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Nov 26, 2012
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Activación de la glándula pineal

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Crear lo que hemos soñado – Activación de la glándula pineal

Según Descartes, la glándula pineal era la que conectaba cuerpo y alma. Para los hinduistas, es el tercer ojo. Fresia Castro propone que, a través de su activación, podemos acceder a umbrales jamás soñados…
Conocemos el mundo a través de las limitadas capacidades de nuestra anatomía. Somos materia densificada por fuerzas físicas que nos han estructurado para ver, oler, oír, gustar y palpar de cierta forma. Si cualquiera de estos sentidos nos falla, percibimos el mundo distinto, pero ¿quiere decir esto que el mundo es otro?
Si en vez de analizar el problema desde las carencias, lo hacemos desde las potencialidades, podemos llegar a estados excepcionales. Tenemos que aceptar, por ejemplo, que aún antes de ser materia física, somos energía, razonamiento que pocas veces hacemos pero que es una verdad científica.
Aunque nos admira, aceptamos fácilmente que un ciego se desplace con habilidad, reconozca a las personas sin verlas, maneje correctamente la denominación del dinero y desarrolle con fluidez acciones que aún para los que tenemos dos ojos buenos suelen ser difíciles.
Nos cuesta aceptar, en cambio, mejorías prodigiosas, clarividencias o contactos más allá del mundo que percibimos. Si las experiencias en este plano son demasiado evidentes, las llamamos “milagros” o experiencias extrasensoriales y las archivamos en la carpeta de lo extraño o de los misterios indescifrables.
De la mano de Fresia Castro, hay un grupo de personas que ha trabajado por más de dos décadas en la difusión de un método que permite expandir nuestras capacidades. Partiendo del principio que somos seres de energía y que el Universo es eso –energía pura –, el secreto está en armonizar nuestra frecuencia electrónica elevándola a niveles que permitan abrir la puerta y penetrar a mundos que, sin la debida preparación, no son accesibles.
 

 
Descifrando códigos
Fresia Castro es una periodista chilena cuyo rasgo de personalidad fundamental es querer ver más allá de lo aparente, su persistencia por investigar situaciones de difícil acceso y la necesidad de difundir lo que va descubriendo. Esas características la llevaron a admirarse ante un sueño revelador que la incitó, en estado conciente, a seguir un camino dentro y fuera de Chile y descifrar los códigos que la convencieron de la realidad que hoy transmite.
Estas herramientas son las mismas que desde el origen han estado disponibles en el núcleo de los grandes movimientos espirituales, así como en las grandes escuelas iniciáticas que en los albores del tiempo unían ciencia y espíritu. Eran muy pocos los que podían acceder a ellas y menos los que podían realizarlas. ¿Qué hace que hoy estén a nuestro alcance?
En Francia recibió las primeras enseñanzas; tuvo los encuentros que su sueño le anunciaba y luego volvió a Chile, en 1986, a instalarse en el desierto de Atacama, para descubrir los símbolos ancestrales que la fueron guiando paso a paso hacia el cumplimiento de lo que ella asumió como una tarea.
Internada en lugares que sólo transitaban los escasos lugareños, llegó hasta un cerro tutelar cerca de la aldea donde se veneraba a la Virgen negra, la Guadalupe de Ayquina: era la señal que buscaba. Así, confirmó que las deidades negras estaban presentes en todas las culturas ancestrales del planeta y que, simbolizando la materia prima aún no manifestada, siempre aparecían en el momento precedente a una gran revelación. Entonces, estableció allí su centro de observación, convencida de que aquel era un vórtice creacional.
Sus experiencias y resultados personales basados en el principio que, como seres de energía, emitimos vibraciones, y el convencimiento de que existe una fórmula primaria de conexión con nuestro origen –nuestro Arquetipo UNO – presente en nuestros propios códicos genéticos que nos permitirá mejorar y conducir la vida en todas sus dimensiones, la llevaron a desarrollar el método que hasta hoy utiliza para el cumplimiento de su misión.
Luego de haber elaborado la fórmula y ya aplicándola, Fresia fue recogiendo toda la información sobre los cambios planetarios ocasionados por las transformaciones del universo, que avalarían la base de su descubrimiento a través de los años: las tormentas solares, la elevación de la frecuencia planetaria, los cambios en los campos electromagnéticos y, como un hito de esta peregrinación, el reconocimiento científico de lo que los físicos llaman la “energía oscura” una energía desconocida, capaz de transmutar en materia oscura, elemento esencial en la formación de las galaxias.
Este descubrimiento (simbólicamente asimilable a las apariciones de las vírgenes negras), revelado en 1998, vino a cuestionar la visión ortodoxa de la creación del universo, la del Big Bang, la gran explosión creativa antes de la cual ni el tiempo ni el espacio existían. Según los físicos, la energía oscura, cuya presión y densidad son perfectamente medibles, necesariamente debió estar antes del Big Bang.
 
 
La puerta de entrada
Aceptado que somos seres de energía y parte de una energía original llamada universo, y admitida también la necesidad de vibrar en una frecuencia armónica con la frecuencia matriz para mejorar nuestras condiciones de vida personal y de la Humanidad, surge la pregunta: ¿Cómo? Y la respuesta de Fresia Castro: a través de un proceso de creación en que la activación de la glándula pineal juega un rol determinante, que nos permite encender nuestro equipo electrónico.
Ella nos recuerda que poseemos un cerebro cuyas funciones y capacidades conocemos y aprovechamos en un mínimo porcentaje. La glándula pineal, que no es más grande que un poroto, está ubicada en el centro del cerebro y produce una hormona – la melatonina – cuya misión es la regeneración celular.
El mayor trabajo de esta glándula es en los primeros años de vida, lapso en el cual el ritmo de crecimiento de los seres humanos no volverá a replicarse. Después de los siete años, la glándula reduce la producción de melatonina, pero continúa siendo la responsable de regular los periodos de sueño y vigilia, así como los ciclos biológicos. Despreciada por la ciencia durante mucho tiempo, investigaciones nuevas han reconocido que la glándula pineal puede influir de manera directa en el sistema inmunológico para actuar benéficamente frente a enfermedades como el cáncer, el sida o las cardiopatías severas.
Aunque fuera sólo por estas propiedades o por sus capacidades regenerativas, que han llevado a identificarla como “la hormona de la juventud”, vale la pena mostrarle mayor atención y potenciar su actividad. “Pero también se ha comprobado que su activación despierta un potencial creativo de tal magnitud que hace posible que todas aquellas creaciones que queremos llevar a cabo se hagan realidad, cambiando nuestra existencia, llenando nuestra vida de milagros cotidianos y rodeándonos de armonía”, señala Fresia.
 
 
Por desconocimiento de nuestra naturaleza y potencialidades, tenemos la tendencia a separar la materia del espíritu; consideramos nuestro cuerpo – incluido el cerebro – como un material disgregable y situamos los sentimientos y el espíritu fuera de él, como entes que pueden o no ser considerados y desarrollados. Y en este cuadro una glándula tan pequeña como la pineal, y cuyos atributos han sido tan acotados, prácticamente puede ser ignorada.
Al respecto, Fresia señala que el avance tecnológico y la divulgación científica de hoy nos permiten comprender a nuestro ser humano como un equipo electrónico compuesto por un chip central, chips secundarios y microchips, conformando una red energética que debería funcionar perfectamente; pero el bajo voltaje en que funciona no permite que la red de encendido, si podemos usar ese término, se active en toda su potencia. La mejor prueba la tenemos en nuestro cerebro, cuyas redes neuronales no hacen sinapsis (contacto) sino en forma limitada. De ahí que no haya mayor interacción hemisférica, lo que trae como consecuencia, entre otras cosas, acceso parcial a la información necesaria para actuar.
“Por supuesto –agrega-, hay una razón para que esto ocurra de este modo, y también hay otra razón para saber que podemos salir de ese estado de limitación, y esa es la piedra angular en el funcionamiento de esta técnica. A partir de ahí, la glándula pineal, como resultado biológico de ese centro de energía o chip principal, una vez activado a su potencia original, será la encargada de manifestar sus cualidades originales, sin importar si está atrofiada o incluso inexistente”.
 
 
Ver y entender
A partir de la observación del universo podemos elaborar una teoría; después, son los propios fenómenos naturales que ocurren en este universo los que van reafirmando, ampliando, enriqueciendo dicha teoría. En este caso, ha sido la experiencia corroborada en el tiempo el camino que ha recorrido Fresia Castro. Para ilustrarlo, en sus libros, en sus conferencias, en la película La Conexión, ella relata una de las experiencias más simples que vivió en el desierto y en la cual pudo leer una confirmación de que estaba en el camino correcto y que los conocimientos que iba adquiriendo escribían sus lecciones en la naturaleza:
Apreciaciones filosóficas 
El filósofo René Descartes propuso que la glándula pineal era aquello que conectaba el cuerpo con el alma, o que la contenía. Su propuesta surge debido a que la glándula pineal no está duplicada bilateralmente en el cuerpo, y además creía (erróneamente) que era exclusivo de los seres humanos.
Los escritores occidentales que investigaron los chakras (centros de energía hinduístas) consideraban que la glándula pineal sería el «tercer ojo».
 
 
“Un día, al amanecer, me detuve en un paraje solitario y me senté a meditar. A mis pies, un pequeño charco de agua congelada captó mi atención. Me quedé observándolo mientras el ascenso del sol elevaba la temperatura ambiente produciendo el descongelamiento y evaporación del agua. En un momento determinado, escuché un estallido y, al buscar la fuente del ruido, vi la violenta fragmentación de una roca. Comprendí entonces que la flexibilidad del agua para armonizar su frecuencia elevándola a las vibraciones que la naturaleza iba subiendo a medida que se exponía al sol, le permitía transmutar de un estado a otro sin desintegrarse. Pero no ocurría lo mismo con la roca dura y resistente: su incapacidad de elevar sus vibraciones la condujo a la desintegración”.
En un planeta que está cambiando; en un universo que se expande, en una Humanidad cuyas polaridades se potencian día a día, en un mundo saturado de informaciones, los seres humanos tenemos la gran posibilidad de tomar posiciones y controlar la manera de sumarnos a los cambios. Trabajar desde dentro de nosotros para acceder y dirigir las energías superiores es una oportunidad que no deberíamos desperdiciar. Y uno de los caminos está señalado a través de la activación de la glándula pineal.
Al invitarnos a compartir esta visión y este método, Fresia Castro nos recuerda que “para crear conscientemente es indispensable conocer y respetar las leyes universales. La primera de ellas es la aceptación. Aceptar nuestro vínculo con la fuente generadora, elevar los brazos para aceptar lo que queremos que entre en nosotros: el mayor fluido creativo del universo: el amor, que es una corriente electrónica. Cuando comprendemos que desde el ser-energía podemos dar una orden creativa consciente para encender nuestro equipo electrónico, éste se prende”. 
El Cielo está abierto 
En el libro de este nombre, Fresia Castro nos entrega las claves para ampliar la capacidad cerebral accediendo a la glándula pineal y estimulándola para aumentar nuestra creatividad y todo nuestro potencial como seres de energía.
“Nuestro proceso creativo está definido por cuatro condiciones: Sentimiento, calificación, visualización y acción”, explica. Y a partir de este concepto nos enseña, paso a paso, cómo organizar el proceso creativo, ejercitarlo, fortalecerlo y hacerlo cada vez más eficiente.
“A través de estos sencillos ejercicios disparamos un círculo virtuoso, crece nuestra capacidad cerebral, que a su vez eleva nuestro potencial creativo”, concluye.
Por Ximena González Bosque Fotografía: Ricardo Aliaga Bascopé
 
Article Categories:
Neurociencias
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