Por muy autoritario que parezca en un primer momento, los adolescentes requieren que sus padres les fijen reglas, les den un marco de acción y los guíen en el proceso de maduración personal. Por supuesto, también necesitan que se comuniquen con ellos y que demuestren un verdadero interés en su persona.
La psiquiatra de Clínica de Santiago Alemana Michele Barreau explica que los jóvenes se sienten protegidos y queridos cuando les establecen límites, ya que éstos les proporcionan un margen claro en el cual moverse, desarrollarse y auto controlarse o regularse.
Eso sí, es importante que al momento de establecer las normas éstas sean conversadas entre los padres. Y sólo una vez que se han puesto de acuerdo, entonces se discutan con los hijos, dándoles un espacio importante de participación.
“Es recomendable que se les enseñe a ser autónomos e independientes, para que ellos mismos aprendan a proponer y fijar sus propias reglas, ya que su identidad se va formando en la medida en que son capaces de cumplir lo que dicen”, recalca.
La especialista destaca que no existen “recetas” y que cada familia debe proponer normas de acuerdo a sus propios valores. Claro que cuando los adolescentes están en el colegio es bueno que en las reuniones de apoderados los papás se pongan de acuerdo para fijar ciertos límites, así éstos pueden ser más fáciles de seguir, ya que se involucra a todo el curso o a parte importante de él.
¿Qué límites son los más complejos de fijar?
Por lo general, los más difíciles de acordar son los relacionados con las salidas en las noches, es decir, establecer cuántas veces se puede ir a fiestas o a la discoteca, hasta qué hora y con quién. También, los límites respecto al alcohol, el cigarrillo y el pololeo, entre otros.
La doctora enfatiza que por muy difícil que parezca esta tarea, una buena forma de establecer pautas es a través del diálogo frecuente, “donde a los jóvenes se les explique la razón de la regla y los posibles riesgos que pueden sufrir si no las cumplen. La idea es que el adolescente pueda expresar su opinión respecto a lo que se le esté planteando y que luego los padres den los argumentos que crean necesarios”. Eso sí, “ser democrático con los hijos es muy importante ya que favorece el desarrollo de su propia identidad”, resalta.
Por supuesto, estos límites no deben ser los mismos para un adolescente de 14 años que para un joven de 21, ya que éstos deben ir variando en la medida en que los niños van creciendo. Cuando los hijos ya han entrado en la veintena y aún viven en el hogar paterno, es natural que pidan más espacio y, en este sentido, los papás tienen que ir transando.
“Sin embargo, debe perdurar cierto control, como por ejemplo que avisen si van a comer en la casa o no y a qué hora van a llegar, que son reglas mínimas de convivencia. Y esto es algo que se construye, no es de un día para otro; es un guiar desde que el hijo es pequeño”, afirma.
Jóvenes sin reglas
Si no se establecen normas, algunos adolescentes se pueden desbandar. Pero también se puede dar el caso contrario, donde son los propios jóvenes los que se ponen límites, porque son capaces de autor regularse y tiene un proyecto de vida claro.
“Pero muchos de ellos, interpretan que sus padres no fueron lo suficientemente protectores o que no los querían tanto. Y pueden decirse a sí mismos: ‘yo tuve que quererme sola y ponerme mis propios límites’ o ‘nadie me cuidó y yo por eso soy un desastre”.
Por esto, es importante que los padres reflexionen sobre la importancia de fijar reglas y límites a sus hijos y en la trascendencia que tienen en su maduración personal.
Fuente: http://www.alemanatemuco.cl/not/not/catnot040714.html