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Comunicándose mejor

Discutir sin pelear

Uno de los problemas principales es considerar, quizás sin darse cuenta, que las discusiones son como una competencia de la que surgirá un ganador y un perdedor.
Varios amigos se encuentran para cenar. Al comienzo la conversación es animada y placentera. Pero, de pronto, las voces de dos personas se hacen más duras, los cuerpos se ponen tensos y el tono de la conversación cambia. En un instante las voces se han exaltado y los rostros indican un esfuerzo intenso para que la discusión no lleve a una confrontación difícil de controlar.

¿Qué ha sucedido? ¿Qué fue lo que transformó una discusión en una pelea?

Fuente: http://www.vidapositiva.com/Discutir-sin-pelear.html?sec=7

Esta situación, tan común en las relaciones humanas, surge tanto entre amigos como en las parejas, en las relaciones familiares y en las relaciones de trabajo. Es necesario saber comunicarse y saber discutir para que la interacción no sea destructiva.

En realidad, resolver conflictos es importante y, si el resultado es exitoso, las relaciones se enriquecen. Es lamentable que muchas personas no sepan cómo confrontar opiniones diferentes de una manera razonable y ‘decente’, sin enojarse.

Uno de los problemas principales es considerar, quizás sin darse cuenta, que las discusiones son como una competencia de la que surgirá un ganador y un perdedor.

La dificultad mayor consiste en la ‘mala reputación’ que ha recibido en nuestra sociedad un sentimiento muy particular: el estar enojado. Hemos aprendido que no está bien mostrarse enojado, que indica inmadurez, que queda mal, que es peligroso porque podemos perder el control. Sin embargo, el enojo es una emoción tan legítima como la tristeza o el amor.

Debemos recordar que las emociones no son buenas ni malas, son sólo indicadores de cómo nos sentimos frente a algún aspecto de la realidad, en esencia, las emociones son una fuente de valiosa información que no debemos desdeñar.

Lo que le ha dado el mal nombre a algunas emociones son las conductas que aquellas desencadenan cuando no se es consciente de su significado.

Quiero decir, no es ‘malo’ estar enojado, pero sí lo es demostrar mi enojo de una manera automática, no pensada, y darle un golpe a mi jefe porque algo que me dijo me ha resultado ofensivo o injusto.

Una de las razones por las que el enojo tiene mala fama es porque frecuentemente expresamos ese sentimiento de un modo totalmente inadecuado.

Permítame el lector aclarar esto: lo que sucede es que, básicamente, existen dos tipos de ‘peleadores’ ineptos. Uno de ellos es la persona agresiva, la que expresa su desacuerdo y su enojo sin control, de tal manera que intimida y lastima los sentimientos de los demás. Esta es la persona que no tiene en cuenta el efecto que sus palabras o acciones producen en los otros, es aquel cuyo objetivo es ‘ganar’, es aquel que no escucha y ‘juega sucio’.

Por otra parte está el ‘agresor pasivo’, aquel que no pelea ni discute abiertamente, pero atacará de una manera indirecta o encubierta. Esta persona evita hablar de temas ‘espinosos’ y si expresa su enojo lo dirigirá a otras personas y no hacia aquella con la que está enojada.

Para discutir o argumentar de una manera constructiva es necesario saber expresarse y saber escuchar. La imagen de una danza como escena opuesta a una pelea entre boxeadores puede sernos útil en el enfoque que estoy describiendo. Aunque no estoy familiarizada con el deporte del boxeo, entiendo que en este lo importante es someter al oponente y ganarle. Y si bien existen aquí también reglas que protegen a los contendientes, el objetivo es salir victorioso aun a costa de lastimar, y a veces gravemente, al otro.

En una discusión, en cambio, el propósito es (cuando la intención es constructiva) que la otra persona entienda y acepte nuestro punto de vista. Esta es una situación compleja, ya que requiere, básicamente, que las dos personas estén dispuestas a escucharse sin prejuicios, que puedan controlar sus emociones, que puedan abstenerse de juicios apresurados, acusaciones o generalizaciones.

Como en la danza, la discusión ‘sana’ apuntara a una dinámica en la que ambos participantes se cuidaran de que sus ‘movimientos’ sean armoniosos, de no imponerse, de permanecer receptivo frente a la necesidad de expresión de la otra persona.

He aquí algunas sugerencias para que la discusión constituya un intercambio cadencioso, para que produzca el cambio deseado y no se transforme en una pelea demoledora:

•Reflexione antes de comenzar la discusión. De acuerdo con M.McKay, PhD en su libro Mensajes, una pregunta que debe hacerse es: ‘¿Estoy deseando un cambio en la relación o intento herir al otro y sentirme poderoso?’.

•Decida cuándo y dónde se producirá la discusión. Si la otra persona ha tomado mucho alcohol o esta enojada o si los niños están despiertos, este no será un buen momento para buscar una solución.

•Cuando se produzca el encuentro, exprese claramente sus ideas y hágalo de una manera simple y directa. Evite acusaciones y trate de enfocarse en los hechos.

•Sea específico, describa el cambio que usted desea de una manera objetiva y clara.

ROSALINDA WEISZ

Weisz es sicoterapeuta con práctica en Dallas. Puedes escribirle a reflexiones_rw@hotmail.com

Fuente: http://www.aldiatx.com

 

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