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Embarazo Consciente: Terapia Psicológica para la Mujer Embarazada

Embarazo Consciente: Terapia Psicológica para la Mujer Embarazada

Armonizando los embarazos para transmitir vida
Uno de los grandes hallazgos y aportes de la psicología pre y perinatal se dio cuando los clínicos descubrieron que nuestras primeras experiencias de vida se inician en el útero materno. A partir de este momento se supo que los condicionamientos y experiencias de la mujer embarazada son capaces de inscribir en la conciencia del bebé uterino ciertas creencias, sensaciones y memorias que, una vez nacido, guiarán y condicionarán su acercamiento al mundo. Lo anterior implicó darnos cuenta que, nuestros modos fundamentales de pensar y ver la vida, de sentir y de vivir se incuban en nuestra psique durante el viaje de la gestación y el nacimiento.
 

 
Por Christian Vera
 
Uno de los grandes hallazgos y aportes de la psicología pre y perinatal se dio cuando los clínicos descubrieron que nuestras primeras experiencias de vida se inician en el útero materno. A partir de este momento se supo que los condicionamientos y experiencias de la mujer embarazada son capaces de inscribir en la conciencia del bebé uterino ciertas creencias, sensaciones y memorias que, una vez nacido, guiarán y condicionarán su acercamiento al mundo.
 
Lo anterior implicó darnos cuenta que, nuestros modos fundamentales de pensar y ver la vida, de sentir y de vivir se incuban en nuestra psique durante el viaje de la gestación y el nacimiento.
 
Ejemplos bien documentados existen al respecto, entre ellos destaca el trabajo de la doctora Wendy McCarty, quien ha encontrado en las experiencias intrauterinas de muchos de sus pacientes y estudiantes el origen de actuales problemas de salud, de comportamiento, de personalidad o en el ámbito de sus relaciones humanas. En este sentido, McCarty señala que tanto en el vientre materno como al nacer somos vulnerables de suponer que hicimos algo malo o que “tenemos la culpa” por las situaciones difíciles o circunstancias dolorosas que enfrentan nuestros padres, por ello es común encontrar en terapia que una de las creencias autolimitantes más características es la de “hay algo malo en mí”, la cual, según explica, deriva de dos tipos de situaciones, la primera, surge del descubrimiento de un embarazo en el que el bebé no es querido, es rechazado o es fuente de resentimiento y/o conflicto, la segunda, derivada de la separación del bebé y la madre en el momento del nacimiento.
 
Uno de los casos más significativos que he abordado en mi experiencia profesional, ha sido el de una mujer embarazada que vivió un período de intensa perturbación emocional durante la gestación de su hijo. Acudió a terapia motivada por la salud de su bebé, ya que recientemente había sido informada por su médico sobre la presencia de una rara malformación fetal conocida como adenomatosis macroquística pulmonar, un quiste pulmonar que ponía en riesgo el desarrollo de su hijo, ya que desplazaba su corazón hacia un lado y comprimía también su pulmón. Esta situación, detectada durante la semana 19 de gestación,  puso en alerta a la madre quien intuitivamente asoció su estado emocional durante el embarazo con la salud de su bebé.
 
Una vez en terapia, se abordó el origen de los problemas emocionales de esta mamá, paralelamente se le entregaron algunas pautas de trabajo que apuntaban a reforzar la vinculación con su  hijo en gestación, generar una comunicación intrauterina que protegiera la forma en que el bebé estaba sintiéndose a si mismo (como uno que es culpable de la desdicha de la madre) e intentar precisar el componente  emocional de la vivencia materna que podría estar actuando como  factor gatillante de la malformación del bebé. La madre fue muy receptiva y dedicada en la aplicación de estas pautas que apuntaban a revertir la forma en que el bebé estaba interpretando su situación vital y fundamentalmente la forma en que él se estaba conociendo a sí mismo, de manera que el vínculo entre ambos comenzó a afianzarse, se avanzó en la elaboración del material no resuelto en la psique de la madre y poco a poco se fue diseminando la carga emocional que constituía el hipotético foco problemático tras la malformación. Una vez nacido el bebé, los médicos que ya habían postergado una eventual operación intrauterina, no encontraron el quiste sino sólo un pequeño residuo no problemático de este.  De esta manera, pude constatar que la  terapia psicológica, unida a la fe de la madre y sus familiares contribuyó a la superación de las causas emocionales que subyacían tras esta patología y la remisión del quiste.
 
A través de la terapia psicológica es posible detectar las vivencias perturbadoras de la madre, y proteger a tiempo al bebé uterino para poder remitir oportunamente las consecuencias sobre su formación psicobiológica. De este modo, podemos imprimir patrones mentales, emocionales y conductuales saludables, así como potenciar el desarrollo de su salud física, puesto que esta última depende en gran medida de los aspectos psicológicos y emocionales de la madre e incluso del padre.
 
La mujer embarazada puede acudir a este tipo de terapia en caso de verse abrumada por alguna situación de su vida y desee proteger a su hijo o hija de una programación psicológica limitante o distorsionada o bien desee simplemente potenciar el proceso de formación integral de su bebé uterino. La situación ideal para la terapia es que la mujer y eventualmente su pareja participen antes del embarazo en un proceso de unificación como pareja y de detección de potenciales factores de riesgo para el bebé que esperan concebir.  
 
Christian Vera Prado, Psicólogo especialista en embarazo consciente. Autor del libro Vivir un Embarazo Consciente, gestación y nacimiento en la nueva era
 
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