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Oct 22, 2012
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Las expectativas frente a los hijos

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Las expectativas frente a los hijos

No hay papá ni mamá que no se haga expectativas acerca de sus hijos… que sea esto o lo otro y que “les vaya bien en la vida”. Sin embargo, los caminos de los hijos no siempre coinciden con lo que los padres imaginamos. Así, cuando estas aspiraciones no se ajustan a lo que realmente ocurre, pueden aparecer frustraciones, temores y distanciamientos. ¿Cómo dejarlos crecer y al mismo tiempo estar cerca?
 

 
“Carlitos tiene 5 años y va en kinder. Me preocupa que no siempre me obedezca, pero por suerte en el colegio es otro y sus profesoras dicen que hace caso y se concentra en sus trabajos. Como el sistema escolar es exigente, después va a tener que hacer muchas tareas y me da susto que le vaya mal. Y si a uno le va mal en lo académico es difícil encontrar un trabajo con el que pueda mantenerse bien”, cuenta la dueña de casa Erica Figueroa. Su relato grafica algo que todos los padres quieren: que a sus hijos les vaya bien en la vida. Tener expectativas sobre los hijos es positivo porque funcionan como un motor del desarrollo, explica la psicóloga infanto-juvenil Pía Sius. “Si el adulto aspira a que el niño aprenda algo, se aboca a enseñarle esta conducta”.
 
Pero la profesional advierte que para que las expectativas contribuyan al desarrollo infantil, deben ajustarse al potencial real del chico: “Si van mucho más allá de lo que el menor puede dar, se producirá frustración, desconfianza y eso puede amenazar los vínculos afectivos. El hijo puede pensar que es insuficiente para sus padres y que haga lo que haga no los satisface. Una situación así puede generarle graves problemas de autoestima, llegando incluso a la depresión o a conductas antisociales, como una rebeldía ante la expectativa adulta”.
 
Las expectativas de los padres están presentes durante las distintas etapas del desarrollo del niño. En los preescolares todo es futuro, por lo que el espacio para desarrollar expectativas es amplio. Nuestro niño(a) será el más inteligente, el más querido por sus compañeros, el mejor deportista, el más amable y cariñoso de los hijos, etc.
 
“Estas expectativas positivas son un aliciente para la crianza y ayudan a ordenar los valores y enseñanzas que se les entrega a los pequeños”, añade Pía Sius. Sin embargo, a medida que el menor crece puede ir mostrando que no siempre es el “más” que los padres esperan. “Muchos que llegan a la edad escolar siendo las estrellas del jardín, se topan con que el cambio de sistema les impone exigencias que no pueden cumplir y se frustran. Entonces las expectativas paternas deben ir ajustándose a su realidad”, recomienda.
 
En la etapa escolar las expectativas son además una guía para la inserción social. Aparece la institucionalidad, el cumplimiento del deber, el compañerismo y también las expectativas de otros adultos sobre el niño. “La familia extensa comienza a preocuparse por su vida escolar. Por su parte, los profesores actúan con sus propias expectativas ya sean positivas o negativas, por ejemplo que el alumno flojo también será desordenado”.
 
Esta mayor presión social puede ser bien tolerada si el menor ha conseguido una base segura en lo emocional y siente que puede enfrentar desafíos, aprende a ganar, a perder y a perseverar, pero se trata de un proceso que demora años. El adolescente en tanto, se caracteriza por la búsqueda de sí mismo. Tiene mayor capacidad física, cognitiva y vive una emocionalidad intensa, por lo que puede oponer gran resistencia a los deseos adultos. En esta fase es necesario transar con la realidad y con el deseo del propio hijo(a).
 
“Aconsejo a los padres que se centren en sus deseos a más largo plazo, que cuiden los vínculos emocionales, mantengan momentos de distensión y manifiesten sus expectativas como una expresión de confianza más que una exigencia. “Creo que te va a ir bien en la vida” es distinto a “tienes que lograr éxito y dinero”. Un problema que puede presentarse en cualquier etapa, es que el progenitor(a) quiera que su hijo sea de una determinada forma, sin reparar en que el niño es distinto.
 
Algunos padres quieren tener hijos exitosos, en un buen colegio, que tengan buenas notas y sean deportistas. Pero si sus capacidades no son acordes a estas expectativas van a demostrarlo de una u otra forma, van a fracasar y toda la familia lo va a pasar mal, señala la psicóloga, y añade: “En los colegios más exigentes, hay niños que se pasan el año a punta de psicopedagogas y refuerzos, pero los papas los mantienen ahí porque es prestigioso”.
 
La expectativa de los padres se frustra y si insisten en ella probablemente la relación con el hijo se deteriore. En casos como éstos, señala Sius, se trataría de padres egoístas, que no quieren ver la realidad de su hijo, y que les preocupa más la imagen social que la felicidad del niño o niña. Es distinta la situación del estudiante que requiere exigencia y disciplina para rendir. En estos últimos casos se recomienda evaluarlo con especialistas para saber cuáles son sus capacidades y así ajustar el entorno más favorecedor para su desarrollo.
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Desarrollo evolutivo
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