Estaba hablando con un joven (pongamosle de nombre Juan), que vivía acosado por el terror. Se sentía atascado, con su creatividad bloqueada en la vida, tomado por sus miedos.
Soñaba con escribir un libro, compartir su verdad y su arte con el mundo; pero cada vez que contemplaba dar el siguiente paso en su camino sagrado, todo su cuerpo se congelaba, y su mente se volvía loca de miedo.
Tantas imágenes y voces en su cabeza, advirtiendole que no lo haga, diciéndole todo lo que podría salir mal, imaginando de qué manera la gente respondería negativamente a su arte. Sería rechazado, ridiculizado, juzgado, y eso sería demasiado para él.
Se tornó una situación tan abrumadora que apenas podía pensar en hacer aquello que amaba. Y así fue como se escondió de la vida y de su verdadero camino, incluso algunas veces sintiendose incapaz de salir de su casa, paralizado y triste.
Le pregunté si tenía la voluntad de dar un paso conmigo hacia este miedo tan profundo suyo. —Dijo que sí, que quería hacerlo.
Lo invité a traer consciencia a todas esas voces e imágenes en su cabeza, a ser el espacio en el que toda esa actividad mental pudiera surgir.
No necesitaba deshacerse de las voces, o silenciarlas; solo oírlas como antiguas voces de la infancia, voces de culpa y miedo que en verdad solo querían protegerlo, mantenerlo pequeño y a salvo. (y en última instancia ni siquiera eran “sus” pensamientos y voces, sino las voces que sus padres habían oído, y los padres de sus padres, etc. Voces ancestrales, ni siquiera eran suyas).
Ahora, como adulto, en la seguridad de la Presencia, con mi compañía, podía oír esas voces, ver esas imágenes intimidantes, sin tomarlas como la Verdad, solo como creativas manifestaciones de la mente.
— “Gracias, mente, por tus sugerencias, tus futuros imaginados, tus miedos. Pero ya no seré tu esclavo” —pudo decir.
Le pedí que llevara ahora su atención al cuerpo. ¿Qué sensaciones querían ser encontradas? ¿Dónde vivía este “miedo”? Me habló de una pesadez en su barriga y pecho, una sensación de contracción y presión en esa zona.
Lo invité a estar totalmente presente con esas sensaciones, sin tratar de arreglarlas, sanarlas o alejarlas. A proporcionarles espacio, dejarlas vivir; respirar en ellas, a fluir a través de ellas con oxígeno, bendecirlas con una atención amorosa.
—Me dijo que las sensaciones estaban comenzado a moverse. La energía estaba subiendo en su cuerpo.
—“La energía está subiendo a mi garganta, a mi cabeza…”
—“Bien, solo permítelo. Permite que la energía se mueva. Estás a salvo…”
—“Ahora está en todo mi cuerpo…uf…está atravesando todo mi cuerpo, el miedo…”
—“¡Sí! ¡Sí! Quédate con él. Respíralo. Solo quiere moverse, que lo recibas. Confía este…”
—¡No! ¡No puedo hacerlo! Este miedo…¡me va a matar! Va a ….”
—“Juan, estás vivo Ahora?”
Pude verlo salir de su mente, y volver a su cuerpo.
—“Si”.
—“Entonces no te ha matado aún. ¿Estás vivo Ahora?”
—“Si… Ahora…Ahora…Ahora…Estás aquí conmigo…Aún estás vivo…”
El miedo ha alcanzado su pico. Lo vi comenzar a pensar en su miedo nuevamente…
—“Lo odio. ¡LO ODIO! VOY A…”
—“¡Si! Y estás aún aquí, Ahora. Estoy aquí contigo Juan. Estamos aquí. Solo permite…”
Y de repente, toda su resistencia al miedo desapareció.
Dejó de pensar en su cuerpo y se entregó profundamente a él, y a la Confianza. El miedo aún estaba vivo y presente, pero ahora Juan parecía abierto, relajado.
Estaba brindándole sostén al miedo —ya el miedo no lo controlaba más a él.
—“¿Ves?, estás sosteniendo al miedo, y aún estás vivo, ¡y respirando! Este es tu poder, tu habilidad de estar presente con el miedo, de darle contención…”
—“¡Oh Dios! Aún estoy aquí. ¡No me mató! Pensé que me iba a morir…No puedo creerlo.”
—“¿Cómo te sientes?”
—“Siento temblores, calidez, vibraciones…vivo…”
Juan encontró el coraje para enfrentar lo Insostenible dentro suyo. Y fue capaz de sostenerlo, de una manera hermosa.
—“Si. Ahora sabes, sabes como encontrarte con el miedo: mirarlo directamente a la cara, estar presente con él, permitirle moverse a través tuyo. Y sabes que no puede lastimarte. Puede ser intenso, incómodo, aterrador, pero no puede lastimar Lo que Tú Eres.”
—“Si. Me siento vivo. Puedo sentir todo mi cuerpo vibrando con vida. Nunca antes me había sentido de esta manera…”
Recibí un email suyo aproximadamente una semana después: había comenzado a trabajar en su libro.
Hasta había comenzado a crear un blog, y empezado a compartir algunas de sus palabras con otros.
A veces los antiguos miedos aparecerían, sí, pero ahora él quería y era capaz de estar presente con esas partes temerosas de sí mismo. Y podía seguir escribiendo. El miedo no lo tenía que bloquear; podía ser un aliado en esta travesía heroica. Lo podía mantener siendo humilde, cerca de su cuerpo y de la Tierra.
El miedo ya no era su enemigo, sino algo con lo que él podía encontrarse y sentir curiosidad.
El pequeño niño asustado no era un error en él, una enfermedad, o un problema a solucionar, sino algo que necesitaba ser amado, abrazado, bendecido, incluso celebrado, cuando surgía.
Juan había podido encontrarse con su miedo más profundo. Había podido confrontar ese Algo que él imaginaba podía destruirlo… y en cambio, había traído nueva vida, nueva esperanza.
Sería un largo camino, pero ahora él tenía un Mapa Interior.
Fuente: www.caminosalser.com / Jeff Foster