Agujeros negros y el ser humano.
No es un tema de tamaño; un ser humano no es nada al lado de un agujero negro que tiene una masa de 6.500 millones de veces la de nuestro sol. Tampoco es un tema de distancia; este evento espacial estaría a 55 millones de años luz de la Tierra. Entonces ¿Por qué nos llama tanto la atención la confirmación de la existencia de los agujeros negros?
El miércoles 10 de abril de 2019 se dio a conocer por primera vez la foto de un agujero negro. La hazaña de la primera foto de un agujero negro es sólo una pista más para entender mejor estos enigmáticos entes galácticos. Stephen Hawking, el astrofísico que dedicó su vida a estudiarlos, dijo que “los agujeros negros son más extraños que cualquier cosa que hayan soñado los escritores de ciencia ficción”.
No deja de inquietarnos, o al menos de llamarnos la atención -aunque tal vez para algunos, o muchos, no tenga ninguna importancia-, la noticia de que sí existen, de que están ahí “afuera”, sin propósito aparente, o tal vez con un propósito vital.
¿Por qué hacer la relación entre este coloso del espacio y el ser humano? Somos nosotros quienes observamos, quienes le ponemos un nombre y los que especulamos sobre todo lo que nos rodea, por lo tanto, no podemos dejar de lado aquello que nos provoca cualquier cosa que suceda a nuestro alrededor, aunque ese alrededor esté tan distante y ajeno a nuestro diario vivir. Y fue un ser humano el que primero nos adentró en estos fenómenos, tal como dice Humberto Maturana, biólogo y premio nacional de Ciencias, “Lo que maravillosamente se constata con la reciente observación de un agujero negro, es lo que Einstein dedujo como científico desde su vivir cotidiano hace más de un siglo con la formulación de su teoría general de la relatividad” (Fuente: www.latercera.com. 10-04-2019). Podríamos decir entonces que el mundo entero que nos rodea, de una u otra forma, refleja lo que somos, lo que creemos, lo que interpretamos.
Ahora bien, cada vez que se amplía nuestra capacidad de observación de lo que nos rodea, también podemos afirmar que estamos en condiciones de ampliar el campo de observación de nuestro interior, tal como se expresa en “El Kybalión, los siete principios herméticos: El Principio de Correspondencia: Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba, todo lo micro es fiel reflejo de lo macro. Lo que encierra la verdad de que hay siempre una cierta correspondencia entre las leyes y los fenómenos de los varios estados del ser y de la vida. Hay muchos planos que no conocemos, pero cuando aplicamos esa ley de correspondencia sobre ellos, mucho de lo que de otra manera nos sería incomprensible se hace claro a nuestro entendimiento. Este principio nos enseña que todo el Universo es regido por los mismos principios”. Y esta afirmación es importante de considerar si tomamos en cuenta que estamos manipulando tecnología cada vez más avanzada, y que sin un propósito claro y benéfico para toda la humanidad, se nos puede escapar de las manos. El objetivo de seguir la idea de la observación interior nos lleva a la necesidad de determinar qué queremos hacer con estos avances y hacia dónde nos llevan. Es decir, qué nos moviliza internamente para seguir indagando en el mundo exterior. Lo anterior es vital y nos instala ante lo importante que es el auto conocimiento que el ser humano debiera ir alcanzando de sí mismo, en forma individual, social y como especie. “Podemos hacer proyectos comunes, si somos capaces de entendernos y cooperar, no solamente en términos de la ciencia y la tecnología sino en qué hacemos y cómo vivimos con la ciencia y la tecnología que son instrumentos”, aporta Maturana.
Existen puertas que se abren más allá del simple hecho de comprobar que existen los agujeros negros, y esas puertas, obviamente y como dijimos anteriormente, tienen que ver con nuestro diario vivir, cotidiano, mínimo tal vez en comparación a los fenómenos estelares.
La creatividad por ejemplo. Podríamos decir que las matemáticas son una manifestación de la poesía. Platón afirmó que la poesía es “traer algo del no ser al ser”, hacerlo aparecer, transformando al humano en un pequeño dios como afirmara Vicente Huidobro, poeta chileno fundador del Creacionismo. Einstein, sólo con fórmulas, números, imaginación, intuición y un maravilloso lenguaje matemático, predijo la existencia de algo que antes no existía en nuestra realidad, por lo tanto le dio vida a algo nuevo que pasado un siglo aparece ante nuestros ojos en una fotografía tomada por ocho telescopios sincronizados haciendo de nuestro planeta un sólo observador, un solo ojo.
En la misma área de la creación, encontramos Interstellar, una película épica de ciencia ficción estadounidense de 2014, dirigida por Christopher Nolan, que pone a prueba nuestra capacidad de asombro, apertura mental y de corazón, ya que se sumerge precisamente en el mundo de los agujeros de gusano y los agujeros negros, proponiendo cómo sería la interacción de un ser humano con ellos. Ahí mismo se plantea que una vez trasladados por esos espacios podríamos llegar a una quinta dimensión donde todo sucede en forma simultánea, y donde incluso pasado y futuro, que ya no serían tal, podrían ser alterados curiosamente desde un área y energía que es intrínseca del ser humano, el amor. Y podrían ser modificados por lo que es la constitución de la vida, energía. Creatividad y matemática puras –el equipo realizador estuvo asesorado por el físico teórico Kip Thorne, cuyo trabajo inspiró el film- ¿intuición de verdades que aún no están al alcance de nuestra consciencia?
Otra puerta que se nos abre en la mente a raíz de la existencia de los agujeros negros, la encontramos en la “Neuroquantología”, una palabra tan extraña como sugerente. En un artículo escrito por la Dra. Ibone Olza, psiquiatra perinatal, nos cuenta sobre esta nueva aventura del observador y poeta que es el humano. “Por lo visto, se trata de aplicar la física cuántica al estudio de las neurociencias para poder comprender cosas que con la física normal resultan incomprensibles”, dice Olza sobre el trabajo del profesor Dirk Meijer de la Universidad de Groningen, en Holanda, quien afirma en el artículo “que la conciencia reside en un campo que rodea el cerebro, un campo que “está en otra dimensión” y que, por lo que han observado, se parece bastante a los agujeros negros del espacio exterior”. Y los investigadores van más allá mientras sostienen “que en realidad hay todo un agujero negro ¿rodeando? al o ¿coexistiendo? con el cerebro. Y que ese lugar oscuro y extraño puede que sea en realidad el alma, donde reside la consciencia”.
Toroide: Su forma se corresponde con la superficie de los objetos que, en el habla cotidiana, se denominan argollas, anillos, aros, roscas, donas o donuts. La palabra toroide también se usa para referirse a un poliedro toroidal, la superficie de revolución generada por un polígono que gira alrededor de un eje.
La propuesta va más allá aún, hablan de “túneles cuánticos que explican la velocidad de algunos fenómenos que tampoco son explicables con la física clásica, sobre todo la velocidad a la que se transmite algunas informaciones, algo natural en nuestros maravillosos y sorprendentes cerebros humanos”, continúa con asombro Ibone Olza. Estos túneles cuánticos claramente nos recuerdan a los agujeros de gusano que acortan las distancias en el espacio posibilitando conexiones o desplazamientos de formas e información en un tiempo menor a si lo hicieran en forma lineal. Afirman los investiagores que “en realidad, la conciencia debe de tener forma de donut (toroidal, lo llaman), como si fuera un flujo de información de horizontal y vertical pero también ondular”. Forma toroidal que para muchos especialistas en la materia de las energías de la naturaleza y del ser humano, se encuentra en todo lo que existe, veámoslo o no, como si fuera un contenedor de información de aquello que cubre, en este caso, esta donut no visible cubriría nuestro cerebro nutriéndolo permanentemente de información. La psiquiatra finaliza resumiendo así: “tal vez el alma sea un agujero negro con forma de donut en movimiento y cambio perpetuo que dialoga con el cerebro. Y la neurofísica cuántica, como dicen en inglés, sea ¡food for thought! ¡Alimento para el pensamiento!” Fuente: https://www.cuerpomente.com/blogs/ibone-olza/neuroquantologia_1481
Pero trasladándonos a un campo un poco más conocido en nuestro cotidiano, una puerta que nos permite acceder a algo más cercano, pero que igual se relaciona con nuestra imagen de los agujeros negros, la hayamos en la psicología, y habla literalmente de los agujeros negros de la mente.
El psicólogo José Luis Trechera, en un artículo escrito para el Diario Córdoba, se refiere “al alma que sufre“, y a “las miserias y grandezas de las personas que permanentemente se vislumbran en zonas o “agujeros negros” a los que les resulta difícil acceder”, haciendo un paralelo entre el fenómeno estelar y la mente humana cuando está nublada o definitivamente sin luz.
Introduce así: “salvando las distancias, podríamos establecer algunas comparaciones entre los “agujeros negros” del universo y la mente humana. Según los científicos un “agujero negro” es una región del espacio-tiempo de la cual ni siquiera la luz puede escapar debido a la enorme intensidad de su gravedad. ¿Qué podríamos resaltar respecto a ambos “agujeros negros”?
En este punto nos permitimos citar textual a este autor del libro “Agujeros negros de la mente: Claves de salud psíquica“. Editorial Desclée de Brouwer.
- Presentan una impresionante capacidad para retener toda la materia contenida en su interior. Muchos conflictos psicológicos cobran tal fuerza e intensidad que consumen todas las energías de la persona que los sufre.
- No son fáciles de observar desde el exterior. Son “tan negros” que no pueden captarse a simple vista o con un telescopio, y sólo se pueden “sentir” los efectos gravitacionales producidos por su enorme masa. No hay áreas orgánicas o físicas en las que podamos ubicar los trastornos mentales, pero sí somos conscientes de sus consecuencias. Quizá no dispongamos actualmente de la tecnología adecuada.
- A su vez, absorben cualquier objeto con masa que caiga en su campo gravitacional. Las personas con problemas psicológicos están tan ensimismadas que hacen que todo gire a su alrededor y pueden “succionar” como “vampiros emocionales” a todos aquéllos con los que se relacionan.
- Manifiestan una gran dificultad para poder emitir la luz. Los sujetos que piden ayuda psicológica tienen graves problemas para expresarse y salir fuera de sí.
- En el interior de un agujero negro el espacio y el tiempo desaparecen. El reloj se detiene y las leyes de la naturaleza no rigen. Hay individuos que viven “atrapados en historias personales”. Así, algo que ha ocurrido hace muchos años puede seguir actuando en el presente.
- Tenemos derecho a ser protagonistas de nuestras propias vidas. Es verdad que nos encontramos con un libro en el que las primeras páginas han sido escritas por otros, pero he ahí nuestra responsabilidad para continuar y elaborar el guión que queramos. A lo largo de ese camino podemos tener situaciones en las que amigos o profesionales de la salud nos puedan asesorar. Sin embargo, la construcción del relato ha de tener nuestro sello personal y, por mucho riesgo que plantee, es una responsabilidad que nos pertenece y no debemos descargar en los demás.
- Frente a un contexto social que a veces presenta un horizonte que tiende a crear “zonas de no retorno” similar a la de los “agujeros negros”, es necesario afrontar la vida con esperanza. De ahí que la Psicología tiene que posibilitar alternativas que ayuden a “aclarar” e “iluminar” las zonas oscuras. No hay tarea más ardua pero más gratificante que responsabilizarse de la existencia y convertirse en el protagonista principal de la propia vida. Somos conscientes de que vivimos en “tierras de penumbra” y que estamos en tiempos de cierta desazón y de búsqueda de seguridades fáciles y cómodas. Sin embargo, nunca como hoy la vida hay que ir a buscarla. Cada día nos abre a múltiples experiencias que pueden ser posibilidades enriquecedoras de encuentro personal y de maduración. Cada mañana hay que comenzar a caminar de nuevo, aprender a respirar y asumir el riesgo de vivir en sociedad”. Fuente: https://www.diariocordoba.com/noticias/opinion/agujeros-negros-mente_226715.html
Retomando al Dr. Maturana, concluye: “Me parece muy bueno que participemos de esto con las cosas que hacemos en Chile desde el punto de vista científico y tecnológico, pero no hay que olvidar que la tecnología y la ciencia son instrumentos explicativos, somos nosotros los que escogemos qué hacemos con ambas cosas”.
Con nuestra imaginación, con nuestra poesía –matemática o literaria- podríamos seguir y seguir creando relaciones entre lo que nos rodea y nuestras vidas. ¿Y cómo no hacerlo? Si somos nosotros los observadores, nuestra consciencia observa e interpreta según más le acomode, somos energía y la vida entera lo es también, por lo tanto, es nuestra verdad interior el punto de partida para una creación y lectura honestas y certeras del mundo a nuestro alrededor cercano y también del universo lejano. Prácticamente una proyección de nuestro interior.
Roberto Cabrera Olea
Editor MCA Canal / www.mcacanal.com