió Isaacson.
“Leonardo -continuó- rompió con esta tradición al basar su ciencia primeramente en observaciones, luego en discernir patrones y después en poner a prueba la validez mediante más observaciones y experimentos”.
Incluso proponía repetir los experimentos y variarlos para comprobar su validez, y usar el conocimiento previo como marco teórico.
En otras palabras, estuvo a la vanguardia de la revolución científica que marcó el fin de la superstición medieval.
El problema es que solo se supo siglos después.
Da Vinci jamás publicó sus investigaciones científicas ni terminó ninguno de sus tratados, como el famoso Códice Leicester, centrado en el agua y su movimiento.
“Galileo, nacido 112 años después de Leonardo, suele recibir el crédito de haber sido el primero en desarrollar este tipo de acercamiento empírico riguroso y suele ser aclamado como el padre de la ciencia moderna“, escribió el historiador austríaco Fritjof Capra en el libro Learning from Leonardo (“Aprendiendo de Leonardo”).
“No cabe duda de que este honor hubiese sido otorgado a Leonardo da Vinci de haber publicado sus escritos científicos durante su vida o si sus cuadernos hubiesen sido estudiados con extensamente al poco tiempo de haber muerto”.
2. El corazón
Los trabajos y, sobre todo, los dibujos de Da Vinci como anatomista son de los aspectos más famosos de su faceta científica.
Sin embargo, pocos saben que fue el primero en describir al corazón como un músculo y como el centro del sistema sanguíneo, destronando los postulados del antiguo griego Galeno, que perduraban intocables desde el siglo II.
Da Vinci fue también pionero en su análisis sobre el tamaño de las venas y arterias, y cómo estas “ramas” disminuyen en cada división a medida que se van alejando del corazón, tal como sucede con los ríos y arroyos.
“El sistema comparativo en su mente al ver el cuerpo de la Tierra y el cuerpo del Hombre es lo que lo llevó a realmente comprender” cómo funcionaba el corazón, dijo la curadora e historiadora del arte Marina Wallace al programa radial The Forum de la BBC.
Mediante autopsias logró demostrar que el corazón tiene cuatro compartimentos divididos por válvulas y membranas, estimando además que debían tener distintas funciones que justificaran dichas separaciones.
No obstante, para Isaacson, “el mayor logro de Leonardo en sus estudios del corazón y, de hecho, en todos sus trabajos anatómicos, fue su descubrimiento de la forma en que la válvula aórtica funciona, un triunfo que fue confirmado solo en tiempos modernos”.
En la década de 1960, unos 450 años después de que Da Vinci lo dejara plasmado en seis páginas de texto y más de 20 dibujos, un equipo de médicos de la Universidad de Oxford logró probar que la válvula aórtica funcionaba como él decía.
En este sentido, el cirujano estadounidense Sherwin B. Nuland llegó a decir: “De todos los maravillosos legados centenarios de Leonardo, este parecería ser el más extraordinario”.
3. Fricción y engranajes
Uno de los temas que obsesionó a Da Vinci a lo largo de sus 67 años de vida fue el movimiento y su némesis, la fricción.
Tal es así que dedicó 28 páginas de uno de sus cuadernos a intentar crear infructuosamente una máquina en perpetuo movimiento.
Lo que sí logró en el proceso fue desarrollar algunos conceptos físicos pioneros.
Sobre el movimiento, por ejemplo, inventó lo que llamó “ímpetu”, una idea precursora de lo que 200 años después sería conocida como la primera ley de Newton o ley de la inercia.
Por otra parte, descubrió que la cantidad de fricción no depende del tamaño del área de contacto entre el objeto y la superficie.
Pero tanto esta como otras de sus “impresionantes percepciones” vinculadas a la fricción no fueron publicadas, escribió Isaacson.
“Tuvieron que ser redescubiertas casi 200 años después por el fabricante de instrumentos científicos francés Guillaume Amontons”, agregó.
Y no solo estudió este tema desde un punto de vista teórico, sino también práctico.
Según Isaacson, Da Vinci estuvo entre los primeros ingenieros en diseñar máquinas que incluyeran puntos para insertar aceite y lubricar los engranajes.
También es “probable” que haya inventado el gato mecánico, los rulemanes(rodamientos) y rodillos. Estos últimos dos se volvieron usuales recién a principios del siglo XIX.
Por si esto fuera poco, fue “la primera persona que detalló la mejor mezcla de metales para producir una aleación que redujera la fricción“, escribió Isaacson.
El mérito, sin embargo, se lo llevó el inventor estadounidense Isaac Babbitt, quien patentó una aleación anti fricción en 1839.
4. Planificación urbana
“Siempre me ha gustado pensar en Leonardo como un solucionador de problemas holístico”, dijo a BBC Mundo Gabriele Neher, historiadora del arte especializada en el Renacimiento y docente de la Universidad de Nottingham, Reino Unido.
Y si algo muestra esta capacidad de combinar disciplinas para resolver problemas fue su plan para crear una ciudad ideal tan bonita como salubre.
A principios de la década de 1480, Da Vinci se mudó de Florencia, “una ciudad muy intelectual y creativamente activa”, a Milán, “la ciudad industrial del Renacimiento”, explicó la diseñadora científica Melissa Sterry a Radio 4 de la BBC.
Sterry opinó: “Da Vinci vino a Milán porque había más para solucionar aquí, más para hacer, más en lo que se podía involucrar”.
Por ese entonces, Milán era azotada por la peste bubónica, una plaga que había matado a cerca de un tercio de sus habitantes en solo 3 años.
Da Vinci identificó varios factores en la propagación de la plaga, como la superpoblación, las calles estrechas o la falta de alcantarillas y saneamiento.
Es así que propuso lo que Isaacson describió como un “concepto radical” de planificación urbana, que incluía relocalizar a toda la población de Milán en diez nuevas ciudades diseñadas y construidas de cero.
El propio Da Vinci explicó: “La idea es dispersar su gran aglomeración de personas, que están abarrotadas como cabras, una detrás de la otra, llenando cada lugar con fétidos olores y sembrando semillas de pestilencia y muerte”.
Basándose en sus estudios del sistema sanguíneo, pensó cómo optimizar la circulación de cuestiones tan dispares como las aguas servidas, la basura o el comercio.
Ideó máquinas para excavar y levantar pesos, callejones para estacionar carros y retretes públicos con letrinas que incluyeran asientos basculantes para mayor higiene.
Da Vinci incluso fue uno de los primeros en estudiar de forma sistemática las razones por las cuales las paredes se agrietan, un problema que estaba sufriendo la Catedral de Milán.
“En lo arquitectónico hay poco en pie que sea un Da Vinci”, dijo Sterry. “Sin embargo, en lo que sin dudas tuvo una gran influencia es en la forma en que pensamos en las ciudades“.
Aún así, su plan urbano para Milán nunca fue llevado a cabo.
En palabras de Isaacson, el proyecto era tan “brillante” que “podría haber transformado la naturaleza de las ciudades, reducido el violento ataque de plagas y cambiado la historia“.
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