Criterios ambientales: Los criterios ambientales en nuestras compras, o el también llamado consumo ecológico, es quizás el aspecto más conocido del consumo responsable.
Criterios de ahorro. Reducir el volumen de nuestras compras : Consumo responsable es consumir menos. El ciudadano puede convertir, de esta manera, su capacidad de compra en un importante instrumento de presión al ejercer la libertad de no consumir un producto, de prescindir de determinados bienes, y de acabar con algunos de los comportamientos compulsivos del consumidor, implantando nuevas pautas de conducta que van a influir en el ciudadano y en las empresas productoras de los bienes y servicios. El criterio de ahorro es el más importante a tener en cuenta en todos nuestros actos de consumo. En el momento de realizar la compra nos debemos preguntar si el consumo que vamos a realizar nos va a satisfacer realmente una necesidad o deseo o, por el contrario, lo hacemos compulsivamente.
El consumo ecológico se puede plantear desde diferentes puntos de vista:
Reduciendo el volumen de nuestras compras.
Eligiendo en nuestras compras productos que en su fabricación han cumplido una serie de requisitos para no generar una degradación del medio ambiente.
Discriminando productos que en su fabricación generan un mayor consumo de recursos naturales.
Teniendo en cuenta la posibilidad de sustituir productos contaminantes por otros naturales o biodegradables.
Evaluando las características de los productos, el envasado y el embalaje para evitar la generación de residuos con nuestro consumo.
Valorando que las empresas fabricantes y distribuidoras del producto que vamos a comprar dispongan de un Sistema de Gestión Ambiental (EMAS o ISO-14001) certificado por una entidad acreditada.
Valorando que las empresas fabricantes y distribuidoras del producto procedan de la economía social y alternativa.
Criterios de ahorro. Reducir el volumen de nuestras compras
Consumo responsable es consumir menos. El ciudadano puede convertir, de esta manera, su capacidad de compra en un importante instrumento de presión al ejercer la libertad de no consumir un producto, de prescindir de determinados bienes, y de acabar con algunos de los comportamientos compulsivos del consumidor, implantando nuevas pautas de conducta que van a influir en el ciudadano y en las empresas productoras de los bienes y servicios.
El criterio de ahorro es el más importante a tener en cuenta en todos nuestros actos de consumo. En el momento de realizar la compra nos debemos preguntar si el consumo que vamos a realizar nos va a satisfacer realmente una necesidad o deseo o, por el contrario, lo hacemos compulsivamente.
Para reducir el consumo, hay que hacerse una serie de preguntas a la hora de comprar: ¿Necesito lo que voy a comprar? ¿Quiero satisfacer un deseo? ¿Estoy eligiendo por mi mismo o es una compra compulsiva? ¿Cuántos tengo ya? ¿Podría pedirlo prestado a un amigo o a un familiar? ¿Puedo pasar sin él? ¿Tengo ganas de hacerlo?
Pero también hay que tener en cuenta el uso que se va a realizar del bien comprado, el tiempo previsto de duración y si se va a poder mantenerlo, limpiarlo o repararlo fácilmente. De esta manera, se tiene que tener en cuenta la durabilidad de los productos.
Además, se pueden poner en práctica otro tipo de modelos de consumo que, por sus características, suponen un consumo más responsable: compra de segunda mano, intercambio o consumo por varias personas del mismo bien, trueque, reutilización, etc.
La Huella ecológica
Estimaciones actuales de Naciones Unidas muestran que nuestro planeta, como resultado de la sobreexplotación del suelo y la deforestación, pierde cada año una superficie de tierra fértil similar a la de Irlanda. Los datos del Fondo Mundial para la Vida Silvestre muestran que la huella ecológica de un ciudadano medio en el mundo es de 2,5 hectáreas. Eso supone un 40% más de lo que es sostenible.
La “huella ecológica” es un indicador que calcula el área de suelo ecológicamente productivo (cultivos, bosques, pastos…) que cada persona, ciudad, región o país necesita para obtener todos los recursos que consumimos (agua, energía, materiales, alimentos…) y el espacio que se necesita para asimilar los residuos que se generan (basura, emisiones de C02…).
En España, la huella ecológica supone 4,65 ha. Y en Perú, tan solo 1,2 ha: Esto nos indica claramente que la distribución del consumo está seriamente desequilibrada.
El ahorro de los recursos naturales: agua y energía
Desde que nos levantamos de la cama cada mañana nuestras actividades humanas están produciendo consumos de recursos naturales y están implicando determinadas consecuencias sociales y ambientales en el Planeta.
No olvides que consumir no sólo es comprar. También consumimos en nuestro hogar y en la actividad diaria: por ejemplo el consumo energético, el consumo de agua, el modo de transporte. Piensa que tan sólo apagando los electrodomésticos que dejamos en stand by en nuestro hogar, reduciríamos el consumo eléctrico en un 3%.
Reducir, Reutilizar y Reciclar
Nuestra capacidad como consumidores se convierte una vez más en la herramienta principal para introducir prácticas y alternativas que minimicen la explotación de los recursos naturales y supongan una reducción en la generación de los residuos. Si tenemos en cuenta nuestras compras habituales comprobaremos como muchos de los productos que adquirimos se convierten en un residuo tras un solo uso. Otros generan varios tipos de residuos que, en ocasiones, suponen un volumen superior al del producto que vamos a utilizar.
¿Cómo reconocer un producto ecológico a la hora de comprar?
Los criterios ambientales en la compra de determinados productos deben tener en cuenta el enfoque del ciclo de vida, que analiza los impactos ambientales de un producto desde la utilización de las materias primas de las que está compuesto hasta la gestión de los residuos, con el objetivo de minimizar sus impactos negativos para el medio ambiente.
“Un producto ecológico es aquel que tiene un menor impacto en el medio ambiente durante todo su ciclo de vida, que cumple la misma o mejor función que un producto no ecológico y que alcanza las mismas o mejores cuotas de calidad y de satisfacción para el usuario”.
Las etiquetas y certificados ecológicos sirven para que el consumidor distinga los productos que cumplen mayores exigencias ambientales.
Criterios ambientales generales que puedes tener en cuenta en la elección de un producto.
En cuanto a las materias primas del producto (conservación de recursos y bajo impacto de los materiales).
Que las materias primas de los productos provengan de procesos de reciclaje (papel 100% reciclado, bolígrafos o mobiliario de oficina fabricados en plástico PP reciclado).
Que las materias primas provengan de recursos renovables gestionados de manera sostenible (mobiliario de madera y de papel certificado por el FSC o similar).
Que las materias primas no hayan sido testadas o experimentadas en animales (productos de limpieza).
En cuanto al proceso de fabricación y distribución del producto (producción limpia, reaprovechamiento de componentes de productos en desuso).
Que en el proceso de fabricación se halla tenido en cuenta la disminución de los impactos ambientales (consumo de agua y de energía, vertidos y emisiones incluyendo requerimientos para las emisiones de CO2.)
Que no se hayan añadido sustancias tóxicas para la salud o el medio ambiente (por ejemplo, determinados colorantes alergenos en las prendas de trabajo).
Que en la distribución del producto se haya tenido en cuenta un modelo de transporte eficiente (consumo de biocombustibles, medios de transporte eficientes evitando la emisión de gases de efecto invernadero, uso de ciclo mensajería, etc.).
En cuanto al uso del producto (eficiencia, minimización del consumo de productos auxiliares, prevención de la contaminación y durabilidad de los productos).
Que el producto sea reutilizable.
Que el producto sea fácilmente recargables (tonner, pilas, etc.).
Que el producto sea de bajo consumo energético (bombillas, ordenadores) o de agua (sistemas ahorradores de agua).
Que el producto permita el uso de energías renovables (calderas de biomasa).
Que el producto tenga una vida útil larga.
Que sea fácilmente reparable.
En cuanto al fin de la vida útil del producto (empleo de mono-materiales y materiales compatibles para facilitar el reciclado, fabricación modular fácil de desmontar, identificación de materiales difíciles de reconocer mediante códigos).
Que el producto sea reciclable.
Que el producto esté compuesto por mono-materiales que faciliten el reciclaje.
Que las piezas estén marcadas claramente para su identificación y reciclado.
Que se haya reducido todo lo posible el embalaje y este sea reciclable.
Fuente : http://www.consumoresponsable.org/