El arte de la convivencia
La convivencia en pareja trae consigo un sinfín de retos, factibles de superar si se logra definir un verdadero proyecto en común. Todo es cuestión de conocerse, aceptarse y crecer
Fuente: http://www.estampas.com/
por BETZY BARRAGÁN | JUEVES 24 DE SEPTIEMBRE DE 2009
La palabra pareja deriva de dos vocablos: par, que significa igual, parecido, duplicidad; y eja, que alude a algo que parece, pero no es, que no llega a ser. “La relación de pareja es un vínculo que establecemos con otro que parece ser un igual, pero ¡no lo es! Y este hecho es a la vez factor de todo lo malo que puede ocurrir, y de aquello por lo que tiene sentido estar compartiendo mi vida con alguien”, plantea el conocido autor y terapeuta Jorge Bucay.
Por otro lado, la psicóloga Franca Trezza, también especialista en parejas, coloca en el tapete una definición de pareja bastante particular: “La pareja es lo que resulta cuando dos familias envían sus ejércitos al campo de batalla para ver quién gana”. Todo parece indicar que el hecho de decidirse a caminar de la mano con alguien que se cree es afín, implica superar escollos y desafíos, de los que es probable no salir ileso.
Tal vez estén divididas las opiniones acerca de si, hoy en día, es posible llevar una vida de pareja perdurable. Si bien muchos pensarán que el ritmo de vida actual, de competencia entre hombres y mujeres, conduce a una segura soledad y alejamiento de la figura del matrimonio, no es menos cierto que otros expresarán que, aún con los obstáculos que impone el mundo moderno, vale la pena seguir apostando al “nosotros dos”, al “tú y yo”.
Etapas de la convivencia
Franca Trezza denomina como ciclos a los distintos momentos o hitos que se experimentan a lo largo del tiempo de relación.
Distingue seis:
1. La constitución de la pareja. Dos personas se encuentran, se atraen y deciden ser novios. Tiene que haber un acuerdo mutuo, un compromiso aceptado y asumido por los dos. En esta fase se suele ver todo color de rosa, puesto que es cuando el enamoramiento está en su pleno apogeo. El amor y la pasión parecen no tener fin, tanto es así, que es casi imposible darse cuenta de las imperfecciones que tiene cada cual; aquí, definitivamente, aún “el amor es ciego”. Los conflictos suelen ser pasajeros, sin embargo, en este momento ya se pueden advertir las causas más comunes que marcarán los encuentros y desencuentros por los que pasará la pareja. Muchos novios suelen pensar que las fuertes diferencias que se tienen se disiparán al casarse. Pero lo cierto es que, si no se superan en su debido momento, serán la causa de rupturas o frustraciones.
2. El matrimonio o unión de hecho. El inicio de la convivencia trae consigo varias lecciones que aprender. La primera y principal es el adaptarse a los particulares hábitos que tiene cada uno, lidiar con las costumbres de él o de ella. Las familias de origen juegan un papel importantísimo en esta etapa, algunas se inmiscuyen hasta en el más mínimo detalle, y son causales de fuertes enfrentamientos; “yo me casé contigo, no con tu mamá” será una frase común en las discusiones de parejas que no hayan establecido claramente los límites con sus familiares, que serán muy difíciles de crear si existe dependencia económica o inmadurez para resolver los problemas particulares. “Cuando los esposos logren conciliar y armonizar qué es lo que trae cada uno, podrán definir su propio proyecto de vida que guiará su futuro en común”, advierte Trezza.
3. El nacimiento del primer hijo. Es el hito más importante de la vida en común, un momento de mucha felicidad pero que implica fuertes presiones constantes. “Es una crisis que exige un reacomodo de todos los aspectos de la vida, desde el sexual, pasando por la distribución del tiempo y las tareas en el hogar, hasta el económico”, aclara la especialista. Es tan avasallante el rol de padre, que muchas veces la pareja se queda estancada y se anula en su intimidad. Lo importante aquí es compartir las responsabilidades; si todo recae en alguno de los dos, viene el hastío y comienza la ruptura de la relación. Algunos matrimonios deciden tener hijos suponiendo que éstos van a lograr recuperar una relación perdida, que van a reparar ese vínculo casi roto y, lamentablemente, lo que ocurre es que se acentúan las dificultades.
4. Cuando los hijos están en edad escolar y en la adolescencia. Esta es una etapa de grandes demandas: está el reto de ser buenos padres, excelentes profesionales y pareja dedicada; y establecer un equilibrio entre estos tres aspectos genera mucho estrés. A esta etapa se puede haber llegado sin resolver un asunto importante: la diferenciación entre el rol de padres y el de compañeros íntimos. Si la pareja se ha quedado solamente en las responsabilidades como progenitores, es probable que la relación esté sucumbiendo ante la cotidianidad. Frente a esta situación, el psicólogo chileno Roberto Opazo, señala lo siguiente: “Prioridad es que los hijos sean muy queridos, muy valorados, eso no debe ser negociable, la felicidad se construye desde la pareja hacia los hijos y no desde los hijos a la pareja. Los niños se van nutriendo de papás que funcionan. Hay mucha felicidad que se irradia a los hijos cuando ven a los padres felices. En cambio, es muy difícil que mejore el trato directo de los esposos si se relacionan sólo en función de los hijos”. Por otro lado, casualmente, la adolescencia de los hijos coincide con la crisis de la edad media de los padres. Tanto la pareja como los hijos se encuentran en un período de transición, los hijos no soportan a sus padres y los padres no saben qué hacer con los hijos. Se está atravesando un momento de reflexión, de medición de logros, de pérdida de atractivo físico. Este último punto, puede provocar que algunas personas busquen estímulo con personas más jóvenes, y quieran comprobar que todavía pueden atraer a alguien que consideren atractivo.
5. La emancipación de los hijos. Cuando los hijos se van a hacer su vida y la casa queda vacía, pueden ocurrir dos cosas: la primera, que la pareja se dé cuenta de que el tiempo los ha convertido en dos perfectos desconocidos, que el vínculo que los tenía unidos era la crianza de los hijos, y con éstos ya crecidos e independizados, la relación ha mermado; la manipulación y el culpar al otro de “mis carencias” son características de este contexto. Y la segunda que puede suceder es que se haya logrado una verdadera y profunda intimidad donde los defectos son tolerados, que las distintas experiencias, a lo largo de la vida en común, hayan permitido que se formaran cimientos fuertes. En estas circunstancias, la relación es capaz de experimentar un renacer, una redefinición, en la que la madurez y la comprensión ya no son aspiraciones, sino una tranquilizante realidad, que libera y facilita el reenamoramiento mutuo, y allana el camino para la planificación de un nuevo proyecto común.
6. La vejez. La pérdida de las destrezas tanto físicas como intelectuales, y el enfrentamiento con la posibilidad de quedar solos serán los aspectos que marcarán esta etapa. A algunas personas puede sucederles que, cuando ya están en el papel de abuelos, tienden a inmiscuirse excesivamente en las familias de sus hijos, entorpeciendo la independencia y libertad para el desarrollo de la nueva pareja; aquí se estaría dando la misma particularidad que, tal vez, enfrentó la pareja al comienzo de su relación. Sin embargo, esta fase ofrece la posibilidad de renovación y reflexión en cuanto al valor de estar “todavía juntos”. “Finalmente, tras haber aprendido lo aprendido —expresa Bucay— se llega con suerte a la madurez de la pareja, a veces coincidiendo con la paternidad de los hijos. Al lado de mi pareja debo aprender entonces a aceptar mis limitaciones, a no vivir la vida de otros, a defender mi dignidad, a no pedir permisos ni dar explicaciones si no quiero. Aprendo a vivir la trilogía de la reconquista y el reencuentro: Libertad, tiempo y conciencia”.
Los retos a vencer
El querer estar juntos en armonía, compartir objetivos en común, desarrollar un proyecto de vida, conlleva una serie de retos, que pueden presentarse indistintamente en cada uno de los ciclos antes mencionados. Los más analizados por los especialistas son los siguientes:
›› La sexualidad: Es de vital importancia entender que la búsqueda de placer no es una actividad que realiza por separado cada uno de los miembros de la pareja. Conocerse y complementarse íntimamente implica un esfuerzo consciente y decidido, que se verá reflejado en la satisfacción mutua. Saber que la pasión desbordante que existía al comienzo de la relación va a ir cediendo terreno a una forma más sosegada de amarse, que no es sinónimo de pérdida de atractivo sino de acomodo ante las distintas tareas que se tienen dentro de la convivencia, dará lugar a una entrega madura y satisfactoria.
›› Las actividades en común: Preocuparse por cultivar el mundo interior individual es una buena estrategia para mantener el interés del otro; además, posibilitará el surgimiento de nuevas afinidades y proyectos antes desconocidos. Por el contrario, muy probablemente se empobrecerá la relación si sólo se comparten, a lo sumo, los momentos frente al televisor. Si el inconveniente radica en que a ella le gusta el cine y a él el beisbol, entonces habrá que negociar los días de película y los días deportivos, pero no con amargura, sino con el compromiso de disfrutar juntos.
›› La comunicación efectiva: Se debe tratar de explicar abiertamente los deseos y las expectativas que se tienen. Ser asertivos en la medida de lo posible; sin humillar, descalificar, ofender o herir al otro se pueden comunicar las opiniones, sentimientos y necesidades inherentes a la relación. Es preciso fijarse en lo que se va a decir, y en cómo y dónde se va a decir. Se trata, sobre todo, de desarrollar ciertas habilidades que permitirán poder escuchar, dejando hablar al otro sin juzgar, y con el firme propósito de razonar y lograr el entendimiento.
›› Manejo de los conflictos: Eludir constantemente las peleas y, con esto, pretender que “no sucede nada”, sólo conseguirá que se acumulen rencores que indudablemente entorpecerán la relación. Bucay afirma: “cada discusión, cada pelea y cada desencuentro debe ser tomado como una oportunidad para ver aspectos de mí que no puedo ver por mí mismo. Algunos rasgos de nosotros, los más internos y significativos, permanecen ocultos hasta que un espejo nos los muestra; y el mejor, el más fiel y el más agudo de nuestros espejos del alma es una pareja estable”.
›› Sucumbir a la rutina: Es indispensable reinventar la relación cada cierto tiempo para evitar caer en el aburrimiento; volver un poco a las locuras del noviazgo, permitir el afianzamiento de ese espacio individual que luego funcionará como factor de encuentro. Se trata de ser creativo en el compartir; disfrutar, saborear detenidamente cada situación por pequeña que sea. Para lograrlo, la pareja debe acordar y planificar los “escapes de la rutina”, no es necesario esperar a las vacaciones, siempre será posible encontrar un espacio para el goce de los dos.