La sexualidad y la calidad de vida

La sexualidad forma parte de nuestra personalidad como seres humanos, e influye de manera decisiva en nuestra calidad de vida. Inserta en nuestros genes para garantizar la perpetuación de la especie, en los humanos va más allá de la mera reproducción, para convertirse en una forma de comunicación, de expresión emocional en el enamoramiento y fuente de bienestar físico y psicológico.

 

Fuente : http://www.synaptica.es

 

El deseo sexual es una potente fuerza vital estimulante y positiva, y la OMS considera el placer sexual nada menos que un derecho humano básico. El orgasmo libera endorfinas, que producen relajación y bienestar, mejora el sistema inmunológico y el estado de ánimo, refuerza la autoestima especialmente en el varón, disminuye la irritabilidad y la agresividad.

Nacemos como seres sexuados y atravesamos distintas etapas, infancia, adolescencia, juventud, adultez y vejez en las que vamos desarrollando nuestra propia sexualidad, que nos acompañará de por vida. Sorprende que algo tan importante para la felicidad de las personas, nunca haya dispuesto (ni dispone en la actualidad) de auténticos educadores y siempre haya sido un tema “tabú”.

Durante generaciones fue la educación religiosa la encargada de frenar y reprimir ese caudal de energía vital, desde la adolescencia a la senectud, con la amenaza del pecado y el temor a la condenación eterna, limitando la sexualidad a la procreación y grabando en lo más profundo de nuestro ser, la asociación entre placer y pecado, considerando algo sucio y vergonzoso, todo lo relacionado con el sexo y provocando un sentimiento de culpabilidad, no de disfrute.

Afortunadamente las nuevas generaciones han superado esta etapa, pero siguen tan huérfanas de educación sexual como las anteriores, y las consecuencias son el importante nº de embarazos no deseados y la no erradicación de las enfermedades de transmisión sexual, a pesar de la existencia de conocimientos y medios suficientes para controlarlos. La información sexual no forma parte de la escolarización obligatoria, y tampoco se da en general en la familia, con lo cual se mantiene el autoaprendizaje, la información procede de lo que nos dicen los “colegas”, lo que vemos en televisión con programas “tan orientativos” como Gran Hermano y los más interesados de lo que sacan de Internet. Las consecuencias de todo ello es la desorientación, las dudas, el miedo, la banalización del sexo y el desconocimiento del riesgo en ambos sexos.

Durante la adolescencia y la juventud surge una auténtica tormenta emocional, con el primer enamoramiento, todos los sentimientos se vuelcan en la persona amada, y el goce y el sufrimiento se alternan durante esa etapa de ilusión maravillosa, pero fugaz. Desconozco si la juventud actual mantiene esa capacidad de enamoramiento platónico, o si rápidamente es apagado con el logro demasiado fácil del complemento sexual.

Durante la etapa adulta, en la sexualidad además de la actividad sexual, se intercala el componente afectivo (enamoramiento)para compartir con otra persona un determinado proyecto, en general, la formación de una familia con la aparición de los hijos, la nueva generación, que durante bastantes años absorben todas las energías disponibles, sexuales y no sexuales.

En la vejez, la actividad sexual aunque va declinando no desaparece, y el deseo como energía vital, se mantiene aun en edades extremas. Cuando la sexualidad puramente genital desaparece definitivamente, la comunicación, el contacto físico (la capacidad de acariciar siempre permanece), el cariño y el apoyo mutuo, pueden ser excelentes alternativas.

Los trastornos más frecuentes en la sexualidad del varón, son la eyaculación precoz en la etapa joven, con la insatisfacción que provoca en la pareja, y la disfunción eréctil (definida como la incapacidad de lograr y mantener una tumefacción y dureza del pene adecuadas, durante un coito normal), en el adulto y personas mayores. En la sexualidad de la mujer es la falta de deseo, en ocasiones ligada a la falta de factores afectivos acompañantes, y es que la sexualidad en el varón es más genital, y en la mujer emocional primero… y genital después.

El acto sexual es un marcador de buena salud en general y cardiovascular en particular, y también del estado emocional. En estudios realizados en pacientes varones ingresados en el hospital con infarto de miocardio, de 40 a 75 años de edad, más del 50% eran sexualmente inactivos, por presentar disfunción eréctil, y es que los factores de riesgo (tabaquismo, hipertensión, diabetes y colesterol elevado) deterioran antes la función sexual que las coronarias. Se puede decir que la erección es un test del estado del endotelio vascular y su capacidad de liberación de Oxido Nítrico, la molécula vasodilatadora por excelencia y la que nos indica el buen estado del aparato circulatorio.

El interés sexual declina ante la existencia de preocupaciones, problemas de salud, laborales y familiares, estados de ansiedad y depresión. Es una flor muy frágil, que debemos evitar que se marchite definitivamente, pues nos ofrece la oportunidad de ser más felices, alegres y estables emocionalmente.

Sería necesaria una educación sexual en nuestros jóvenes, carente de los prejuicios que sufrimos las generaciones previas, y que trasladase los derechos sexuales recogidos en los Congresos Mundiales de sexología y aceptados por la OMS www.indetectable.org/pages/dersex.htm – pero ello tropieza con la incapacidad de los partidos políticos para ponerse de acuerdo en un terreno muy difícil que pertenece a la intimidad de cada persona y donde la cultura previa y la tradición juegan un papel decisivo.

En definitiva que la sexualidad bien desarrollada a lo largo de la vida debe hacernos más felices, al poder disfrutar de algo que no depende de la economía ni de los mercados, pero que desgraciadamente mal enfocada es fuente de conflictos, generadora de sentimientos de culpa, frustraciones, abusos con aparición de mafias y extorsiones, etc.

Este texto se corresponde con un post del blog Salud Fácil.

 

Por Emilio Molina de Porras