“El gran cambio de Chile será un cambio de conciencia…”
Alfredo Sfeir Younis, candidato a la Presidencia
El reconocido economista, líder espiritual y hoy candidato presidencial por el Partido Ecologista Verde, conversó con Revista SOMOS sobre la urgencia de dar un giro a la conciencia colectiva del ser humano, desde el sector público y la política, acercándonos a la naturaleza.
Fuente : http://www.revistasomos.cl/
Por Eva Débia
Alfredo Sfeir Younis habla pausado pero enérgicamente. Con su bagaje como expositor ante las principales organizaciones administrativas, políticas e institucionales a nivel mundial, posee un magnetismo inmediato sobre quien lo oye.
Este economista con postítulos en las universidades de Rhode Island, Harvard y Winsconsin, es reconocido internacionalmente como el primer economista ambiental del mundo; ingresó al Banco Mundial en 1976, y desde allí se desempeñó en distintos cargos estratégicos: fue economista agrícola principal para el África del Oeste, líder en la formulación de políticas y programas ecológicos y medioambientales, Director de la oficina del Banco Mundial en Nueva York y Ginebra, y vocero en materia de derechos humanos.
El espíritu inquieto de Alfredo no quedó allí; sirvió como Representante Especial del Banco Mundial ante Naciones Unidas, y la Organización Mundial de Comercio entre 1996 y 2003. En cada una de estas instancias, buscó promover los derechos humanos, la protección y el manejo del medioambiente, la paz mundial y la justicia social.
En este camino, se transformó en el precursor de un nuevo sistema que combina espiritualidad, política y economía, trabajando arduamente en la gestión de programas para la erradicación de la pobreza, el rol de los pueblos indígenas, el desarrollo sostenible de la pesca y la silvicultura, la conservación y el uso sustentable del agua, el combate contra la desertificación, la promoción de la biodiversidad, la cultura y la espiritualidad en desarrollo sustentable, y la medicina alternativa.
Su búsqueda ha sido intensa, y su llamado, profundo. No en vano los sacerdotes mayas en Guatemala lo bautizaron iniciáticamente como Camalbé, que significa el guerrero autosuficiente que va adelante, abriendo camino.
De vuelta en Chile, el maestro accedió a conversar con Revista Somos para reflexionar sobre los cambios necesarios en el sistema público, la importancia de crear conciencia colectiva y, por sobre todas las cosas, de hacer un profundo llamado a la espiritualidad.
Vocación profesional
Al ser consultado por cómo llega a cruzar la economía, el medio ambiente y la espiritualidad, Alfredo explica que nunca tuvo la intención cierta de estudiar economía ambiental: “Vengo de una familia que me hizo pasar las vacaciones en la región de Colchagua, cerca de la represa Rapel, en el campo de un padrino. Allá las vacaciones no eran sinónimo de no hacer nada, todo lo contrario; así aprendí a entender esta relación con la naturaleza”.
Después, se fue a los Estados Unidos, pues quería ser un teórico económico. Pensaba que terminando su Doctorado, no volvería a ver la teoría. Relata que llegó a South Kingston, el Rhode Island, “sin saber siquiera pronunciar el nombre de la Universidad”, específicamente al Departamento de Oceanografía y Recursos Naturales, donde en un semestre “me entrenaron en todo tipo de cosas…”
Sin embargo, Sfeir Younis quiso estudiar teoría, así que se cambió a la Universidad de Winsconsin, y frente a una dificultad técnica con su matrícula, le informaron que en el Departamento de Economía Agrícola se estaba impartiendo un nuevo Doctorado en Recursos Naturales y Medio Ambiente. Ahí le dieron la oportunidad de hacer su major field en Economía, aunque finalmente lo hizo en Comercio y Finanzas Internacionales.
En materia espiritual, su camino fue sutilmente distinto, pero complementario. “Me empecé a dar cuenta de que no puede haber espiritualidad sin naturaleza, ni puede haber naturaleza sin espiritualidad. Si uno ve la vida de todos los grandes líderes espirituales, todos ellos estuvieron en el bosque o el desierto, peregrinaron, etc”.
Tras muchos años, encontró que había una ley de coherencia y equilibrio entre la calidad del medio ambiente y la capacidad de avanzar espiritualmente: “Por eso hoy tenemos esta preocupación sobre el medioambiente desde diversos puntos de vista, como un nicho donde se reencarnan los grandes seres de luz; si el medio ambiente se destruye, no hay ninguna posibilidad de que estos seres de luz vengan a la Tierra, porque no hay una sincronía entre esa ley y el nivel espiritual. Por eso, de repente nos pegan los tsunamis, los huracanes y los terremotos, ya que la Tierra no es un planeta solo de nosotros, sino de muchos otros”.
También, aclara, existe un cruce de derechos. Estuvo nueve años en la Comisión de Derechos Humanos, representando al Banco Mundial, “y ahí traté de hacer una contribución, aunque fuera un granito de arena, a dos conceptos: uno, el derecho al desarrollo, para que los países se puedan desenvolver libremente y no empujados por fuerzas externas, y el otro es el derecho ecológico y medioambiental”.
El Instituto
Decidido a crear caminos, Alfredo establece en 2005 la Fundación Instituto Zambuling para la Transformación Humana, con sede en Estados Unidos, Chile, Portugal y Bélgica.
Esta instancia no entrega fondos ni recursos (“Para eso están la CORFO y otras instancias”, indica Alfredo); la Fundación es una noción cibernética; no hay edificio, ni secretaria. “Tenemos la intención de generar una red para colaborar, como por ejemplo, en los programas por la paz: árboles, abejas, semillas, hortalizas. Siempre estamos en contacto con el otro, en una circunstancia de co gobernabilidad y de retroalimentación de lo que se hace”.
“La Fundación está en tu propio corazón, en tu camino, en tu alma, porque la espiritualidad tiene que ir a la gente y no al revés. Y esto tiene que ver con que también se ha mercantilizado la espiritualidad, se le ha dado lucro. Hoy, cada fin de semana abundan las charlas donde te entregan diplomas a cambio de dinero, acreditándote en una supuesta espiritualidad”.
Y agrega que lo mismo sucede en la salud: “Cuando era chico, frente a mi casa pasaba un señor con un carrito que gritaba ‘boldo pal hígado’… Hoy, la gente paga $30.000 por glucosamina. Sin embargo, en el camino de las farmacias naturales también entró el lucro, hoy hay 200 farmacias de este tipo en Santiago”.
“Esto es como la computadora: el hacker, que hace el virus, también vende el antivirus para el mal que él mismo creó. Es un sistema corrupto, y el Instituto busca exactamente lo contrario: por eso no cobro por mis seminarios o encuentros, porque nada de lo que yo pueda entregar es mío”.
El Instituto fue una respuesta al deseo de acelerar las cosas, entendiendo que la parte más importante de la espiritualidad es lo público. Alfredo plantea que la energía de la espiritualidad es como un embudo al revés: “Tú haces tu trabajo, sales a lo externo, te transformas -o transformas-, para luego volver a lo interno. Y este movimiento es la espiritualidad”.
Entonces, el Instituto se dedica a ver cómo la espiritualidad se interna en la política, en la economía, en la gobernabilidad, en la democracia, en fin, en todo lo que es público. “Si no, hay una contradicción de términos: tenemos una gran práctica espiritual entre comillas, pero nuestro entorno está pésimo. O, al revés: el entorno está muy bien, pero yo me quiero suicidar”.
“Creo que eso es lo que debemos empezar a mirar. Acabo de estar en Calama, y es una tragedia. Se produce el 20% del cobre del mundo, y tiene la peor expectativa de vida de Chile. Está saturada desde la perspectiva de la contaminación del aire. Tienen altísimo porcentaje de sulfuro, arsénico y yodo en el agua; entonces, no entiendo cómo se hace un método productivo vertical, sin ir a lo horizontal. Los que nos beneficiamos con el cobre aquí en Santiago no estamos pagando el costo social y humano de ese dólar que viene del cobre, solo nos interesa el destino”.
Y agrega que lo mismo está pasando en la alimentación: “Mientras haya comida en el supermercado, no me pregunto si eso implicó esclavitud, destrucción de tierra, desplazamiento de poblaciones marginales; eso nadie lo quiere ver. Eso precisamente es lo que limita que pasemos a la siguiente etapa, donde el medio ambiente lo es todo, pues no podemos ser otra cosa”.
Chile ante el mundo
– Tuviste la posibilidad de trabajar en las macroestructuras. Desde esa perspectiva, ¿cómo ves a Chile, frente al mundo, hoy?
– Creo que Chile está en una situación muy paradojal. Por una parte, el gobierno dice que los índices económicos son espectaculares, y por otro, la ciudadanía no tiene idea qué es eso; estamos totalmente insertos en la globalización. Entonces, tenemos cuarenta y tantos tratados de libre comercio, pero a la gente no le interesa.
Vamos a crecer en un 5,5% anual en el PIB, y si le preguntas a cualquier persona de la calle si sabe qué es, no tiene idea. Y claro, el país está creciendo rápido, pero, ¿quién se beneficia? Esa es la pregunta real.
Entonces, se produce una paradoja: hay una esquizofrenia economicista con una falta de ética, de moral, de compasión, de amor. Con una falta de redefinición de lo que es el progreso y el bienestar, que es muy desagradable y que la política exacerba.
La actual campaña política presidencial tiene ese problema: todos los candidatos que hay hasta ahora hablan de lo mismo, han aceptado este sistema neoliberal, este economicismo, como manera de prestigiarse. Yo creo en algo completamente diferente: que el ser humano no debe estar al servicio de la economía, sino a la inversa.
Chile se globalizó como economía, pero no como sociedad: hay un gran triunfo economicista, y un gran fracaso político. Eso se da porque la gente asume que el gobierno tiene la responsabilidad de la economía, pero también de su bienestar.
– Entonces, ¿la premisa es calidad y no cantidad?
– Exacto. La gente está preocupada de la calidad de vida, como la señora que va al hospital de Chillán con un tumor en el pecho y le dicen que la llamarán para darle su próxima cita, y pasan 10 meses y nadie la llama. Otro ejemplo: el abandono a los jubilados: el Chile de hoy se construyó sobre los hombros de los que hoy están jubilados y, sin embargo, ellos no tienen derecho a seguir conectados con la riqueza que ellos mismos crearon.
Sí, Chile está bien económicamente, pero está muy mal desde el punto de vista de su sociedad. Es el país que consume el nivel per cápita más alto de barbitúricos a nivel mundial, de calmantes, y si estamos entre la cordillera de los Andes, el desierto de Atacama, el Polo Sur y el Océano Pacífico, ¿cómo puede ser que debas tener tu velador lleno de remedios? Hay algo aquí que no funciona, y tiene que ver con la visión de Chile, qué es ser chileno, qué es vivir en Chile.
Creo que podríamos ser un país extraordinario. Podríamos ser el primer país autosustentable del mundo, tener toda nuestra agricultura orgánica, con tolerancia cero a las semillas transgénicas, etc.
Estamos en una paradoja; tenemos los grandes recursos de la humanidad, pero son otros los que los gobiernan. Eso es falta de espiritualidad. Somos un país en el que promovemos un modelo materialmente rico y espiritualmente pobre.
Espiritualidad es erradicación de la pobreza, es responsabilidad del medio ambiente. Una política sin espiritualidad no tiene legitimidad.
Política CON valores
– ¿Cómo se podría revertir esta situación?
– Primero, con un nuevo liderazgo, pues el que existe hoy no sirve. No estoy hablando del Presidente; no hay un liderazgo político que tenga inmerso en sí mismo la espiritualidad, que es vida, que es realidad humana. Espiritualidad es erradicación de la pobreza, es responsabilidad del medio ambiente. Una política sin espiritualidad no tiene legitimidad; ¿Cómo validar una política sin valores, sin sentido de pertenencia, sin integración social?
El segundo paso es crear una visión compartida de Chile. No una visión compartida de los partidos políticos, sino una visión compartida de toda la gente.
Tercero, creo que hay que tomar medidas drásticas sobre los temas que estamos postergando hace mucho tiempo: la sustentabilidad, la ecología, lo orgánico, las medicinas, etcétera.
Cuarto, es importantísimo entender que los recursos naturales del país son de los chilenos, no del Estado. Hay que hacer una reforma constitucional que le permita al chileno confrontarse con el Estado cuando éste no es un garante genuino y eficaz de nuestros recursos.
Quinto, es importantísimo entender el bien público: el agua, la electricidad, el gas, las áreas verdes, nuestras escuelas; no tener un sistema en que los reconocemos como bien público, pero los manejamos como bien privado.
– ¿Y a nivel sectorial?
– Tenemos que traer la familia, el barrio, lo que nos pertenece como identidad propia y no arrasar con todo. Chile hoy está al mejor postor. Las forestales están haciendo celulosa, que requiere de lavado de fibra, que saca químicos, que van al agua del río Itata, y así llegan a Cobquecura y están matando los lobos marinos. Desgraciadamente, el tema es desagradable, pero hay que hacerlo agradable.
Si uno ve la televisión, el sí del sistema neoliberal es muy bonito; hay autos y jóvenes en trajes de baño vendiendo bebidas y lujos. Decirle no a ese tipo de cosas es muy seco, muy solitario. Pero eso no se trata de oponerse, sino de tener una política de sentido común en que mi espiritualidad empata con mis decisiones políticas, económicas y sociales.
– ¿Cómo está Chile espiritualmente, respecto de nuestros vecinos latinoamericanos?
Chile tiene liderazgo económico en América Latina, pero no tiene liderazgo político. Debemos entender que hemos destruido nuestras propias raíces, porque los países realmente espirituales son aquellos que respetan sus raíces: Bolivia, Perú, Ecuador. El indigenismo en América Latina es una fuente fundamental de espiritualidad, pero en Chile, no; al mapuche hay que matarlo, eliminarlo, borrarlo. Esto no es una aseveración político circunstancial, es historia.
Un país que no tiene conocimiento de la alquimia de su origen nunca conocerá la alquimia de su destino; eso es imposible. Es como un volantín al que se le corta el hilo que lo está guiando. Mi batalla personal es la espiritualidad de lo público. ¿Cuándo se va a producir eso? Cuando la política sea evidentemente espiritual. No la mía, claro, la de todos. Cuando la economía sea espiritual también, por algo escribí sobre el tema hace más de veinte años, así como la espiritualidad en los lugares de trabajo y las empresas, el sindicalismo espiritual.
Una política sin espiritualidad no tiene legitimidad. ¿Cómo validar una política sin valores, sin sentido de pertenencia, sin integración social?
El gran cambio de Chile
– ¿Cómo ve el panorama político actual del país?
– Tenemos que tener una nueva forma de gobierno; ser buenos administradores no es gobernar. Gobernar es sentarse en la soberanía del bien público para el público; debemos servir al público, y no servirnos de él. Debemos ser mandados por la ciudadanía, y cumplir su programa, no el de unos pocos. Da lo mismo si se juntaran todos los partidos políticos a hacer un programa de gobierno, no es válido pues no representan realmente el sentir de la ciudadanía.
A la montaña donde vivo, llegan los políticos a ofrecer caballos a los campesinos, cuando lo que necesitan es agua. Y la gente, que es inteligente, acepta los caballos para venderlos y así conseguir el agua que necesitan. El chileno no tiene un pelo de tonto.
Fundación Instituto Zambuling para la Transformación Humana: http://www.silentpeacemeditation.com
El gran cambio de Chile será un cambio de conciencia, de identidad. Hay dos elementos claves para esa transformación: una es la naturaleza. ¿Por qué va la gente de vacaciones al mar? Porque ahí encuentra algo. Y en segundo lugar, el silencio. Lo maravilloso de una melodía no son las notas musicales, sino los espacios de silencio entre ellas; de lo contrario, sería como un fax. La sabiduría, la memoria, la inteligencia, todo viene desde el silencio, y hemos perdido esa conexión.
Por eso, revistas como Somos son muy importantes, porque traducen todos estos conceptos espirituales. Estamos en un país que no es amoroso, que no es compasivo, que no es generoso. Hay que traer los valores colectivos a gobernar nuestro país, no los valores individualistas de la exclusión, del materialismo, de la competencia. Traigamos los valores de la solidaridad, de la cooperación, justicia, equidad, interdependencia, amor, paz, compasión.
Usemos la globalización, no dejemos que ella nos use a nosotros; podemos hacer lo que queramos en nuestro país. Debemos encontrar a alguien que refleje ese horizonte hacia el que estamos apuntando. No sacas nada subiendo el salario, si estamos consumiendo semillas transgénicas, si vas a endeudar más a la población con tarjetas de crédito: ofrece un Chile diferente, más allá de los partidos políticos.
Para eso, hay que tener garra; de lo contrario, vamos a seguir en lo mismo. Chile será rico cuando no haya ningún pobre: ese es el modelo real de desarrollo. Es cosa de ponerse a pensar cuánto vale un avión F-24, en relación a cuánto cuesta una escuela rural, con un buen profesor.