La conciencia y el fenómeno humano. Dr. Jorge Carvajal
LA CONCIENCIA Y EL FENÓMENO HUMANO
Ves y un universo nace dentro de ti. Oyes y naces a una música interior. Escuchas y todas tus células resuenan y danzan. Te callas y accedes al silencio del que nace todo.
Conciencia, la que lleva el electrón con su carga, la que se precipita desde el patrón de ordenamiento sutil del arquetipo. Conciencia el proceso por el cual la luz se hace implícita en la materia y se libera en la energía que nutre el trabajo y al poema. Conciencia es el ritmo circadiano de la luz y de la sombra, el contraste del crepúsculo y la aurora, el perenne encuentro del cielo y de la tierra. Conciencia, la cualidad de todo, el cómo y la relación revestida de alegría o de tristeza, de carga eléctrica o magnética, de idea, luz, materia, sol, galaxia, agujero negro.
Miles de millones de años condensados en el instante sublime de presencia, cuando la lejana estrella produce una descarga de fotones en el fondo de tus ojos. Un instante irrepetible se ha quedado grabado como revelarte la unidad. Este sentimiento irrepetible de ser parte del sol naciente, esta desazón de lo que se pierde, esta tenue alegría de la inocencia leve y breve que cuando llega ya se va. Esta incertidumbre como única verdad. Conciencia.
No saber que no se sabe hasta saberlo y sentir la fluidez de la humildad. Esta aceptación de lo que es para poderlo transformar. Conciencia.
Esta subjetividad que relativiza toda ley. Esta objetividad que demarca el límite de la libertad. Este anhelo de paz, conciencia.
La experiencia del ritmo nacido de las pausas, el recóndito sentir de esa quinta esencia que algunos llaman alma. Conciencia.
Aunque no nos hubiéramos nunca dado cuenta allí estaba la conciencia continente de todo continente, contenido de todo contenido, sentido de toda dirección.
Moviéndose en la dirección del centro, tocando el corazón nuclear de cada cosa.
Conciencia en el sentir y en el pensar, en la alquimia que ha unido la cabeza al corazón, en la generosidad ilimitada de ofrendarse y entregarse.
La conciencia y el fenómeno humano
Somos en proceso no acabados, ni completos, con el profundo anhelo de sentido, buscando por mil rutas el sentido hasta que nos convertimos en proceso y en camino. Procesos de relaciones que nunca acaban de completarse y abren puertas a patrones de diseños y tejidos siempre nuevos.
Justo allí donde la conciencia se hace reflexiva, e interactúa consigo misma para auto recrearse y expresarse en su faceta superior de conciencia creativa, se revela el fenómeno humano. Devolverse sobre los propios pasos, regresar, interiorizarse y reconocerse para proyectarse originalmente… tantas puertas se abren cuando la evolución alcanza la dimensión de lo humano, que podríamos vislumbrar la propia humanidad como un océano al que tributan los glaciares derretidos de la conciencia mineral que ascienden como savia vegetal al lugar donde el rojo de la sangre enciende el movimiento y el profundo anhelo latente en toda la evolución: la libertad.
En la humanidad, todas las corrientes se sintetizan, se disuelven, se resuelven en un nivel de conciencia emergente que permite a todo lo creado ser partícipe del proceso de creación. Lo humano más que un destino es un camino evolutivo de regreso, una contracción hacia la síntesis después de que el universo se ha expandido. La conciencia reflexiva es contracción, un viaje al interior hacia el vacío del que todo cuanto existe ha nacido.
En lo humano la evolución ha dejado de expandirse hacia la periferia y se ordena en la dirección del punto de partida, profundizándose y abarcando, más allá del mundo de las cantidades, nuevos modos y cualidades de relación. La vida se reinventa a sí misma y todas las fuerzas creativas plasmadoras bullen, se reúnen y se complementan, creando a través de la humanización una emergencia creadora impredecible. Esto nos regresa a la inocencia. Estamos siempre naciendo. Nunca hemos dejado de ser nuevos. En un fluido permanente hay algo que no envejece, aunque el cuerpo decline, algo siempre nuevo y distinto afirmando una identidad que nunca es igual a sí misma.
Alumbrar adentro
Cuántos miles de millones de años para estar ahora, aquí, sintiendo en el agujero negro de esta vida las miríadas de vidas condensadas hablando tu lenguaje.
Alaska Australia, Eurasia, Afroamérica todas las dimensiones de Pangea con sus tejidos vitales ascendiendo hasta tus células para cantar con tu voz única el canto de todos los átomos de Gaia, fundidos en la corriente ascendente a las estrellas.
Atracciones electromagnéticas y gravitacionales, interacciones fuertes y débiles, amores, olvidos y recuerdos en un abigarrado campo de relaciones que se tejen y desgarran, el gran campo contiene la vida latente y expresada en explosiones e implosiones, nacimientos y muertes.
Todo este campo infinito precipitado ahora en tu presencia, misteriosa y única, afirmando el todo al modo tuyo, paisajeando el mundo, saboreándolo, sufriéndolo, gozándolo. Conciencia y vida, mente, partícula, quasares multiversos, la misma cuerda vibrando tensa, atada a tus manos, envolviendo la caricia. Resonando en tu corazón.
Cierra los ojos, cállate y exprésate desde el fondo de ti, allí donde está naciendo y muriendo ahora mismo el mundo. Alumbra adentro y en el fondo de tus sombras verás la única luz que las proyecta. Es la misma luz que fue al principio de todo, la misma sombra proyectada de las cosas que se ocultan de sí mismas.
Fuente: www.sintergetica.org
Dr. Jorge Carvajal Posada
Artículo publicado en Espacio Humano