Potencia el rendimiento físico, refuerza el sistema inmunológico y adelgaza más. Pero debe cumplir ciertas normas.
Si había decidido apartar el ejercicio físico e hibernar bajo la mantita hasta primavera, no queremos aguarle la fiesta, pero el invierno es el mejor momento para hacer deporte. Lo dice la ciencia. Un informe realizado en la Universidad de Essex (Reino Unido) en 2012 afirma que los beneficios de la actividad física son mayores si la practicamos al aire libre, en un entorno natural y respirando aire limpio. Según los expertos, correr por caminos naturales es mejor ejercicio para las extremidades (por los cambios de dirección y los desniveles del terreno) que hacerlo sobre una cinta en el gimnasio. A los beneficios de mover el esqueleto se añade una reconfortante sensación de libertad imposible de conseguir en espacios interiores que además predispone a las relaciones sociales, aumenta la autoestima y mejora el estado de ánimo.
Ahora bien, en pleno invierno usted se plantea si de verdad es saludable salir a hacer running, pedalear o esquiar con temperaturas bajo cero (o casi). También. Es más, hacerlo en estas condiciones ‘tan fresquitas’ le reportará incluso más beneficios que hacerlo con calor. Le invitamos a descubrirlos.
Quemará más calorías. “Con la pérdida de temperatura corporal, nuestro organismo se ve obligado a aumentar su actividad metabólica para que las células consuman más energía y la transformen en calor, lo que supone un mayor gasto de calorías”, explica el doctor Mikel Aramberri, traumatólogo del primer equipo del Real Madrid y de la Clínica Alai de traumatología deportiva.
Por lo tanto, si al frío le sumamos el ejercicio físico, incrementamos el gasto energético por dos vías: por un lado, las contracciones de nuestros músculos durante el ejercicio implican un importante gasto calórico y, por el otro, para corregir los desequilibrios de temperatura, aire y líquidos corporales que el ejercicio ocasiona, nuestro organismo tiene que mantener procesos activos que también consumen energía, según detalla el doctor.
“Para tolerar la falta de calor y el ejercicio, nuestro organismo tiene que ‘adaptarse’ y hacerse más fuerte” (Alfredo Santalla, fisiólogo)
Reforzará su sistema inmunológico. Un trabajo publicado en Journal of Applied Physiology en 1999 concluyó que la exposición al frío bajo los efectos del ejercicio aumenta el número de leucocitos y granulocitos, responsables del funcionamiento del sistema inmunológico. Ahora bien, como apostilla José Miguel del Castillo, entrenador personal y licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, hay que ser precavidos: “Cuando a una actividad muy exigente o prolongada en el tiempo le sumamos una temperatura exterior excesivamente baja, el efecto puede ser el contrario y debilitar nuestro sistema inmune”. Todo tiene sus límites. “Las personas mayores, las que sufran problemas respiratorios, como asma, o las inmunodeprimidas, han de evitar las horas más gélidas. Si el termómetro marca menos de cero grados, han de procurar no salir a la calle, sobre todo a hacer ejercicio, porque cuando este se realiza con frío, no da tiempo a que el aire que entra en los pulmones se caliente y humidifique tanto como cuando se está en reposo. Entonces se convierte en un irritante para el sistema respiratorio de estas personas”, aconsejó a BUENAVIDA Alejandro Lucía, catedrático de Fisiología del Ejercicio de la Universidad Europea de Madrid.
Mejorará su rendimiento físico. Sí, pero ojo: antes de ponerse en marcha deberá realizar un precalentamiento para evitar posibles lesiones y promover la eficiencia metabólica, tal y como aconseja el doctor Lawrence Armstrong en un artículo publicado por la editorial especializada en deporte y salud Human Kinetics. En caso contrario, el frío podría provocarle molestias musculares muy dolorosas, además de impedir que rinda bien.
Tomadas todas las precauciones, la práctica de deporte con frío mejorará nuestra forma física. La razón: “Para tolerar la falta de calor y el ejercicio nuestro organismo tiene que ‘adaptarse’. Estas adaptaciones le hacen más fuerte y mejoran su condición en muchos aspectos: aumenta la capacidad cardiaca, se incrementan los litros totales de sangre y los litros de aire por minuto que somos capaces de respirar a alta intensidad de ejercicio, además de que crecen las células musculares”, asegura Alfredo Santalla, especialista en fisiología del ejercicio de la Universidad Pablo Olavide, en Sevilla. Así, en los siguientes entrenamientos estas condiciones adversas supondrán menos estrés para nuestro cuerpo, porque estará mucho más preparado para afrontarlas.
Se mantendrá lejos de la depresión estacional. Es la conclusión de una investigación publicada en 2014 y realizada en la prestigiosa Clínica Mayo, en Estados Unidos. Según los especialistas que la llevaron a cabo, el ejercicio físico libera sustancias químicas del cerebro –neurotransmisores, endocannabinoides y endorfinas– que ayudan a recobrar el estado de bienestar. “Si nos quedamos en casa sin movernos y no aprovechamos las pocas horas de luz que hay, que también estimulan, es muy fácil sentirnos bajos de ánimo”, dice el entrenador personal José Miguel del Castillo.
“Con el ejercicio aumentamos la cantidad de plasma de la sangre, lo que favorece la hidratación” (Santalla)
Estará mejor hidratado. Uno de los mayores peligros de practicar deporte en verano es la deshidratación, un cuadro con muchas menos probabilidades de presentarse durante el invierno, ya que perdemos menos agua a través del sudor. Respecto a esta ventaja, el profesor Alfredo Santalla añade: “Con el ejercicio aumentamos la cantidad de plasma de la sangre, que está compuesto por agua en un 90%, lo que favorece la hidratación en estos meses en los que bebemos menos”.
Sin embargo, tampoco se trata de lanzarnos a la calle a practicar deporte sin más con un frío que pela, incluso estando totalmente sanos. Resulta imprescindible tomar ciertas precauciones. José Miguel del Castillo insiste en la importancia de proteger la cabeza y el cuello, que es por donde más calor perdemos –hasta el 50%– y cuidar las partes más distales –alejadas del centro– del cuerpo, como los pies y las manos, con mayor tendencia a la congelación.
Para el entrenador, lo ideal es vestirse en tres capas: la primera debe ser hidrófuga, es decir, que expulse el sudor para que no nos quedemos fríos, pero nada de algodón: absorbe el sudor y nos deja húmedos. La segunda debe ser térmica. “Actualmente hay tejidos sintéticos térmicos muy transpirables, con escaso peso y grosor, que protegen muy bien de las inclemencias del tiempo. La última prenda debe ser cortavientos, impermeable y transpirable. Y, por supuesto, justo después de hacer deporte debemos abrigarnos bien, aunque tengamos calor, para evitar quedarnos fríos” concluye el entrenador.
Fuente
SILVIA CÁNDANO OCAÑA / Buena Vida / El País / https://elpais.com/elpais/2016/02/01/buenavida/1454344674_523830.html