Hemos crecido en una parte del mundo que pobremente ha reconocido la importancia e influencia de los alimentos en la salud humana. Carecemos de conciencia sobre las implicancias que conlleva alimentarse de forma desordenada y con alimentos de bajo aporte nutricional. Por otro lado, gran parte de la población posee algún tipo de trastorno psico-alimentario ligado al cómo nos relacionamos con la comida. Por ejemplo, se estima que quienes comen con un sentimiento de culpa, tienen el triple de probabilidades de aumentar más de peso y de tolerar mal lo que acaban de comer. Esto ocurre ya que el estado emocional sí influye, desde la capacidad metabólica del alimento hasta la actividad microbiana que degradará el alimento a nivel intestinal.
Lo primero de lo que debemos ser conscientes es que la alimentación no involucra solo lo que ingresa por tu boca al sistema digestivo, sino que va mucho más allá de eso, te estás alimentando de lo que ves al mirar tu plato de comida, de la mezcla de aromas, las texturas, y todas las sensaciones corporales previas al bocado, que son el resultado de cambios fisiológicos a nivel orgánico y cambios bioquímicos mediados por tu flora bacteriana. Es decir, la alimentación es todo lo que entra por tus sentidos y que genera cambios nutritivos para tu Ser. Es importante entonces tener en cuenta que tu digestión va a estar influenciada por: con quién comes, dónde comes, si hay televisión o radio, ruidos; si estás apurado o relajado, entre muchas cosas más.
El cambio de visión
Al cambiar el cómo nos relacionamos con la comida, podemos ayudar a restablecer nuestro peso ideal, mejorar la digestión e incluso subir el ánimo. Para esto lo primero es identificar qué emoción predomina en mí antes de ingerir un bocado de aquello que me está tentando comer: ¿es ansiedad?, ¿culpa?, ¿serán ganas de llenar un vacío?, ¿tengo hambre realmente? son preguntas ideales para tomar conciencia de qué estamos haciendo realmente llevándonos ese bocado a la boca.
Para restablecer sanamente tu vinculación emocional con la comida, lo primero es tomar conciencia que para poder digerir bien, debemos comer en un ambiente cómodo, libre de estímulos, sin emociones negativas, no estar viendo televisión, e idealmente con una compañía agradable o en calma solo.
1. Haz el ejercicio de observar tu plato y observa cómo te sientes cuando lo ves
No comas por comer. Primero analiza qué te genera el comer lo que tienes en frente, de a poco identificarás las emociones predominantes. Puedes hacer el ejercicio con una fruta versus una bebida gaseosa y darte cuenta de la diferencia.
2. Empieza a comer solo cuando sientas que el alimento te genera calma interna
Aunque no lo creas, hay mucha diferencia entre comer algo que nos llama mucho la atención y experimentamos ansiedad por comerlo versus una emoción calmada o neutra cuando nos alimentamos. Si lo pensamos bien, todo aquello que nos provoca ansiedad por obtenerlo, genera emociones a base de apego y retención, ahora imagina que ocurre lo mismo a nivel de las azúcares y grasas trans. Es decir, queremos tanto comer ese chocolate o esas papas fritas, que emocionalmente le decimos a nuestro cuerpo «apégate a esto y no lo dejes ir».
3. Siente los sabores a cabalidad, mastica y saborea cada alimento con toda la calma del mundo
Date el tiempo, que pocas veces te das, de disfrutar cada bocado como si fuese el último, sin culpa alguna, por el contrario, agradeciendo poder tener la posibilidad de tener esta experiencia.
4. Observa tu respiración, ésta debe estar presente en cada momento
Si dejas de respirar mientras comes, denota exceso de ansiedad y tensión. La respiración es el reflejo de tu conexión cuerpo-mente, recuerda que estás comiendo con tus cinco sentidos y ¡con todo tu Ser!.
5. Come lento y observa cómo se siente todo tu cuerpo con lo que comes
Deja el reloj de lado, éste es tu momento. Date el tiempo de sentir con tu cuerpo la liviandad o pesadez de lo que comes. Con el tiempo aprenderás que todo lo que comes se siente a nivel corporal, por ejemplo una comida muy pesada y difícil de digerir te generará letargo y sueño, mientras que una comida liviana te dará claridad mental y más energía.
6. Come hasta que empieces a sentir saciedad. Luego descansa de comer y toma conciencia de cómo tu cuerpo empieza a sentirse saciado
La señal de saciedad se genera después de unos cinco minutos de haber llenado el estómago. En esos cinco minutos, es fácil pasarse con algunas cucharadas de comida de más, por eso es importante conocer las porciones de alimentos y no servir en el plato lo que puedo comer, sino lo que debería comer en porciones.
7. No importa si queda alimento en tu plato, si estás saciado, no comas más
Desde pequeños aprendimos que el que quede comida en el plato era sinónimo de castigo o reto, e incluso podía ser signo de mala educación. La verdad es que no hay nada de malo en eso. Si estás saciado lo más sensato es dejar de comer, aunque signifique dejar comida en el plato.
Haciendo estos simples ajustes podrás ver cómo tu salud empieza a mejorar, puesto que es a nivel emocional y mental donde debemos empezar a generar los cambios que nos permiten tener una mejor forma de relacionarnos con la comida.
Fuente
Mirada Maga / http://miradamaga.cl/alimentacion-tus-emociones-si-afectan-en-lo-que-comes/
Daniel Plaza
Kinesiólogo integrativo
Co-Director Instituto Prana Kine
Especializado en Nutrición Integrativa & Salud Natural