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Cine sobre la amistad y la muerte

Ahora o nunca

Es ésta una de esas películas que se interrogan acerca de cuáles son las cosas importantes de la vida, capaces de dar la felicidad; y que invita a dar los pasos necesarios para conseguirlas. En efecto, se distinguen los caprichos e ilusiones que están bien, pero no son para tanto (la caída libre, conducir un par de cochazos…), con la contemplación de la belleza del mundo, y así, de modo ascendente, llegar al amor de las personas, o a la consideración de lo que nos aguarda después de la muerte. En ese sentido es muy emotiva la conversación ante las grandes pirámides de Egipto, en que se habla de las ideas egipcias sobre el más allá y una suerte de juicio para acceder a la vida eterna; también destaca el panegírico final.

 

Fuente: http://www.decine21.com/peliculas/ahora-o-nunca-11353

Carter y Edward tienen una sola cosa en común: a ambos les han diagnosticado un cáncer con muy mala pinta, que les lleva a compartir habitación en un hospital. Por lo demás, no pueden ser más diferentes. Carter es negro; su gran ilusión era ser profesor, pero circunstancias de la vida le llevaron a convertirse en modesto mecánico de un taller de automoción; tiene una familia estupenda, una mujer, tres hijos y un buen puñado de nietos, que le quieren de verdad. Mientras, el blanco y rico Edward tiene todo lo que el dinero puede comprar, y es un empresario de raza, además de propietario del hospital del que se ha convertido en involuntario paciente; en cambio en su vida personal arrastra tres divorcios y en la actualidad está solo; sólo se entiende con su eficaz secretario, lo más parecido que tiene a un amigo. Aunque al principio no congenian demasiado, la obligada convivencia y la enfermedad conduce a que Carter y Edward estrechen lazos. Y cuando el segundo descubre en un papel arrugado una lista de cosas que el otro querría hacer antes de morir, decide compartir esa lista y añadir otras metas propias. Lo que les lleva a iniciar juntos un viaje alrededor del mundo, y sobre todo al interior de sí mismos.

Es ésta una de esas películas que se interrogan acerca de cuáles son las cosas importantes de la vida, capaces de dar la felicidad; y que invita a dar los pasos necesarios para conseguirlas. En efecto, se distinguen los caprichos e ilusiones que están bien, pero no son para tanto (la caída libre, conducir un par de cochazos…), con la contemplación de la belleza del mundo, y así, de modo ascendente, llegar al amor de las personas, o a la consideración de lo que nos aguarda después de la muerte. En ese sentido es muy emotiva la conversación ante las grandes pirámides de Egipto, en que se habla de las ideas egipcias sobre el más allá y una suerte de juicio para acceder a la vida eterna; también destaca el panegírico final.

Aunque la trama ideada por Justin Zackham sea previsible, se agradece la humanidad con que encara un tema tan serio como la muerte, conjugando sonrisas y lágrimas, incluido cierto toque de ingenio y pillería: ¿cómo definir, si no, el momento en que una atractiva mujer intenta seducir a Carter invitándolo a su habitación mientras dice “ya sé que esto está muy manido, pero…”, un modo de decir, ‘vale, esto es un tópico, y para que no quede ninguna duda lo digo’? Eso sí, agotan un poco las continuas demostraciones de conocimientos de cultura general del aficionado a los concursos televisivos Carter, demasiado recurrentes.

Evidentemente, esta película es una perita en dulce para los actores protagonistas, y Jack Nicholson y Morgan Freeman entregan unas estupendas interpretaciones. De todos modos, la condición estelar de dichos actores puede que perjudique un tanto a la película, tal vez unos desconocidos no abrumarían tanto, permitiendo que el espectador se centrara en la historia, y no en ver a unos tipos que actúan muy bien. Pero claro, el resultado en taquilla sería diferente.

 

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