El secreto de la felicidad, según un monje budista y una monja contemplativa
Desde el ámbito religioso, un monje budista y una monja contemplativa han revelado su particular receta para ser feliz.
El II Congreso Internacional de la Felicidad organizado por Coca-Cola esta semana ha reunido a diversos expertos que han abordado el tema desde diversos puntos de vista: sanitario, informativo, antropológico… Desde el ámbito religioso, un monje budista y una monja contemplativa han revelado su particular receta para ser feliz.
Fuente : http://www.elmundo.es/
Matthieu Ricard, monje budista
Dicen que es “el hombre más feliz del mundo” aunque no tiene posesiones valiosas. Matthieu Ricard, monje budista de origen francés, cedió su cabeza de maestro de meditación a los científicos y lo que vieron dentro ha servido para confirmar que esta práctica milenaria, en Oriente, favorece tanto el bienestar mental pleno como el físico.
En Madrid, ha sido uno de los ponentes del Congreso de la Felicidad organizado por Coca-Cola, dónde ha hablado de cómo conseguir esa paz interior que refleja la serenidad de su mirada. “Veinte minutos de meditación diaria producen la transformación interior”, asegura a ELMUNDO.es.
Ricard, que estudió genética molecular antes de irse al Himalaya, declara que quiso ser objeto de estudio para que se probara si realmente la meditación podía ayudar, como él lo sentía, por el interés del Dalai Lama en que los investigadores descubrieran sus ventajas.
Durante su conferencia, explicó cómo, con escáneres y resonancias magnéticas, se descubrió que meditar mejora la concentración y la percepción, disminuye el dolor o fomenta el aprendizaje. Incluso protege de infecciones porque refuerza el sistema inmune.
“En los últimos 12 años hemos probado que funciona. Muchas publicaciones científicas lo aseguran y eso puede ser útil para introducirlo en la educación desde los niños”, afirma.
Pero meditar requiere esfuerzo, no es fácil. Y por ello recomienda entrenar el cerebro, sobre todo con el amor altruista hacia los demás.
Ricard ve que hay similitudes entre todas las religiones. “Todas las mayoritarias comparten amor altruista, compasión, sensación de estar satisfecho, autodisciplina… Y deberíamos usar los puntos en común, en lugar de la bandera propia para dividir a la gente, porque entonces vienen los efectos negativos de la religión, que degeneran en violencia”.
Además, reniega de quienes quieren ser felices en siete días con un tratado de felicidad. Sabe que es “un proceso largo, en el que no valen las satisfacciones inmediatas placenteras”.
Y puso un ejemplo: “Si escuchas a Bach una vez, o dos, es un placer, si esto te gusta. Si lo escuchas mil veces, es una tortura”.
Por ello dice que no se puede perseguir la felicidad a través del individualismo. “No somos entes aislados, no podemos olvidarlo”.
Sor Lucía Caram, dominica contemplativa
Teóloga y Dominica contemplativa del Convento Santa Clara de Manresa, bloguera, y promotora de numerosos proyectos sociales para personas sin recursos, sor Lucía Caram es, ante todo y sobre todo, una mujer feliz.
Pero el camino hasta este estado de plenitud no ha estado exento de dificultades. Los primeros pasos en esa búsqueda comenzaron en su Argentina natal. Pensó que las monjas debían ser felices ayudando a los demás y decidió unirse a ellas. “Me sobraban estructuras y normas y llevaba fatal lo de rezar tantísimo, pero disfrutaba los paseos y la vida en comunidad”.
Pero con el tiempo aquella existencia se le antojó insuficiente y siguió buscando una dirección hacia la que guiar sus pasos. “Hicieron falta cinco años de clausura y de silencio, de sufrimiento y soledad, pero no estaba dispuesta a claudicar de mi misión de mujer feliz”, afirma.
En 2002, las imágenes de los niños tucumanos hambrientos tras el estallido de la crisis en Argentina sacudieron su conciencia y tuvo claro el camino a seguir. Volvió a su país y denunció la “ambición de una clase corrupta que se cebaba con los pobres. Declaré la guerra a lo que consideraba una ignominia. Me convertí en una monja cojonera y trataron de silenciarme”, dice.
Volvió a España y encontró en el torno de su convento del siglo XIII “un mundo de oportunidades”. Corría 2008 y hasta el monasterio empezaban a llegar las primeras víctimas de las crisis económica. Gente sin trabajo que necesitaba ayuda para comer. Así nació la Fundación Oriol, un proyecto con más de 3.000 beneficiarios, gestionado por voluntarios.
La “hiperactividad social” de esta atípica hermana, que duerme apenas cinco horas, le ha generado muchas críticas, dentro y fuera de la Iglesia. “Me consideran una religiosa de izquierdas y no hay más que entrar en Internet para ver los comentarios sobre mí. Pero mi alegría va a más y eso fastidia mucho”.
¿Cuál es su receta de la felicidad? “Compartir. El secreto está en amar la vida y en compartirla cada día, en vivir sin retener. ¿Qué papel juegan los otros de lo que les corresponde. Los políticos han sido elegidos para servir y, si no sirven, no sirven para nada”, responde.
¿Cualquiera puede ser feliz? “Cualquiera que ame y se sienta amado”, precisa. ¿Incluso en tiempos de crisis? “La crisis es una oportunidad para valorar lo que queremos. No podemos seguir ignorando lo que le pasa al de al lado y destrozando el planeta. De esta crisis vamos a salir más humanos”.