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Ecoaldeas

Ecoaldeas: un espacio de belleza y salud

Tanto en nuestro país como en diferentes partes del mundo, las ecoaldeas ofrecen una oportunidad para todos aquellos que se interesan por habitar un espacio ecológico y comunitario.  
La ecoaldea es un asentamiento a escala humana, de rasgos holísticos, donde las actividades humanas están integradas al mundo natural de manera no dañina, de tal forma que apoyen un desarrollo humano saludable, que pueda continuar indefinidamente en el futuro. 

Fuente: www.mundonuevo.cl

Se trata de personas que, frente al deterioro de la calidad de vida propio de las grandes ciudades
  
y la destrucción del medio ambiente que éste desgraciadamente ha implicado, deciden habitar un espacio que se caracteriza por ser ecológico y comunitario.

   Son lugares que, integrados ya sea por una decena o un centenar de personas, proponen un nuevo tipo de relaciones cooperativas y, por lo mismo, más humanas, en que se contemplan las funciones de una vida normal, como vivienda, alimento, industria, descanso y vida social en una escala equilibrada. En lugar del acostumbrado fin de dominar la naturaleza, se busca un encuentro con ella, que permita un desarrollo saludable del ser humano, lo que implica un crecimiento integral y equilibrado en los planos físico, emocional, mental y espiritual.

   A pesar de que para muchos lectores puede parecer un sueño, se trata de una realidad que con trabajo y mucha paciencia se lleva a cabo no sólo en nuestro país, sino también a escala planetaria, a través de una red mundial integrada por medio centenar de aldeas ecológicas en el mundo.

   Esta idea nace en los años sesenta, cuando aparecen las primeras ecoaldeas y se formula el concepto de permacultura, que consiste básicamente en la combinación de un respeto profundo por la naturaleza con la sustentabilidad económica.

   Luego de cuarenta años del inicio del “movimiento verde”, que comenzó con mayor presencia en América del Norte y Europa, hoy nos encontramos ante una expansión general a nivel planetario.

   A las ecoaldeas chilenas (Portezuelo y Pualafquén), se suman otras experiencias a diferente escala en países como Argentina, México, Sudáfrica, India y Sri Lanka, donde una red de más de diez mil aldeas, con alrededor de nueve millones de habitantes, ha alcanzado la sustentabilidad alimentaria, comprobando la tesis de que la permacultura, una vez equilibrado el ecosistema, asegura su propia sustentabilidad.

Características de las Ecoaldeas

   La construcción de un hábitat que respete el entorno es una de las principales características que definen el paisaje y las virtudes de las ecoaldeas.

   De esta manera, en el área de la construcción ambiental, una ecoaldea debería contemplar el empleo de materiales naturales, el uso de fuentes energéticas renovables y la minimización de la necesidad de transporte motorizado, a lo que se suma el desafío de que las construcciones albergadas en su interior tengan un equilibrio entre lugares públicos y privados, que estimulen de esta forma la interacción comunitaria y den cabida a espacios de diversidad y creatividad.

   Por lo general, las construcciones priorizan criterios estéticos y técnicos que se adecuen a su entorno.
Uno de los sistemas más utilizados es el cordwood, que consiste en albañilería con leños, que garantiza una larga duración. No se trata de una idea nueva, ya que en países como Francia se ha utilizado con excelentes resultados en casas que ya cuentan con cuatrocientos años de antigüedad. Las paredes de treinta centímetros de espesor, propias de estas construcciones, tienen un excelente aislamiento, que permite aprovechar y retener el fresco o el calor según la época del año.

   Pero no es ésta la única opción, pues como la idea es respetar el ecosistema existente en cada una de las aldeas, las construcciones se adaptan al entorno y a los materiales ofrecidos por éste, de manera que se pueden encontrar construcciones en las que se utiliza no sólo madera, sino también piedra, mezclas de materiales provenientes de la tierra, reciclando de paso espacios preexistentes.

   También la producción de los alimentos y de energía en la mayoría de los casos se integra con este hábitat. Un ejemplo es el método utilizado en la ecovilla argentina “Gaia”, donde el régimen de vientos de la Pampa Húmeda favorece el uso de la energía eólica asegurando, de esta manera, todos los servicios de la vida urbana, incluso el acceso a Internet y la obtención de agua potable de napa.
A este caso, se suman muchos otros en los que los requerimientos básicos se obtienen mediante la energía solar, la leña, reciclando de esta manera técnicas de diversos orígenes, como de la cultura mapuche en el caso chileno, destacando así la importancia de la interacción e intercambio de información de las distintas ecoaldeas del mundo no sólo entre sí, sino también con culturas ancestrales.

   Así como una de las principales características de las ecoaldeas es este respeto por el entorno a nivel arquitectónico, existe un gran cuidado por generar espacios libres de contaminación, donde los cultivos orgánicos y armónicos con el hábitat dan lugar a experiencias productivas en las que se logra una perfecta complementación entre métodos de tipo artesanal e industrial en pequeña escala.

   A todo lo anterior, se suma el desafío por llegar a la construcción de relaciones que, basadas en el respeto, permitan una armonía en la asignación de recursos y la distribución de excedentes, pues como señalan los partícipes en este proyecto, se trata de plantear no sólo un espacio físico, sino también un espacio para un nuevo modelo de relaciones en las que, en contraste con las que se dan en los grandes asentamientos humanos donde el principal criterio es el de la gran escala y el de la especialización, se opta por una integración de las funciones.
 
Lo anterior no implica que las ecoaldeas pretendan ser completamente autosuficientes y aisladas, sino que más bien se busca un contacto mutuo y permanente con comunidades vecinas, donde se establece un espacio para el aprendizaje y la comunicación.  

   Un ejemplo de esto son las actividades desarrolladas por el ecopueblo Pualafquén, ubicado a pocos kilómetros del balneario de Coñaripe y del Lago Calafquén, y colindante con la reserva ecológica que lleva el mismo nombre de la ecoaldea. Como señala Hans Hebel, uno de los gestores del proyecto, “en este momento, se están desarrollando varios proyectos de silvicultura sostenible, agricultura orgánica y floricultura, además del desarrollo de la artesanía local en lana y madera. Del mismo modo, se han logrado progresos en la educación básica de los niños y niñas del sector. En ese sentido, se está capacitando a maestros rurales en las artes de la construcción ecológica tratando también de formar conciencia comunitaria en los vecinos del sector”.

   De igual forma, en la ecoaldea “Portezuelo”, ubicada en la Región del Maule, a cincuenta kilómetros de distancia de los embalses Colbún y Machicura y cercana a las termas de Panimávida y Quinamávida, se desarrollan talleres en torno al concepto de permacultura, terapias, sanaciones y artesanía de la zona.

Tareas y Desafíos

   Es importante destacar que, a pesar de que la palabra ecoaldea en un primer momento puede sugerir la idea de una aldea rural tradicional, de tecnología precaria, la experiencia muestra lo contrario, ya que el término pretende más bien enfatizar la importancia de la dimensión social de la “comunidad”, ya sea en un ambiente rural o urbano. De esta manera, los habitantes de las ecoaldeas no rechazan la tecnología moderna, sino que promueven su uso de una manera sustentable, es decir, tratando de construir asentamientos que satisfagan los requerimientos de la comunidad. Tal como señala el Dr. J.T. Ross Jackson en su documento sobre el movimiento ecoaldeas, se trata de crear un espacio “que provea una alta calidad de vida sin tomar más de la tierra que lo que se le devuelve. Aspiramos a una sociedad que no niegue la tecnología existente, pero que considere la tecnología como un sirviente y no como un amo.”

   Otro de los desafíos que deben resolver los habitantes de estos asentamientos es el desarrollo de un sistema económico capaz de sostener el desenvolvimiento humano, partiendo del principio de la equidad y de la no-explotación de las personas. Por lo mismo, los proyectos se enfocan hacia determinar y desarrollar actividades económicas sustentables en relación tanto con los aldeanos como con el ambiente, lo que claramente dependerá de las características de cada lugar y de las capacidades de sus habitantes.

   El sistema político que se adoptará es otro punto crucial, es decir, cómo se tomarán las decisiones y cómo se harán cumplir las decisiones comunitarias. Las posibilidades son tan amplias como la cantidad de ecoaldeas existentes; pero está claro que, con diferentes matices, el concepto que prima es el de re-establecer el concepto de comunidad.

   De esta manera, las propuestas ofrecidas por las diferentes ecoaldeas constituyen no sólo un desafío para sí mismas, sino también un amplio campo de experimentación y de aprendizaje en pequeña escala, cuyos resultados pueden probar que son posibles otras formas alternativas de vida, en armonía con el planeta.

   Aunque en la actualidad muchos de los participantes de estos proyectos concuerdan en que no hay ecoaldeas “terminadas”, que cumplan con los requisitos de la definición de ecoaldea, lo que existe son muchos grupos distintos, con diferentes grados de desarrollo, cuyos esfuerzos están focalizados hacia demostrar la posibilidad de alcanzar estos patrones concretos de vida sustentable.

Nuestro País

   En Chile, existen las dos ecoaldeas ya mencionadas, Pualafquén y Portezuelo, cuyos integrantes trabajan con paciencia y esfuerzo para llevar a cabo cada uno de los proyectos.

   Como señala Hans Hebel, gestor del ecopueblo Pualafquén, la motivación que los impulsa es la de “crear un espacio que permita el contacto directo con la naturaleza, para reencontrarse consigo mismo inserto en la creación divina, enseñar nuevas tecnologías blandas de ecoconstrucción, crear un vínculo simbiótico entre los fundadores del ecopueblo y su entorno social predominantemente mapuche y, finalmente, crear conciencia respecto a los valores transgeneracionales.
 

   Del mismo modo, Mario Contreras, fundador de la ecoaldea Portezuelo, señala “para quienes compartimos sin duda alguna el estado de crisis de la sociedad capitalista, el hedonismo consumista que privilegia las “cosas”, desplazando a las personas, especialmente en la relación de las mismas entre sí y con el resto de la Naturaleza, se hace imprescindible llevar a cabo la posibilidad de una transición  
hacia un modo de vida en el que la gente y los seres vivos puedan disfrutar en forma equitativa y armónica de un bienestar estable.

    Es un trabajo arduo y que se relaciona directamente con el mejoramiento de la calidad de vida no sólo de los habitantes de la ecoaldea, sino también del entorno. Como señala Hans Hebel, “la tarea no comienza con el trabajo como tal, sino con la creación de conciencia en el colectivo, cosa nada fácil si se considera el altísimo grado de cesantía, analfabetismo y alcoholismo en el sector deslindante al ecopueblo. Pero en la medida en que se generan empleos, estos mismos vecinos, aparentemente condenados a su condición de vida sacrificada, adquieren caras iluminadas mientras logran estabilizarse en su alimentación y en otras necesidades básicas. En este momento, son aproximadamente veinte familias del sector las que han encontrado trabajo en el ecopueblo y se espera que con la llegada de la electrificación subterránea, este número aumente a cien dentro de los próximos dos años”.

   En cuanto a las motivaciones básicas que parecen ser comunes no sólo a las ecoaldeas de nuestro país sino también a los cientos de asentamientos de esta naturaleza en todo el mundo, Mario Contreras señala: “la idea básica es integrar un grupo de ecoaldeanos que, sin apartarse del mundo, puedan ir creando una alternativa modelo, tan buena, que cualquiera quiera imitar; desde luego, con el firme compromiso de trabajar sobre sí mismo, día a día, de manera de abortar desde el comienzo cualquier desavenencia que vaya en perjuicio del grupo y de su armonía. Con disciplina, pero a su vez con celebración y gozo, la norma sería: Primero los demás, y ojalá con pocas reglas, claras y simples. Es un hecho que grandes corporaciones funcionan con reglas mínimas; con la diferencia de que las nuestras serán fruto de nuestro consenso. Tampoco vamos a desconocer el hecho de que vivir en comunidad es un tremendo desafío a nuestra personalidad, a nuestro ego. Probablemente sea la prueba más rigurosa que debamos pasar si queremos ser los parteros de la generación venidera. El desafío no es para cualquiera.”

Al consultar a Hans Hebel sobre el perfil de la gente que se interesa por participar del proyecto, señala que “generalmente se trata de personas con formación profesional, criterio formado y un deseo de llegar más allá de las apariencias superficiales de la vida urbana que condicionan gran parte de la vida cotidiana. Son personas que buscan autenticidad, la belleza de lo simple y lo natural, que prefieren tomar agua con la mano, de una vertiente de agua cristalina, antes que una Coca-Cola en un recinto cerrado”.

   Ambos proyectos pretenden, de esta manera, convertirse en una instancia de permanente crecimiento personal e intercambio multicultural, con una importante presencia de vida espiritual canalizada en talleres y retiros, que permitan el logro de una vida más integra y conectada con la naturaleza.
Es una opción a la que se invita a todos aquellos que están en la búsqueda de estilos de vida diferentes, que permitan la búsqueda y el encuentro consigo mismos, y con un entorno de vida sustentable y comunitario.
 
Por Ma. José Ferrada Lefenda

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