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5 heridas emocionales de la infancia que persisten cuando somos adultos

La personalidad es la forma particular y relativamente estable como una persona expresa sus sentimientos, pensamientos y comportamiento. La personalidad se desarrolla durante la infancia y es durante esta época cuando es posible predecir algunos posibles hitos de la vida adulta. Numerosos estudios afirman que los niños más estables emocionalmente en edad preescolar suelen encontrar trabajo, irse de casa y tener pareja en el futuro, años antes que los menores que se caracterizan por ser muy tímidos y los incapaces de contener su agresividad.

 

Los padres tratan a sus hijos de forma distinta a causa de sus características y circunstancias particulares. Pero, ¿qué tanto de estos rasgos de personalidad presentes en los menores influyen en su vida adulta?

Según informa Manuel Gross en su blog:

“una investigación realizada por psicólogos de la Universidad de Humboldt, en Berlín, que siguió durante 19 años a 230 niños de entre cuatro y cinco años, hasta los 23, les permitió descubrir los rasgos de personalidad en la infancia que predicen los hitos más significativos de la transición a la vida adulta.”

Según el psicólogo alemán Jaap Denissen, del equipo investigador, estos hitos son: salir de la casa de los padres, establecer una relación de pareja y encontrar un trabajo. “Nosotros identificamos en niños de edad preescolar tres rasgos de personalidad que impactaban en la edad adulta: menores resilientes o equilibrados emocionalmente, tímidos o muy controlados y los más agresivos o con falta de control emocional”, comenta a La Tercera el especialista.

De acuerdo al estudio, los niños resilientes que suelen, además, tener muy buenos logros académicos,  salen de casa un año antes que los identificados como más tímidos (overcontrol) o agresivos (undercontrol). Estos dos últimos rasgos de personalidad, asegura Danissen, predicen en el futuro problemas en diferentes áreas de la adultez temprana.

Las cinco heridas que impiden ser uno mismo

Basándose en el libro publicado por Lise Bourbeau en el año 2000 titulado ‘Les 5 blessures qui empêchent d’être soi’ (Las cinco heridas que impiden ser uno mismo, se puede encontrar aquí en versión pdf), el blog La mente es maravillosa recopiló los cinco principales problemas o experiencias dolorosas vividas en la infancia que vaticinan cómo será nuestra calidad de vida cuando seamos adultos.

Las heridas emocionales son experiencias dolorosas de la niñez que conforman nuestra personalidad adulta, quiénes somos y cómo afrontaremos las adversidades.

Debemos de hacernos conscientes de ellas y, por tanto, reflotarlas y afrontarlas, pues, cuanto más tiempo esperemos a sanarlas, más profundas se harán. El miedo a revivir el sufrimiento que nos causaron hace que nos pongamos cientos de máscaras que solo dificultarán nuestro movimiento por la vida. Eso es, precisamente, lo que tenemos que evitar.

Buena parte de las 5 heridas de las que estamos hablando son miedos: el miedo al abandono, el miedo al rechazo, la humillación, el miedo a confiar y la injusticia.


1. El miedo al abandono

El sentimiento de soledad es el peor enemigo de quien vivió el abandono en su infancia. Habrá una constante vigilancia hacia esta carencia, lo que ocasionará que quien la haya padecido abandone a sus parejas y a sus proyectos de forma temprana, por temor a ser ella la abandonada.

El miedo al abandono puede llegar a traducirse en: “te dejo antes de que tú me dejes a mí”, “nadie me apoya, no estoy dispuesto a soportar esto”, “si te vas, no vuelvas…”.

Las personas que han tenido experiencias de abandono en la infancia, tendrán que trabajar su miedo a la soledad, su temor a ser rechazadas y las barreras invisibles al contacto físico. La herida causada por el abandono no es fácil de curar. Así, tú mismo serás consciente de que ha comenzado a cicatrizar cuando el temor a los momentos de soledad desaparezca y en ellos empiece a fluir un diálogo interior positivo y esperanzador.

2. El miedo al rechazo

El miedo al rechazo se trata de una herida muy profunda, ya que implica el rechazo de nuestro interior, a nuestras vivencias, a nuestros pensamientos y sentimientos. En su aparición pueden influir múltiples factores, tales como el rechazo de los progenitores, de la familia o de los iguales. Genera pensamientos de rechazo, de no ser deseado y de descalificación hacia uno mismo.

La persona que padece esta dolorosa experiencia no se siente merecedora de afecto ni de comprensión y se aísla en su vacío interior por el miedo de ser rechazada. Es probable que, si hemos sufrido esto en nuestra infancia, seamos personas huidizas. Por lo que debemos de trabajar nuestros temores, nuestros miedos internos y esas situaciones que nos generan pánico.

Para afrontar esta realidad es importante ocuparse del lugar de uno mismo, de arriesgar y de tomar decisiones por ti mismo. Cada vez te molestará menos que la gente se aleje y no te tomarás como algo personal que se olviden de ti en algún momento.

3. La humillación

Esta herida se abre cuando en su momento sentimos que los demás nos desaprueban y nos critican. Podemos estar contribuyendo a que los niños sientan esta sensación al decirles que son torpes, malos o unos pesados, así como aireando sus problemas ante los demás; esto destruye la autoestima infantil.

El tipo de personalidad que se genera con frecuencia es una personalidad dependiente. Además, podemos haber aprendido a ser “tiranos” y egoístas como un mecanismo de defensa, e incluso a humillar a los demás como escudo protector.

Haber sufrido este tipo de experiencias requiere que trabajemos nuestra independencia, nuestra libertad, la comprensión de nuestras necesidades y temores, así como nuestras prioridades.

4. El miedo a confiar

La traición o el miedo a confiar en alguien surge cuando el niño se ha sentido traicionado por alguno de sus padres principalmente por frustración de expectativas, no cumpliendo sus promesas. Esto genera una desconfianza que se puede transformar en envidia y otros sentimientos negativos, por no sentirse merecedor de lo prometido y de lo que otros tienen.

Haber padecido estos problemas en la infancia construye personas controladoras y que quieren tenerlo todo atado y reatado. Si has padecido estos problemas en la infancia, es probable que sientas la necesidad de ejercer cierto control sobre los demás, lo que frecuentemente se justifica con un carácter fuerte.

Para afrontar este sentimiento se requiere trabajar la paciencia, la tolerancia y el saber vivir, así como aprender a estar solo y a delegar responsabilidades.

5. La injusticia

La injusticia se origina en un entorno en el que los cuidadores principales son fríos y autoritarios. En la infancia, una exigencia en demasía y que sobrepase los límites generarásentimientos de ineficacia y de inutilidad, tanto en la niñez como en la edad adulta.

Las consecuencias directas de haber vivido la injusticia en la conducta de quien lo padece será la rigidez, pues estas personas intentan ser muy importantes y adquirir un gran poder. Además, es probable que se haya creado un fanatismo por el orden y el perfeccionismo, así como la incapacidad para tomar decisiones con seguridad.

Para afrontar la injusticia es preciso trabajar la desconfianza y la rigidez mental, generando la mayor flexibilidad posible y permitiéndose confiar en los demás.

Si quieres luchar contra las heridas de tu pasado emocional a veces es importante saber soltar, así que: ¡Suelta!

Fuente: www.muhimu.es

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