Me toca escribir esta crónica el día de San Valetin, así que no puedo resistirme a la idea de explorar el amor en las células. La emergencia de la empatía, el cuidado y el amor significó un punto de inflexión en la evolución de la historia de vida del planeta. En la evolución de reptiles a mamíferos aparece el sistema límbico, que fue un movimiento de la evolución hacia el cuidado, ya que estos son indefensos cuando nacen y son jóvenes y requieren de una innata motivación para el cuidado por parte de los padres. Por ejemplo, el sistema límbico de los niños abusados es 20% menor que el de los niños que han sido tratados con amor y cuidado. Sus cerebros hacen menos sinapsis y conexiones. Serán niños, que si llegan a la edad adulta no estarán preparados para dar amor Este surgimiento de la empatía, a través del sistema límbico no está solo dirigido a los infantes, sino hacia otros miembros de la especie, ya que este nos sirve además para analizar y sentir el estado interno de otros mamíferos.
Además de poseer estructuras cerebrales que nos llevan al amor y la empatía, en humanos disponemos de una hormona la oxitocina que es la hormona del amor y el placer. La oxitocina estimula la lactancia materna, la contracción uterina durante el parto, el orgasmo sexual en mujeres y hombres, además de influir en la habilidad para unirse a otros y de mantener relaciones interpersonales con limites saludables.
Un estudio muy interesante en el cual evaluaron a diferentes parejas demostró que las mujeres con parejas satisfactorias reportaban mayores niveles de oxitocina en respuesta a emociones positivas. Mientras que las mujeres que experimentan ansiedad en relaciones estrechas, sus niveles de oxitocina disminuían al recordar emociones negativas. La conclusión del trabajo fue que el disponer de esta hormona durante experiencias positivas y no estar desprovisto de ella durante experiencias negativas, se asociaba con bienestar en las relaciones personales.
Pero veamos además como manejan el amor las células de nuestro cuerpo, lo cual deduciremos a partir de un experimento muy simple. Cuando se colocan células en el lado derecho de una placa de plástico (placas de Petri) y se coloca a una cierta distancia un cultivo rico en nutrientes, se observa que las células se aproximan hacia los nutrientes. En cambio, si ubicamos esas mismas células en otra placa de Petri, pero en vez de colocar nutrientes, añadimos un cultivo con toxinas, se evidencia que las células se alejan del mismo. Es decir, que las células se aproximan hacia donde están los nutrientes y se alejan de las sustancias tóxicas. Cuando las células se aproximan a los nutrientes allí encuentran todo lo necesario para su crecimiento y reproducción. Llevado esto al terreno del comportamiento humano este mismo fenómeno se repite. La señal más importante que hace que las personas se sientan atraídas las unas hacia las otras es el amor. Cuando hay amor en la primera infancia es el terreno propicio para que los niños crezcan saludables, con una buena auto-estima, seguros de sí mismos y dispuestos a dar amor a las otras personas. Lo mismo ocurre en el amor de pareja, en una pareja en la que predomina el amor es el cultivo ideal para el crecimiento de ambas personas tanto en forma individual como al seno de la pareja, lo cual se extiende a los hijos en caso de que los haya. Al final de cuentas esto determina el comportamiento de la sociedad como un todo. Una sociedad donde prevalece el amor y el afecto entre los ciudadanos, estas crecen económicamente, crecen en prosperidad, en valores, en infraestructura y en bienestar para todos. Si cultivamos el amor en todos sus ámbitos no solo nos hará sentir bien a nivel individual, sino que estaremos colaborando a nivel colectivo en tener sociedades más pacíficas y vitales.
Marianela Castés
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