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Lola Hoffman, una pionera del Alma

Lola Hoffman, una pionera del Alma

Lola Hoffmann, nació el 10 de Marzo de 1904 en Letonia y murió el 30 de abril de 1988, una noche de luna llena, en Peñalolén. Fue una conocida psiquiatra que ayudó a mucha gente en Chile, hace ya más de cuatro décadas. De esto dan cuenta las palabras de Leonora Calderón, su nieta, en el libro Mi abuela Lola: “tuvo amigos y amigas homosexuales, heterosexuales, católicos, religiosos (curas y monjes), artistas, militantes políticos, gente de la más variada condición”.

Esta visionaria mujer hizo aportes sustanciales en el campo del crecimiento personal ya que provocó el despegue experiencial de dos ideas que más bien parecían pertenecer al limbo intelectual del famoso psicólogo C. G. Jung: la individuación y la sincronización.

Ahora bien, su aporte esencial en donde hallamos el corazón de su obra: la traducción del I Ching, que hizo del alemán al español, sus novedosos enfoques sobre la pareja, los hijos y la espiritualidad y uno indiscutible fue su extraordinaria sabiduría, con la que regocijó a sus pacientes.

Fuente : http://www.eltriangular.info/

 

“Elegir es conmover, conmover es vivificar. Me dejo conducir y me dejo mover. Muevo, cobijo y pondero a los otros y en mí vuelvo viajero lo inmóvil. La forma envejece, se vuelve frágil y cascada, en pedazo la abate la tormenta. Lo quebradizo y agrietado transparente se torna. Un edificio se eleva momento a momento, e inesperadamente de una sola vez, suenan las doce desde la catedral”.

Lola Hoffmann, nació el 10 de Marzo de 1904 en Letonia y murió el 30 de abril de 1988, una noche de luna llena, en Peñalolén. Fue una conocida psiquiatra que ayudó a mucha gente en Chile, hace ya más de cuatro décadas. De esto dan cuenta las palabras de Leonora Calderón, su nieta, en el libro Mi abuela Lola: “tuvo amigos y amigas homosexuales, heterosexuales, católicos, religiosos (curas y monjes), artistas, militantes políticos, gente de la más variada condición”.

Esta visionaria mujer hizo aportes sustanciales en el campo del crecimiento personal ya que provocó el despegue experiencial de dos ideas que más bien parecían pertenecer al limbo intelectual del famoso psicólogo C. G. Jung: la individuación y la sincronización.

Ahora bien, su aporte esencial en donde hallamos el corazón de su obra: la traducción del I Ching, que hizo del alemán al español, sus novedosos enfoques sobre la pareja, los hijos y la espiritualidad y uno indiscutible fue su extraordinaria sabiduría, con la que regocijó a sus pacientes.

Pero lo principal es que no dio a conocer estos conceptos de una manera puramente racional, sino que los difundió basándose en su propia experiencia y en el “darse cuenta” de sus pacientes. Hizo que sus pacientes rumiaran estas ideas, como así lo atestigua el libro llamado “Encuentros con Lola Hoffmann” de Delia Vergara. Por cierto, si se investiga, en su propia vida se encuentra una reveladora experiencia de sincronización y, a la vez, un significativo proceso de individuación.

Cuando Lola tenía 46 años, y era una destacada profesional, doctora experta en fisiología y en hormonas, tuvo un sueño, una herramienta para su transformación.
En este sueño, Lola se vio abriéndole las entrañas a un perro, del cual repentinamente salían los brazos y la cabeza, de una mujer. Era Margarita Engel,secretaria de su marido. Este sueño le trajo un sentimiento profundo de espanto y a partir de él decidió no matar nunca más un animal.

Es más, desde que tuvo dicho sueño comenzó a cuestionarse sobre su profesión, al punto que cayó en una fuerte depresión. Franz Hoffmann, su marido, trató de ayudarla a salir de este estado, entonces le propuso un viaje a Europa al que Lola accedió. Franz y Lola tomaron pasajes en un buque italiano que debieron esperar en Buenos Aires, allí, pero en una de sus salidas en una librería Lola encontró un libro que le llamó la atención “La Psicología de Carl Jung” de Yolanda Jacoby (hay que considerar que la autora tenía el mismo apellido de soltera de Lola, es decir Helena Corona Jacoby).

Lo que le ocurrió con ese libro, Lola lo relata así: “Fue una casualidad muy extraña , a medida que me sumergía en las paginas del libro, me invadía una inexplicable felicidad. Progresivamente entendí el enfoque de Jung, encontré que era muy inteligente y atinado. Me interesó de inmediato. Pude vislumbrar que el cambio que debía realizar para superar mi crisis era dedicarme a la psiquiatría. Fue como una luz en el fondo de un túnel.” Pues bien, eso que vivió Lola fue una sincronización, ella no planificó nada, y los fenómenos se fueron aunando en la búsqueda de la conexión con su ser íntimo. Fueron signos vitales con los que ella conectó .

Así, la realidad se le abrió ya no como un túnel oscuro, sino como luz por donde nuevamente podría transitar. En otras palabras, parafraseando a Gastón Soublette, en el libro Encuentros con Lola Hoffmann, donde testimonia los análisis que hacía junto Lola Hoffman: “el acontecer así llamado interior se relacionó con el acontecer llamado exterior, de modo que se convirtieron en un mismo acontecer.

Se trató de una relación analógica entre lo que le ocurría adentro y lo que le ocurría afuera, de tal manera que esto se le retrató simbólicamente”. Ahora bien, su individuación también partió desde esa misma experiencia. Lola, cuando cayó en esta depresión, sentía como había sido absorbida por la fuerza masculina de su marido. Así lo relata su nieta en Mi Abuela Lola: “ tantos años trabajando bajo el alero de Franz, hicieron de Lola una mujer totalmente dependiente, en todo sentido: profesional, emocional y económico”.

Efectivamente, esta crisis detonó en Lola el reencuentro con muchas características de sí misma. Los sueños, luego el despertar de su conciencia, como un darse cuenta , la depresión, kundalini fueron mecanismos detonantes de una nueva mirada de Lola hacia su vida, entonces cambió el enfoque de la pareja, de los hijos, de la mujer, de los padres, hasta de su espiritualidad. Lola se volvió una mujer mucho más mística, más empática y más revolucionaria .

Tal individuación se hizo visible, a todas luces, a través de sucesos como el conocer a Totila Albert o el convertirse en psiquiatra. Pero, qué pensaba Lola Hoffmann, cuáles son las ideas madres de esta individuación. Aquí están presentes algunas de ellas. Decía Lola: -“ El proceso de individuación es un trabajo. Un opos vital. Una tarea que nos llama a no evitar las dificultades y peligros de la vida, sino a percibir el sentido en el pattern de acontecimientos que la conforman.

Hay que aprender a ver el hilo que conecta los acontecimientos, sueños y relaciones que han formado el tejido de nuestra existencia” -“Para romper con esta vida mediocre, las mujeres tienen que dedicarse a trabajar, introduciéndose en el mecanismo de la cultura. Y esto no es un tema de feministas sino que está en la naturaleza humana: participar en la creación”. -“La creación de tener hijos no basta. Yo amo profundamente a mis hijos; sufriría tremendamente si les pasara algo, pero no son el centro de mi interés y, sobre todo, ellos no desean serlo.

No me meto en la vida de ellos. Ellos viven su vida y yo por supuesto, gozo con todo lo que hacen, pero me niego a tomar como centro de mi vida el rol de la abuela feliz” -“ Al principio femenino pertenece antes que todo el alimentar física y espiritualmente. Pero hay otro elemento que hasta ahora la mujer no ha asumido y hecho suyo, que es dar libertad. Soltar. Hay que tener el valor de exponer al niño a tareas más o menos difíciles y no sobreprotegerlo por egoísmo, por evitar el sentido de culpa, si algo le sucede” -“El sufrimiento de hoy es ese concepto de propiedad: “mi” marido, “mi” mujer. Esa palabra “mi” es el sufrimiento.

El ser humano no puede ser propiedad de otro ser humano.

Puede ser tremendamente generoso, tremendamente amoroso, pero no puede ser propiedad de otro ser y sentirse como tal”. Ahora bien, mirando retrospectivamente a Lola, es claro, que ella se transformó.

En la segunda mitad de su vida, dio un giro de ciento ochenta grados. A los 50 años vivió una crisis y su expresión y entrega a los demás ocurrió entre los 70 y los 84. Realmente hizo un trabajo de alquimia, y un trabajo de taller. Por cierto, se sabe que hay que hacerse de nuevo cada día, pero no se práctica, en cambio Lola sí lo realizó.

Ella, como la más brillante de las escultoras esculpió su vida, su ser y también ayudó a otros para que se adentraran por tan pedregoso, pero fascinante trabajo. Y todo esto lo hizo en su vejez, un tiempo de ocaso para muchos, pero que, para ella, al revés significó un nuevo amanecer.

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