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Abr 1, 2020
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Continuar el viaje de regreso al ser que en todo y en nosotros somos

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EL AÑO DEL AGUA: REGRESAR A LA FUENTE

Estamos inmersos en una catástrofe ecológica que ha comprometido la supervivencia de miles de especies y nos tiene hoy abocados a la extinción masiva de formas de vida que han existido alrededor de 55O millones de años en la Tierra.

Esta gran crisis de toda la cadena de la vida terrestre supone, según los estudios científicos más recientes, un riesgo de extinción inminente para el 42% de los invertebrados terrestres, el 34% de los de agua dulce y el 25% de los marinos. En cuanto a los vertebrados terrestres entre 1970 y 2014 se redujo en un 60% su población a nivel mundial. El propio porvenir de nuestra especie humana está cuestionado: el continuo atentado contra la diversidad genética abre un escenario de inseguridad alimentaria que afecta muy especialmente a las poblaciones más pobres, las mujeres y los niños.

 

El 70% de las personas que viven en situación de pobreza depende directamente de los recursos naturales. Este deterioro de los recursos necesarios para una vida humana digna se agrava con la pérdida o desperdicio del 33% de los alimentos que se producen, especialmente en los países desarrollados.

Para vivir consumiendo y contaminando al ritmo en que lo hacemos desde el llamado mundo desarrollado necesitaríamos cuatro planetas como éste. Según datos de la ONU hoy somos 7500 millones de seres humanos y se prevé que seremos 10.000 millones para el año 2050. Según datos de la misma organización, dentro de dos décadas cerca de 4000 millones de personas vivirán en áreas desertificadas. A este oscuro panorama contribuye la tala ilegal y el comercio ilícito de especies silvestres, que genera, según la ONU, un lucrativo negocio que mueve al año entre 90.000 y 270.000 millones de dólares.

Cumplir con los acuerdos de París para afrontar el cambio climático es la más rentable de las inversiones que podríamos realizar. Los expertos calculan que, a día de hoy, el coste de descontaminar lo que contaminamos en un año sería del orden del producto mundial bruto. Alcanzar la meta de la reversión del cambio climático tendría un coste de 22 billones de dólares (19,5 billones de euros), pero el ahorro en salud, por la reducción de las muertes y enfermedades relacionadas por la contaminación de los combustibles fósiles, sería del orden de 54 billones de dólares.

 

EL COMPONENTE HUMANO DE LA CRISIS

La ambición desmedida ha generado corrupción, injusticia y violencia, y un consumismo extremo, que nos ha llevado a la desnaturalización de nuestra naturaleza humana y con ello la destrucción de la naturaleza. Esto ha contribuido al enrarecimiento del clima físico y social, al desperdicio, a la contaminación, a la sobreexplotación de la naturaleza, al efecto invernadero, a la reducción crítica del agua dulce disponible para el consumo humano, a la mortífera contaminación del aire, la sobrepesca, la inundación de plásticos de los océanos y a una alarmante pérdida de la biodiversidad (ver Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente [PNUMA] en su informe GEO o perspectivas del medio ambiente mundial). El estrés hídrico, el calentamiento global, la contaminación ambiental, la desertificación y el desperdicio de alimentos en un mundo donde millones de personas se acuestan cada día con hambre, nos convoca hoy a todos los seres humanos sin distinción.

La ciencia lo advierte sin atenuantes. En un informe elaborado por 250 científicos y expertos de 70 países se señala que nuestra incapacidad para adoptar medidas urgentes repercute de un modo potencialmente irreversible hoy sobre los recursos ambientales esenciales y la salud humana.

Si no cambiamos urgentemente nuestro rumbo serán necesarios millones de años para que el planeta recupere un espectro de biodiversidad equivalente al actual y habremos condenado a generaciones enteras. Necesitamos generar un modelo económico para recuperar y preservar ecosistemas y crear espacio para la regeneración de la naturaleza. La adopción plena y responsable de los acuerdos de París y GDN permitirán resolver los mayores desafíos que afronta la biosfera y todas sus especies, única forma de preservar un espacio seguro para toda la humanidad.

SALVAR EL AGUA QUE TAMBIÉN SOMOS

Pero hoy ya no bastan los diagnósticos y las estadísticas catastróficas. Ya no es suficiente con el compromiso de los gobiernos. La vida en la Tierra es nuestra vida. No es sólo un asunto de lo que sucede con los glaciares, los ríos, los océanos y los humedales, es lo que pasa con nosotros mismos, con nuestro modo de concebirnos y nuestra manera de vivir en el mundo. De la calidad de la vida en la Tierra depende la calidad de nuestra vida. De la calidad de nuestra vida depende también la de la vida en la Tierra.

Y esto concierne especialmente a la capacidad de movernos interiormente, de conmovernos. Tal vez lo hayamos entendido, pero aún no nos hemos comprometido, no hemos sentido de verdad desde la vida que esto es un asunto de todos. Aquí se implican nuestras emociones y sentimientos, no sólo nuestro intelecto, por eso proponemos en este año del agua descontaminar también el espectro de nuestras emociones, para que la generosidad, el altruismo, la buena voluntad y el amor incondicional sean una poderosa herramienta para el genuino compromiso con la Tierra.

SANAR NUESTRAS EMOCIONES PUEDE CONVERTIRSE EN NUESTRA MEJOR CONTRIBUCIÓN PARA SANAR LA TIERRA 

Las señales eléctricas regulan el comportamiento celular tanto in vivo como in vitro, y se asocian a prácticamente todas las respuestas celulares, como las relacionadas con la división, la diferenciación y la migración celular. Se ha demostrado que estas actividades están reguladas por campos eléctricos endógenos generados en los espacios intra y extracelulares e influyen sobre procesos celulares tan fundamentales para la vida como los ciclos y la proliferación celular, la migración celular embrionaria, la migración de las células cancerosas, la señalización eléctrica en el cerebro adulto, el crecimiento axonal, la reparación de la médula espinal, la reparación de heridas epiteliales, la regeneración tisular y el establecimiento de la asimetría corporal izquierda derecha. A pesar de las conclusiones de estos estudios sobre los efectos innegables de la electricidad y los campos electromagnéticos sobre los seres vivos; sus resultados están aún sometidos en el presente a prejuicios pseudocientíficos.

 

Por Dr. Jorge I. Carvajal Posada

Fuente: www.sintergetica.org

 

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Desarrollo Personal
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