¿Cómo construir un mundo armonioso?
A través de una nueva educación que nos enseñe a integrarnos los unos con los otros. Cuando escribo esto, me estoy refiriendo a una nueva forma de ver el mundo, una nueva cosmovisión de lo que anhelamos para nuestra vida y a su vez deseamos fundar para las futuras generaciones.
Los cambios son procesos, y sin unos firmes y claros cimientos, no hay edificio que pueda erigirse al respecto. No hablo simplemente de una nueva técnica o metodología de aprendizaje, hablo de una red diversa e interdisciplinaria, tal como la vida, sobre la cual —en lo general— y dentro de la cual —en lo particular— debemos comenzar a ver y entender nuestra existencia global, interconectada.
Me refiero entonces aquí a un enfoque, una nueva mirada, una perspectiva. Si la queremos definir de algún modo, es inversa a la que aplicamos hoy en nuestras vidas. Ésta debe nacer de la visión/comprensión del total hacia lo individual, a través de un proceso de re-educación humana en todos sus sentidos, que nos logre abrir la mirada respecto a la creencia de que somos seres individuales, o más bien, entender que esta individualidad es imposible de constituirse sin relación al entorno.
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Y esta visión —individual, desarrollada y fomentada por cada uno de nosotros— es la que nos ha hecho llegar al sistema político y económico actual, con todos los defectos que le atribuimos hoy. El “enemigo” (ese al que achacamos todo lo malo que nos parece del mundo) no está afuera de nosotros. El “enemigo” está, agradezco profundamente, dentro de nosotros, y la única forma de combatir eso malo que vemos afuera, es cambiando nosotros mismos.
No estuvo realmente en nuestras manos durante la historia el poder para superar esta cualidad individual que nos constituye, pero hoy, poco a poco, comenzamos a entender que los hechos que están ocurriendo en diferentes partes del mundo están conectados. Vemos cómo las manifestaciones sociales brotan —como erupciones de deseos humanos insatisfechos— en diferentes lugares del mundo alejados entre si en distancia, historia, cultura, etc., pero detrás de los cuales leemos un anhelo común. Escuchamos, sin importar el idioma, un grito colectivo que aún no logramos descifrar en un solo lenguaje/mensaje humano. Sentimos que hay una evidente relación y deseo de estas multitudes vociferantes, sentimos que hay una vida moviéndose dentro de cada una de estas manifestaciones/masas humanas que intenta expresarse. Pero aún no tenemos los sentidos desarrollados que nos permitan leer este mensaje que nace de muchos, no del individuo como fragmento.
Y somos lo uno y lo otro —fragmento y conjunto— y en medio de este proceso nos sentimos desvalidos y sin saber por donde comenzar este anhelado cambio. ¿Por qué la gente pide algo?¿Qué pide? ¿Qué exige? ¿Qué anhela? La nueva educación nos debe enseñar a leer este mensaje que nace de la interconexión de las partes. Entonces, para comprender estos mensajes sociales, debemos usar la comprensión y aceptación de la infinita interconexión entre todos los seres humanos.
No se trata de continuar formando niños para que se especialicen por áreas para que puedan cumplir su tarea dentro de la fábrica material del mundo. Se trata de formar niños para gatillar en ellos la semilla latente que llevan dentro, que los invita día a día a crecer y convertirse en seres humanos íntegros, partes de un conjunto armonioso y en equilibrio al que debemos aspirar como humanidad.
La mirada y sonrisa de un niño no debiera nunca ser limitada o truncada por la formación familiar, educacional y social que imponemos sobre ellos. La sonrisa de un niño debiera ser educada y potenciada para obligarla, eso sí, a florecer y convertirse en toda esa esperanza que traen los niños a este mundo cuando pequeños. Pero la sociedad no los potencia, sino todo lo contrario, los trunca, igual como truncamos bosques, ríos, mares y contaminamos los cielos.
¿Utopía? ¿Creer que podemos llegar a estar en equilibrio entre nosotros como humanidad y al mismo tiempo con la naturaleza es una utopía? Aquí veo simplemente dos caminos: creer o no creer. Si creemos que no hay camino hacia la armonía, no habrá armonía. Si creemos que hay un camino hacia la armonía, habrá armonía.
En el primer caso, la desesperanza cierra todas las puertas y hasta aquí llega nuestro esfuerzo. Me retiro a la desesperanza, me cruzo de brazos y sigo mi vida como un robot, avanzando sin ver, solo, activado por lo que ésta me impone. En el segundo caso, la esperanza abrirá todas las puertas: allí comienza nuestro trabajo. Me lanzo con confianza hacia la esperanza, levanto mis brazos, los uno con los tuyos, y nos convertimos en seres humanos, el esfuerzo constante debe ser parte de esta re-educación; comenzaremos a avanzar y a ver, juntos.
Por último, ¿aún creemos que podemos resolver los problemas del mundo a través de nuestra mirada individual y no a través de una colectiva? La nueva educación nos debe enseñar, a todos, cómo construir juntos una visión armoniosa del mundo en que cabrán todas las miradas, infinitamente compleja en sus múltiples facetas e interconexiones.
Publicado por: Todos Juntos
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Desarrollo evolutivo