Humberto Maturana y La Educación en Chile
” El educar se constituye en el proceso en el cual el niño o el adulto convive con otro, y al convivir con el otro se transforma espontáneamente, de manera que su modo de vivir se hace progresivamente más congruente con el del otro en el espacio de convivencia. El educar ocurre, por lo tanto, todo el tiempo; de manera recíproca, como una transformación estructural contingente a una Historia en el convivir en el que resulta que las personas aprenden a vivir de una manera que se configura según el convivir de la comunidad donde viven.
Fuente : http://www.reeditor.com/
“La Educación”, como “Sistema Educacional” configura un mundo, y los educandos confirman en su vivir el mundo que vivieron en su educación. Los educadores, a su vez, confirman el mundo que vivieron al ser educados en el educar. La Educación es un proceso contínuo que dura toda la vida, y que hace de la comunidad donde vivimos un mundo espontáneamente conservador en lo que al educar se refiere. Esto no significa, por supuesto, que el mundo del educar no cambie, pero si, que la educación, como sistema de formación del niño y del adulto, tiene efectos de larga duración que no se cambian fácilmente. Hay dos épocas o periodos cruciales en la Historia de toda persona que tienen consecuencias fundamentales para el tipo de comunidad que ellos traen consigo en su vivir. Estos son la infancia y la juventud. En la infancia, el niño vive el mundo en que se funda su posibilidad de convertirse en un ser capaz de aceptar y respetar al otro desde la aceptación y respeto de si mismo. En su juventud, se prueba la validez de ese mundo de convivencia en la aceptación y respeto por el otro desde la aceptación y respeto por si mismo en el comienzo de una vida adulta social e individualmente responsable. Como vivamos, educaremos, y conservaremos en el vivir el mundo que vivamos como educandos. Y educaremos a otros con nuestro vivir con ellos el mundo que vivamos en el convivir. Pero, ¿ qué mundo queremos ?. Yo quiero un mundo en el que mis hijos crezcan como personas que se aceptan y se respetan a si mismas, aceptando y respetando a otros en un espacio de convivencia en el que los otros los aceptan y respetan desde el aceptarse y respetarse a si mismos. En un espacio de convivencia de esa clase, la negación del otro será siempre un error detectable que se puede y quiere corregir. ¿ Cómo lograrlo ?. Eso es fácil : Viviendo ese espacio de convivencia. Vivamos nuestro educar, de modo que el niño aprenda a aceptarse y a respetarse a si mismo, al ser aceptado y respetado en su ser, porque asi aprenderá a aceptar y respetar a los otros. Para hacer esto debemos reconocer que no se es de ninguna manera trascendente, pero que se deviene en un contínuo ser cambiante o estable, pero no absoluto o necesariamente para siempre. Todo sistema es conservador en lo que que le es constitutivo, o se desintegra. Si decimos que un niño es de cierta manera: bueno, malo, inteligente, o tonto; estabilizamos nuestra relación con ese niño de acuerdo a lo que decimos, y el niño, a menos que se acepte y respete a si mismo, no tendrá escapatoria y caerá en la trampa de la no aceptación y el no respeto a si mismo, porque sólo podrá ser algo dependiente de lo que surja como niño bueno, o malo, o inteligente, o tonto, en su relación con nosotros. Y si el niño no puede aceptarse y respetarse a si mismo, no puede aceptar y respetar al otro. Temerá, envidiará, o despreciará al otro, pero no lo aceptará ni respetará; y sin aceptación y respeto por el otro como un legítimo otro en la convivencia, no hay fenómeno social. (…) ¿ Es difícil educar para la aceptación y respeto de si mismo que lleva a la aceptación y respeto por el otro, asi como a la seriedad en el quehacer ?. No, pero si requiere que el profesor o profesora sepa cómo interactuar con los niños y niñas en un proceso que no los niega o castiga por la manera de aparecer en la relación, o porque no aparecen como las exigencias culturales dicen que deben ser, y lo pueden hacer porque se respetan a si mismos y al otro. Lo central en la convivencia humana es el amor, las acciones que constituyen al otro como legítimo otro en la realización del ser social que vive en la aceptación y respeto por si mismo, tanto como en la aceptación y respeto por el otro. La biología del amor se encarga de que esto ocurra como un proceso normal si se vive en ella. (…) La ambición puede ocasionalmente llevar a la riqueza o al éxito individual, pero no lleva a la transformación armónica del mundo en la sabiduría de una convivencia que no genera ni pobreza ni abuso. Lo dicho es también válido para la educación del adolescente. El adolescente moderno aprende valores, virtudes que debe respetar, pero vive en un mundo adulto que las niega. Se predica el amor, pero nadie sabe en qué consiste, porque no se ven las acciones que lo constituyen, y se lo mira como expresión de un sentir. Se enseña a desear la justicia, pero los adultos vivimos en el engaño. La tragedia de los adolescentes, es que comienzan a vivir un mundo que niega los valores que se les enseñó. El amor no es un sentimiento, es un dominio de acciones en las cuales el otro es constituído como un legítimo otro en la convivencia. La justicia no es un valor trascedente, o un sentimiento de legitimidad, es un dominio de acciones en el cual no se usa la mentira para justificar las propias acciones o las del otro. (…) La responsabilidad se da, cuando nos hacemos cargo de si queremos o no las consecuencias de nuestras acciones; y la libertad se da, cuando nos hacemos cargo de si queremos o no nuestro querer o no querer las consecuencias de nuestras acciones. Es decir, responsabilidad y libertad surgen en la reflexión que expone nuestro quehacer en el ámbito de las emociones a nuestro quererlas o no quererlas en un proceso en el cual no podemos sino darnos cuenta de que el mundo que vivimos depende de nuestros deseos. Si la Educación en Chile no lleva a los jóvenes chilenos a la responsabilidad y libertad de ser cocreadores del mundo en que viven porque limita la reflexión, la Educación en Chile no sirve ni a Chile ni a los chilenos…”.