La científica chilena analiza el impacto de la pandemia en las relaciones humanas y a nivel sistémico. Dice también que nos obligará a tomar decisiones muy difíciles.
Isabel Behncke está en cuarentena. “Ya estaba auto aislada, y hoy (ayer) supe que estoy en ‘segunda línea’ de alguien diagnosticado, así es que con mayor razón. Aprovecharé este tiempo para seguir observando y tratando de entender el fenómeno impresionante que estamos viviendo. Mirar para afuera, y mirarse para adentro”, dice la primatóloga a PAUTA.
Lleva 15 años viviendo en el extranjero, primero en Londres y luego en Nueva York, pero ahora Isabel (43 años, doctorada en Oxford, master en Ciencias por Universidad de Cambridge) está instalada en Santiago por unos meses, “reconectándome con Chile y mi gente”. Forma parte del Centro de Investigación de la Complejidad Social de la UDD, pero en estos días lo que más horas le toma es la edición de un libro a partir de los diarios que escribió durante sus expediciones científicas en el Congo. “Se trata de un libro de viaje al corazón de África, en que a partir de mi experiencia investigando a los bonobos emprendo también un viaje al corazón de la historia de la especie humana”, explica.
– El sábado 15 escribiste un largo post en Facebook sobre esta epidemia. ¿En qué momento comenzó a preocuparte-ocuparte el coronavirus?
“Hace tiempo que investigo el comportamiento social, en humanos y en otros animales con sociedades complejas. Las sociedades son sistemas complejos compuestos por redes interconectadas entre sí. En ellas se transmiten influencias y comportamientos sociales, incluidos el pánico y, por supuesto, los virus. Entonces, la ciencia de redes y sistemas complejos ayuda a comprender este fenómeno. Entender biología evolutiva también es central, porque lo que estamos viendo es evolución en acción: la batalla virus versus humanos es parte del génesis de nuestra especie, y de otros animales, por supuesto. Mi trabajo me ha obligado a preocuparme por los datos empíricos más allá de las opiniones y como ciudadana me importa tratar de poner en el debate esa manera de entender los fenómenos”.
– Desde el punto de vista de la evolución en acción de la que tú hablas, el ser humano es una suerte de nodo en la red de contagio…
“Es que la maravilla y el peligro de los seres humanos es que aprendemos en sociedad. William Blake dijo alguna vez que el pájaro tiene su nido, que la araña tiene su tela y el humano tiene la amistad. Esa amistad que naturalmente nos hace acercarnos ahora debe ayudarnos a construir una distancia sanitaria que nos salve. Nuestra tendencia es a acercarnos en tiempos de peligro e incertidumbre. Entonces, tenemos que hacer algo difícil para una especie social a la que le gusta interactuar: reducir lo más posible nuestro contacto social. El amor en los tiempos del Corona es, paradójicamente, distanciarnos. Saldremos de esta juntos, pero no revueltos”.
– En tu posteo señalabas que los chilenos tenemos “la sicología de la casa del final del pasaje”.
“Nuestra geografía nos aísla y distancia de la mayor parte de las grandes ciudades de Occidente y Oriente. Los aviones que llegan a Chile terminan su trayectoria generalmente aquí. Somos la última parada de la micro. Eso tiene cosas muy buenas, por ejemplo, una biodiversidad propia y un carácter también peculiar que es capaz de crear genios como Nicanor Parra, su hermana Violeta Parra o Gabriela Mistral, pero eso a veces también nos hace sentir fuera del mundo cuando estamos en él más que nunca”.
“Otro ejemplo. Quino tenía una gran viñeta de la Mafalda, que era más menos así: ella mirando en la televisión las noticias de los desastres del mundo con gran preocupación -hambrunas, Guerra Fría, conflicto en Medio Oriente, etcétera-, hasta que, de máxima preocupación y estrés, apagaba la TV. ‘Que mal está el mundo’, decía. Luego pensaba un momento, suspiraba, y comentaba ‘uf, pero por suerte el mundo está tan lejos’ – y se iba a jugar. Si bien ese comic es de los ochenta, creo que esa mentalidad de ‘el mundo está tan lejos’ todavía se palpa en Chile”.
– Tu sensación, al menos hasta el sábado 14 de marzo, es que los chilenos no nos estábamos tomando muy en serio aún la epidemia y señalabas que los datos de China muestran que entre el 75 y 80% de los contagios se produjo dentro de los núcleos familiares.
“Creo que la actitud ha ido cambiando drásticamente desde mi post del sábado. Pero China prueba que es esencial separar a los enfermos de los sanos, y los que se cree que puedan estar enfermos. No sé cuán enérgicos podremos ser en las medidas sin entrar en el pánico, en las teorías conspirativas, en las batallas políticas. Está claro que no es posible que todo Chile se quede en sus casas, si bien eso sería ideal desde el punto de vista del contagio. Y hay otros trade-offs que considerar: está el bienestar económico de los chilenos, las consecuencias sicológicas y cómo lidiar con el aislamiento, sobre todo de los adultos mayores”.
“Trato de imaginarme qué decisiones tomaría una mesa de, por ejemplo, tres líderes: un médico epidemiólogo, que considerará el número de muertes y enfermos; un economista, que tendrá que pensar en el costo de implementar medidas, y las consecuencias económicas de corto, mediano y largo plazo; y un sicólogo/siquiatra, que pensará en el bienestar mental y anímico de las personas. Este virus nos obliga a pensar mucho, tratar de entender el fenómeno lo mejor posible, y a tomar decisiones muy difíciles. Este virus es una lección de humildad”.
– ¿Cómo crees que va a ser la evolución del coronavirus en Chile?
“No me gusta dar cifras precisas porque no soy adivina, y esto está cambiando literalmente hora a hora. Usemos las proyecciones y datos de la OMS y del Center for Disease Control and Prevention. Estamos como a 23 días de cuando Italia estaba en un número de casos similar al del lunes 16 de marzo. Obviamente la estructura de su población es distinta a la chilena, y ojalá nosotros no lleguemos tan lejos si implementamos medidas de distanciamiento social ahora”.
“Según lo que se ha visto en otras partes del mundo el crecimiento es exponencial. Eso es muy importante de entender, porque -con razón- hay mucha gente que piensa ‘ah, pero son solo 155 casos hoy, no es tanto, muere más gente en accidentes de tráfico’. Y eso es cierto. Pero se les olvida que el número de casos de hoy dobla al de ayer, y que el de mañana será mayor, y que ese número tiene un multiplicador hasta ahora desconocido, porque hay muchos más casos no detectados. Los datos muestran que una persona infecta, hasta ahora, a unas otras tres personas en promedio. Por lo tanto, un factor clave de salud pública, además de medidas de higiene, es nuestro comportamiento social: si en teoría fuera posible que nos aisláramos todos, el virus desaparecería en pocas semanas, porque no podría reproducirse. Es como que ‘si el virus si no puede ver a nadie, se va’. Por lo tanto, la acción de hoy tiene un mucho mayor impacto que la misma acción tres días más tarde, por el efecto amplificador. Italia, España, Nueva York, China nos muestran lo que se nos viene. Pero no tiene que ser tan grave si es que logramos implementar medidas drásticas hoy”.
– Pareciera que para ser capaces de cumplir el aislamiento social tenemos que salir de la clásica convicción “a mí no me va a pasar”.
“Una forma de hacer esto personal es el siguiente ejercicio. Bajo algunos escenarios, las tasas de infección serían 50% de la población; de esa, 20% necesita hospitalización; un 5% entra en estado crítico, y el 1% se muere. Entonces imagine que usted planea un evento con las 1.000 personas que invitaría si fuera un gran matrimonio o una fiesta de aniversario. De esas 1.000 personas que usted conoce lo suficientemente bien como para mandarle invitación, 500 contraerían el virus. De esas, 100 necesitarían hospitalización, 25 estarían críticas, y 5 morirían. De su grupo de amigos y de sus familiares. ¿Se imagina quiénes podrían ser esos 5? Sus padres, abuelos y amigos con sistemas inmunológicos comprometidos”.
– Nuestro comportamiento determina en definitiva la evolución de la epidemia…
“Claro. Lo interesante es que los datos muestran que la tasa de fatalidad varía entre 0,5% y 5% según las medidas preventivas, su timing, y cuanta presión haya en los sistemas de salud. O sea, cambiar el comportamiento hoy -disminuir las interacciones sociales- disminuye el número de muertos por un factor de 10x. ¡Diez veces! Es decir, ‘su’ comportamiento determina si se muere uno de sus conocidos, o 10. No digo que esto es lo que vaya a pasar, pero sirve imaginarlo. La combinación de ciencia, cabeza fría y amor por el prójimo, creo que es esencial aquí”.
– Como bióloga, ¿qué te dice esta epidemia?
“Es una experiencia desafiante. Es una epidemia que usa la globalización extrema que hemos creado como forma de esparcirse. Nos pone a todos a prueba porque nos obliga a una solidaridad intergeneracional e interpersonal que contradice mucho de nuestros instintos más individualistas. También a tomarnos en serio la ciencia y el empiricismo; entender, por ejemplo, lo que es crecimiento exponencial y cómo funcionan las redes. Vamos a tener que repensar muchas de las cosas que nos parecían completamente obvias. Pero esa es quizás la esencia misma de quienes somos como especie y de nuestra capacidad de adaptarnos a situaciones límite. Ya estamos viendo una capacidad de coordinación colectiva que hace un par de semanas, por divisiones políticas, ideológicas y la crisis de confianza que vivimos, no parecía posible”.
– ¿Qué relación ves tú como científica entre daño medioambiental y cambio climático y pandemias como estas?
“La vida es resiliente. Ni el mundo ni la humanidad se van a acabar con esto. La baja en emisiones de CO2 por un rato será buena para la biósfera. La calidad del aire ha mejorado. Ahora bien, la fuerza de esta pandemia radica en parte también en la destrucción de la naturaleza y en el tráfico de animales salvajes. En cantidad de muertos e impacto económico y social siguen siendo más grave para la humanidad la destrucción de la biodiversidad y de la salud de los ecosistemas: seguimos insertos en ellos, en caso que se nos haya olvidado”.
“El impacto del cambio climático ya está aquí, en vidas humanas y no-humanas. Pero nuestra psicología de primate social con foco al ‘aquí y el ahora de mi mundo pequeño’ no reacciona frente a la salud del planeta como reaccionamos al contagio y a una pandemia, lamentablemente. Está claro que el pánico a la pandemia no sirve, pero entendemos por qué existe. El miedo al contagio nos ha servido mucho en tiempos ancestrales. Pero ahora la biosfera agradecería tener la misma agencia de publicidad que el COVID-19. Ese es nuestro próximo desafío como sociedad global, la salud de la naturaleza. Nos pilló la hora hace rato”.
“Somos un sistema interconectado y complejo”, añade Isabel. “Esa es la ecología de las sociedades humanas modernas. Un sistema por el cual se contagian los virus, y el pánico. Pero también las influencias y los cambios de comportamiento. En un año más el coronavirus será un recuerdo. Un recuerdo con consecuencias, y cuáles sean depende de lo que hagamos ahora. El futuro no está escrito, lo hacemos todos”.
– Los seres humanos estamos condenados a seguir viendo epidemias como éstas?
“Sí. Nuevos virus van a evolucionar, y se van aprovechar de lo interconectadas que están nuestras sociedades para reproducirse rápidamente. Son brillantes los virus, mira cómo nos tienen, de rodillas, a nosotros, tan inteligentes, sintiéndonos ad-portas de explorar Marte. No creo que la solución sea parar el mundo sino pensarlo juntos. Es lo que este virus tal vez nos obligue a hacer, hay muchas lecciones, paradojas y oportunidades. Como todas las epidemias también podemos desarrollar las estrategias para defendernos mejor. Por ahora el marcador es Virus: 1 – Humanos 0, pero este partido todavía no termina”.
Fuente: https://www.pauta.cl/