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¿Dónde está la felicidad?

¿Dónde está la felicidad?

Si formuláramos seriamente la pregunta ¿qué es la felicidad? Nadie respondería de la misma manera y aún serían muchos los que se quedarían sin saber qué responder. La felicidad es un estado perfecto que se desea pero que no se puede definir, pues afecta a todos los planos de nuestra expresión humana y al conjunto en su totalidad.¿Dónde radica la felicidad? ¿En las satisfacciones materiales y sensibles? ¿En los sentimientos? ¿En la tranquilidad psicológica? ¿En una buena suma de conocimientos? ¿En una respetable certeza espiritual? ¿Está en uno sólo de ellos o en todos a la vez?
 

 
La mayoría de las personas entiende la felicidad de manera algo abstracta, colocándola desde el principio tan lejos y tan alto, que todo esfuerzo por alcanzarla se vuelve estéril.
 
El problema es evidente: no sabemos en qué consiste la felicidad, pues cada vez que creemos lograrla, advertimos que no llegamos al estado de plenitud que nos habíamos propuesto.
 
Se impone pues revisar nuestras ideas y consiguientes actitudes. Debemos aclarar nuestros objetivos. ¿Qué es la felicidad para cada uno de nosotros? Resulta mucho más útil empezar por cosas sencillas, al alcance de nuestras posibilidades y bien concretas ya sea en el plano físico o espiritual. Preguntarnos si nos gusta pasear, leer, meditar o rezar; al analizar cada cual su esquema personal sabrá descubrir su cuota de felicidad.
 
Damos algunas pautas para encontrar qué cosa nos gusta verdaderamente:
 
El cuerpo tiene sus satisfacciones y al contrario de lo que supone, éstas no siempre se hallan en los sentidos.
 
La psiquis requiere su propia dicha; y al contrario de lo que cree la mayoría, ésta no deriva de sentirse amado o comprendido, sino de saber amar y comprender, incluyéndose uno mismo sin caer en el egoísmo ciego.
 
La mente no es feliz acumulando conocimientos, sino borrando dudas. Valen más unas pocas ideas que mil conceptos sin relación entre sí y sin practicidad para la vida diaria.
 
Y el espíritu, aunque no del todo presente y desarrollado, tiene sus metas a las que casi nunca llegamos porque ni siquiera prestamos atención a esa cúspide escondida entre las nubes de la personalidad. Al espíritu le satisfacen los alimentos espirituales y nosotros estamos en condición de poderlos ofrecer con sólo vivir digna y eficazmente un Ideal.
 
Sabemos que somos felices cuando empezamos a disfrutar de las cosas sencillas, cuando la sonrisa surja fácilmente en nuestros labios, cuando estemos atentos a aprender algo nuevo todos los días y avanzar sin prisa y sin pausa hacia las metas que nos hemos trazado.
 
Descubrir que somos auténticos seres humanos y no simples accidentes existenciales, descubrir que podemos vivir mucho más allá de nuestras apetencias sensibles; descubrir que podemos dirigir nuestros sentimientos para no herir a los demás y no herirnos a nosotros mismos; descubrir que el mundo está lleno de belleza y armonía aunque no siempre se muestren claramente; todo ello hace brotar una sana alegría interior que podríamos definir con bastante acierto como felicidad.
 
Delia Steinberg Guzmán
Directora Internacional de Nueva Acrópolis
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