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Oct 29, 2019
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HOY Y SIEMPRE, AMOR

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Humberto Maturana y la naturaleza del hombre, el amor

El biólogo explicó que todos los seres vivos, incluidos los seres humanos, somos seres emocionales, los cuales pasamos a ser racionales con la llegada del lenguaje.

Los seres humanos somos seres emocionales aunque se pretenda renegar de ello. La racionalidad surge de la emocionalidad, de las preferencias y deseos de las personas. Esto es lo que plantea el biólogo, experto en epistemiología y Premio Nacional de Ciencias, Humberto Maturana en torno a la naturaleza del ser humano.

“Los seres humanos inventamos explicaciones, teorías de los que vemos”, dijo en entrevista con Radio Cooperativa el 3 de enero de 2013.  El biólogo explicó que todos los seres vivos, incluidos los seres humanos, son seres emocionales, los cuales pasan a ser racionales con la llegada del lenguaje. “Con el lenguaje aparece lo racional, tiene que ver con los coherencias del discurso”, afirma Maturana y agrega: “Quizás los seres humanos somos los únicos seres racionales, pero tiene un sustento emocional”.

Todo sistema racional tiene un origen emocional, ya que los razonamientos lógicos aceptados nacen de los deseos, gustos y preferencias de cada persona, según explicó el Premio Nacional de Ciencias. Los seres humanos solemos renegar de esto, hecho que el científico comparte, pero a ello agregó que las emociones, miedos y gustos siempre nos van a guiar, a pesar del intento humano permanente por desvalorizar las emociones.


El concepto de amor

Sin confianza no hay amor, y según Maturana, la confianza surge en la aceptación del otro y por ende el respeto. La definición del ex académico del MIT del amor, es que esta es esencial para la evolución humana: “Cuando hablo de amor no hablo de un sentimiento ni hablo de bondad o sugiriendo generosidad. Cuando hablo de amor hablo de un fenómeno biológico, hablo de la emoción que especifica el dominio de acciones en las cuales los sistemas vivientes coordinan sus acciones de un modo que trae como consecuencia la aceptación mutua, y yo sostengo que tal operación constituye los fenómenos sociales”.

De allí, que a partir de los deseos de los hombres y mujeres, se determinan sus acciones y relaciones interpersonales. En su libro La objetividad: un argumento para obligar (1997), el biólogo plantea que el amor es una manera de vivir en sociedad, ya que permite tomar en cuenta a la otra persona e interactuar con ella.


La cultura de la competencia

Maturana planteó que el problema es que en general el ser humano argumenta con juicios, no opiniones. “Queremos que el otro haga cosas que queremos, entonces no nos escuchamos, nos nos respetamos”. Y es así como llegamos a la “cultura de la competencia, del ganar”, dijo el escritor.

“La competencia implica la negación de lo que uno hace porque lo que hace el otro es más importante”, dijo a Soledad Onetto hace cuatro años. “Pero no se dan cuenta que no depende del otro, depende de la calidad de lo que yo hago”, afirmación que recuerda al famoso dicho “no intentes superar al resto, supérate a ti mismo”.

En este ámbito radica el problema en la educación. “Si un joven en la universidad se acerca y quiere que le enseñe le diría: ‘Cuéntame un poco lo que has hecho, si quieres aprender esto, antes tienes que hacer esto otro’. Lo guío en el camino, pero no lo meto en un espacio de exigencia, lo acojo. Eso es lo que no hacemos, estamos en las exigencias, en el competir”, dice Maturana, quien considera que estamos ciegos a las habilidades y circunstancias porque solo vemos al otro.

“Cuando se suspende la competencia, aparece la colaboración”, concluye el biólogo.

 

Fuente: culto.latercera.com

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