El hombre ante la mujer del siglo XXI
En verdad la mujer del siglo XXI está a la carrera. Ella si ha sabido tomar las riendas, pues todo aquello ya lo tiene genético, como aval de nacimiento, y ahora, que ha aprendido de su mentor, el varón, a ser independiente física e intelectualmente, nos ha adelantado, pues mientras nosotros luchábamos ellas administraban, mientras nosotros reíamos nuestras aventuras, ellas lloraban sus soledades y cuidaban la continuidad de la raza.
Sin duda ellas nos han adelantado. Su gestión de las emociones y sentimientos (y no “control”, como estilamos los machos) les hacen más adaptables a los cambios incesantes que vivimos en estos tiempos.
Fuente : http://www.saberalternativo.es
Hoy los hombres estamos de capa caída. El arquetipo hercúleo adorado por los césares y asimilado por la mayoría de las tribus de este lado del mediterráneo les parece (a ellas) mas bien risible, por no decir patético.
Antes se estilaba que fuésemos fuertes, duros, resistentes y potentes, competitivos y gallardos, velludos y con fuerte olor de aquel que trabaja de sol a sol para traer el pan nuestro de cada día al hogar…y nada de demostrar sentimentalismos ni debilidades femeninas, pues podías ser condenado al ámbito de los afeminados, o sea, de los que nunca serian “verdaderos hombres”.
De esto se pasó a que fuésemos inteligentes, avispados, e igualmente competitivos, duros, etc., etc., pero en nuestras mentes entrenadas para cazar “el dinero”.
Del traje de piel de oso nos embutimos en chaquetas y ahorcantes corbatas, fruto del barniz civilizado de nuestros tiempos.
Y nos adaptamos. Comenzamos a limpiarnos las uñas y a cortarnos los cabellos; aceptamos incluso el ducharnos cada día y afeitarnos, acicalarnos y peinarnos, hasta perfumarnos, cual féminas de otro tiempo.
Pero no era suficiente. Había que poner tierra por medio con nuestra animal naturaleza, tapándola y escondiéndola como fuere. Se nos exigió fidelidad a nuestro compromiso y responsabilidades familiares infinitas, para la manutención y desarrollo de la prole… con sus nuevas y constantes demandas y necesidades: coches, motos, game-boys, videos, dvd´s, Internet, teléfono, club, Lewis, etc…
Se nos pidió ser modélicos padres atentos, disponibles, amistosos y sensibles.
El poco tiempo que nos queda después de tantas y tantas responsabilidades para ser “hombres del nuevo milenio” tenemos que dedicarlo a atender a nuestras esposas e hijos, comprender sus cambios y ambiciones, escuchar sus diatribas y eternas insatisfacciones, y nadie nos da el necesitado masaje en las cargadas y doloridas espaldas, doblegadas ante tanto peso. De hecho, no se te ocurra ni sugerirlo pues eres tachado de machista y dictador que exige acciones indignas de una mujer del siglo XXI. Mas bien eres tú el que debe ser sensible y ofrecerte para masajear sus aeróbicas espaldas, machacadas tras dos horas de rítmico gimnasio, después de haber recogido la cocina si es que esa noche esperas no dormir en el sofá del salón.
Y, para colmo, Daniel Goleman va y saca el libro ese de “Inteligencia Emocional” que debe convertirse en mi nueva Biblia de mesilla de noche…
Esta es una conversación cualquiera, que puede oírse tras la ducha en un gimnasio de nuestra geografía ibérica, entre dos fatigados y congestionados amigos después de intentar seguir el ritmo a esa endiablada profesora de aeróbic.
Definitivamente ya no sirve con tener una buena billetera y ser un hombre inteligente y con apostura.
Ahora debes desarrollar las habilidades que antes eran propiedad exclusiva de las mujeres, a saber:
-Expresar tus emociones y conocerlas, convivir habitualmente con ellas.
-Fluir con tus sentimientos, pues no son constantes y fijos.
-No bloquear los cambios emocionales.
-Sentir tu cuerpo y sus necesidades, atendiéndolo y mimándolo.
-Ser sensible, empático, ligero y risueño, nada de durezas y rigideces, más propias de los vaqueros de western. Eso sólo para cuando las circunstancias lo exijan.
-Sexualmente receptivo y contenido, nada de carreras, además de atractivo y sexy.
-Elegante e higiénico, amante del arte y buen danzarín, creativo.
-Intuitivo para captar las sutilezas de los cambios emocionales de los que te rodean.
-Cooperativo mas no competitivo, pero sin dejar de serlo.
-Emocionalmente autosuficiente, pues ellas ya no desean ser mas nuestras madres.
En verdad la mujer del siglo XXI está a la carrera. Ella si ha sabido tomar las riendas, pues todo aquello ya lo tiene genético, como aval de nacimiento, y ahora, que ha aprendido de su mentor, el varón, a ser independiente física e intelectualmente, nos ha adelantado, pues mientras nosotros luchábamos ellas administraban, mientras nosotros reíamos nuestras aventuras, ellas lloraban sus soledades y cuidaban la continuidad de la raza.
Sin duda ellas nos han adelantado. Su gestión de las emociones y sentimientos (y no “control”, como estilamos los machos) les hacen más adaptables a los cambios incesantes que vivimos en estos tiempos.
Su acerada intuición y natural creatividad les hace más ágiles ante lo imprevisible. Están acostumbradas a las sutilizas del lenguaje corporal, con lo que tienen mas información no verbal que nosotros, los poco perceptivos varones.
Sus largos milenios de espera y servicio les ha hecho más resistentes y capaces para realizar multiplicidad de tareas, mientras que nosotros seguimos siendo mono-tarea.
En cuanto las empresas tomen conciencia del valor añadido que ofrece la mujer por sus capacidades emocionales, el valor de la competencia intelectual quedara relegada al baúl de los recuerdos y nosotros con ello.
Nosotros, que sólo nos enfocamos en el primogénito, el que gobernaría al resto y heredero de nuestro testigo, igual en casa que en la empresa, incapaces de motivar a un grupo, seremos superados por ellas acostumbradas a gestionar equipos tan dispares como puede ser la familia, negociar con el enfurecido marido (gestión del conflicto) para que no destroce a alguno de sus hijos, armonizar los diferentes temperamentos y estimular la pacifica convivencia de cada niño o niña, en conjunto (gestión de los equipos), atisbar las necesidades de cada uno, sus talentos propios, sin que ni siquiera sea necesaria la palabra para descubrirla (gestión del talento y las competencias), eterna educadora para la vida social (habilidades interpersonales).
Visionaria, pitonisa de toda época, capaz de gestar en su interior sus sueños y mantenerlos durante el tiempo que sea menester, hasta que dan a luz su proyecto, su creación, sus hijos; constantes y perseverantes en sus empresas (la maternidad) las cuales no abandonan hasta que se hayan desarrollado y ya caminen por si mismas, autosuficientes.
Creadora de las ilusiones, puntal del erotismo de la vida, consciente de la importancia de la belleza de las formas, del color, de la armonía de los continentes y de los contenidos.
Y nosotros, en vez de ver un valor en esto, en vez de aprender hoy de nuestras eternas compañeras, nos sentimos amenazados, temerosos de perder el lugar que naturalmente nos corresponde, pues nuestro talante competitivo y luchador nos hace ver un enemigo donde lo que en el fondo esta mutación nos propone es, por fin, la transformación hacia el reto de la verdadera comunión, donde por igual sean compartidos los papeles en el amor, el poder y el conocimiento, tanto para el hombre como para la mujer.
Amigo, compañero, hermano, prepárate para la mujer que viene, pues el tren pasa rápido y es posible que, esta vez, te quedes sólo en esta estación en la que te encuentras triste, tenso y enfurecido. Aligera tu equipaje, tus creencias arcaicas. Disponte a correr, y rápido. Yo te echaré una mano, pues ya estoy en el carro.
Autor: Pablo Fernández del Campo
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Mundo de la mujer