Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma
“Uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad, un procedimiento, no obstante, trabajoso y, por lo tanto, impopular” Carl Jung. Alina Díaz J.
En la vida cotidiana y en la naturaleza, a menudo podemos ver que existe una polaridad, una dualidad entre las cosas que nos hace distinguir muchas veces lo uno de lo otro como polos opuestos. Esto lo hemos asociado a diferentes contextos como, por ejemplo, el sol y la luna, la luz y la oscuridad, el bien y el mal, el amor y el odio, un dios y un diablo, etc., todas comparaciones que determinan dos aspectos que marcan una separación y una diferenciación entre ambos. Sin embargo, esto no es más que una ilusión, una falsa idea de separatividad en la cual ha caído toda la humanidad, resquebrajándose y encerrándose en pequeños fragmentos individuales aparentemente sin conexión.
De esta misma forma también nos hemos mutilado a nosotros mismos, encasillándonos en etiquetas y clasificaciones en todo orden de cosas por miedo a lo que está permitido y lo que no. La idea de perfección, los juicios y castigos ante determinadas acciones nos han hecho desarrollar una careta que mostramos ante el mundo, pero también nos ha obligado a temerle a nuestra sombra personal, a aquello de nosotros mismos que no deseamos que otros conozcan, porque puede cambiar la pulida imagen exterior que deseamos proyectar hacia los demás; porque sentimos culpa y vergüenza ante los aspectos aparentemente disociados de nuestra personalidad. Estos rasgos que rechazamos en nosotros mismos son desterrados a la sombra, ese poder oculto y oscuro de la naturaleza humana que se alberga en la profundidad de nuestro inconsciente. A mayor distancia entre nuestra máscara y nuestra sombra, mayores serán los efectos disonantes entre ambas.
Nuestra sombra se encuentra tan adherida a nosotros que es imposible separarnos de ella para poder observarla, la única forma de verla indirectamente es mediante los atributos y acciones de los demás, donde nuestra admiración o rechazo desproporcionado hacia una cualidad determinada de un individuo o grupo, significa que estamos tratando de expulsar la sombra que llevamos dentro proyectándola en otros; un mecanismo automático por el cual actuamos sin darnos cuenta de lo que sucede en nuestro interior. Pese a lo difícil que pueda resultar identificar estas situaciones, está en nosotros hacernos conscientes de este proceso para contribuir a nuestro crecimiento y desarrollo personal. El reconocido psiquiatra Carl Jung decía: “uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad, un procedimiento, no obstante, trabajoso y, por lo tanto, impopular”, si logramos comprender esto, podremos darnos cuenta de que aquello que nos disgusta o admiramos de sobremanera en otras personas sólo es parte del reflejo de ese lado negado en nosotros mismos, donde ese elemento que perturba nuestra personalidad, aquellas cualidades inaceptables y las conductas más oscuras de nuestro yo, no son más que aspectos reprimidos de nuestro ser.
Si no somos capaces de aceptarnos tal como somos, si rechazamos aquellos rasgos que consideramos negativos en nuestra personalidad, no podremos comprender ni admitir nuestros propios límites y seguiremos proyectando en los otros y en el mundo entero todas aquellas cosas que no deseamos ver en nuestro interior. Esto finalmente se transforma en acciones y sentimientos dañinos para las personas, situación que podemos ver actualmente en nuestra sociedad, donde como resultado de nuestra sombra colectiva surgen las peores atrocidades y contradicciones de la humanidad a través de la amoralidad en los negocios, el dominio sobre la naturaleza, la codicia por el dinero y el poder, la aceleración y deshumanización de los trabajos, el materialismo, el deseo de controlar lo incontrolable, el miedo a la muerte, etc. Todas estas situaciones son parte de un mismo origen y cada uno de nosotros es responsable de desarrollar su propia consciencia individual y aceptar esa sombra encadenada y olvidada en los adentros de su ser.
Es importante que nos demos cuenta de que el Todo no es más que la suma de las partes, que en conjunto somos una totalidad entrelazada y que existe un principio de polaridad, donde los aspectos aparentemente opuestos sólo son los dos extremos de una misma cosa, tal como señala el libro ‘El Kybalion, Tres Iniciados´: “Todo es dual; todo tiene polos; todo tiene su par de opuestos; semejante y desemejante son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado: los extremos se encuentran; todas las verdades no son sino medias verdades; todas las paradojas pueden ser reconciliadas”.
Cada uno de nosotros, como la luna, tiene un lado iluminado y brillante que está descubierto ante el mundo pero cuyo antagonista es la oscuridad y las sombras que ocultan algo más allá de nuestro conocimiento. Mientras sigamos negando las cualidades desagradables que deseamos ocultar, éstas seguirán mostrándose en otros y continuarán moldeando nuestros pensamientos y nuestras acciones. Resulta imposible comprendernos como unidad, si no aceptamos nuestro yo total. Por este motivo en el templo de Apolo en Delfos aún podemos ver grabada la sabia frase “Conócete a ti mismo”, pues la única manera de comprender nuestro ser de forma integral es aceptando aquel yo opuesto a nuestro yo ideal, esa sombra que causa tanto temor dentro de nosotros y la cual hemos ignorado, castigado y enjuiciado sin contemplación. Más si prestamos atención, si logramos iluminar la oscuridad, si logramos mantener una relación de armonía entre lo que mostramos a los demás y lo que no asumimos de nosotros mismos, nuestra sombra deja de ser un monstruo y se transforma en el redentor que puede transformar tanto nuestras vidas como a la humanidad.
Fuente: www.mundonuevo.cl