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Nov 14, 2011
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Karma

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El renacimiento que tomamos después de abandonar nuestro cuerpo depende de nuestras acciones previas. Esto se debe al funcionamiento del principio de causa y efecto: el karma y su resultado. Esto significa que nuestras acciones crean las causas de lo que llegaremos a ser; y lo que somos ahora es el resultado de las causas creadas previamente. Karma significa acción, y se define como las acciones intencionadas de nuestro cuerpo, palabra y mente: lo que hacemos, decimos y pensamos. Estas acciones dejan unas impresiones y tendencias en nuestro continuo mental. Cuando estas impresiones y tendencias se encuentran con las condiciones adecuadas, afectan a nuestra experiencia.

La discusión sobre el karma las acciones y sus resultados – es compatible con la ciencia y la psicología. Físicos, químicos y biólogos investigan el funcionamiento del principio de causa y efecto a un nivel físico. Estudian las causas que producen un fenómeno y los resultados de la interacción de ciertos elementos de un modo determinado. Los psicólogos buscan las causas de los desajustes mentales y los resultados que pueden lograrse aplicando determinados tratamientos. El budismo también investiga el principio de causa y efecto pero de un modo más sutil. Considera que el principio de causa y efecto funciona a un nivel mental, no físico. Además, el budismo considera el principio de causa y efecto en relación a una serie de vidas.

El hecho de que nuestras experiencias sean el resultado de nuestras acciones no quiere decir que se haya establecido un sistema de castigo y recompensa. Cuando una flor crece de una semilla, no es ni la recompensa ni el castigo de la semilla. Es sencillamente un resultado. Del mismo modo, cuando decimos que nuestras acciones traen como consecuencia nuestras experiencias futuras, entendemos éstas como el resultado de nuestras acciones y no como una forma de recompensa o castigo.

Buda no fijó una serie de mandamientos cuya infracción signifique el castigo. Ya que Buda no tiene ningún deseo de que experimentemos dolor, nunca nos juzgaría o nos condenaría. Nuestras peores experiencias surgen como consecuencia de nuestras propias acciones. Newton no creó la ley de la gravedad; sencillamente describió su funcionamiento. Del mismo modo, Buda no creó la ley de causa y efecto o karma. Describió lo que había visto una vez eliminados todos los oscurecimientos de su continuo mental.

Podemos pensar que es injusto experimentar en esta vida el resultado de lo que hicimos en vidas anteriores; sin embargo, no es realmente una cuestión de justicia o injusticia. No decimos que sea injusto que los cuerpos físicos caigan hacia abajo y no hacia arriba, porque sabemos que nadie inventó la gravedad. La gravedad no se debe a la arbitrariedad de nadie sino que es la forma en que los fenómenos se comportan naturalmente. De la misma manera, nadie inventó el principio por el cual si perjudicamos a otros en el presente, tendremos problemas en el futuro. Este es simplemente el resultado natural que surge de esa causa.

Como nosotros creamos las causas, nosotros experimentamos los resultados. Buda no puede llegar al interior de nuestra mente y hacernos pensar o actuar de forma diferente. Puesto que Buda posee una compasión infinita, si fuera capaz de salvarnos, ya lo habría hecho. Nuestros profesores pueden enseñarnos el abecedario, pero nosotros debemos aprenderlo. Ellos no pueden aprenderlo por nosotros. De la misma manera Buda describió lo que hay que practicar y lo que hay que dejar de hacer, pero somos nosotros los que debemos actuar sobre este planteamiento. Buda no puede hacerlo por nosotros.

La belleza de la capacidad humana consiste en que somos responsables de nuestra propia experiencia. Viviendo en el presente creamos nuestro futuro. Nosotros poseemos la capacidad de determinar quiénes seremos y lo que nos sucederá, asegurando así la felicidad tanto para nosotros mismos como para los demás. Para llevarlo a cabo debemos asumir nuestra
responsabilidad y utilizar nuestra capacidad humana.

Cómo funciona el principio de causa y efecto

El principio de causa y efecto posee cuatro características fundamentales:

1) el karma es definitivo; esto es, las acciones positivas traerán con certeza resultados felices y las acciones negativas traerán resultados no deseados;

2) el karma es expansivo: una pequeña causa puede acarrear un gran resultado;

3) si no se crea la causa de una determinada acción, no se experimentará su resultado;

4) las impresiones que quedan en el continuo mental debido a que nuestras acciones no se pierden.

La primera característica del karma es que las acciones constructivas traen resultados felices y las destructivas proporcionan experiencias no deseadas. Las acciones no son intrínsecamente buenas o malas en sí mismas, pero se consideran positivas o negativas según si traen felicidad o sufrimiento como resultado. Si se plantan semillas de manzanas, crecerá un manzano, no un peral. De la misma manera, si se realizan acciones positivas, éstas traerán como consecuencia felicidad, no sufrimiento. Cuando se
experimenta sufrimiento, éste está causado por las acciones negativas, nunca por las positivas. Buda dijo:

Según la semilla que se siembre,
Así será el fruto que se recoja.
El que hace el bien recoge buenos resultados,
El que hace el mal cosecha malos resultados.
Si siembras una buena semilla,
Entonces gozarás de buenos frutos.

Recordar esto resulta útil en nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, supongamos que una persona tiene la tentación de mentir para incrementar su beneficio en una operación comercial; sin embargo, recuerda que esto le traerá malos resultados. Entonces se da cuenta de que, aunque la mentira le permita obtener un beneficio temporal, esto va a ocasionarle más problemas a largo plazo y, por ello, decide no mentir. Al evitar la mentira, esta persona cosecha el beneficio a largo plazo resultante de haber obrado de una forma constructiva y también consigue a corto plazo ganarse la credibilidad y el respeto de los demás.

Cuando surge una desgracia, algunas personas reaccionan con ira, mientras que otras se deprimen. La psicología budista plantea métodos prácticos para liberarnos de tal confusión y sufrimiento. Así, cuando experimentamos la desdicha, resulta útil recordar que el karma es definitivo. Más que sufrir emocionalmente, lo que sólo contribuye a agravar nuestro pesar, podemos recordar que esta situación ha surgido debido a nuestras acciones pasadas. Por ejemplo, si entran en nuestra casa y nos roban, sufrimos por haber perdido nuestros bienes. Si, para colmo, nos enfadamos, entonces sufriremos mucho más. Sin embargo, si consideramos que nuestras posesiones fueron robadas como consecuencia de alguna acción negativa que cometimos en el pasado tal vez robar o engañar a otros – nos resultará más fácil aceptar lo que ha sucedido sin enfadarnos. Al reconocer los efectos no deseados que surgen de las acciones egoístas, desarrollaremos la firme determinación de no cometer acciones tales como robar o engañar a otros.

Algunas personas reaccionan ante la adversidad sumiéndose en la lástima hacia sí mismos: Soy una persona terrible, por tanto, merezco sufrir. Resulta más útil reconocer que experimentamos infelicidad como resultado de nuestras acciones pasadas. Esto no significa que seamos personas malas y sin ningún valor. Simplemente indica que hemos cometido errores en el pasado y ahora estamos experimentando sus resultados. Si aceptamos que hemos cometido errores y reconocemos los problemas que ello acarrea, desarrollaremos la firme intención de evitar crear las causas de sufrimiento en el futuro. Aceptar que nuestros problemas se deben a nuestras propias acciones destructivas cometidas en el pasado no significa que tengamos que permanecer pasivos frente a las situaciones perjudiciales. Si podemos hacer algo para prevenir o corregir una situación negativa, deberíamos hacerlo! Sin embargo, si recordamos que esta desdicha se debe a nuestras propias acciones destructivas, no nos sentiremos enfadados o beligerantes hacia otros, ya que trataremos de remediar el problema.

La segunda característica del karma es que una pequeña acción puede acarrear un gran resultado. Tal y como una gran cosecha proviene de unas pocas semillas, un gran resultado viene de una pequeña acción. Ayudar a alguien de un modo insignificante puede dar como resultado una gran felicidad, mientras que herir a alguien ligeramente puede acarrear años de tristeza. Considerar que las pequeñas acciones pueden traer grandes resultados nos ayuda a racionalizar nuestro comportamiento negativo. Alguien puede pensar: Acabo de cobrar a este cliente un poco más de lo debido, o solamente grité a mi familia durante un breve tiempo. Por supuesto que dañar a la gente un poco no resulta tan negativo como dañarla mucho. Aún así, no podemos quitarle importancia, porque esta acción traerá su resultado. La impresión de una acción gesta y produce un resultado más amplio.

De la misma manera, aunque puede ser que no seamos capaces de realizar grandes acciones constructivas, es importante acometer acciones positivas por pequeñas que parezcan, porque incluso una pequeña acción positiva puede traer un gran resultado beneficioso. Las acciones aparentemente insignificantes son importantes en la vida. Buda dijo en el Dhammapada:

Como veneno que ha entrado en el cuerpo
Incluso los pequeños actos no meritorios
Pueden causar una gran inquietud y ocasionar la
Ruina en el mundo que está más allá.

 

Al alcanzar un gran propósito
Incluso los pequeños actos meritorios
Traen la felicidad en las vidas futuras,
Como semillas transformándose en grandes cosechas.

La tercera característica del karma es que si no se ha creado la causa, no se experimentará el resultado. Esto es muy lógico: si no se planta una semilla, ésta no fructifica. Por qué en un accidente de tráfico muere una persona mientras que otra sobrevive? Por qué una persona muere de cáncer a temprana edad mientras que otra no? Esto sucede porque en vidas previas, una persona creó la causa y la otra no. De igual manera, si nosotros queremos felicidad debemos crear las causas para conseguirla. Si únicamente rezamos para ser felices pero no actuamos positivamente, es como si rezáramos para saber matemáticas sin estudiarlas. Si no creamos la causa, no llegará el resultado. Ser conscientes de esto nos proporciona el entusiasmo para evitar dañar a los demás y actuar de un modo constructivo.

Por último, las semillas de nuestras acciones no se pierden. Esto significa que a menos que una impresión negativa sea purificada o que una impresión positiva sea destruida por el enfado o por puntos de vista erróneos, finalmente madurará cuando se reúnan las condiciones adecuadas. A veces mentimos y pensamos: No importa. Nadie lo sabe. No sucederá nada. En realidad esto no es cierto, porque las impresiones pueden permanecer en nuestro continuo mental un largo tiempo antes de que las circunstancias se vuelvan propicias y aparezcan los resultados. Como Buda dijo en el Dhammapada:

Una vez ejecutada cualquier acción,
Ya fuera buena o mala,
Su poder nunca se pierde;
El resultado surge en consecuencia.

Algunas acciones son destructivas e indeseables por naturaleza. Estas incluyen: matar, robar, involucrarse en una conducta sexual incorrecta, mentir, calumniar, insultar, conversar vanamente, codiciar las posesiones de otros, tener una actitud maliciosa y mantener puntos de vista erróneos. Evitar estas acciones significa en sí mismo actuar positivamente. Otras acciones positivas incluyen: practicar la generosidad, servir al enfermo y al necesitado, ayudar a nuestros padres y maestros, consolar a los afligidos, y por añadidura, prestar servicio a los demás.

También se puede establecer una pauta general sobre las acciones que debemos abandonar y aquellas que hemos de cultivar según la motivación con que realizamos la acción. Las acciones motivadas por el apego, el enfado, la estrechez mental, los celos, el orgullo, etc., son acciones negativas. Aquellas motivadas por el amor, la paciencia, la compasión y la sabiduría son constructivas. Tenemos que observar la motivación de toda acción para determinar si la acción en sí misma es constructiva o no, ya que no hablamos o actuamos sin una intención específica.

Ser conscientes del papel que juega la motivación para determinar los resultados a largo plazo de nuestras acciones, nos ayuda notablemente a ir más allá de la hipocresía y el autoengaño. A veces manipulamos hábilmente una situación de modo que parezca buena, aunque nuestra motivación sea egocéntrica. Por ejemplo, podemos hacer un favor a un amigo no porque estemos sinceramente interesados en su bienestar, sino porque queremos que se sienta obligado hacia nosotros. De hecho, no tiene sentido que nos engañemos, ya que la impresión principal que queda en nuestra mente es de egoísmo. Ser consciente de los resultados de ese comportamiento engañoso nos ayuda a observar nuestras motivaciones honradamente y a corregir aquellas que no son deseables.

Los efectos de nuestras acciones

No necesariamente experimentamos los resultados de nuestras acciones de inmediato. Cuando Susana se pone furiosa con Vicente, experimenta un resultado inmediato: él se niega a cooperar con ella en el proyecto que están realizando. Sin embargo, el resultado de esa acción no termina ahí, porque influye también en su relación futura. Incluso aunque Susana sea amable con Vicente en el futuro, él ya no le creerá como antes. Además, las impresiones de su malicia y su violenta forma de hablar permanecen en su continuo mental e influirán en sus experiencias futuras. Continuar con el hábito de hablar de una forma airada, la llevará a repetir la misma acción cuando surja una situación análoga. Sería un error pensar que los resultados de nuestras acciones siempre se producen de un modo inmediato y después cesan. Tal y como una semilla tarda un tiempo en crecer y convertirse en una planta, nuestras impresiones kármicas tardan en producir sus resultados. Como Buda dijo en el Dhammapada:

Las acciones erróneas no necesariamente
Cortan de inmediato como espadas.
Aquellos que mueren con acciones erróneas
Actualizan su resultado después.

Por supuesto que lo mismo se aplica para las acciones positivas. Puede que no recibamos buenos resultados de inmediato, pero cuando se reúnan las condiciones que hagan madurar esas impresiones positivas, éstas traerán su resultado. Deberíamos estar satisfechos de crear causas positivas y saber que madurarán en el futuro. Sentirse impaciente por el resultado que tiene que venir no hace que llegue antes.

Es importante recordar esto cuando estamos comprometidos con una práctica espiritual. Alcanzar la Iluminación no es como comprarse una hamburguesa. Tenemos una tendencia a la impaciencia y queremos la Iluminación de modo inmediato. Pero, nos sentiremos decepcionados si pensamos que vamos a alcanzar la Iluminación después de hacer una práctica durante corto tiempo. Que nuestras impresiones positivas maduren es algo que requiere tiempo. Es necesaria una práctica extensa para transformar nuestra mente.

Una acción que está completa con sus tres partes la motivación, la acción en sí misma y la consumación de la acción – puede influir en cuatro aspectos de nuestra experiencia:
1) en el cuerpo que tomemos en vidas futuras;
2) en lo que nos suceda mientras estemos vivos;
3) en los rasgos de nuestra personalidad; y
4) en el entorno en que vivamos.

En primer lugar, nuestras acciones influyen en el tipo de cuerpo que tomaremos en vidas futuras. Las acciones beneficiosas proporcionan renacimientos agradables, mientras que las acciones destructivas producen renacimientos desagradables. Por ejemplo, un buen renacimiento tal y como el que tenemos ahora, es el resultado de las acciones positivas que hemos realizado en vidas pasadas. Las semillas de las acciones positivas previas atrajeron a nuestro continuo mental a renacer comos seres humanos en circunstancias afortunadas.

Del mismo modo, si alguien actúa negativamente por ejemplo, su conducta sexual es imprudente y desconsiderada – entonces deja una impresión negativa en su continuo mental. En el momento de la muerte, si esa persona muere con mucha ansiedad, esto actúa como una condición cooperante que capacita a la impresión de su acción destructiva a traer su resultado. Su mente es atraída hacia un cuerpo con una forma de vida desafortunada. Como la acción causal fue destructiva el resultado será un renacimiento desafortunado.

Nuestras acciones previas afectan a lo que nos sucede durante nuestras vidas. Por ejemplo, si somos generosos en una vida, experimentaremos prosperidad en vidas futuras. Si robamos, en nuestras vidas futuras afrontaremos condiciones económicas difíciles. Resulta útil ser conscientes de esto porque nos da una mayor perspectiva del por qué ocurren las cosas y el modo en el que suceden. Nuestras acciones anteriores también influyen en los rasgos de nuestra personalidad actual. La persona que habitualmente critica y denigra a otras, fácilmente lo hará de nuevo en vidas futuras. Aquella que ha adiestrado su mente en el amor y la compasión estará inclinada hacia estas actitudes en el futuro.

Algunas actitudes y reacciones surgen espontáneamente dentro de nosotros. Por ejemplo, algunas personas se sienten fácilmente ofendidas. Otras se sienten inclinadas a denigrar a los demás. Algunas personas son consideradas hacia otras. Todas estas reacciones habituales y variadas suceden porque en el pasado estos pensamientos y acciones nos resultaban familiares. Aunque estemos influidos por estas tendencias negativas del pasado, estas tendencias se pueden cambiar desarrollando en su lugar otras más positivas. Alimentando nuestras tendencias positivas éstas se incrementarán, de este modo modelaremos nuestra personalidad mejorando nuestros rasgos.

Finalmente, nuestras acciones influirán en el ambiente en el que nazcamos. En los últimos años la gente se ha vuelto más consciente de la influencia de nuestras acciones en nuestro entorno. Cuando deterioramos el ambiente con un propósito egoísta, nos estamos dañando a nosotros mismos. La avaricia por obtener un mayor beneficio nos conduce a los seres humanos a actuar de un modo que daña directamente nuestro entorno. Respetar la vida conduce a la moderación y como consecuencia tener un lugar más placentero donde vivir.

Los textos budistas enfocan desde otra perspectiva el efecto de nuestras acciones sobre el ambiente. Por ejemplo, las escrituras dicen que actuar de un modo destructivo trae como resultado renacer en un medio desagradable, mientras que actuar constructivamente trae como resultado renacer en paisajes agradables y climas favorables.

Predeterminación?

El funcionamiento del principio de causa y efecto no está predeterminado. No es el destino. Si estamos atentos y somos conscientes de nuestras acciones, podemos elegir. Si somos negligentes y hacemos, decimos y pensamos cualquier cosa que se nos ocurra, entonces no estaremos utilizando nuestra capacidad de elección; no estaremos aprovechando nuestra capacidad humana.

Una vez que se realiza una acción, su resultado no queda grabado sobre hierro. El principio de causa y efecto significa que los fenómenos están sometidos a un proceso de dependencia recíproca. En este proceso se da cierta flexibilidad; somos capaces de influir en cierta medida en la maduración de una impresión. Por ejemplo, si purificamos una acción negativa impediremos que nos traiga el resultado no deseado. Por el contrario, si nos enfadamos destruiremos el potencial para que la acción positiva traiga su resultado.

Sólo la mente de un buda omnisciente posee la capacidad para conocer por completo el modo exacto en el que una determinada acción madura y la manera en que nuestras acciones pasadas traen un resultado concreto en nuestra vida actual. Las escrituras budistas dan unas pautas generales sobre los resultados de ciertas acciones. Sin embargo, en situaciones concretas, el resultado exacto puede variar dependiendo de otras causas y condiciones.

Si una acción trae un pequeño o un gran resultado depende de la naturaleza de la acción en sí misma; de cómo fue hecha; de quién la hizo; de la fuerza de la motivación; de la frecuencia con que se realizó, y de si es una acción arrepentida y purificada posteriormente. Todos estos factores influirán en el resultado. Además, la manera en que muera la persona tiene que ver con la impresión que madura y con el resultado que conlleva. El karma no está predeterminado ni funciona de acuerdo a principios estrictos e invariables.

Supongamos que Enrique va a cazar y mata un venado. Esta acción le acarreará con seguridad sufrimiento en el futuro. Sin embargo, otros factores diversos influirán en el suceso. Intentó conscientemente amarrar al animal a un poste para después matarlo, o fue a cazar con un interés muy vago? Se sentía feliz Enrique después de matar al venado, o sintió algún remordimiento? Purificó la impresión negativa que quedó en su continuo mental? Mata animales con frecuencia? Cuando Enrique murió, sentía enfado o pensaba en las cualidades de los seres nobles? Hicieron sus amigos y parientes acciones positivas y oraciones en su beneficio? Tales factores influyen en el resultado específico que proviene de su acción.

En toda acción existen muchos matices. Sólo un buda posee la habilidad suficiente para conocer exactamente qué tipo de acción pasada o qué combinación de acciones conlleva un resultado concreto en nuestra vida actual. La ley natural del karma no es una excusa para evitar ayudar a los demás. Cuando somos testigos de las desgracias que padecen otros, podemos llegar a decir irrespetuosamente: Oh, ese es su karma. Si le ayudo estaré interfiriendo con su karma. Esta es una preconcepción falsa y una pobre excusa de nuestra propia pereza. Si nos atropellara un coche y permaneciéramos tendidos sobre la carretera, y un peatón dijera: Ese es tu karma. No voy a ayudarte. Tienes que sufrir tu karma negativo; cómo nos sentiríamos?

Cuando otros están en la miseria, debemos ayudarles porque son seres vivos igual a nosotros. De hecho, si no se la prestamos, estaremos creando la causa para no recibir ayuda cuando la necesitemos. De acuerdo con el pensamiento budista, tenemos la responsabilidad moral y social de ayudar a los demás. No somos individuos independientes y aislados sino que estamos interrelacionados y, a pesar de diferencias superficiales, somos muy parecidos.

Tampoco la ley de causa y efecto es una razón para despreciar a los demás. No es correcto pensar: la gente hambrienta del mundo debe haber dañado a otros en el pasado. Esa es la razón de que estén sufriendo ahora; son malas personas y se merecen lo que tienen. Esta forma de juzgar muestra falta de dignidad e implica que nosotros también somos personas negativas ya que en ocasiones también sufrimos. Esto es incorrecto. Si examinamos nuestra vida, veremos que a veces las actitudes negativas se llevan lo mejor de nosotros. Aunque puede que no queramos gritar a nuestra familia,

 

perdemos el control y lo hacemos. Otras veces calumniamos deliberadamente a alguien y sólo más tarde comprendemos el alcance de nuestra acción y nos arrepentimos por lo que hemos hecho. En ninguna circunstancia nos gustaría que nos juzgaran como malvados o perversos. Es cierto que cometimos errores y que experimentaremos sus dolorosos resultados, pero eso no significa que seamos individuos perversos. Nuestras actitudes perturbadoras simplemente se apoderaron de nosotros en ese momento.

Tal y como sentimos compasión hacia nosotros mismos y queremos que los demás nos perdonen cuando actuamos negativamente, así también deberíamos tener una actitud de perdón hacia los demás. El resentimiento y la venganza no modifican el daño que nos han hecho. Del mismo modo, resulta inapropiado el sentimiento de orgullo y condescendencia hacia los que sufren infortunios. Cuando estamos en dificultades, apreciamos la ayuda de los demás. De la misma manera cuando otros sufren la desgracia, es nuestra responsabilidad humana ayudarles lo mejor que podamos.

Cuando vemos que personas poco honradas poseen muchas riquezas o que personas bondadosas mueren siendo aún jóvenes, podemos dudar de la ley de causa y efecto. Muchos de los resultados experimentados en esta vida son producto de acciones previas creadas en el pasado, y muchas de las acciones realizadas ahora madurarán en vidas futuras. Según el enfoque budista, la riqueza de gente poco honrada es el resultado de su generosidad en vidas pasadas. Su actual falta de honradez está creando la causa para que sean estafados y vivan en la pobreza en el futuro. La gente bondadosa que muere joven está experimentando el resultado de acciones negativas de vidas pasadas. Sin embargo, su bondad presente crea las impresiones en su continuo mental para tener felicidad en el futuro.

Purificar y cambiar

Es cierto que todos nosotros hemos cometido errores de los que ahora nos arrepentimos. Sin embargo, no estamos irremediablemente condenados a experimentar los resultados de esas acciones. Si se planta una semilla en la tierra, finalmente crecerá, a menos que sea quemada o arrancada. Mientras tanto podemos retrasar su crecimiento privándola de agua, de fertilizantes y de luz solar. De la misma manera, podemos purificar nuestras acciones negativas y así no nos acarrearán resultados dolorosos. Si no somos capaces de hacer esto, podemos al menos aplazar o debilitar sus efectos poniendo en práctica el proceso de purificación, que consta de cuatro estadios.

Purificar por medio de los cuatro poderes oponentes es muy importante ya que impide un futuro sufrimiento y alivia la culpa o el sentimiento de pesar que en la actualidad experimentamos. Purificando nuestra mente somos capaces de entender mejor el karma, nos sentimos más tranquilos y podemos concentrarnos mejor. Los cuatro poderes oponentes que se utilizan para purificar las impresiones negativas son:
1) arrepentimiento;
2) toma de refugio y generación de una actitud altruista hacia los demás;
3) remedio concreto y práctico;
4) determinación de no volver a cometer dicha acción.

En primer lugar, reconocemos y nos arrepentimos de la acción destructiva realizada. Recriminarse a uno mismo y sentir culpa son dos actos inútiles; son simplemente una forma emocional de torturarnos. Con un arrepentimiento sincero, por el contrario, reconocemos que hemos cometido un error y nos arrepentimos de haberlo realizado.

El segundo poder oponente es el de la confianza. Generalmente, nuestras acciones destructivas se producen en relación con los objetos sagrados buda, dharma y sanga – o con respecto a otros seres. Para restablecer una buena relación con los objetos sagrados confiamos en ellos tomando refugio, e intentando que ellos nos sirvan de guía. Para tener una buena relación con otros seres, generamos una actitud altruista y dedicamos nuestro corazón a convertirnos en budas para ser capaces de beneficiarles de la mejor manera posible.

El tercer paso consiste en realizar en la práctica alguna acción de remedio. Esta puede ser cualquier acción positiva que beneficie a otros. Los textos budistas apuntan algunas acciones específicas que ayudan a purificar las impresiones negativas: escuchar enseñanzas, leer libros de dharma, hacer ofrecimientos, recitar los nombres de los budas, recitar mantras, hacer estatuas o pinturas de seres sagrados, imprimir textos de dharma, meditar, etc.. El remedio más poderoso consiste en meditar en la vacuidad.

En el cuarto paso tomamos la determinación de no volver a actuar de nuevo de esa manera. Con frecuencia y por hábito nos dejamos llevar por acciones tales como criticar a otros o chismorrear. Sería poco realista decir que no lo volveremos a hacer jamás. Por eso, es más sabio determinar un período de tiempo en el que intentaremos no repetir la acción en absoluto mediante el esfuerzo de la atención continua sobre este punto.

Los cuatro poderes oponentes deben aplicarse repetidamente. Hemos actuado muchas veces de un modo perjudicial, así que, naturalmente, no podemos esperar contrarrestar de inmediato todas estas acciones. Cuanto más enérgica sea la aplicación de los cuatro poderes oponentes, más poderosa será la purificación. Es bueno practicar la purificación con los cuatro poderes oponentes cada noche antes de ir a dormir. Esto contrarresta cualquier acción destructiva que hayamos cometido durante el día y nos ayuda a dormir tranquilamente.

En la actualidad, nuestra mente es como un campo baldío. El proceso de purificación es similar a quitar las piedras, los trozos de cristales rotos, y todo aquello que impide el cultivo de ese campo. Acumular un potencial positivo actuando positivamente es similar a fertilizar y regar. Después podemos plantar las semillas escuchando enseñanzas, cultivándolas a través de la contemplación y la meditación. Con el tiempo aparecerán los frutos de las realizaciones.

Debemos actuar para mejorar nuestras vidas y alcanzar la Iluminación. Aunque podamos emplear a alguien para limpiar nuestra casa y colocar los nuevos muebles, no podemos emplear a nadie para que limpie nuestra mente e instale en ella compasión y sabiduría. Sin embargo, si realizamos estas acciones, les seguirán, con toda seguridad, resultados beneficiosos.

Según la semilla que se siembre,
Así será el fruto que se recoja.
El que hace el bien recoge buenos resultados,
El que hace el mal cosecha malos resultados.
Si siembras una buena semilla,
Entonces gozarás de buenos frutos.

Recordar esto resulta útil en nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, supongamos que una persona tiene la tentación de mentir para incrementar su beneficio en una operación comercial; sin embargo, recuerda que esto le traerá malos resultados. Entonces se da cuenta de que, aunque la mentira le permita obtener un beneficio temporal, esto va a ocasionarle más problemas a largo plazo y, por ello, decide no mentir. Al evitar la mentira, esta persona cosecha el beneficio a largo plazo resultante de haber obrado de una forma constructiva y también consigue a corto plazo ganarse la credibilidad y el respeto de los demás.

Cuando surge una desgracia, algunas personas reaccionan con ira, mientras que otras se deprimen. La psicología budista plantea métodos prácticos para liberarnos de tal confusión y sufrimiento. Así, cuando experimentamos la desdicha, resulta útil recordar que el karma es definitivo. Más que sufrir emocionalmente, lo que sólo contribuye a agravar nuestro pesar, podemos recordar que esta situación ha surgido debido a nuestras acciones pasadas. Por ejemplo, si entran en nuestra casa y nos roban, sufrimos por haber perdido nuestros bienes. Si, para colmo, nos enfadamos, entonces sufriremos mucho más. Sin embargo, si consideramos que nuestras posesiones fueron robadas como consecuencia de alguna acción negativa que cometimos en el pasado tal vez robar o engañar a otros – nos resultará más fácil aceptar lo que ha sucedido sin enfadarnos. Al reconocer los efectos no deseados que surgen de las acciones egoístas, desarrollaremos la firme determinación de no cometer acciones tales como robar o engañar a otros.

Algunas personas reaccionan ante la adversidad sumiéndose en la lástima hacia sí mismos: Soy una persona terrible, por tanto, merezco sufrir. Resulta más útil reconocer que experimentamos infelicidad como resultado de nuestras acciones pasadas. Esto no significa que seamos personas malas y sin ningún valor. Simplemente indica que hemos cometido errores en el pasado y ahora estamos experimentando sus resultados. Si aceptamos que hemos cometido errores y reconocemos los problemas que ello acarrea, desarrollaremos la firme intención de evitar crear las causas de sufrimiento en el futuro. Aceptar que nuestros problemas se deben a nuestras propias acciones destructivas cometidas en el pasado no significa que tengamos que permanecer pasivos frente a las situaciones perjudiciales. Si podemos hacer algo para prevenir o corregir una situación negativa, deberíamos hacerlo! Sin embargo, si recordamos que esta desdicha se debe a nuestras propias acciones destructivas, no nos sentiremos enfadados o beligerantes hacia otros, ya que trataremos de remediar el problema.

La segunda característica del karma es que una pequeña acción puede acarrear un gran resultado. Tal y como una gran cosecha proviene de unas pocas semillas, un gran resultado viene de una pequeña acción. Ayudar a alguien de un modo insignificante puede dar como resultado una gran felicidad, mientras que herir a alguien ligeramente puede acarrear años de tristeza. Considerar que las pequeñas acciones pueden traer grandes resultados nos ayuda a racionalizar nuestro comportamiento negativo. Alguien puede pensar: Acabo de cobrar a este cliente un poco más de lo debido, o solamente grité a mi familia durante un breve tiempo. Por supuesto que dañar a la gente un poco no resulta tan negativo como dañarla mucho. Aún así, no podemos quitarle importancia, porque esta acción traerá su resultado. La impresión de una acción gesta y produce un resultado más amplio.

De la misma manera, aunque puede ser que no seamos capaces de realizar grandes acciones constructivas, es importante acometer acciones positivas por pequeñas que parezcan, porque incluso una pequeña acción positiva puede traer un gran resultado beneficioso. Las acciones aparentemente insignificantes son importantes en la vida. Buda dijo en el Dhammapada:

Como veneno que ha entrado en el cuerpo
Incluso los pequeños actos no meritorios
Pueden causar una gran inquietud y ocasionar la
Ruina en el mundo que está más allá.

 

Al alcanzar un gran propósito
Incluso los pequeños actos meritorios
Traen la felicidad en las vidas futuras,
Como semillas transformándose en grandes cosechas.

La tercera característica del karma es que si no se ha creado la causa, no se experimentará el resultado. Esto es muy lógico: si no se planta una semilla, ésta no fructifica. Por qué en un accidente de tráfico muere una persona mientras que otra sobrevive? Por qué una persona muere de cáncer a temprana edad mientras que otra no? Esto sucede porque en vidas previas, una persona creó la causa y la otra no. De igual manera, si nosotros queremos felicidad debemos crear las causas para conseguirla. Si únicamente rezamos para ser felices pero no actuamos positivamente, es como si rezáramos para saber matemáticas sin estudiarlas. Si no creamos la causa, no llegará el resultado. Ser conscientes de esto nos proporciona el entusiasmo para evitar dañar a los demás y actuar de un modo constructivo.

Por último, las semillas de nuestras acciones no se pierden. Esto significa que a menos que una impresión negativa sea purificada o que una impresión positiva sea destruida por el enfado o por puntos de vista erróneos, finalmente madurará cuando se reúnan las condiciones adecuadas. A veces mentimos y pensamos: No importa. Nadie lo sabe. No sucederá nada. En realidad esto no es cierto, porque las impresiones pueden permanecer en nuestro continuo mental un largo tiempo antes de que las circunstancias se vuelvan propicias y aparezcan los resultados. Como Buda dijo en el Dhammapada:

Una vez ejecutada cualquier acción,
Ya fuera buena o mala,
Su poder nunca se pierde;
El resultado surge en consecuencia.

Algunas acciones son destructivas e indeseables por naturaleza. Estas incluyen: matar, robar, involucrarse en una conducta sexual incorrecta, mentir, calumniar, insultar, conversar vanamente, codiciar las posesiones de otros, tener una actitud maliciosa y mantener puntos de vista erróneos. Evitar estas acciones significa en sí mismo actuar positivamente. Otras acciones positivas incluyen: practicar la generosidad, servir al enfermo y al necesitado, ayudar a nuestros padres y maestros, consolar a los afligidos, y por añadidura, prestar servicio a los demás.

También se puede establecer una pauta general sobre las acciones que debemos abandonar y aquellas que hemos de cultivar según la motivación con que realizamos la acción. Las acciones motivadas por el apego, el enfado, la estrechez mental, los celos, el orgullo, etc., son acciones negativas. Aquellas motivadas por el amor, la paciencia, la compasión y la sabiduría son constructivas. Tenemos que observar la motivación de toda acción para determinar si la acción en sí misma es constructiva o no, ya que no hablamos o actuamos sin una intención específica.

Ser conscientes del papel que juega la motivación para determinar los resultados a largo plazo de nuestras acciones, nos ayuda notablemente a ir más allá de la hipocresía y el autoengaño. A veces manipulamos hábilmente una situación de modo que parezca buena, aunque nuestra motivación sea egocéntrica. Por ejemplo, podemos hacer un favor a un amigo no porque estemos sinceramente interesados en su bienestar, sino porque queremos que se sienta obligado hacia nosotros. De hecho, no tiene sentido que nos engañemos, ya que la impresión principal que queda en nuestra mente es de egoísmo. Ser consciente de los resultados de ese comportamiento engañoso nos ayuda a observar nuestras motivaciones honradamente y a corregir aquellas que no son deseables.

Los efectos de nuestras acciones

No necesariamente experimentamos los resultados de nuestras acciones de inmediato. Cuando Susana se pone furiosa con Vicente, experimenta un resultado inmediato: él se niega a cooperar con ella en el proyecto que están realizando. Sin embargo, el resultado de esa acción no termina ahí, porque influye también en su relación futura. Incluso aunque Susana sea amable con Vicente en el futuro, él ya no le creerá como antes. Además, las impresiones de su malicia y su violenta forma de hablar permanecen en su continuo mental e influirán en sus experiencias futuras. Continuar con el hábito de hablar de una forma airada, la llevará a repetir la misma acción cuando surja una situación análoga. Sería un error pensar que los resultados de nuestras acciones siempre se producen de un modo inmediato y después cesan. Tal y como una semilla tarda un tiempo en crecer y convertirse en una planta, nuestras impresiones kármicas tardan en producir sus resultados. Como Buda dijo en el Dhammapada:

Las acciones erróneas no necesariamente
Cortan de inmediato como espadas.
Aquellos que mueren con acciones erróneas
Actualizan su resultado después.

Por supuesto que lo mismo se aplica para las acciones positivas. Puede que no recibamos buenos resultados de inmediato, pero cuando se reúnan las condiciones que hagan madurar esas impresiones positivas, éstas traerán su resultado. Deberíamos estar satisfechos de crear causas positivas y saber que madurarán en el futuro. Sentirse impaciente por el resultado que tiene que venir no hace que llegue antes.

Es importante recordar esto cuando estamos comprometidos con una práctica espiritual. Alcanzar la Iluminación no es como comprarse una hamburguesa. Tenemos una tendencia a la impaciencia y queremos la Iluminación de modo inmediato. Pero, nos sentiremos decepcionados si pensamos que vamos a alcanzar la Iluminación después de hacer una práctica durante corto tiempo. Que nuestras impresiones positivas maduren es algo que requiere tiempo. Es necesaria una práctica extensa para transformar nuestra mente.

Una acción que está completa con sus tres partes la motivación, la acción en sí misma y la consumación de la acción – puede influir en cuatro aspectos de nuestra experiencia:
1) en el cuerpo que tomemos en vidas futuras;
2) en lo que nos suceda mientras estemos vivos;
3) en los rasgos de nuestra personalidad; y
4) en el entorno en que vivamos.

En primer lugar, nuestras acciones influyen en el tipo de cuerpo que tomaremos en vidas futuras. Las acciones beneficiosas proporcionan renacimientos agradables, mientras que las acciones destructivas producen renacimientos desagradables. Por ejemplo, un buen renacimiento tal y como el que tenemos ahora, es el resultado de las acciones positivas que hemos realizado en vidas pasadas. Las semillas de las acciones positivas previas atrajeron a nuestro continuo mental a renacer comos seres humanos en circunstancias afortunadas.

Del mismo modo, si alguien actúa negativamente por ejemplo, su conducta sexual es imprudente y desconsiderada – entonces deja una impresión negativa en su continuo mental. En el momento de la muerte, si esa persona muere con mucha ansiedad, esto actúa como una condición cooperante que capacita a la impresión de su acción destructiva a traer su resultado. Su mente es atraída hacia un cuerpo con una forma de vida desafortunada. Como la acción causal fue destructiva el resultado será un renacimiento desafortunado.

Nuestras acciones previas afectan a lo que nos sucede durante nuestras vidas. Por ejemplo, si somos generosos en una vida, experimentaremos prosperidad en vidas futuras. Si robamos, en nuestras vidas futuras afrontaremos condiciones económicas difíciles. Resulta útil ser conscientes de esto porque nos da una mayor perspectiva del por qué ocurren las cosas y el modo en el que suceden. Nuestras acciones anteriores también influyen en los rasgos de nuestra personalidad actual. La persona que habitualmente critica y denigra a otras, fácilmente lo hará de nuevo en vidas futuras. Aquella que ha adiestrado su mente en el amor y la compasión estará inclinada hacia estas actitudes en el futuro.

Algunas actitudes y reacciones surgen espontáneamente dentro de nosotros. Por ejemplo, algunas personas se sienten fácilmente ofendidas. Otras se sienten inclinadas a denigrar a los demás. Algunas personas son consideradas hacia otras. Todas estas reacciones habituales y variadas suceden porque en el pasado estos pensamientos y acciones nos resultaban familiares. Aunque estemos influidos por estas tendencias negativas del pasado, estas tendencias se pueden cambiar desarrollando en su lugar otras más positivas. Alimentando nuestras tendencias positivas éstas se incrementarán, de este modo modelaremos nuestra personalidad mejorando nuestros rasgos.

Finalmente, nuestras acciones influirán en el ambiente en el que nazcamos. En los últimos años la gente se ha vuelto más consciente de la influencia de nuestras acciones en nuestro entorno. Cuando deterioramos el ambiente con un propósito egoísta, nos estamos dañando a nosotros mismos. La avaricia por obtener un mayor beneficio nos conduce a los seres humanos a actuar de un modo que daña directamente nuestro entorno. Respetar la vida conduce a la moderación y como consecuencia tener un lugar más placentero donde vivir.

Los textos budistas enfocan desde otra perspectiva el efecto de nuestras acciones sobre el ambiente. Por ejemplo, las escrituras dicen que actuar de un modo destructivo trae como resultado renacer en un medio desagradable, mientras que actuar constructivamente trae como resultado renacer en paisajes agradables y climas favorables.

Predeterminación?

El funcionamiento del principio de causa y efecto no está predeterminado. No es el destino. Si estamos atentos y somos conscientes de nuestras acciones, podemos elegir. Si somos negligentes y hacemos, decimos y pensamos cualquier cosa que se nos ocurra, entonces no estaremos utilizando nuestra capacidad de elección; no estaremos aprovechando nuestra capacidad humana.

Una vez que se realiza una acción, su resultado no queda grabado sobre hierro. El principio de causa y efecto significa que los fenómenos están sometidos a un proceso de dependencia recíproca. En este proceso se da cierta flexibilidad; somos capaces de influir en cierta medida en la maduración de una impresión. Por ejemplo, si purificamos una acción negativa impediremos que nos traiga el resultado no deseado. Por el contrario, si nos enfadamos destruiremos el potencial para que la acción positiva traiga su resultado.

Sólo la mente de un buda omnisciente posee la capacidad para conocer por completo el modo exacto en el que una determinada acción madura y la manera en que nuestras acciones pasadas traen un resultado concreto en nuestra vida actual. Las escrituras budistas dan unas pautas generales sobre los resultados de ciertas acciones. Sin embargo, en situaciones concretas, el resultado exacto puede variar dependiendo de otras causas y condiciones.

Si una acción trae un pequeño o un gran resultado depende de la naturaleza de la acción en sí misma; de cómo fue hecha; de quién la hizo; de la fuerza de la motivación; de la frecuencia con que se realizó, y de si es una acción arrepentida y purificada posteriormente. Todos estos factores influirán en el resultado. Además, la manera en que muera la persona tiene que ver con la impresión que madura y con el resultado que conlleva. El karma no está predeterminado ni funciona de acuerdo a principios estrictos e invariables.

Supongamos que Enrique va a cazar y mata un venado. Esta acción le acarreará con seguridad sufrimiento en el futuro. Sin embargo, otros factores diversos influirán en el suceso. Intentó conscientemente amarrar al animal a un poste para después matarlo, o fue a cazar con un interés muy vago? Se sentía feliz Enrique después de matar al venado, o sintió algún remordimiento? Purificó la impresión negativa que quedó en su continuo mental? Mata animales con frecuencia? Cuando Enrique murió, sentía enfado o pensaba en las cualidades de los seres nobles? Hicieron sus amigos y parientes acciones positivas y oraciones en su beneficio? Tales factores influyen en el resultado específico que proviene de su acción.

En toda acción existen muchos matices. Sólo un buda posee la habilidad suficiente para conocer exactamente qué tipo de acción pasada o qué combinación de acciones conlleva un resultado concreto en nuestra vida actual. La ley natural del karma no es una excusa para evitar ayudar a los demás. Cuando somos testigos de las desgracias que padecen otros, podemos llegar a decir irrespetuosamente: Oh, ese es su karma. Si le ayudo estaré interfiriendo con su karma. Esta es una preconcepción falsa y una pobre excusa de nuestra propia pereza. Si nos atropellara un coche y permaneciéramos tendidos sobre la carretera, y un peatón dijera: Ese es tu karma. No voy a ayudarte. Tienes que sufrir tu karma negativo; cómo nos sentiríamos?

Cuando otros están en la miseria, debemos ayudarles porque son seres vivos igual a nosotros. De hecho, si no se la prestamos, estaremos creando la causa para no recibir ayuda cuando la necesitemos. De acuerdo con el pensamiento budista, tenemos la responsabilidad moral y social de ayudar a los demás. No somos individuos independientes y aislados sino que estamos interrelacionados y, a pesar de diferencias superficiales, somos muy parecidos.

Tampoco la ley de causa y efecto es una razón para despreciar a los demás. No es correcto pensar: la gente hambrienta del mundo debe haber dañado a otros en el pasado. Esa es la razón de que estén sufriendo ahora; son malas personas y se merecen lo que tienen. Esta forma de juzgar muestra falta de dignidad e implica que nosotros también somos personas negativas ya que en ocasiones también sufrimos. Esto es incorrecto. Si examinamos nuestra vida, veremos que a veces las actitudes negativas se llevan lo mejor de nosotros. Aunque puede que no queramos gritar a nuestra familia,
perdemos el control y lo hacemos. Otras veces calumniamos deliberadamente a alguien y sólo más tarde comprendemos el alcance de nuestra acción y nos arrepentimos por lo que hemos hecho. En ninguna circunstancia nos gustaría que nos juzgaran como malvados o perversos. Es cierto que cometimos errores y que experimentaremos sus dolorosos resultados, pero eso no significa que seamos individuos perversos. Nuestras actitudes perturbadoras simplemente se apoderaron de nosotros en ese momento.

Tal y como sentimos compasión hacia nosotros mismos y queremos que los demás nos perdonen cuando actuamos negativamente, así también deberíamos tener una actitud de perdón hacia los demás. El resentimiento y la venganza no modifican el daño que nos han hecho. Del mismo modo, resulta inapropiado el sentimiento de orgullo y condescendencia hacia los que sufren infortunios. Cuando estamos en dificultades, apreciamos la ayuda de los demás. De la misma manera cuando otros sufren la desgracia, es nuestra responsabilidad humana ayudarles lo mejor que podamos.

Cuando vemos que personas poco honradas poseen muchas riquezas o que personas bondadosas mueren siendo aún jóvenes, podemos dudar de la ley de causa y efecto. Muchos de los resultados experimentados en esta vida son producto de acciones previas creadas en el pasado, y muchas de las acciones realizadas ahora madurarán en vidas futuras. Según el enfoque budista, la riqueza de gente poco honrada es el resultado de su generosidad en vidas pasadas. Su actual falta de honradez está creando la causa para que sean estafados y vivan en la pobreza en el futuro. La gente bondadosa que muere joven está experimentando el resultado de acciones negativas de vidas pasadas. Sin embargo, su bondad presente crea las impresiones en su continuo mental para tener felicidad en el futuro.

Purificar y cambiar

Es cierto que todos nosotros hemos cometido errores de los que ahora nos arrepentimos. Sin embargo, no estamos irremediablemente condenados a experimentar los resultados de esas acciones. Si se planta una semilla en la tierra, finalmente crecerá, a menos que sea quemada o arrancada. Mientras tanto podemos retrasar su crecimiento privándola de agua, de fertilizantes y de luz solar. De la misma manera, podemos purificar nuestras acciones negativas y así no nos acarrearán resultados dolorosos. Si no somos capaces de hacer esto, podemos al menos aplazar o debilitar sus efectos poniendo en práctica el proceso de purificación, que consta de cuatro estadios.

Purificar por medio de los cuatro poderes oponentes es muy importante ya que impide un futuro sufrimiento y alivia la culpa o el sentimiento de pesar que en la actualidad experimentamos. Purificando nuestra mente somos capaces de entender mejor el karma, nos sentimos más tranquilos y podemos concentrarnos mejor. Los cuatro poderes oponentes que se utilizan para purificar las impresiones negativas son:
1) arrepentimiento;
2) toma de refugio y generación de una actitud altruista hacia los demás;
3) remedio concreto y práctico;
4) determinación de no volver a cometer dicha acción.

En primer lugar, reconocemos y nos arrepentimos de la acción destructiva realizada. Recriminarse a uno mismo y sentir culpa son dos actos inútiles; son simplemente una forma emocional de torturarnos. Con un arrepentimiento sincero, por el contrario, reconocemos que hemos cometido un error y nos arrepentimos de haberlo realizado.

El segundo poder oponente es el de la confianza. Generalmente, nuestras acciones destructivas se producen en relación con los objetos sagrados buda, dharma y sanga – o con respecto a otros seres. Para restablecer una buena relación con los objetos sagrados confiamos en ellos tomando refugio, e intentando que ellos nos sirvan de guía. Para tener una buena relación con otros seres, generamos una actitud altruista y dedicamos nuestro corazón a convertirnos en budas para ser capaces de beneficiarles de la mejor manera posible.

El tercer paso consiste en realizar en la práctica alguna acción de remedio. Esta puede ser cualquier acción positiva que beneficie a otros. Los textos budistas apuntan algunas acciones específicas que ayudan a purificar las impresiones negativas: escuchar enseñanzas, leer libros de dharma, hacer ofrecimientos, recitar los nombres de los budas, recitar mantras, hacer estatuas o pinturas de seres sagrados, imprimir textos de dharma, meditar, etc.. El remedio más poderoso consiste en meditar en la vacuidad.

En el cuarto paso tomamos la determinación de no volver a actuar de nuevo de esa manera. Con frecuencia y por hábito nos dejamos llevar por acciones tales como criticar a otros o chismorrear. Sería poco realista decir que no lo volveremos a hacer jamás. Por eso, es más sabio determinar un período de tiempo en el que intentaremos no repetir la acción en absoluto mediante el esfuerzo de la atención continua sobre este punto.

Los cuatro poderes oponentes deben aplicarse repetidamente. Hemos actuado muchas veces de un modo perjudicial, así que, naturalmente, no podemos esperar contrarrestar de inmediato todas estas acciones. Cuanto más enérgica sea la aplicación de los cuatro poderes oponentes, más poderosa será la purificación. Es bueno practicar la purificación con los cuatro poderes oponentes cada noche antes de ir a dormir. Esto contrarresta cualquier acción destructiva que hayamos cometido durante el día y nos ayuda a dormir tranquilamente.

En la actualidad, nuestra mente es como un campo baldío. El proceso de purificación es similar a quitar las piedras, los trozos de cristales rotos, y todo aquello que impide el cultivo de ese campo. Acumular un potencial positivo actuando positivamente es similar a fertilizar y regar. Después podemos plantar las semillas escuchando enseñanzas, cultivándolas a través de la contemplación y la meditación. Con el tiempo aparecerán los frutos de las realizaciones.

Debemos actuar para mejorar nuestras vidas y alcanzar la Iluminación. Aunque podamos emplear a alguien para limpiar nuestra casa y colocar los nuevos muebles, no podemos emplear a nadie para que limpie nuestra mente e instale en ella compasión y sabiduría. Sin embargo, si realizamos estas acciones, les seguirán, con toda seguridad, resultados beneficiosos.

Thubten Chödron

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Filosofía
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