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Los desafíos para colaborar: Chile, la isla de la desconfianza

Los desafíos para colaborar: Chile, la isla de la desconfianza

Esta larga y angosta nación no solo es líder en inequidad de los ingresos dentro de la OCDE, también es el país con el menor nivel de confianza en los otros.Los nuevos modelos colaborativos están listos para acercarnos a una sociedad más equitativa; sin embargo, todas estas nuevas miradas requieren de un elemento esencial: la confianza. ¿Cómo podemos colaborar con otros en los que no confiamos?

Fuente : http://www.revistasomos.cl/

 

 

Por J. Cristóbal Juffe V.

Entregar dinero a desconocidos con la confianza de que cumplirán es un acto que realizamos cotidianamente sin siquiera pensarlo. Estamos en un sistema social y económico que facilita, más que en ningún otro periodo de la historia humana, el intercambio comercial con personas de las que no tenemos casi ningún antecedente.

El hecho de ir al supermercado y entregar dinero a un completo extraño a cambio de mercadería es algo que ni siquiera nos cuestionamos, pero que tiene varios supuestos de confianza: Que el precio es justo, que el producto es de buena calidad, que el contenido es lo que dice en la etiqueta, etc.

Esta confianza en las empresas no es espontánea, ha sido construida con grandes esfuerzos: Tenemos decenas de leyes que norman esta transacción, hay varios organismos que regulan las diferentes partes del proceso, hay cámaras de seguridad que comprueban que los usuarios no se estén llevando productos sin pagarlos, en cada caja de pago hay luces ultravioleta para verificar que los billetes sean verdaderos. No es una confianza natural, es una confianza regulada.

De los individuos a las empresas

Durante gran parte de la historia de la humanidad, las transacciones se dieron entre personas naturales, por lo que era habitual que primero se establecieran relaciones de confianza antes de poder realizar un intercambio con tranquilidad.

En la antigüedad, esta confianza se construía principalmente a través del conocimiento interpersonal, relacionándose con la familia del otro, su círculo social y su propio historial, lo que daba la sensación de saber con quién se estaba haciendo negocios.

Chile cuenta con el peor índice de confianza de los países de la OCDE, con solo un 13% de confianza en los otros, mientras que el promedio de la OCDE es de 59%, y los países que la tienenCon la aparición de las grandes empresas, el proceso de confianza cambió paulatinamente, ya que parte esencial de la estrategia de las compañías fue la de mostrar que eran más sólidas y confiables que los individuos, con una premisa básica: Una persona puede desaparecer, una compañía grande y sólida como la nuestra estará aquí para responder frente a cualquier problema.

Así, depositamos toda nuestra confianza en las sólidas compañías y cada vez desconfiamos más de los individuos.

Sin embargo, desde hace un par de décadas también hemos ido perdiendo la confianza en las empresas: estafas, publicidad engañosa, colusiones, abusos laborales, malos productos, prácticas monopólicas e irresponsabilidad con su medio social y ambiental son algunos de los motivos que nos llevan a que cada día desconfiemos más de las empresas o, peor aún, que nos acostumbremos a ser engañados. ¿Quién no ha pasado horas interminables en el teléfono esperando una respuesta de una gran compañía por algún error que ellos han cometido y que nosotros tenemos que hacernos cargo de solucionar?

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Descargando confianza

Cuando comenzó a masificarse internet a finales de los años 90, era muy habitual escuchar a personas sorprendidas por la forma de funcionamiento de la red: “¡Encontré la receta de cocina que andaba buscando!”, “¡Alguien me contestó en un foro, así no más, gratis!, “¡Toda la información que necesitaba estaba en la red!” Sin darnos cuenta, comenzamos a ser parte de modelos de cooperación interpersonal gratuitos y abiertos, en los que no es necesario conocer ni siquiera el nombre de una persona para hacer un intercambio con ella.

El modelo fue tan innovador y repentino que no nos dimos cuenta de que muchas veces podíamos confiar en un completo desconocido a través de la red y que, sin embargo, seguíamos sin poder confiar en el vecino que vemos todos los días.

Durante la primera década del siglo XXI, estos sistemas de colaboración se fueron naturalizando a tal nivel que en la actualidad nos parece completamente normal que la mayor fuente de noticias sean sistemas alimentados por usuarios como Facebook o que si deseamos aprender a hacer algo solo basta con buscarlo en Youtube.

Compartir no solo ha sido algo natural para el ser humano, también ha sido una estrategia absolutamente necesaria para la supervivencia a lo largo de miles de años, por lo que esta normalización del compartir que surge a través de internet no es nada más que volver a un acto por completo natural que fue en parte olvidado durante algunas décadas por las influencias de la economía de la competitividad, y como dice Chris Anderson, director de la prestigiosa revista de tecnología Wired: “En la década pasada el eje fue encontrar nuevos modelos de innovación y colaboración en la web; en la próxima década el asunto será aplicarlos al mundo real”.

Y esto es lo que está sucediendo. En la medida que las tecnologías colaborativas de la red se integran a nuestra cotidianeidad (celulares, tablets, televisores inteligentes, etc.), pasan de ser simples soluciones técnicas a convertirse en innovaciones sociales que nos ayudan a descubrir cómo compartir mejor, igual a como lo hemos hecho con la información, pero ahora con otros servicios y bienes tangibles.

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La solidaridad ya está aquí

“En la década pasada el eje fue encontrar nuevos modelos de innovación y colaboración en la web; en la próxima década el asunto será aplicarlos al mundo real”. (Chris Anderson, director de la prestigiosa revista de tecnología Wired)

Estos modelos de colaboratividad no son nada nuevo, pero paulatina y progresivamente han ido pasando desde las llamadas economías de “los pobres” -que han optado por el compartir como un medio de supervivencia- a modelos económicos basados en la teoría de juegos y los procesos de negociación colaborativa (como los planteados por John Forbes Nash, de “Una mente brillante”) que han sido aplicados exitosamente al ámbito empresarial y organizacional, los que han comenzado a reconocer que la solidaridad no es un elemento ajeno a la economía actual, sino que existe y hasta el momento simplemente estaba invisibilizada.

En las empresas actuales, la solidaridad no se reconoce pero existe. Por ejemplo, entre los trabajadores que mutuamente se enseñan a realizar mejor sus labores; en aquellos empresarios que deciden mantener puestos de trabajo a pesar de no ser la fórmula “más eficiente” para la empresa, ya que valoran el bienestar de sus empleados; en aquellos cotidianos esfuerzos que muchos trabajadores realizan haciendo un poco más que el trabajo que les corresponde. La solidaridad se ve en todo aquellos elementos de la vida laboral que van más allá de lo “estrictamente necesario”.

El reconocimiento de la solidaridad como un elemento presente dentro de los sistemas económicos es lo que permite asumir que el modelo clásico de “máximo beneficio monetario” no es nunca el más beneficioso para todas las partes, dándole pie a los modelos colaborativos para mostrar que son los más eficientes y los que obtienen mejores resultados para todos los involucrados.

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Confianza para ganar

Para el correcto funcionamiento de los modelos colaborativos, que incorporan la solidaridad dentro de su estructura, es completamente necesaria la confianza entre las personas involucradas.

OuiShare
Es una comunidad creativa, global, abierta y sin fines de lucro para la economía colaborativa, que desde su fundación en el año 2012 tiene como misión explorar, conectar y promover las ideas y proyectos basados en el intercambio, la colaboración y la apertura, apuntando hacia el bien común.

Al igual que en la década pasada la web fue la cuna de sistemas para conectar, crear y compartir, en la década actual el desafío es traspasar los mismos principios al mundo real.

Para lograr esto OuiShare realiza eventos y promueve las relaciones entre las personas que están realizando estos tipos de proyectos, facilitando la difusión y la cooperación entre ellos.

Para saber más al respecto, visita: http://ouishare.net/

En el caso de las empresas, como señalaba en un principio, hemos generado una serie de leyes, normativas y fiscalizaciones que respaldan esta confianza, pero en el momento de tener que confiar en el prójimo, la confianza desaparece.

Chile cuenta con el peor índice de confianza de los países de la OCDE, con solo un 13% de confianza en los otros, mientras que el promedio de la OCDE es de 59%, y los países que la tienen más alta oscilan entre el 86% y el 89%.

Aquí es donde aparece el principal desafío, ya que según el sociólogo Robert Putnam, existen dos tipos de colaboración social (capital social): El capital vínculo y el capital puente. El primero se refiere a la colaboración entre pares, con los que son iguales o parecidos a mí. El capital puente se refiere a los procesos de colaboración con otros que son diferentes a mí, es decir, a personas de otro nivel socioeconómico, de otra cultura, de otra comuna, de otra etnia, etc.

En nuestro país, los sistemas de colaboración funcionan relativamente bien a nivel de capital vínculo, pero no funcionan en lo absoluto cuando se requiere de la creación de un capital puente. Tal como lo señala Dalma Berkovics, ex-conectora de OuiShare para nuestra nación (ver recuadro): “Las comunidades chilenas son como archipiélagos en la isla de Chile”, lo que es especialmente grave para la situación del país, ya que según Putman, el capital puente es lo que se requiere para poder superar la inequidad, el mayor problema social de nuestro país.

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Economía colaborativa

A pesar de las dificultades que enfrentamos a nivel local, la economía colaborativa va en expansión, tanto con iniciativas nacionales como globales.

A veces cuesta comprender la idea de compartir y colaborar, ya que estamos muy acostumbrados a que el mayor beneficio es el de la propiedad privada, sin reconocer que lo que necesitamos más bien es el poder acceder a lo que necesitamos cuando lo necesitamos.

Un ejemplo clarificador es el del taladro: El promedio de uso de esta herramienta perforadora es de 15 a 20 minutos a lo largo de toda su vida. ¡Casi todo el mundo tiene un taladro en su casa guardado durante años para usarlo solo un par de veces! ¿Es la masificación de taladros baratos y accesibles la mejor solución a la necesidad de perforar nuestras paredes? Claramente no, y es por esto que en la actualidad ya hay edificios y condominios que se han organizado para tener herramientas compartidas, comprendiendo que lo importante no es tener un taladro, sino poder usarlo cuando lo necesitamos.

Tomando esta idea, la economía colaborativa se puede dividir en cuatro áreas, según la comunidad OuiShare:

– Consumo colaborativo: Son sistemas que permiten realizar compras conjuntas, compartir lo que tenemos, es decir, hacer un uso eficiente de nuestros bienes. Ejemplos de esto son las herramientas compartidas; Sistemas de compra comunitaria como Juntos Compremos (ver recuadro); Plataformas donde personas comparten su sillón para que tú puedas alojarte gratuitamente en su casa, a cambio de que tú hagas lo mismo (couchsurfing.org); Sistemas que permiten que puedas arrendar una pieza de tu casa para uso turístico o incluso tu casa o departamento, a precios razonables (airbnb.es); Aplicaciones que permiten que arriendes tu auto a turistas mientras estás en la oficina; Viajar juntos y compartir gastos de viaje (viajaconmigo.cl)

– Conocimiento abierto: Espacios donde las personas podemos compartir nuestros conocimientos. El mejor ejemplo es la Wikipedia, una enciclopedia que cualquiera puede editar pero que es tan confiable como la Enciclopedia Británica. Otros ejemplos son el movimiento de software libre y el sistema operativo Linux, creado por y para los usuarios y que en la actualidad es la base de los sistemas operativos más usados en el mundo; Licencias colaborativas como las Creative Commons, que permiten que usemos obras hechas por otros para nuestras propias creaciones; Y el mejor ejemplo es el mismo Youtube, donde podemos encontrar videos con instrucciones desde como cocinar un huevo frito hasta como reparar nuestro computador.

– “Hacedores” (makers) y producción p2p: El termino p2p quiere decir “persona a persona”, y se refiere a la ausencia de intermediarios; entonces, se refiere a los proyectos para hacer bienes reales en los que no intervienen las empresas. El caso más emblemático es el de la impresora 3D RepRap, que fue diseñada por la comunidad y que permite que, por un precio muy razonable, las personas puedan construir su propia impresora 3D para “imprimir” objetos reales.

Juntos Compremos
Esta comunidad, que funciona desde hace un poco más de dos años, es un sistema colaborativo de consumo que en la actualidad se aplica en dos comunas de Santiago: Ñuñoa y Santiago Centro. El sistema se basa en una plataforma web sustentada por una comunidad humana, donde cada mes las personas suman sus pedidos minoristas para hacer pedidos al por mayor, accediendo a productos más sustentables, poniendo énfasis en el impacto humano y ambiental que tienen los productos, además de acceder a precios más convenientes.

Juntos Compremos no es un supermercado, es una comunidad y, por lo tanto, para funcionar requiere de la participación de sus miembros aportando al manejo del sitio web, administración financiera, gestión de las compras y retiro de los pedidos.

El sistema de pedidos funciona de forma mensual: cada persona hace su pedido durante los primeros días del mes y, luego, la semana siguiente, se juntan a retirar los productos. Para participar no es necesario vivir en las comunas señaladas, pero el retiro de los pedidos es en esos lugares.

En la actualidad participan cerca de 200 personas y cuentan con una gran variedad de productos, muchos de ellos comprados directamente a productores artesanales.

Más información en: www.juntoscompremos.cl

Además, hay otros proyectos muy interesantes como WikiHouse: Para diseñar una casa completa que cualquiera puede hacer, o WikiSpeed: Diseño colaborativo de un automóvil que puede fabricar uno mismo con las piezas y materiales disponibles en el mercado. Estos son solo unos ejemplos, pero existen muchas iniciativas orientadas a la producción colaborativa, incluidos espacios para trabajar en conjunto como el Santiago Maker Space (stgomakerspace.com)

– Finanzas p2p: Son sistemas que permiten que las personas financien a otras personas, ya sea para sistemas de crédito como cumplo.cl o para proyectos (crowdfunding) como en idea.me o kickstarter.com; Transferencias internacionales con tasas muchísimo más bajas que las bancarias (transferwise.com) o el universo naciente de las monedas digitales descentralizadas como BitCoin.

Las iniciativas son miles y plantean una nueva forma de enfrentar nuestras necesidades, por lo que difícilmente se pueden abarcar en profundidad aquí; sin embargo, lo relevante es comprender el impacto que esto tiene en los cambios que se pueden producir en nuestros modelos económicos y, por lo tanto, en nuestra realidad cotidiana.

Lejos el mayor desafío se da a nivel personal. ¿Cómo puedo yo pasar desde un estado de desconfianza en que creo que el otro se va a aprovechar de mí, o desde el egoísmo, en que yo deseo obtener el máximo provecho sin importar lo que le ocurre a los demás, a un estado de confianza y fe en el bien común, en el que puedo tomar las decisiones para que todos salgamos ganando?

Al parecer, las herramientas de internet nos entregan una oportunidad interesante, pero no sirven de nada si no logramos desarrollar primero la simple confianza hacia las personas que tenemos al lado para dejar de mirar el desarrollo como algo lejano y decidido por el gobierno, para comprender que es algo que comienza en mi comunidad y depende de mí y los que me rodean.

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