La emoción y el estado de ánimo
No somos responsables de las emociones, pero sí de lo que hacemos con las emociones.
-Jorge Bucay
Los seres humanos somos seres emocionales y en función al estado emocional en que nos encontremos, ejecutaremos determinadas acciones. De acuerdo con lo planteado por Maturana, las emociones y los estados de ánimo nos predisponen para la acción. Al dejarnos fluir en las emociones, se nos abrirán o cerrarán puertas, estrechando o expandiendo responsabilidades.
El autor plantea que desde la más temprana infancia aprendemos a distinguir la conexión entre los estados emocionales y la acción. En función a esto, muestra también dos dimensiones específicas: la primera referida que los estados de ánimo nos llevan al mundo de lo posible, nuestros estados emocionales son como cristales a través de los cuales miramos el futuro y nuestras posibilidades. Si estamos de buen ánimo, todo será brillante y posible; en caso contrario veremos el mundo oscuro.
La segunda, que los estados emocionales generan el mundo en que vivimos. No se sabe como es este mundo realmente, sólo sabemos cómo lo vemos, cómo es para nosotros. Los juicios que podamos hacer del mundo no pertenecen al mundo mismo, sino al observador que somos. En este planteamiento, pueden observarse los fenómenos emocionales desde los dominios del lenguaje y el cuerpo, dándose en ambos reacciones, conductas y acciones particulares condicionados por la emoción en la que nos encontremos.
Las emociones constituyen un aspecto importante de todo proceso de aprendizaje. Las mismas deben ser tomadas en cuenta y diseñadas como parte del proceso. La disposición al aprendizaje es una apertura emocional producida por quien aprende.
En acuerdo al postulado de Maturana, entendemos que las emociones son particulares predisposiciones para la acción, ya sea que hablemos de estados de ánimo o emociones propiamente dichas; los seres humanos siempre nos encontramos en determinado estado emocional. Es difícil encontrar en la vida una situación que carezca de ella. De acuerdo a la emoción donde nos encontremos serán posibles ciertas acciones y otras no.
Tomando en cuenta que el aprendizaje es un tipo de acción, nuestra apertura hacia él, estará enmarcada no solamente en las propias condiciones o características biológicas o en los juicios que emitamos sobre lo que acontece; dicha apertura estará condicionada por el estado emocional en el que nos encontremos.
Emociones como la alegría, la paz, el entusiasmo, potenciarán nuestra capacidad y apertura para aprender; mientras que la arrogancia, la confusión, la resignación, el miedo condicionarán negativamente el aprendizaje.
Si bien hemos hablado de ambos términos, casi como sinónimos, debido a que ambos están relacionados con un mundo de acciones posibles y lo que puede comenzar con una emoción ligada a un acontecimiento, puede convertirse en un estado de ánimo, si se traslada al trasfondo desde el cual actúa; a continuación reconocemos las siguientes diferencias:
EMOCIONES
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ESTADOS DE ÁNIMO
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• Es una distinción hecha en el lenguaje, para hacer referencia al cambio en el espacio de posibilidades, a raíz de determinado acontecimiento.
• Son específicas y reactivas.
• Están relacionadas con los acontecimientos; éstos las activan o las desaparecen.
• Reconocer la emoción y el acontecimiento que se relaciona con ella, permite interpretar los fenómenos emotivos y posibilidades concretas de acción.
• Tienen que ver con la forma en que la acción modifica nuestro horizonte de posibilidades.
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• No remite necesariamente a condiciones específicas.
• Normalmente no pueden relacionarse con acontecimientos determinados.
• Viven en el trasfondo desde el cual se actúa.
• Independientemente del estado de ánimo que sea, nuestras acciones futuras están condicionadas por él.
• Siempre estamos en uno y normalmente no lo elegimos, sólo estamos en él.
• Se adelantan a nosotros, cuando los observamos, ya estamos en ellos.
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Identificar estas diferencias puede llevarnos al manejo consciente de las mismas, para modificar favorablemente nuestra conducta y potenciar nuestra dinámica relacional.
Autor: Damaris González