Despertar al Médico Interior
Por Jorge Carvajal
El cuerpo es como un templo donde se oficia el ritual de la transformación y el ascenso de la conciencia. En el altar del corazón, con la energía sublimadora del amor, la conciencia inferior que nos separa asciende a la conciencia impersonal del alma que nos integra. Volver los ojos del paciente a su alma, es recurrir a ese médico y maestro interior que a veces utiliza la enfermedad como un último mecanismo para hacerle adquirir o recobrar la conciencia ignorada o perdida de lo que realmente es.
Fuente : http://www.mundonuevo.cl
La enfermedad ha acompañado al ser humano a través de la historia, forzándolo a buscar soluciones que garanticen, además de la supervivencia, una calidad de vida acorde con sus expectativas. La historia de la medicina es entonces el resultado de esta búsqueda en la que la humanidad ha recorrido, desde los sistemas de creencias mágico-religiosas, pasando por experiencias empíricas y folclóricas, hasta la ciencia experimental. Los agentes de la salud han sido sacerdotes, médicos, chamanes y practicantes empíricos, que han hecho de los sistemas de salud conjuntos de adquisiciones culturales que rebasan el marco de lo que en Occidente se considera habitualmente como medicina. Como interacción humana, la terapéutica desborda en muchos aspectos el marco de las ciencias experimentales, las cuales constituyen tan sólo un capítulo del libro de la medicina, en el cual también están escritos otros sistemas médicos, producto de grandes culturas. El sistema de medicina occidental, que trata de fundamentarse en la ciencia y el método científico, no es, pues, único ni puede excluir otros grandes sistemas tales como la Medicina Tradicional China y el Ayurveda que, como estrategias de adaptación al medio, han comprobado su eficacia en sus respectiva culturas.
La Conciencia como Herramienta Terapéutica
El movimiento hacia el empleo de la conciencia como la principal herramienta terapéutica, está generando una corriente que nos hace prever que la era posmoderna, más que traer una dependencia tecnológica y económica de sofisticadas tecnologías, nos legará una cultura de autoexpresión creativa en la que el poder de una conciencia armónica será la mejor de las medicinas. Ello nos está llevando a romper el paradigma consumista en el que lo más efectivo es siempre lo más costoso. Asistimos a la ruptura de la sólida creencia de que sólo desde la medicina de orientación tecnológica se pueden obtener resultados confiables en el campo de la salud. Más importante aún, en el seno de esta nueva corriente se gesta una renovada búsqueda de la conciencia de sí, condición básica de la evolución humana.
Coautores de Nuestra Salud
Una mayor conciencia de nosotros mismos hace indelegables ciertas responsabilidades que, como coautores de nuestra propia salud, tenemos en la conquista de niveles de vida propicios al desarrollo de nuestro potencial latente. Así como los legos acceden a los sagrarios de la ciencia, y las religiones se desacralizan sin perder su esencial espiritualidad al dar participación a los laicos, la medicina se abre a los pacientes, que ya no son consumidores pasivos y que cada vez más, de manera más universal, reclaman una activa participación en el proceso de gestión de su propia salud. Todos los sistemas de salud pública del mundo están prácticamente en quiebra. No hay sistemas óptimos de seguridad social ni presupuestos con capacidad de financiarlos. Todos los sistemas basados en la pasividad y la dependencia del usuario han llevado al fracaso de los modelos de salud en el mundo.
Sólo un movimiento hacia la participación plenamente consciente de la gente en la incesante conquista de la salud podrá cerrar la brecha creada por actitudes mecanicistas hacia la vida. La descentralización, la desinstitucionalización, la desmedicalización y el derrumbamiento de los viejos dogmas sólidamente anclados en principios de autoridad excluyente, van creando condiciones de flexibilidad que permitirán al médico interior hacer su emergencia con toda la fuerza de su plena conciencia.
La salud depende de la calidad de las respuestas adapativas que hemos ido aprendiendo a lo largo de nuestra evolución como especie y como individuos; el aprendizaje es, entonces, la mejor estrategia de cada uno de nosotros para conservar y mejorar la salud. Este aprendizaje parte de una base simple: reconocer que nuestros hábitos de vida son los determinantes más importantes de nuestro nivel de salud, para mejorar aquellos que interfieren una vida sana. Esto es tener conciencia de sí. Si más del setenta por ciento de nuestras enfermedades crónicas depende de hábitos de vida inadecuados, es obvio que es en el aprendizaje de nuevos estilos de vida, más que en el acceso a nuevas y sofisticadas tecnologías, donde se encuentra la clave de la salud. Si un porcentaje importante de los tumores malignos tiene alguna relación con la dieta, ¿no será más fácil y económico aprender a consumir alimentos sanos que someterse más tarde a la quemadura de la radioterapia o la mutilación quirúrgica? Si la fe, la alegría, el amor y la esperanza sanan, ¿por qué habremos de esperar la invención de un elixir milagroso para emprender la conquista de nuestro bienestar?
La Mayor Enfermedad es la Ignorancia sobre Nuestro Propio Potencial Curativo
Una persona incide radicalmente sobre su estado de salud según el tipo de imagen que tenga de sí misma. Si lo que sabemos y pensamos de nosotros mismos es uno de los mejores indicadores para pronosticar nuestra salud futura, ¿por qué no mejoramos la imagen que tenemos utilizando esos recursos que la conciencia nos brinda para descubrir nuestro potencial oculto? Somos lo que somos por lo que pensamos que somos. Con más frecuencia de lo que creemos, somos nosotros mismos, por acción u omisión, los que creamos las condiciones para que la enfermedad se desarrolle. En vez de ser los usuarios inteligentes, somos las víctimas de respuestas condicionadas que hemos ido elaborando inconscientemente en el curso de nuestra vida. El que no nos veamos creando muchas de nuestras enfermedades, se debe a que aún tenemos la idea de que todos los agentes causales son externos.
Una visión ecológica de la salud nos lleva a buscar cadenas de causalidad e interdependencia en las que el hombre es el artífice mayor y no la víctima inocente. La mayor enfermedad es la ignorancia sobre nuestro propio potencial curativo. Para sanar la Tierra, el hombre debe restaurar su propia imagen, concebirse como parte de la naturaleza; tener conciencia de sí.
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Extracto de Por los Caminos de la Bioenergética, Luciérnaga.
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Medicina integrativa