Ya Puedes Olvidarte De Controlar Tus Emociones
Se acabó el castigarte porque no está bien odiar a tu padre, querer asesinar a tu pareja, sentirte triste por la muerte de tu abuela (por muy mayor que fuera y muy mal que estuviera) o que sea domingo y te angustie ir mañana a trabajar. Ya está, deja de juzgarte. Libérate de la presión de no poder sentir ciertas emociones porque son consideradas “negativas”.
Ya va siendo hora de permitirnos sentir sólo lo bueno y negar que tenemos otro tipo de emociones. No hay emociones positivas y negativas. Sólo hay emociones cómodas e incómodas. Y si todo el rato estuvieras cómodo no crecerías jamás. Así que comencemos a reconocer lo que pasa dentro de nosotros porque es información valiosa.
Salovey, psicólogo experto en inteligencia emocional, afirma que la base de esta es reconocer lo que sentimos. La pregunta es ¿cómo vamos a reconocerlo si nos pasamos la vida negándolo?
Hace unos meses hablando con otra Maestra de Reiki me comentaba que ella deseaba sentir amor hacia todos, pero que no sabía qué hacer con ciertas emociones que, por más que lo intentara, seguían allí. En estos momentos es cuando yo agradezco de corazón haber dado con recursos como la Técnica de Liberación Emocional (también conocida como tapping o EFT, en sus siglas inglesas). Es ella la que me ha enseñado que está bien sentir, de hecho que es necesario sentir para integrar y después liberar.
Carl Jung con gran sabiduría decía “aquello a lo que te resistes, persiste”. Si niegas que alguna vez has sentido odio, ira, miedo, angustia, envidia o cualquier otra emoción que te incomode no por ello dejarás de hacerlo. De hecho, al bloquearla le estás dando mucho más poder, la estás dejando atrapada dentro de ti y no sabes cuándo saldrá, quizás en el momento menos oportuno. Lo que yo te propongo es que dejes de resistir, que sientas todo, que te lo permitas. Y que te hagas estas preguntas:
¿Dónde siento esta emoción?
¿Cómo de grande es?
¿La he sentido antes?
¿Me recuerda a algún evento anterior de mi vida?
Si tuviera un mensaje para mí ¿cuál sería?
Algo así de sencillo, te aseguro que te va a dar información de lo más valiosa. Porque eso es lo que tiene la emoción para ti: algo que decirte. Quizás sea el momento de cambiar de trabajo, tener una conversación incómoda, poner límites, sentirte mal contigo mismo, pedir perdón, dejar a tu pareja, asumir que hay cosas que no puedes cambiar, avergonzarte… Situaciones así no son placenteras para ninguno de nosotros, lo que no quiere decir que a veces no sean totalmente necesarias. ¿Qué pasa si sigues como hasta ahora? Pues eso, que seguirás sin escucharte.
La vida está llena de conflictos, no son buenos ni malos, son. Tenerlos nos obliga a poner a prueba nuestros recursos y a generar otros nuevos. ¿Eso es malo? A mí me parece que no, todo lo contrario. Lo que no es, es cómodo. Salir de la costumbre e innovar siempre es un reto. Es curioso porque uno de los mayores desafíos suele ser asumir nuestras capacidades. Actuamos y sentimos por debajo del potencial que tenemos. Nos da miedo brillar, afirmarnos, defender lo nuestro… De todo ello nos hablan las emociones, de nuestras necesidades más básicas, algunas de las cuales seguro que no estás cubriendo: la necesidad de manifestarte, de hacer lo que te gusta, de respetarte, de amarte, de mimarte, de decir hasta aquí has llegado, de asumir que eres importante. Esto no quiere decir que el otro no lo sea, que claro que lo es. Son los demás los que nos disparan la mayoría de esas emociones consideradas, hasta ahora, negativas. Al hacerlo, tenemos mucho que agradecer porque nos dan la maravillosa oportunidad de crecer.
Cuando enseño en algún curso cómo gestionar la ansiedad, lo sorprendente es que la mayoría de la gente cree que no tiene. Asumen que su estado de nervios es normal. Otros creen que aguantar cada día una vida que odian es normal, que no tener vida personal es normal, en definitiva, que esto son lentejas, que si te gustan las comes y si no las dejas. Para mí que estas “lentejas”, en concreto, deberíamos de dejárnoslas en el plato todos.
Estamos tan desconectados de lo que sentimos que ni sabemos que estamos mal. Esto es realmente peligroso, ya que sin emociones no somos buenos tomando decisiones. Hay personas a las que han tenido que operar del cerebro para poder salvar su vida, a algunas de ellas era absolutamente necesario quitarles zonas que conectaban su cerebro emocional con su neocórtex (donde pensamos). A partir de ese momento dejaban de tener capacidad para saber qué era bueno para ellos, qué preferían, en quién confiar, qué les entusiasmaba…
Así de importantes y de poderosas son las emociones en nuestra vida ¡nos ayudan a vivir como nuestro ser más profundo busca! Me parece que una labor tan importante requiere de nuestra atención. Es mirando dentro de nosotros como nos descubrimos y, muchas veces, para ver lo que hay en nuestro interior hemos de ver lo que hay dentro de los demás. Al final todos tenemos las mismas necesidades de aceptación y amor.
Personalmente me encanta enseñar eneagrama. Es un conocimiento que divide en nueve los tipos de personalidad: el reformador, el ayudador, el triunfador, el artista, el intelectual, el leal, el entusiasta, el desafiador y el pacificador. Cada uno tiene una infancia de unas determinadas características y con unos factores comunes, unas prioridades, unos valores, unos disparadores, unos mecanismos de defensa, una manera de relacionarse, etc. Muchas de nuestras emociones respecto a los demás vienen de juzgarles. Esperamos que hagan algo y no lo hacen, aunque nosotros lo haríamos en su caso, y eso nos hace sentirnos mal, no lo comprendemos. Asumimos que nuestra manera de ver la vida es la única y la buena, claro. En cambio al conocer el eneagrama abrimos la mente y el corazón a ocho estructuras más, diferentes de la nuestra e igual de válidas. Comprendemos lo que pasa dentro del otro ¡por fin! Es todo un descanso, da mucha paz y hace que sentenciemos menos y escuchemos más. Esto calma nuestra tormenta interna y nos lleva a la segunda competencia necesaria para tener una buena inteligencia emocional (la primera te recuerdo que es conocer tus propias emociones): reconocer las emociones ajenas. La empatía nos acerca a los demás, a veces no es sencillo sentirla. Es mucho más fácil etiquetar al “idiota”, al “torpe” o a “la mala persona”. Mi maestro decía “cuesta arriba cuesta más que cuesta abajo, pero lleva más alto”. Salirnos de lo habitual para escuchar lo que otros sienten nos da una perspectiva más amable de la vida.
Somos seres emocionales y sociales, aceptarlo nos abre un universo desconocido y apasionante: el de conocernos. Todos queremos sentir amor, paz o alegría todo el tiempo, lo curioso es que para conseguirlo antes tenemos que pasar por el miedo, el enfado o la angustia. Aceptar que todo está bien, que es así, que somos humanos, nos permite dejar de controlarnos para comenzar a gestionarnos.
Fuente: Raquel Rús / Portal Holístico Online