Hablar desde el corazón: una decisión
Entre múltiples actividades que en la actualidad llenan nuestras vidas, al parecer hemos olvidado la importancia de algo tan simple, cotidiano y cercano, pero a la vez tan complejo, extraño y poco observado como es hablar desde el corazón.
“¿Qué es eso de hablar desde el corazón?” o “¿Cómo se hace?” son preguntas que por lo general surgen cuando el tema se pone en el tapete. En un comienzo hay cierta incredulidad, que luego pasa a duda y más adelante a curiosidad. Se empieza a sentir ganas de aprender a hacerlo o, por otro lado, escuchar un ejemplo. Ese es justamente el primer paso: ir desde una posición incrédula a una abierta a conocer o experimentar.
Fuente : http://www.revistasomos.cl/
Por Benjamín Podlech*
“¿Qué es eso de hablar desde el corazón?” o “¿Cómo se hace?” son preguntas que por lo general surgen cuando el tema se pone en el tapete. En un comienzo hay cierta incredulidad, que luego pasa a duda y más adelante a curiosidad. Se empieza a sentir ganas de aprender a hacerlo o, por otro lado, escuchar un ejemplo. Ese es justamente el primer paso: ir desde una posición incrédula a una abierta a conocer o experimentar.
Desde la razón
Acostumbramos hablar desde la razón o la mente, enunciando palabras para mostrar un contenido o una idea. Algunas de esas ideas se basan en razonamientos (muchos de los cuales son falacias) y la gran mayoría, en retórica (que apunta a producir un efecto en las emociones de los auditores o lectores). Gran parte de estos discursos intentan influir en los demás más que mostrar una idea para ponerla en el debate o reflexión.
Ejemplos de esto hay de sobra en la televisión, desde los programas de farándula hasta los noticieros. En los primeros, tenemos una gran cantidad de espacios que indagan en la vida de personajes televisivos sin importar el escándalo real o creado que se muestre, ya que lo central es el rating. Y en los noticieros, los asesinatos, robos, en definitiva violencia o miedo expresado en distintos contextos, son el eje central. En ambos casos, se produce un efecto mediático afectivo en las personas, sin que nadie asuma las consecuencias y atrofiando la capacidad crítica más que fomentándola.
El psicólogo y filósofo Erich Fromm, en su libro “Del tener al ser”, plantea un diagnóstico crudo del ser humano de nuestra época: “El hombre moderno es un hombre-masa… pero también está muy solo. Esta enajenado de los demás y enfrentado a un dilema: tiene miedo a una relación íntima con otro, pero también tiene miedo a la soledad. La función de la conversación trivial, ¿no será la de resolver el problema de cómo seguir estando solo sin quedar aislado?”
Desde el corazón
Hablar desde el corazón es totalmente diferente. No se desea influir en otro para un objetivo determinado, ni tampoco mentir con tal de lograrlo. Es un gesto desde el interior, en que el enunciar algo se transforma en una acción que desborda sinceridad. Su expresión más conocida es la poesía, pero no es la única. Existen tantas formas de expresarse desde el corazón como la creatividad de cada persona. Un “Te quiero” sincero no solo es la palabra; es también la mirada, el gesto y, en definitiva, toda la persona expresando aquello.
Cuando alguien habla desde los sentimientos para compartirlos con otro, no se apresura ni se llena de justificaciones por lo que dice. Todos en algún momento hemos escuchado a alguien -un amigo, un familiar, un profesor e incluso un desconocido -que nos habla desde el corazón: conversaciones que marcan por lo que nos hicieron sentir, más que por su contenido intelectual.
Se trata de una comunicación en la que se deja de hacer diferencias por unos momentos y, en una suerte de melodía, dos o más personas se sienten cómodas, tranquilas sólo por el hecho de compartir.Y es una comunicación en la que, curiosamente, se deja de hacer diferencias por unos momentos y, en una suerte de melodía, dos o más personas se sienten cómodas, tranquilas sólo por el hecho de compartir. Son esas situaciones en que nos desahogamos con algún cercano por algún problema o nos toca a nosotros escuchar a alguien que nos pide ayuda. A veces no sabemos cómo reaccionar o qué decir por temor a equivocarnos. Esas dudas llegan desde la mente, que se forja en certezas para estar seguros. Cuando hablamos desde el corazón simplemente decimos lo que sentimos es indicado.
El doctor Claudio Naranjo, en su libro “Cambiar la educación para cambiar al mundo”, dice: “…Cuántas veces, en el curso de una conversación no nos hemos sentido aburridos, molestos, descontentos con lo que pasa sin saber cómo salir de la situación cuando la salida estaría en poder simplemente decir: “En este momento no me gusta lo que está pasando”; o “No sé qué es lo que está pasando, pero algo no me gusta”. Esta sola libertad de hablar desde la experiencia del momento, pese a su vaguedad, cambiaría el rumbo de la conversación.”
Lo más cotidiano es hablar de lo que se ha hecho (pasado) o de lo que quiere hacer (futuro). Preguntar “¿Cómo estás?” -en vez de “¿Cómo te sientes?”- es lo más común, y con ello el diálogo se suele convertir en un mero intercambio de racionalizaciones. Estar consciente de ello es un paso. Tomar la decisión de agregar el hablar desde el corazón, el siguiente.
El statu quo de seguir hablando solo desde la razón no depende de los otros sino de uno mismo. Si criticamos la frialdad con que se trata la gente y las pocas instancias para abrirse de verdad, y sentimos cansancio de tanta banalidad, el cambio parte por nosotros mismos. Atreverse a decir lo que se siente; tener la valentía de mostrar el descontento de tanta trivialidad es una forma de construir la realidad que se quiere vivir y aportar a relaciones más humanas.
Finalmente, hablar desde el corazón, más que una idea, es una experiencia… El sociólogo Max Weber, en su libro “La política como profesión”, expresa un punto transversal a las generaciones para acceder a la vida: “La edad no es un mérito, sino el haber aprendido a mirar sin reservas las realidades de la vida y la capacidad para soportarlas y para estar interiormente a su altura”