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Abr 21, 2014
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Medicina tibetana: la curación más allá del cuerpo

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Medicina tibetana: la curación más allá del cuerpo

La medicina tibetana está relacionada con el Budismo, que es su fundamento espiritual y su más precioso sustrato. La cualidad única de la medicina tibetana se halla no sólo en el claro compromiso de sanar el cuerpo humano de males y enfermedades, sino asimismo en su revelación de un camino a través del cual el cuerpo y la mente se pueden liberar de los sufrimientos de la existencia condicionada o cíclica, el samsara.

Fuente : http://www.saberalternativo.es/

 

En mi último viaje a Nepal y a Tíbet pude conocer en persona los fundamentos de esta medicina que trasciende el cuerpo y que une al hombre con el Universo, en un todo armónico. Toda la ciencia tibetana gira alrededor de las relaciones del ser humano con su entorno, ya que no se concibe al hombre de ninguna otra forma que no sea en armonía con la naturaleza. La Medicina Tibetana, la astrología (“Karché”), y la observación de la tierra (“Saché”) son ciencias fundamentales en Tíbet que estudian la interrelación del hombre con su medio, y proponen soluciones que tienen en cuenta todos los parámetros, el físico, el emocional, el mental, el espiritual y el entorno.

Son ciencias de una gran complejidad, que hunden sus raíces en las creencias y la filosofía budistas, de hecho son herederas directas de ellas.

La situación geográfica del Tíbet le ha puesto en contacto con India, Nepal y China desde tiempos inmemoriales. De estos países ha recogido las técnicas médicas y astrológicas, adaptándolas a su cultura, y han perdurado hasta nuestros días. A raíz de la invasión de Tíbet por China en 1959 muchos médicos y monjes tibetanos, incluido el actual Dalai Lama, tuvieron que huir a través de la cordillera del Himalaya y desde entonces han depositado sus conocimientos en países vecinos de acogida, como Nepal e India.

La medicina tibetana está relacionada con el Budismo, que es su fundamento espiritual y su más precioso sustrato. La cualidad única de la medicina tibetana se halla no sólo en el claro compromiso de sanar el cuerpo humano de males y enfermedades, sino asimismo en su revelación de un camino a través del cual el cuerpo y la mente se pueden liberar de los sufrimientos de la existencia condicionada o cíclica, el samsara.

De acuerdo con la tradición tibetana, hace miles de años el Buda Shakiamuni se “emanó” como el Buda de la Medicina, Bhaishajyaguru, estableciendo las bases de la medicina tibetana en la forma de los Gyushi o los Cuatro Tantras Médicos; éstos fueron escritos con tinta de lapislázuli sobre láminas de oro, en aproximadamente 5400 versos y fueron depositados en el Palacio de las Dakinis de Uddiyana. La medicina tibetana actual deriva enteramente de las escrituras tántricas que se han incorporado dentro del Tanjur; la versión revisada de los Cuatro Tantras Médicos que se sigue utilizando en la actualidad, fue compilada en el siglo XII y resume los conocimientos recogidos en el Tíbet, Asia y Oriente Medio.

El “rGyud-bzhi”( los cuatro tantras) fue redactado en formas de preguntas y respuestas y los cuales tratan la siguientes 8 ramas de la medicina tibetana:
1-El cuerpo. Éste incluye embriología, anatomía, fisiología, patología y farmacología.
2-Pediatría
3-Ginecología
4-Desordenes causados por los “malos espíritus”
5-Desordenes causados por heridas inferidas por armas
6-Toxicología
7-Rejuvenecimiento
8-Afrodisíacos
Teoría de la Medicina Tibetana

Este sistema médico se encuentra íntimamente ligado al budismo tibetano, el cual sostiene que hasta que la ignorancia y la codicia queden eliminadas del fluir de la mente, por muy sanos que creamos estar, seguimos enfermos. Asimismo, contempla al análisis del cuerpo como el fundamento de la cosmología y de la filosofía budista y considera que el estado de salud depende de un balance en la dieta, la conducta, las condiciones ambientales y psicológicas, así como de los factores sociales, siendo todos éstos críticos para el diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades.

Todos los fenómenos animados e inanimados existen en dependencia de los agregados de las cinco energías cósmicas, las cuales son: La tierra, el fuego, el agua, el aire y el espacio. Fisiológicamente, el cuerpo humano está constituido por tres humores o nepas, siete energías físicas y tres tipos de excreciones. Las siete esencias son: las esencias nutricias, la sangre, la carne, el tejido adiposo, la médu- la ósea y el óvulo o esperma, dependiendo del sexo del individuo.

Los tres humores son las manifestaciones biológicas de las cinco energías cósmicas y son considerados como el surgimiento de las tres aflicciones básicas que son el deseo, el enojo y la confusión y éstas se conocen como el viento, la bilis y la flema. El viento (rlung) se compone del elemento viento, representa la fusión nerviosa y recibe la influencia de las tres causas de sufrimiento evidenciadas por el Buda. La bilis (mkris-pa) se constituye por el elemento fuego, es responsable del metabolismo y del calor corporal (tumo), de la digestión y de la excreción; el enojo actúa sobre su equilibrio desestabilizándola. La flema (bad-kan) asegura la regeneración y la producción de líquidos; es perturbada por el veneno de la confusión. La flema está compuesta por los elementos tierra y agua.

La salud es el estado de equilibrio de estos tres humores, mientras que la enfermedad surge si algunos de éstos quedan fuera de esta armonía. La condición por la cual se desarrolla una manifestación de enfermedad incluye una dieta impropia, una conducta impropia, infección por agentes patógenos, factores ambientales y los espíritus. Los desórdenes también se pueden clasificar como fríos o calientes o como una combinación de ambos. Los desórdenes calientes están asociados con la sangre y la bilis. Los desórdenes fríos están asociados con desórdenes en la flema o el viento. Las infecciones o desordenes linfáticos pueden ser desórdenes calientes o fríos. En el próximo número de la revista Saber Alternativo veremos cuáles son sus métodos de diagnóstico y tratamientos.

Métodos de Diagnóstico

Los médicos tibetanos pueden diagnosticar las enfermedades a través de tres métodos. El método más importante es la formulación de preguntas directas al paciente y, de acuerdo con los tres humores: el viento, la bilis y el flema, los cuales están relacionados con el deseo, el enojo y la confusión, el médico debe llevar a cabo una revisión fisiológica del paciente y dar un diagnóstico del desorden.
Los otros dos métodos diagnósticos incluyen un análisis táctil y visual. En el análisis táctil en la medicina tibetana se utiliza la lectura del pulso. El análisis visual consiste en el examen visual de la orina y en la observación de la lengua y de la complexión física del paciente. Cabe señalar que una fuente complementaria de diagnosis es el análisis de los sueños.
El arte de la lectura del pulso provee información invaluable para el médico experimentado.

Al colocar los dedos en puntos específicos situados en la muñeca del paciente, el médico sintoniza y afina su conciencia con las sutiles pulsaciones de la sangre, la linfa y las energías neurales que le transmiten mensajes relativos al estado de salud y vitalidad del paciente. Todas las enfermedades conocidas salvo un 5% son claramente identificables utilizando la técnica de la diagnosis por el pulso. En los casos en que se sucitan dudas, el examen de la orina revelará cuál de entre las diversas enfermedades posibles afecta realmente al paciente.

El médico tibetano, apoyándose sólo en los sentidos, examina de modo sistemático la orina de un paciente en función de su color, sedimentación, olor, formación o no de burbujas y secreciones visibles. Cuando la orina se remueve en una taza de cerámica blanca, muestra modelos e imágenes a partir de los cuales el médico calificado puede llegar a un análisis detallado del estado de salud del paciente.

La lengua, desde el primer vistazo, puede proporcionar valiosa información acerca de la constitución física del paciente y sobre la naturaleza del trastorno, según el humor que prevalece y que determina estas características muy marcadas. En presencia de un trastorno de aire la lengua normalmente aparece seca, áspera, rosada y rodeada de burbujas. En los casos de trastornos de bilis se presenta recubierta de una pátina amarillenta y amarga. En una situación de desequilibrio de la flema, se manifiesta una consistencia blanda y húmeda velada por una pátina blanca-verdosa.

Tratamientos

El tratamiento se basa en los síntomas presentes y en el cuadro clínico y se realiza sobre el examen de la orina, el pulso, un examen físico y el interrogatorio. Gran número de factores tales como la gravedad de la enfermedad, la edad del paciente, la estación del año, la localización de la enfermedad, la capacidad digestiva del paciente y la presencia de complicaciones, pueden servir para determinar el tipo de tratamiento adecuado.

En la rutina clínica habitual, el tratamiento normal consiste en una medicación reforzada con una dieta y recomendaciones sobre el comportamiento, en algunos casos también se usa la acupuntura. El primer nivel de tratamiento es la terapia de comportamiento y de la nutrición, la cual normalmente sirve de base a la segunda línea de tratamiento, es decir, a la medicación.

Hay dos tipos de medicaciones orales que están graduadas y son usadas con base en información clínica definida. La medicación oral se refuerza mediante terapias tales como la aleación (uso de aceites medicinales), friegas, eméticos (vomitivos), purgantes, enemas suaves, supositorios, inhalantes nasales y baños. Cuando todo esto no acaba con la enfermedad, o cuando la enfermedad es grave y crónica, es recomendable la tercera línea de tratamiento: la “terapia externa”.

La terapia externa está dividida sobre la base del cuadro patológico en dos categorías: menor y mayor. La terapia externa menor consiste en el masaje, la hidroterapia y los fomentos. La mayor en la acupuntura, la moxibustión y la sangría reforzada con cirugía.

En la medicina tibetana se usan ocho tipos diferentes de ingredientes como medicamentos: metales preciosos, tierras, rocas, árboles, resinas, hierbas, animales y sopas o jugos. Los sabores juegan un papel importante dentro de la terapéutica médica tibetana. Existen seis sabores fundamentales (dulce, amargo, salado, ácido, caliente y astringente), los cuales se correlacionan con las “cinco energías”.

El sabor dulce está constituido por agua y tierra, el amargo por fuego y tierra, el caliente o picante por fuego y agua, el ácido por viento y fuego, el astringente por agua y viento y el salado por viento y tierra. Un fármaco se prescribe de acuerdo a las características del desorden que prevalecen en un paciente, es decir el fármaco debe poseer características opuestas al desorden que provoca la enfermedad.

En el sistema tibetano los remedios se componen por hierbas las cuales se combinan con minerales, gemas y piedras preciosas así como sustancias de origen animal. Estos remedios que pueden ser en forma de píldoras, incienso y aceites médicos, por regla general contienen cincuenta o más ingredientes diferentes, además se recitan plegarias y mantras para conferir una potencia adicional. Los padecimientos causados por espíritus se pueden curar con elaborados rituales llevados a cabo por lamas, yoguis o sanadores chamánicos.

La medicina tibetana es una disciplina integral en donde no sólo se ocupa de sanar el cuerpo sino asimismo es un sendero en donde el cuerpo y la mente se pueden liberar de los sufrimientos de la existencia cíclica; para lograr esto la medicina tibetana cuenta con múltiples herramientas tanto en el plano físico como el espiritual.
En el próximo número de “Saber Alternativo” estudiaremos una técnica mental muy poderosa utilizada por lamas y maestros budistas: la meditación budista y sus distintas variantes.

TÉCNICA DE MEDITACIÓN TIBETANA

Consiste en el conteo de respiraciones. Tomamos una profunda inspiración y la exhalamos, relajándonos y distendiéndonos cada vez que exhalamos. Tomamos cada respiración partiendo desde el estómago para hacer así respiraciones completas. Empezamos a respirar normalmente desde este momento y con cada inspiración contamos 1, con la expiración contamos 2, con la inspiración contamos 3 y así sucesivamente, concentrándonos y evitando que cualquier pensamiento penetre entre la respiración y conteo de números. No permitiendo que si un pensamiento surge en nuestra consciencia le prestemos atención, sino que debemos seguir con nuestra atención totalmente puesta en la respiración y el sucesivo conteo. Ni siquiera debemos esforzarnos, simplemente continuamos contando, sin prisas. Para comenzar no hace falta adoptar la postura del loto o medio loto. Podemos sentarnos en una silla con la espalda bien recta y las manos sobre los muslos. Podemos empezar haciéndolo una vez al día, mejor por la mañana o antes de acostarnos, comenzando con 10 minutos hasta llegar, en la medida de lo posible, a media hora.

SILENCIAR LA MENTE

El pensamiento, fruto de las experiencias del ayer y de las proyecciones futuras, ha de ser silenciado si queremos alcanzar el estado meditativo necesario para sentir la energía interior, que sólo se experimenta en el presente, en el “aquí y ahora”. Cuando se evita la rueda del pensamiento, automáticamente por sí misma y, sin invitarla, comienza la meditación en silencio. Dentro de nosotros hay pues dos ruedas: una es la del pensamiento y otra es la meditación que nace del silencio. Para utilizar esta técnica simplemente hemos de ser conscientes de que no hay diferencia entre el pensador y el pensamiento. Sentémonos sosegada y relajadamente en una habitación completamente a oscuras, e imaginemos que esta habitación está situada en el piso más alto de un rascacielos. Enfrente de nosotros se halla situada una gran ventana cubierta con una cortina negra, un marco de ventana sin ningún adorno, sin nada que pueda distraernos, y asegurémonos, poniendo la atención en nosotros mismos, de que no hay ningún pensamiento cruzando nuestra consciencia (que es la cortina negra), y si algún pensamiento intenta penetrar simplemente observémoslo, pues si así lo hacemos, con la máxima calidad de atención, veremos que se diluye, ya que la mente no piensa si se siente observada, mientras mantengamos esa atención. Los pensamientos por unos instantes intentarán fluctuar en el borde de esta cortina, que es nuestra consciencia. Simplemente observémonos, esperando a ver qué ocurre sin desear ni rechazar nada, poniendo toda nuestra energía en esta observación, y la mente se silenciará por sí sola, quedando como un lago tranquilo y en calma.

No hay diferencia entre el observador y lo observado. Mantengamos esa calidad de observación y poco a poco iremos sintiendo un sentimiento interior de plenitud, pero ni siquiera entonces debemos centrarnos en él. Sigamos observando el pensamiento sin rechazar ni dialogar, sino simplemente permanezcamos en silencio sin hacer nada y la meditación ocurrirá por sí misma, habiendo entonces alcanzado nuestro objetivo.

Practiquemos este experimento meditativo una y otra vez, y nos encontraremos que somos capaces de dominar nuestros pensamientos como hacen los Maestros, que han dejado escrito: ” Permanece en silencio y sabrás que yo, el Ser, estoy dentro de ti “. Hagámoslo varias veces al día, incluso cuando vayamos en el autobús o por la calle, mientras andamos, o realizando cualquier otra actividad. Parémonos por un momento, y, sabiendo que el pensamiento es el enemigo a batir, simplemente observémonos. Si aprendemos a trascender el pensamiento tenemos la puerta abierta a todos los conocimientos y experiencias que siempre hemos buscado.

Un estudio científico sugiere que las respuestas básicas e involuntarias del cerebro pueden ser anuladas.

A esta conclusión llegaron los expertos de las universidades de Queensland y California ,luego de estudiar las reacciones visuales de 76 monjes budistas tibetanos con experiencia en meditación.

Durante las pruebas realizadas por los investigadores, los monjes se pusieron unas gafas especiales que les permitían ver simultáneamente una imagen diferente con cada ojo.

La respuesta normal -y automática- del cerebro sería alternar rápidamente la atención entre ambas imágenes, una reacción conocida como rivalidad perceptiva o visual.

Sin embargo los monjes fueron capaces de concentrarse en sólo una de las imágenes.

EL PODER DE LA VOLUNTAD

Mediante la meditación en “un punto”, los monjes lograron centrar su atención sobre un solo objeto o pensamiento.

Aquellos que tenían mayor experiencia en meditación consiguieron concentrarse en sólo una de las imágenes durante un período más largo, de hasta 12 minutos.

Según explican los expertos en la revista científica Current Biology, la capacidad de los monjes para anular la respuesta mental básica indica que el cerebro puede ser entrenado.

Hasta ahora se creía que la rivalidad perceptiva era una respuesta básica e involuntaria.

SALUD MENTAL
“Los monjes demostraron que podían bloquear la información externa”, explicó Olivia Carter, de la Universidad de Queensland.
“Sería bueno ahora hacer más pruebas utilizando técnicas de imagen para ver exactamente qué diferencias hay en los cerebros de los monjes”.
“La gente que practica la meditación, incluido el Dalai Lama, ha expresado que la habilidad para controlar y dirigir los pensamientos puede ser muy beneficiosa en términos de salud mental”, añadió Carter.

Os deseo, a todos los que no habéis practicado nunca la meditación, un buen comienzo y que obtengáis con ella los mejores beneficios físicos y espirituales. Hasta el próximo número.
Autor: Javier Akerman, N.D. Doctor Naturópata

Article Categories:
Medicina integrativa
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