¿Se puede educar las emociones?
La emoción es un desasosiego. Una energía. Algo que pasa entre el cuerpo y la siquis. Son mensajes cifrados del inconsciente; hay mil formas de definirlas. Pero las emociones son neutras -sostiene Juan Casassus, filósofo, sociólogo y educador. “Lo que no es neutro es lo que pienso y hago cuando estoy emocionado. Pero si logro madurar emocionalmente (…) puedo dar la bienvenida a la pena, porque me hace sabio; a la ira porque me hace fuerte, al miedo que me vuelve prudente; a la pasión que estimula la creatividad; a la alegría, que me expande y me sana; al amor, que me completa y me muestra lo bella que es la existencia”.
Tiene su particularidad el filosofo. El hecho es que tomarse en serio las emociones anuncia un cambio cultural de magnitudes, un fuerte golpe de timón. “La educación del ser emocional” de Casassus explora lo que puede ser una nueva educación afectiva. Y puede ser casi un nuevo cielo y una nueva tierra, otra forma de entender y de vivir. Es que el autoritarismo nos hizo mal. Salvo escasas experiencias conocidas, entre las que destacan las enseñanzas budistas de la compasión, estos son elementos extraños en nuestra cultura educacional, advierte el autor. Y recuerda al ingobernable Nietzsche: “Cada cual es para sí mismo el más lejano”.
No sabemos nada de nuestras emociones y mucho menos qué hacer con ellas. Aparte, nos las han prohibido (desde que tuvieron la obligatoria idea de mandarnos al colegio), y todo está armado y orquestado para que así sea: esta cultura racional occidental en plena crisis, considera el autor. Esta sociedad cuyo sentido se nos escapa
El hecho es que pensamos con una mezcla de emociones y palabras y nos comunicamos con un lenguaje más vasto que el idioma. Y, a veces, no sabemos lo que nos pasa: y eso es lo que nos pasa. “Cuando conversamos con otra persona -dice Casassus- no solo intercambiamos informaciones lingüísticas, sino energéticas. Lo que nos llega es el entusiasmo del otro, su pena o su rabia. Estas energías son el soporte de las palabras. A veces una conversación nos contrae el estómago o nos abre el corazón”. Nos leemos los unos a los otros, pero habitualmente nos leemos mal. La emoción nos embarga. Para educadores que no han perdido ninguna esperanza.
casassusLa capacidad emocional es la fuerza que nos impulsa a adaptar y transformar nuestros entornos. Está en el centro de nuestra capacidad de evolucionar. Por eso es necesario que reconozcamos su importancia de la misma forma que las habilidades intelectuales?, explica Juan Casassus, sociólogo y filósofo PhD.
De esta forma, el investigador, autor del libro ?La Educación del Ser Emocional, propone un sistema para comprender las emociones y, sin reprimirlas, poder encausarlas de la manera más provechosa para sí mismo y la relación con los demás.
Ello, porque las emociones son fundamentales. Nos motivan y condicionan el actuar futuro. Por ejemplo, si nos ataca un perro en una esquina intentaremos no volver a pasar por ahí, o lo haremos con temor y actitud alerta durante mucho tiempo. Así también las situaciones cotidianas nos condicionan. Socialmente a los niños desde pequeños se les prohíbe (al menos inhibe) llorar y a las niñas expresar la rabia, provocando de esta forma que los hombres se desliguen del contacto con sus sentimientos y que las mujeres vivan la rabia como pena y culpabilidad. Sin embargo, cuando una emoción es reprimida no hace sino volver con más fuerza después.
Por esto, muchas personas viven ?a costa de? sus emociones: la pena, la rabia, la frustración, timidez o ataques de alegría o extroversión. Creen que se trata de características constituyentes de su personalidad, e intentan manejarlas sin éxito, sin embargo, son sólo reflejos condicionados, respuestas aprendidas ante una emoción específica.
Casassus, propone canalizar las emociones. Encausarlas, reconocerlas y aceptarlas de una manera beneficiosa: ?Las emociones son energía vital. Neutra. Ni positivas ni negativas. Somos nosotros los que las transformamos en regalos preciosos o en regalos destructivos. Depende de nuestras intenciones y de nuestra capacidad de regular. En la cotidianidad, nos pueden llenar de vitalidad y darnos la energía necesaria para iniciar nuevos proyectos por un estado de ánimo entusiasta. Pero, si no somos capaces de regularlas, pueden jugarnos malas pasadas?, comenta el autor.
Para esto, propone aumentar los niveles de conciencia, aprender a ver y reconocer lo que nos sucede, generando comprensión con uno mismo y las necesidades básicas que generan la emoción.
?Una persona con competencia emocional tiene compasión, ecuanimidad, optimismo, empatía, perseverancia. Es una persona en transformación que incorpora nuevas características en su personalidad. Y en esto radica la diferencia con la inteligencia emocional, pues no se trata de un enfoque externo que señala características estáticas, sino que un proceso interior y personal?, sentencia Cassasus.
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Relaciones humanas