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Ago 25, 2021
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Los obstáculos son una oportunidad para aprender y crecer

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Hacia el final de su vida, Sigmund Freud afirmó: “He sido un hombre afortunado, porque nada me fue fácil”. Con ello se refería a los múltiples obstáculos que tuvo que salvar como pionero del psicoanálisis en una sociedad muy conservadora, además del peligro de ser judío en pleno auge del nazismo.

Las dificultades son una piedra de toque para probarnos a nosotros mismos y reinventar nuestra realidad. Una existencia sin desafíos ni altibajos resulta cómoda a corto plazo, pero suele desembocar en la apatía y la falta de objetivos, ya que el ser humano solo valora y aprende de aquello que le cuesta.

CÓMO SUPERAR LOS OBSTÁCULOS EN LA VIDA

No es en el camino llano donde suele estar la lección, sino en las cuestas y pendientes de la vida. En los actuales tiempos de incertidumbre y provisionalidad, este artículo es una invitación a amar los obstáculos.

El zen, que busca templar el cuerpo y la mente, no ve la dificultad como algo que deba eludirse sino como un campo de entrenamiento para el alma. Todo lo que nos cuesta —ser más asertivos, desengancharnos del trabajo, no buscar la aprobación de los demás— reclama nuestra atención y práctica y es, por lo tanto, la senda que más frutos puede aportarnos si nos adentramos en ella.

Considerar los problemas como la sal de la vida, aquello que hace interesante nuestro paso por el mundo, puede parecer absurdo pero la literatura y el cine demuestran que es así. ¿Cuántas películas o novelas importantes hay sin un conflicto en su centro? ¿Por qué no nos interesa lo que sale bien y fluye sin fricciones?

Pensemos en clásicos como El conde de Montecristo o Casablanca. Basan su trama en obstáculos que aparecen en las vidas de sus protagonistas y les obligan a ir más allá de sus propios límites. Como espectadores, nos emocionamos con cada escena de peligro y disfrutamos viendo cómo aquello que parecía imposible se acaba resolviendo.

¿CUÁL ES TU ACTITUD ANTE UNA DIFICULTAD?

Si las dificultades forman parte del meollo de la existencia, ¿por qué a veces nos provocan miedo y desánimo?
La actitud ante los obstáculos cambia de una persona a otra, e incluso en uno mismo según el momento vital por el que atraviesa. Cuando un “Contratiempo” con mayúsculas aparece en nuestro camino, lo habitual es responder de tres maneras:

  1. Parálisis. Nos sentimos desbordados, carentes de fuerzas o de recursos para enfrentarnos a lo que está sucediendo, lo cual nos lleva a la inmovilidad. Como mucho nos lamentamos, culpando a los demás o a la mala suerte de nuestra desventura. Esta actitud victimista no resuelve la situación y magnifica el problema.
  2. Resignación. Aceptamos el obstáculo pero sin implicarnos en su superación. Expresiones como “qué vamos a hacerle” o “la vida es así” certifican una actitud apática y pasiva. La persona que toma esta opción se limita a esperar a que amaine el chaparrón para reemprender su vida en el mismo punto donde la había dejado, lo cual es imposible, puesto que todo cambia.
  3. Desafío. Es la actitud de quien ve el obstáculo como una oportunidad de hacer las cosas de forma diferente y aprender algo nuevo acerca de sí mismo. Deportistas de élite, exploradores, científicos o artistas toman la dificultad como una motivación extra para superarse, aunque cualquier persona puede asumir este enfoque rebelde y creativo.

Dentro de esa tercera categoría, hay personas con una capacidad especial para sacar fuerzas de flaqueza y darle la vuelta a su situación, por desesperada que sea. Son optimistas empedernidos o caracteres que se crecen con las dificultades, que les animan a dar lo mejor.

RESILIENCIA: EL PODER DE SOBREPONERSE A LOS REVESES

Cuando afrontamos una catástrofe personal, hablamos de resiliencia, que es la facultad de sobreponerse a los grandes reveses de la existencia.

Dos referentes de la psicología moderna, Viktor Frankl y Boris Cyrulnik, superaron un mismo drama: ambos sobrevivieron a campos de concentración en los que perdieron a sus seres querido y, en vez de anclarse a la amargura, respondieron con dos propuestas formidables. El primero dio nacimiento a la logoterapia y el segundo fijó los fundamentos de la resiliencia en sus obras.

Sería frívolo decir que estos hombres amaron las duras pruebas a las que fueron sometidos, pero sí supieron encontrar una utilidad al sufrimiento, ya que su actividad se orientó a aliviar el dolor de los demás a través del entusiasmo y la búsqueda del sentido de la vida.

LAS ADVERSIDADES SON UNA ESCUELA

Winston Churchill dijo una vez: “Si estás atravesando un infierno, sigue adelante”. Con esta reflexión, el mandatario inglés apuntaba a la naturaleza cambiante de las cosas. La vida tiene mucho de montaña rusa y, cuando tocamos fondo, es para luego volver a subir.

Ni el dolor es permanente ni la felicidad se prolonga para siempre. Este sentimiento de provisionalidad ayuda a encarar los obstáculos, sobre todo cuando entendemos nuestro guión vital como algo dinámico y abierto a giros argumentales de los que somos los autores.

Un momento cumbre en todo proceso de maduración personal es cuando ampliamos nuestra perspectiva y vemos las situaciones cambiantes de la vida no en clave de limitaciones, sino de riqueza. Con este espíritu dejamos de sentirnos víctimas de las adversidades ya que nos integramos en un horizonte más amplio.

ERES MÁS FUERTE DE LO QUE CREES

Todo obstáculo, una vez superado, equivale a subir un peldaño desde el que tenemos una panorámica más generosa del mundo y un mayor conocimiento de nosotros mismos.

Cuando nos enfrentamos a un problema laboral, a una enfermedad o incluso a una separación, el dolor que sentimos ante un mundo que se resquebraja viene acompañado del instinto del náufrago que intenta nadar hacia la orilla.

La principal lección de la escuela de la adversidad es que somos más fuertes de lo que creíamos. Los obstáculos nos obligan a movilizar recursos que no éramos conscientes de tener, por lo que llegamos a hacer cosas que poco antes se nos antojaban imposibles.

Con la actitud adecuada, pasar por situaciones difíciles puede acabar convirtiéndose en un privilegio. Tal como decía en su libro Vuelo nocturno Antoi­ne de Saint-Exupéry: “También los infortunios forman parte de nuestras pertenencias.”

ENEMIGOS Y MAESTROS

A veces la adversidad no llega por la crisis económica o por un problema de salud, sino a través de una persona concreta que parece oponerse a nuestros deseos, como un contrincante de ajedrez especialmente dotado y tenaz. La cuestión es cómo reaccionamos.

Según Maxwell Maltz, autor de Psico Cibernética (Ed. Open Project), un manual que revolucionó el crecimiento personal en la década de 1960, “estamos hechos para conquistar nuestro entorno, resolver problemas y alcanzar metas, por lo que nunca nos sentiremos satisfechos a menos que la vida nos presente obstáculos que superar”.

En el campo de las relaciones personales, este desafío puede tomar muchas formas distintas, por ejemplo:

  • Un momento difícil en la pareja, cuando las fricciones hacen de la convivencia un campo de batalla diario.
  • Las exigencias irracionales de un jefe o la incapacidad de compañeros de trabajo que entorpecen la jornada.
  • Vecinos que parecen querer robarnos la calma, bien sea por el ruido que hacen o, en el otro extremo, por su susceptibilidad hacia cualquier movimiento nuestro.

Ante estas situaciones que ponen nuestros nervios contra las cuerdas, el Dalai Lama asegura que deberíamos reaccionar con gratitud, ya que quien se comporta como nuestro enemigo es de algún modo nuestro mejor maestro: “Al estar con un maestro, podemos aprender la importancia de la paciencia, el control y la tolerancia, pero no tenemos oportunidad real de practicarla. La verdadera práctica surge al encontrarse con un enemigo.”

EL VERDADERO ESCOLLO ESTÁ EN EL INTERIOR

Hasta aquí hemos explorado las dificultades como si estas fueran agentes externos. Sin embargo, muchas veces el problema no lo genera un amigo que se entromete en nuestra vida o las instrucciones crípticas de un mueble de Ikea, sino uno mismo. Como decía Muhammad Ali: “A menudo no son las montañas ante ti las que te agotan, sino la piedrecita en tu zapato”.

Es fácil culpar a los demás o al estado del mundo, pero el gran reto de la madurez es detectar y deshacerse de esa piedrecita que nos daña los pies y nos impide caminar con alegría y ligereza. Se trata de conductas de autoboicot que suelen pasarnos por alto, como:

  • Un temperamento irascible o hipersensible que nos hace entrar en conflicto una y otra vez.
  • El hábito de procrastinar, es decir, aplazar lo que deberíamos hacer hoy o de trazar escenarios de futuro negativos para no tener que movernos.
  • La precipitación para obtener resultados rápidos en cualquier ámbito –pareja, trabajo, inversiones…

Conocerse mejor ayuda a liberarse de esas o de otras conductas que merman nuestras posibilidades vitales. Para ello se requiere voluntad y en ocasiones hasta podría ser útil realizar algún tipo de terapia.

Pero ser consciente de cuáles son nuestros obstáculos internos supone el primer paso de la solución y quizá también de la aventura de crecer como personas. Se trata de una tarea ardua, porque los hábitos anquilosados por años de repetición cuestan de suprimir, pero a la vez emocionante y llena de recompensas.

Para culminarla debemos amar los obstáculos y confiar en nuestras fortalezas. Como reza un proverbio judío, “no pido una carga más ligera, sino una espalda más ancha”.

 

Fuente: https://www.cuerpomente.com/psicologia/obstaculos-oportunidad_5660

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