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Jun 12, 2012
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Para desarrollar la autoconciencia

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Prácticas para desarrollar la autoconciencia   

A medida que avanzamos con estas prácticas, evolucionamos hacia una mayor madurez y nos sentimos más tranquilos frente a nosotros mismos y a los demás, más sanos mental y hasta físicamente. Podemos desprendernos de nuestros senti-pensamientos y verlos desde afuera, cesando nuestra identificación con ellos. Adquirimos también un gran poder de auto-transformación, porque al desidentificarnos de nuestros senti-pensamientos, los podemos manejar en forma más consciente.
 

Centrarse
Centrarse consiste en tomar distancia de los propios senti-pensamientos, pudiendomirar, en forma serena, neutral, lo que acontece dentro y fuera de uno mismo.
Implica la ubicación temporal en el nivel cuatro de consciencia: identidad YOICA. Centrarse tiene dos componentes: Concentrarse en el momento presente y Aprender a meditar

Concentrarse en el momento presente
 
Son muchos los pensadores de Oriente y Occidente que sostienen que concentrarse en el momento presente es el secreto de la paz.
El pasado es memoria y el futuro imaginación. Concentrarse en el presente quieredecir estar aquí y ahora; tener la consciencia exactamente, donde se está, no en otrolugar, en tiempo presente, no en el ayer o en el mañana. Es hacerse consciente enpresente de los propios senti-pensamientos, sin compararlos con lo queanteriormente se senti-pensaba y sin desear que fuesen distintos. Concentrarse en elpresente puede también entenderse como estar consciente de lo que se estáhaciendo. Lo opuesto a esto es la dispersión de la mente.
 
Volver al presente, cuando nos alejamos de él, equivale a una especie de moción de orden en la que nos conminamos a ubicarnos en el aquí y ahora concentrándonos en laactividad que estemos desarrollando. Estar consciente del momento presente significa, por ejemplo, estar de cuerpo y mente en el acto de tomarse un café, en lugar de estar pensando o haciendo simultáneamente otras cosas.
 
Cuanto más se viva en presente, más serenos estaremos, pues miedo, culpa,
resentimiento y otras emociones perturbadoras, generalmente se dan cuando la
mente se ubica en el pasado o en el futuro.Vivir en presente no significa no pensar en algo distinto a la experiencia presente,
sino concentrarse en lo que esté haciendo. Tampoco significa dejar de aprender laslecciones del pasado o no planear el futuro sino, más bien, percatarse de que ambos,pasado o futuro, sólo existen en presente, porque es en presente que los
convocamos. Planear sin preocuparse por el futuro, diferenciando entre pensamientoy angustia por los resultados, es la clave. En la cuarta práctica, desapegarse deresultados, se examinará cómo hacerlo sin abandonar el presente.
 
En cualquier momento en que se descubra que los senti-pensamientos están
apartándonos del momento presente, devolvamos el centro de atención al aquí y alahora. Ello exige disciplinar la mente, logrando fijarla en lo que en cada momento, se esté haciendo.
La existencia se percibe en forma diferente, cuando la vivimos en presente.
Ensayémoslo.
 
Aprender a Meditar
 
En esencia, meditar consiste en dejar la mente vacía de senti-pensamientos.
permaneciendo conscientes de nosotros mismos.
Alcanzar el nivel cuatro de consciencia, la yoica, lo que algunos llaman ubicarse en la posición del YO-TESTIGO, es percatarnos de que somos el programador no el programa. La práctica más importante para lograrlo es la meditación contemplativa.
Con la experiencia de la meditación se busca comprender que se es un centro de
consciencia que puede existir vacío de senti-pensamientos, sin que ello implique caer
en la inconsciencia.
 
En etapas más avanzadas, desaparece la consciencia de un YO que observa y se llega a una fase contemplativa en la que se experimenta la unidad con todo lo que es, propia de la consciencia cósmica.
Las formas de meditar que propongo, son las que me han dado resultado. Consisten en una combinación de pensamiento y no-pensamiento, usando el pensamiento como medio para trascenderlo y llegar al no-pensamiento, sin embargo existen muchas más. El mejor sistema es el que más se adecua a nuestra personalidad.
Realicemos la clase de meditación que elijamos durante al menos treinta días antes de ensayar otra, pues los efectos no se manifiestan en forma inmediata.
 
Una de las meditaciones de carácter auto-reflexivo más conocida, es la que busca contestar la pregunta ¿Quién soy yo?. Sugiero comenzar con ella pues la respuesta a este interrogante sólo puede provenir de una mente en silencio que, vacía de senti-pensamientos, facilite al YO reconocerse a sí mismo.
Es imposible describir la experiencia del YO-testigo en términos verbales, tanto como lo es explicar qué es el amor. Por otra parte, cualquier contestación que se dé implica un sujeto tras la respuesta, alguien que vive la experiencia. Por tal motivo, la vía sugerida para acceder a la consciencia no condicionada por senti-pensamientos, propia del nivel cuatro, es descartar lo que no se es, facilitando así una percepción directa, experiencial, de lo que sí se es.
El primer paso para meditar es concentrarse. Busquemos un lugar propicio al
silencio, adoptemos una posición cómoda y relajemos nuestro cuerpo. Acto seguido enfoquemos la atención en la respiración, haciéndonos consciente de ella, sin forzarla, cerrando los ojos y dirigiéndolos al entrecejo, hasta lograr sentirnos relajados y en paz.
A continuación, dediquémonos a buscar diversas contestaciones a la pregunta
¿Quién soy yo? Al ir obteniendo respuestas, exploremos quién es el que las está
dando, quién está tras las contestaciones. Tarde o temprano con este método,
adquiriremos consciencia que no somos el cuerpo, ni los roles sociales o
profesionales que desempeñamos: padre, madre, hij@, espos@, médic@, etc.
Tampoco las características de personalidad: alegre, triste, estudios@, deportista etc. En forma similar se descubrirá que no somos nuestros senti-pensamientos, ni actos. Detrás de todas esas formas de expresar el ser, siempre está el que tiene un cuerpo, desempeña un rol social y profesional, piensa y siente de tal o cual modo y se comporta de determinada manera, ese que esto lee.
Llegar a percibir que en esencia se es un centro de consciencia proporciona una
gran fuerza pues dejamos de identificarnos con el cuerpo, grupos y senti-
pensamientos. Nos percatamos de que tenemos un cuerpo, somos uno con él, pero no somos sólo cuerpo. Pertenecemos a muchos grupos y desempeñamos múltiples roles sociales, pero podemos existir libres de cualquier papel. Tenemos senti-pensamientos, los experimentamos pero los trascendemos; se puede existir, ser, sin ellos. Hoy tenemos unos senti-pensamientos, mañana otros… estos van y vienen sin comprometer nuestra identidad básica. Teniendo en cuenta lo anterior, decir YO, cuando se trasciende la identificación con los senti-pensamientos, es convocar un poder desconocido en las etapas de conciencia anteriores a la yoica.
Otra meditación dentro de la misma línea de usar el pensamiento para trascenderlo, una vez se hayan agotado las posibilidades de la anterior, es observar los propios senti-pensamientos, fijando la atención en aquellos que vayan surgiendo en la mente, sin efectuar evaluación alguna. Una vez los hayamos identificados, volvemos al YO, a nuestro centro de observación. Con el simple hecho de darse cuenta de sus propias actividades, es decir, sin necesidad de ninguna imposición, la mente se vuelve sorprendentemente tranquila. La meta es lograr espacios cada vez más largos entre pensamiento y pensamiento. Allí en esos vacíos somos consciencia pura, vacía de senti-pensamientos.
Se recomienda meditar en forma regular. Una sesión diaria de mínimo treinta
minutos o dos de veinte minutos cada una, en la mañana y en la noche. Sentir la propia identidad, es la esencia y el inicio de cualquier apuntalamiento del
nivel yoico. La interpretación que se dé a esta experiencia dependerá del meta
paradigma, metafísica básica o cosmovisión de cada quién. Para unos será el
descubrimiento de la unidad con Dios, como sucede en los caminos integracionistas del hinduismo advaita y del budismo. Para otros el contacto con el alma, como pasa en las vías dualistas del judaísmo, el cristianismo y el islamismo. Para los que se adhieren a un paradigma materialista, será el encuentro con el patrimonio común de la humanidad: la auto-consciencia. En todo caso, se descubrirá en cada persona a un hermano, independientemente de consideraciones de raza, grupos sociales, filosofías o religiones.
Además de la meditación, es conveniente establecer una rutina que nos recuerde
frecuentemente durante el día quién se es, pudiendo entonces, desde la perspectiva privilegiada que este conocimiento otorga, permanecer más tiempo en lo que Deepak Chopra, médico de la corriente ayurvédica y reconocido maestro espiritual, llama estado de auto-referencia.
 
Para hacerlo concentrémonos en la forma indicada anteriormente y ubiquémonos en nuestro centro, ese punto en el que encontramos paz interna. Cuando lo logremos, repitamos según su meta paradigma: yo, yo soy yo… lo que sea, que nos recuerde lo que creemos ser. Convirtámoslo en una especie de mantra, usándolo con frecuencia, repitiéndolo cuantas veces sea necesario hasta que inconscientemente, experimentemos la identificación con aquello que sentimos que somos. Obliguémonos a mirar la existencia desde nuestro YO. Para la mayoría de nosotros dada nuestra actual etapa de desarrollo, no es posible hacerlo permanentemente, de pronto tampoco sea conveniente, pero en nuestra meditación o cuando estemos descentrados, tomemos distancia de nosotros mismos y observemos nuestra vida desde allí volviéndonos un testigo de lo que pasa en nuestra personalidad, convulsionada por múltiples y contradictorios pensamientos y emociones, pero serena en el fondo, en las profundidades en donde el YO, que somos, tiene la posibilidad de observar lo que acontece en su periferia.
 
OBSERVAR SIN JUZGAR
 
La segunda práctica, observar sin juzgar, consiste en hacernos consciente de la
experiencia, momento a momento, en el ýaquü y ahora” sin la interferencia de juicios y/o reacciones mentales o emocionales; simplemente tomar nota. Por ejemplo, mirar en una obra de arte su belleza sin quedar atrapado en el deseo de poseerla, ser capaz de solamente observarla, sin describirla, evaluarla ni codiciarla.
Observar sin juzgar sólo puede efectuarse en tiempo presente; es difícil, pero no
imposible. Nombrar, en particular cuando usamos adjetivos calificativos, dificulta la observación sin juicio, pues la palabra fragmenta, disocia. Además la palabra no es la cosa sino lo que esta representa y, según el contexto en que la ubiquemos, puede asumir múltiples significados. Por ello es frecuente que no vivamos la experiencia, sino lo que senti – pensemos acerca de la misma. Vivirla implica, tomar consciencia de ella, sin pensarla, sin nominarla, sin calificarla; ser uno con ella.
No se comprende lo que se juzga. Para evaluar se requiere, un deber ser contra el cual comparar lo que observamos. Para comprender es necesario suspender, por lo menos provisionalmente, el patrón normativo de referencia, pues ello implica observar, solamente observar, sin ningún proceso consciente o inconsciente de evaluación.
Consecuente con lo anterior, en asuntos humanos el juzgar impide comprender el
punto de vista del otro. Si queremos entenderlo hemos de hacerlo sin juicios y, si
este es imprescindible, debe hacerse sólo después de haber comprendido, no antes, y siempre acerca de la conducta, no del ser; es decir, sobre lo que el otro hace y no sobre lo que es, usando la visión propia del nivel cuatro de consciencia que mira como distintos, aunque complementarios, el individuos y sus senti-pensamientos y/o acciones.
Una de las recomendaciones más poderosas para facilitar esta práctica, es aceptar a los demás tal como son. Esto puede implicar algo más que la pasividad que proviene de la simple tolerancia. Se podría convertir en complicidad, una forma de tolerancia activa, con la vida del otro. Tal vez sea esta el modo más profundo y más bello de relación entre seres humanos que se aman.
Observar en forma no evaluativa, no sólo es necesario para comprender a los
demás, sino también para aplicar la célebre y útil sentencia del oráculo de Delfos
ýconócete a ti mismo”.
Nuestra evolución hacia formas más avanzadas de consciencia y de vida no es
consecuencia de violentar nuestro ser, sino de comprender porqué hacemos lo que hacemos. Si no somos capaces de mirarnos sin evaluarnos, no podremos
comprender qué es lo que en nosotros acontece.
Dejemos que el juez descanse y tratemos de ser lo que somos Esta comprensión
surgida de la ausencia de evaluación, del no-juicio, puede ser profundamente
transformadora de nuestros senti-pensamientos y/o actos. No necesitamos estar en permanente vigilancia sobre nosotros mismos para que nuestra conducta se ajuste a lo que creemos es lo ideal, basta comprendernos, entonces cambiaremos sin mayor esfuerzo de nuestra parte.
 
ESCUCHARSE A SÍ MISMO
 
La tercera práctica, la de escucharse a sí mismo, nos convierte en nuestros propios maestros. Ella implica encontrar dentro de uno, las respuestas a las preguntas que la vida nos plantee.
Escucharnos a nosotros mismos tiene dos componentes:
– Aprender a contactarnos con nuestro inconsciente, lo que Sigmund Freud llamo
ELLO, a través de la intuición, abriéndonos a lo que nos quiera decir y
– Dialogar con nuestro súper yo.
 
El primero está más asociado con nuestro mundo emocional; el segundo, con el
racional-normativo. Ambos implican operar desde una consciencia yoica, pues sólo desde ella podemos tomar distancia de nuestros senti-pensamientos.
El psicoanálisis nos familiarizó con la idea del inconsciente. El hecho es que no nos percatamos, no somos conscientes, de la mayor parte de nuestros senti-
pensamientos. Paradójicamente son ellos, los inconscientes, los que más influyen en nuestra conducta.
Damos demasiada importancia a nuestra información consciente, descuidando la inconsciente, que representa, usando el símil del iceberg, las tres cuartas partes de nuestra mente. Pensamos demasiado y nos percibimos a nosotros mismos poco, casi nada. La utilidad del no pensar tanto, está vinculada al acceso a la consciencia no verbal de totalidad, propia de la etapa cósmica, tan valorada en el misticismo.
Lo que sabemos hoy del funcionamiento de los hemisferios cerebrales también
parece indicar que lo consciente tiene más que ver con el hemisferio izquierdo,
analítico y verbal, que con el derecho, globalizador y mudo. En el derecho se
produce entre otras, la síntesis de la información que procesamos conscientemente con el izquierdo, pero a ésta sólo tenemos acceso mediante la percepción directa, no verbal, de la misma; en otras palabras, con lo que algunos llaman intuición entendida en este contexto como procesamiento inconsciente de información.
 
La intuición es muda, nos habla desde el silencio. El conocimiento intuitivo es algo que no necesita de palabras pues las trasciende. La meditación contemplativa de la que hemos hablado antes, es un buen entrenamiento para poder escucharla. Si no sabemos estar en silencio, se nos dificultará percibir su voz. Análisis y síntesis se complementan funcionado en círculo, el uno alimenta al otro.
Entre mejores análisis mejores síntesis y viceversa.
 
La otra parte de nosotros mismos a la que podemos acceder es nuestro súper yo. Él representa ese lado de nuestra personalidad que indica, según la etapa evolutiva en la que estemos, qué es lo mejor para uno. Puede ser mirado como una especie de maestro o guía interno.
La voz interior no es infalible pues se alimenta de la información que le
proporcionamos, nuestra capacidad de organizarla y extraer conclusiones de ella y de los paradigmas propios de nuestra educación; pero representa, equivocada o no, lo mejor de nosotros mismos, nuestra guía más confiable hacia nuestro próximo estadio evolutivo. Tal vez por ello, la mayor parte de las religiones la consideran en asuntos de conciencia, el tribunal de última instancia.
El súper yo puede ser educado a través del diálogo, desactivando las grabaciones obsoletas que aún funcionen en él y programándolo con la información actualizada proporcionada por la propia experiencia existencial; de esta manera lo convertiremos en un aliado.
 
Una vez que hayamos consultado la intuición y dialogado con nuestro súper yo y
llegado a una conclusión, seamos fieles a esa voz interior, y sigámosla tan
impecablemente como nos sea posible, sin permitir que nada externo nos aparte de ella, pues nuestra primera obligación es ser fieles a nosotros mismos.
En la práctica, todo lo anterior implica menos pensamiento, más vacío; menos
racionalidad, más instinto; más abandono, mayor confianza en las fuerzas
impersonales que habitan nuestro ser. Dejar que la verdad que se halla dentro de
nosotros guíe nuestro camino. Esa verdad que, vale la pena aclarar, no es la
VERDAD, con mayúsculas, sino nuestra verdad, hecha a nuestra medida, ajustada a lo que somos.
Seguir este sendero es comenzar a confiar más en la voz interior cuando busquemos respuestas; es decir, depender menos de los demás (padres, amantes, amigos, colegas etc.) Ni siquiera a nuestros maestros espirituales, si los tenemos, debemos seguirlo si contradice las conclusiones a las que llegamos en la consulta interna.
Cada ser humano es para sí mismo, el único maestro. Los demás son una ayuda y sus orientaciones válidas sólo en la medida en que sean refrendadas por el propio ser. La responsabilidad por nuestro crecimiento es indelegable. Este es para mí el sentido de la frase “Si encuentras a Buda en tu camino, mátalo”. Ella sugiere liberarnos de dogmatismos, filosofías y religiones que sean ajenas a nosotros mismos, confiando en la verdad que descubramos dentro de nuestro ser. Exigir obediencia irrestricta, sin aceptar cuestionamiento alguno, prohibiendo dudar, es uno de los signos del falso profeta.
Al tomar una decisión esperemos sentirnos totalmente identificados con ella, sin
conflicto interno con la misma; solo en ese momento ejecutémosla. El estado de
calma al que finalmente llegamos es sintomático de que se ha logrado la armonía
interior necesaria para poder asegurar que la decisión tomada representa en ese
momento existencial, lo mejor para nosotros. En la duda, abstengámonos, hasta que la paz interior producto de la decisión a la que tentativamente hagamos llegado, se haga presente.
Para Carl Rogers, destacado psicólogo contemporáneo ya fallecido, la práctica de escucharse a sí mismo, correlaciona fuertemente con la creatividad. Para él, basado en el postulado que establece que no hay dos personas iguales, el escucharnos nos torna irremediablemente creativos pues cada ser humano ve el mundo en forma diferente a cualquier otro; por consiguiente, el secreto de la creatividad radica en ser capaces de ser nosotros mismos. Para lograrlo, según sus planteamientos, debemos analizar la pertinencia de nuestros deberías, dejar de satisfacer expectativas ajenas, comenzar a auto orientarnos, y abrirnos a la experiencia. Esto, concluye, conducirá gradualmente a confiar cada vez más en lo que somos y, al proyectar nuestra propia vivencia en los otros, a aceptar también lo que los demás son.
 
DESAPEGARSE DE RESULTADOS
 
Desapegarse de resultados consiste en no hacer depender de ellos el sentirnos bien o mal. Implica darle tanto valor al proceso como a los resultados. No significa no tenerlos en cuenta o no trabajar por objetivos, sino no esclavizarnos neuróticamente a los resultados de nuestras acciones valorándonos excesivamente por nuestros logros, menospreciando nuestros esfuerzos exitosos o fallidos por alcanzarlos.
Dado que la cultura empresarial es tan dada a la evaluación por resultados, esta es una de las prácticas más difíciles de entender para gente familiarizada con la vida organizacional.
Tal vez lo primero que hay que comprender es que en el mundo en que vivimos, los resultados son consecuencia de múltiples variables interdependientes. En muchos casos no tenemos el poder necesario para lograr lo que se nos pide que logremos.
Dependemos para ello no solo de la colaboración de otros, sino en ocasiones de la ocurrencia de eventos sobre los que no tenemos control alguno. En situaciones
multideterminadas e interdependientes, como son buena parte de las que se dan en la vida y en las empresas, somos generalmente dueños de nuestros esfuerzos, no de nuestros resultados. Esto se evidencia más en la medida en que los propósitos son más ambiciosos e involucran mayor número de personas. El poder normalmente se encuentra fragmentado, y para lograr un determinado objetivo, debemos ser capaces no solo de unir la voluntad de quienes lo tienen, sino esperar que aquello que escapa a nuestro control, gravite a nuestro favor. La incertidumbre es característica del universo en el que vivimos y los sistemas caóticos son abundantes en él, de hecho la complejidad basada en la interdependencia de todo con todo, constituye la esencia de lo biológico y lo psico-social. La actual Teoría de la Complejidad ayuda a comprender esto.
 
Todo lo anterior correlaciona también con lo que los psicólogos denominan
“tolerancia a la ambigûedad”, una competencia necesaria para los que, como los
administradores, trabajamos para lograr resultados en un mundo en donde la
incertidumbre llegó hasta la Física, la reina de las ciencias naturales. Saber aceptarla y navegar en ella, concentrándose en los procesos, es vital para la tranquilidad y la efectividad personal.
La paradoja es que cuando soltamos el apego por los resultados y nos concentramos en el proceso, nuestro desempeño mejora. No obstante hacer lo que aquí se recomienda para mejorar la productividad, laboral o de otro tipo, viciaría la finalidad del desapego pues en la práctica, continuaríamos aferrados a los fines de nuestras acciones, pues continuaríamos valorándonos en términos de éxito / fracaso en lo que emprendamos.
Además de la comprensión de la relación entre esfuerzos y acción, en si misma
liberadora, podemos reforzar esta posición mediante dos sub-prácticas adicionales; a saber:
– Definir un meta objetivo que englobe las acciones cotidianas y 
– Recorrer caminos con corazón
 
Veámosla brevemente.
 
La meta objetivo
Consiste en generar una especie de meta-propósito coincidente con la cosmovisión que hemos descrito antes, que convierta los resultados buscados en simples medios al servicio del mismo. La auto-realización, entendida como el proceso de llegar a ser lo que potencialmente se es, puede servir. En este sentido el éxito o el fracaso se convierten en maestros, porque a través de las acciones para obtener resultados aprendemos… somos más. Podemos de esta manera convivir con todo tipo de objetivos o de intencionalidades, sin sentirnos apegados a ellos y convertir en aprendizaje todo lo que vivamos.
Para los creyentes en Dios y en su intervención personal o impersonal en asuntos
humanos, el aceptar su voluntad puede representar una idea equivalente.
La posición de Deepak Chopra, respecto a la posibilidad de desapegarse de los
resultados, es muy interesante. Afirma que si cuando formulamos nuestros objetivos nos abrimos a la posibilidad de que no se cumplan si así lo dictan las circunstancias, o la voluntad de Dios, podemos luchar por ellos concentrándonos en los esfuerzos y sin dejar de mirar los resultados, no hacer depender de ellos nuestro valoración del éxito o el fracaso. San Ignacio de Loyola hacía desde la perspectiva cristiana, una afirmación similar a la anterior cuando decía: “Obremos como si todo dependiera de nosotros, pero dejemos el resultado en manos de Dios”.
El enfoque plasmado en el Baghavad Gita, que constituye la esencia de la filosofía del Karma Yoga de los hindúes y budistas, me parece obtiene un notable equilibrio entre proceso y fines: Mirar el futuro y luchar por construirlo según los sueños, pero sin apetecer los frutos de la acción. Si se dan bien si no, examinar porqué y modificar los fines y/o los medios, enfatizando en todos los casos el aprendizaje. El camino y lo que en él se aprende es el fin, el destino el medio. Gandhi, seguidor del sendero del Karma Yoga, afirmaba: Esfuerzo completo, victoria completa.
Coincidentes con esta orientación está el aprender a reconocer las oportunidades de crecimientos que nos ofrece la vida. Cuando nos sintamos emocionalmente inseguros, nos enfermemos, perdamos un trabajo o una relación comience a volverse inestable, detengámonos, y busquemos las lecciones que puedan estar presentes en esos hechos, en lugar de lamentarnos por no haber logrado lo que queríamos. En esta dirección puede estar un cántico de guerra de la etnia Suahili:  “Solo la lucha le da sentido a la vida, la victoria o la derrota están en manos de los dioses ¡Celebremos la lucha!”
 
Recorrer caminos con corazón
Esta opción está relacionada con el SER, buscando en cada experiencia existencial expresar todas las posibilidades que existan dentro de nosotros mismos. En esta orientación el hacer y el tener estarían supeditadas al ser. La vida se miraría como una especie de arte mayor, como bailar, cantar, pintar… fines en sí mismos.
Un camino que tiene corazón, según Carlos Castaneda, es aquel cuyo recorrido es placentero en sí mismo, aunque no conduzca a ninguna parte. Cualquier sendero que escojamos es un camino entre cantidades de caminos. En todos
aprendemos, pero si sentimos que no debemos seguirlo porque sus beneficios son inferiores a sus costos, debemos abandonarlo.
Miremos cada camino con cuidado, probémoslos tantas veces como consideremos necesario. Luego hagámonos una pregunta. ¿Tiene corazón este camino? Si la respuesta es no, escojamos otro. Si tiene corazón, el camino es bueno y nos hará gozoso el viaje; si no lo tiene, generará infelicidad.
Todo lo anterior contraría la idea tan difundida, que lo que hace meritorio un camino es el esfuerzo. Lo cierto es que hasta en el campo administrativo, como lo señala Peter Drucker en su clásico libro, El ejecutivo Eficaz,lo más conveniente es construir sobre fortalezas, las propias y las de los demás; no sobre debilidades. Para ello debemos usar nuestra ventaja comparativa, es decir, aquello que hacemos bien en forma natural… lo que se nos da.
 
Cuando recorremos caminos con corazón fluimos. Una persona que fluye, según
Mihaly Csikszentmihalyi, está completamente centrada en la acción no en los
resultados de la misma, desapareciendo en esos momentos la consciencia de sí. La sensación de tiempo se distorsiona, convirtiéndose las horas en minutos. Cuando en una actividad fluimos, funcionamos a plenitud en cuerpo y mente.
La decisión de seguir un camino laboral debe responder a nuestra vocación; es decir a que en él expresemos nuestro ser, empleando nuestras fortalezas, haciendo lo que nos es natural hacer. La vocación y el desafío que nos haga emplearnos a fondo, parecen ser indispensables para convertir la tarea en un fin en sí mismo y fluir con ella. Cuando esto pasa, las sensaciones que experimentamos en el trabajo no son diferentes a las que sentimos cuando nos estamos divirtiendo. La separación entre trabajo y tiempo libre se difumina. Hacemos las cosas porque nos proporcionan una satisfacción intrínseca, inmanente a la actividad misma, no para conseguir un propósito externo pues realizarla conlleva su propia recompensa. La investigación de F.Herzberg, una de las más amplias que se han hecho en el campo de la motivación hacia el trabajo, valida lo anterior.
 
Es propio de nuestra naturaleza humana hacer que los sueños se conviertan en
realidad. Esto podemos lograrlo poniendo el mínimo de obstáculos, ojalá ninguno, a las fuerzas naturales que fluyen dentro de nosotros. Esto equivale al wu wei del Taoísmo, consistente en lograr el mejor resultado a través de la comprensión de la naturaleza de aquello que deseemos intervenir, haciéndolo con el mínimo de perturbación de su esencia. Que el TAO fluya a través de uno hasta que la vida se convierta en una danza.
El fluir se da cuando nuestros actos brotan del amor, de allí la recomendación de
recorrer caminos con corazón Para Carlos Castaneda no es difícil saber si un camino tiene corazón o no. El problema es que no nos hacemos la pregunta y cuando por fin nos percatamos que no tiene corazón, el camino está ya a punto de matarnos. En esas circunstancias, dice Castaneda, muy pocos seres humanos examinaran críticamente lo que los motivó a recorrerlo y sólo excepcionalmente decidirán, algunos, dejar de transitarlo.
Un subproducto adicional de esta práctica es que cuando comenzamos a fluir con la propia corriente existencial, la vida parece dejar de oponérsenos porque vivimos en armonía con la forma en que nos expresamos a través de ella.
 
Respondamos estas dos preguntas:
¿Qué haríamos si no necesitáramos trabajar para vivir? y
¿Cuál es desde ese camino, la mejor manera de servir a los demás?
Ellas nos indicarán qué caminos laborales tienen corazón para nosotros. Al
contestarla, eliminemos cualquier restricción, como la económica, a fin de no limitar la calidad de las respuestas. El tema de dinero debemos tratarlo después de definir el camino, viendo cómo podemos lograr los medios que necesitamos para vivir según queramos, sin abandonar el sendero que hayamos elegido.
Cuando expresamos en el trabajo nuestra vocación y aptitudes, poniendo lo que
hacemos al servicio de los demás, experimentamos la sensación de estar recorriendo un camino con corazón, fluyendo con él.
 
ACEPTAR… Y DEJAR IR
 
Aceptar… y dejar ir, significa dejar de pelear con la vida, aceptando a las personas, las situaciones, las circunstancias y los hechos tal como se den, incluidas decisiones y acciones del pasado, lo “malo”, asi como lo “bueno”. Tambien significa no culpar a nadie ni a nada, ni siquiera a nosotros mismos, de la situaciùn negativa que en un momento dado podamos estar viviendo. Esto estimula la capacidad de dar una respuesta creativa a la vida, tal como es, en el aquí y en el ahora. Implica saber renunciar no aferrandonos a aquello que la razùn nos dice es, en nuestras circunstancias, imposible o muy costoso de lograr.
Aceptar… y dejar ir, es liberarse del pasado, dejarlo atras, con el objeto de poder
comenzar a experimentar la vida tal como es en presente, empezando entre otras, a aceptarnos como somos con todo lo que consideramos nuestras imperfecciones.
No es sencillo. ¿Cómo saber cuando es bueno luchar y cuando aceptar y dejar ir?
Una conocida oraciùn, la de los Agentes de Cambio, nos puede ayudar a decidor. En ella se pide a Dios fortaleza para aceptar lo que al cambio se resista, aceptación de lo inmodificable y sabiduría para reconocer la diferencia.
Cooperemos con lo inevitable, ayudando a que sea lo que ha de ser.
Una de las nobles verdades de Buda, tal vez la más conocida, es que el deseo, es decir las expectativas, son la causa del sufrimiento. La segunda dice que la forma de extinguir el sufrimiento es eliminando el deseo. Cuando dejamos de esperar que las cosas sean distintas a lo que son comenzamos a transitar el sendero de la paz interior. Si dejamos de luchar y de resistirnos a lo inevitable, viviremos plenamente el presente, permaneciendo abiertos a todas las opciones sin aferrarnos rügidamente a ninguna de ellas.
Siempre que enfrentemos cualquier evento recordemos: Este momento es como
debe ser. Esto es así porque en la vida no parece haber premios ni castigos
decretados por una entidad externa a nosotros mismos, sólo consecuencias de
nuestros propios actos. Busquemos explicaciones más que culpas, tratando de
aprender de todo lo que nos pase, renunciando incluso a entender, si no nos es
posible explicarnos por qué algo sucedió como sucedió. Para todo lo que nos pase hay razones que, bien aprovechadas, trabajan en favor de nuestra auto-realización. En cada problema hay un principio de oportunidad, que nos permite transformar cualquier circunstancia adversa, en algo positivo.
No hay nada que no se pueda aceptar, incluso la propia falta de aceptación.
 
EPILOGO
A medida que avanzamos con estas prácticas, evolucionamos hacia una mayor
madurez y nos sentimos más tranquilos frente a nosotros mismos y a los demás,
más sanos mental y hasta físicamente. Podemos desprendernos de nuestros senti-pensamientos y verlos desde afuera, cesando nuestra identificación con ellos.
Adquirimos también un gran poder de auto-transformación, porque al desidentificarnos de nuestros senti-pensamientos, los podemos manejar en forma más consciente.
En el nivel YOICO nos damos cuenta de la unidad del género humano pues, más allá de grupos de pertenencia y de distintas formas de senti-pensar, somos capaces de percibir toda forma de vida auto consciente como nuestro hermano. Comenzamos en ese momento a abrirnos al siguiente nivel: la consciencia cósmica, percatándonos denuestra unidad con todo lo que aparentemente está por fuera de nosotros porque forma parte de nosotros. De esta consciencia cósmica surge el amor y la compasión por todo lo que existe. Nos damos cuenta entonces, a nivel no sólo intelectual sino emocional, de que todo está interrelacionado con todo. Nuestro pensamiento se vuelve sistémico de forma natural y nuestro amor se extiende sin fronteras a todos los seres.
Tener empatía es sentir como propio el dolor de los demás. De ahí la necesidad de hacer algo para calmar su sufrimiento: Si ellos sufren también yo sufro, si su
sufrimiento se calma, también el mío lo hará. No tenemos que hacer grandes cosas para ayudar, sino más bien encontrar quiénes somos, y servir a los demás en el escenario y en las circunstancias que la vida nos haya colocado. Estar allí puede ser suficiente.
Desarrollar la capacidad de ocupar la posición del Testigo, o Yo que observa, es la forma más rápida de aprender a ser consciente. Esta es una meta muy alta para el actual estado evolutivo de la humanidad, de modo que es útil recordar las palabras de Einstein, citado por Joan Borysenko:”Nadie puede lograr el objetivo del propio desarrollo a cabalidad pero el esfuerzo por alcanzarlo es, en sí mismo, una parte de la liberación y un fundamento de la seguridad interior”.
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Desarrollo Personal
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