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Nov 28, 2011
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Más allá de los significados

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El camino espiritual no necesariamente significa pasarse una vida estudiando Filosofía o hablando acerca de enseñanzas espirituales. En orden a que el camino espiritual tenga valor real para nosotros, debemos realizar su verdad directamente. Cómo podemos aplicar los conceptos altamente abstractos del Dharma en nuestra vida? La respuesta yace en la meditación. No es que nosotros pensemos acerca de esos conceptos en la meditación, sino que, por medio de la meditación llegamos a realizaciones que nos ayudarán a integrar esas enseñanzas en nuestras vidas. Somos atraídos a estudiar estas enseñanzas para futuras aplicaciones e intuiciones. La meditación también usa estas mismas realizaciones para ayudarnos a contactar un interno estado de alerta (awareness) el que podemos usar directamente. Cuando aprendemos a palparlo, la aparente barrera entre la meditación y nuestra mente samsárica se derrumba.

La mente es mucho más que un simple órgano en el cual surgen los pensamientos. Para algunos, la mente es el medio de desarrollar la meditación. En el más amplio sentido, la naturaleza de la mente es meditación. Meditación es el proceso de trabajar con cualquiera que sea el nivel de la mente que estemos experimentando.

El más profundo nivel es directa experiencia. Inmediatamente ello da lugar a la formación de imágenes, y estos a su turno conducen a la interpretación de conceptos. Este último nivel de interpretación y conceptos es lo que usualmente consideramos el fundamento de nuestra realidad, pero en verdad esos conceptos son de segunda mano. Ellos han sido removidos lejos de la experiencia directa.

Al nivel de conceptos e ideas, nos enfocamos sobre significados, a veces aún mirando por significados detrás de significados. Pero un significado es nada en sí mismo, tiene valor sólo en relación con otros significados. Moverse de concepto en concepto, cada uno creado por el anterior, es una persecución en la que se gasta tiempo y energía. Vistos de esta manera, los significados representan samsara: el movimiento circular de una rueda que constantemente da vueltas. Nunca podremos ser libres hasta que no realicemos la postrera inutilidad de perseguir este ciclo. Cuando vemos que no tenemos que asignarle significado a ninguna cosa, cuando permitimos que las cosas sean simplemente como son, descubrimos en ellas su naturaleza intrínseca.

Puesto que la búsqueda de significados conduce solamente a más significados, cómo termina este ciclo? podemos obtener respuestas sin plantear preguntas? Puede ser que las respuestas que andamos buscando están más allá de los conceptos, más allá de las respuestas. Esto no significa que deberíamos dejar de usar palabras, conceptos y significados, sino sólo que hay un momento en que dejan de ser útiles.

Esto es particularmente verdad cuando tratamos de buscar un significado en la meditación. En efecto, cuando encontramos allí un significado, algo anda mal, porque el rastrear el significado de las experiencias en la meditación nos hace retornar a este inútil ciclo. Cuando encontramos significados no podemos penetrar más allá de ellos. El buscar significados lleva sólo a más significados, aún en la meditación.

Por eso, durante la meditación, no te hagas expectativas. No trates de llegar a alguna parte o de alcanzar algo. Las metas fijadas son simplemente conceptos, proyecciones mentales, viajes imaginados que no conducen a ninguna parte. La concentración meditativa no involucra tal atención nerviosa. Nuestra meditación debe ser como escuchar un sonido distante y vacío; demasiada atención sólo produce tensión.

Enfocar objetivos específicos, querer alcanzar resultados, impide la verdadera concentración. Quedamos envueltos otra vez en significados y evaluaciones: nos concentramos en cuán bien estamos siguiendo las instrucciones, o si nuestra meditación está bien o mal, clara o confusa…. aunque todo esto no tenga nada que ver con la meditación misma.

Al comienzo, a menudo nos confinamos a cortas sesiones de meditación formal, las que sentimos como algo especial. Este espacio de meditación es limitado, como un nidito de pájaro. Debemos expandir nuestra idea de meditación. Ella no tiene límites, sus horizontes son tan amplios como nosotros mismos lo permitimos que sean. Una vez que hemos aprendido como mantener nuestro cuerpo de manera equilibrada interiormente, todo lo demás fluye fácilmente: la respiración con ritmo natural, los ojos blandos y relajados. Esta actitud exterior la aprendemos y luego la olvidamos, es útil sólo para promover un estado interno calmo y relajado. Esta forma exterior entonces nos conecta con otro nivel más profundo.

La concentración meditativa alcanza este más profundo nivel. Cuando vamos más allá de los significados y las expectaciones, encontramos que esa calidad concentrativa ha estado allá todo el tiempo. Solamente dejarse estar es meditación. Nosotros podemos entonces prolongar esta apertura y permisividad, no sólo durante la postura de meditación sino también en la vida diaria.

Mientras estemos conscientes, podemos meditar, no hay un camino especial que seguir. Hay varias técnicas útiles que podemos emplear, pero son sólo sugestiones, símbolos apuntando el camino. Cuando alcanzamos el corazón de la meditación, no hay instrucciones.

La meditación está en todas partes, dentro de la vida diaria, y todo lo que hacemos es enfrentado en la misma manera abierta y relajada.

En la vida diaria como en la meditación, nuestros obstáculos básicos son nuestros conceptos y expectativas. Compartamentalizamos nuestras vidas. Podemos, sin embargo, usar este proceso que interrelaciona sujeto y objeto como nuestra meditación. Cada situación: nuestras relaciones con el mundo, con el ambiente, con nuestros amigos, nuestra familia, nuestro trabajo, puede ser incluido en nuestra meditación. Por ejemplo, en medio del sufrimiento y la confusión podemos quedarnos con el sentimiento y mirarlo por todos lados, después de un rato la mente parece volar por encima de nuestra identificación con el anhelo o el dolor. Estas emociones pierden entonces su inmediatez, su agudeza. La meditación no reprime estas emociones; las transforma, permitiendo que la mente se clarifique. La experiencia meditativa nos provee de una introspección sobre otra manera de considerar la experiencia, permitiéndonos reemplazar nuestras usuales interpretaciones dualistas por una visión panorámica. Nuestra meditación puede entonces ser abierta, una experiencia directa, no bloqueada por conceptos e interpretaciones.

Cuando vamos más allá de nuestras ordinarias maneras de pensar, descubrimos un mundo no conceptual, uno de pura consciencia. Está más allá de lo condicional y lo condicionado, más allá del nivel samsárico ordinario. Esta experiencia no es derivada del ordinario proceso de información recibido de las actividades mentales que constantemente proveen de significado a nuestra experiencia. Es en ella misma experiencia inmediata. En otras palabras, podemos liberar nuestras experiencias de la naturaleza automática, estructurada y limitante de nuestros conceptos, auto-imágenes y apegos. Dentro de cada simple experiencia, de cada percepción, está la semilla de la iluminación, en todo momento accesible para nosotros.

La experiencia, entonces, puede llegar a ser significante en ella misma, su significado se revela no en palabras o conceptos, sino en la calidad de nuestras vidas, en la intrínseca belleza y valor de todas las cosas. Cuando nuestras acciones surgen naturalmente del hecho de vivir, todos los conceptos desaparecen, llegamos a ser el significado mismo iluminado.

El Darnos Cuenta (Awareness)

A medida que desarrollamos nuestra meditación, gradualmente aumenta nuestra capacidad de darnos cuenta. La mente en forma natural se aclara de confusiones e insatisfacciones y contactamos con una claridad meditativa, un estado de alerta en el que no importa lo que ocurra. Una vez que nos abrimos a él, encontramos fortaleza y verdadera confianza en nosotros mismos; no una arrogante autosuficiencia, sino un sentimiento positivo verdaderamente integrado y equilibrado. Todas nuestras decisiones se hacen sin esfuerzo, todas nuestras acciones surgen naturalmente de este profundo y nutriente estado de alerta.

Nuestra usual idea de ello, sin embargo, está limitada a una asociación con objetos. La tendencia ordinaria de la mente es mirar adelante, anticipar y formar imágenes mentales: un tipo de expectativa que está siempre orientada al objeto. Este estado de alerta samsárico es un condicionamiento de anticipación y vigilancia: vigilamos nuestros conceptos, nuestros sentimientos, nuestro pasado, nuestro futuro. A este nivel más bajo de alerta, nuestras acciones – aunque no nos parezca así a nosotros – son marcadamente predecibles. Este es un nivel de juego-programado, donde nuestro estado de alerta está constreñido a un mazo de pensamientos e imágenes que continuamente sostienen los mismos modelos de juegos. Sólo con una mente quieta, una mente alerta, puede uno ver esos condicionamientos y detenerlos. Esta es la práctica de mindfulness, (atención cuidadosa) de estar bien conscientes de lo que está exactamente ocurriendo en nuestras vidas en todos los aspectos.

Mindfulness requiere una ágil observación, pero debe estar libre de interpretaciones y juicios sentenciosos. Practicando mindfulness desarrollamos nuestro usual estado de alerta hasta su más sutil nivel, con él podemos protegernos nosotros mismos contra el hecho que sea alterado nuestro equilibrio por nuestros pensamientos y emociones.

Al desarrollar mindfulness, vamos más allá de nuestro habitual modo dualista de pensar. Podemos tener una idea de la no dualidad, pero no es muy útil para llevarnos más allá del dualismo, porque aun el concepto de no dualidad nos separa de la experiencia. Este concepto realmente fortalece nuestro marco de referencia dualista, cualquier cosa que sea lo que habitualmente pensamos o hacemos, estamos dentro de una idea, dentro de un marco de pensamiento, nuestro estado de alerta es limitado. Permanecemos a este nivel de comprensión hasta que llega el momento en que contactamos con un estado más amplio que no se relaciona con sujeto u objeto, que está más allá de nuestro entendimiento cognitivo.

Sin embargo, ir más allá de la idea a la experiencia misma es un salto difícil. El primer obstáculo es la orientación subjetiva de la mente: el observador, el vigilante independiente. Nunca trascendemos esta parte de nuestro ego-mente, porque es el observador quien nos da la sensación de nuestro ser real. Aun en nuestra meditación, somos retenidos por este sentido de identidad, la parte conceptual de nuestras mentes que dice esto soy yo, que hace la meditación, que tiene una experiencia. Cuando buscamos o enfatizamos las experiencias en la meditación, suscitamos una calidad aferrante que trae nuestra mente samsárica dentro de la meditación misma. Agregamos significado a una intuición destruyéndola al volverla un objeto dentro de un marco dualista. Por tratar de conservar la experiencia, la destruimos.

Aun aquellos elevados y místicos sentimientos que tengamos en la meditación, aunque puedan ser positivos y abiertos, fácilmente se transforman en obstáculos cuando empezamos a considerarlos como objetivos de nuestra meditación. Cuando eso ocurre, tenderemos a pasar por alto la totalidad de la experiencia, rompiéndola en detalles que puedan ser familiares a nuestra mente. Nos centramos en la imagen, los colores, la intensidad emocional. Pero esas manifestaciones son sólo una ilusoria espuma, el desvanecerse de la experiencia. Eventualmente nos damos cuenta que, al encajar nuestra visión en las formas familiares de nuestro mundo samsárico, cualquiera que sea aquello que encontramos o alcanzamos sólo podemos repetir nuestras experiencias primitivas. Nos estamos cortocircuitando nosotros mismos de algo más amplio, más profundo, más abierto.

Es útil recordar que el estado de alerta que buscamos vendrá en último término. Todo lo que tenemos que hacer es dejar de retener, dejar pasar aún las más bellas experiencias. No pienses acerca de ellas, no te hagas expectativas. Sólo déjalas ser: obsérvalas surgir, manifestarse y desvanecerse. Tu nivel de concentración se profundizará tanto como tu necesidad de aferrar y discriminar desaparezca.

Hay varios ejercicios que ayudan a intensificar el estado de alerta. Estas técnicas, sin embargo, son sólo herramientas. Ellas ayudan a hacer posibles ciertas experiencias, pero las experiencias no dependen de las técnicas, éstas resultan porque las experiencias están ya con nosotros, siempre accesibles.

Cada vez que surge un pensamiento, usualmente sentimos la necesidad de etiquetarlo e identificarlo. Trata de detener ese proceso. Aunque tú puedas sentir ese pensamiento, verlo y experimentar que ocurre, el pensamiento mismo es una proyección del observador. El pensamiento no está separado del observar del observador. Para entender esto, simplemente observa el flujo de imágenes mentales que pasa a través de tu mente. A medida que las imágenes-proyecciones pasadas y futuras pasan delante, corta entre ellas, no para mirar a los pensamientos e imágenes, sino por ver quien está observando los pensamientos. Trata de desarrollar un sentimiento como que los pensamientos están observando al observador.

Cuando tú enfrentas al observador directamente, tu estado de alerta y el observador llegan a ser uno. No hay un ego contemplando nada. Hay sólo observación, sólo el proceso. No hay sujeto y objeto. El proceso es la experiencia y el objeto. El proceso es la experiencia… o, tú podrías decir: sólo darse cuenta.

Observando la mente cuidadosamente se encuentra que la mente manifiesta nuestros objetos de experiencia directamente. Sujeto y objeto ocurren en la mente simultáneamente, y ambos son manifestaciones de la mente. No hay una posición sobre qué apoyarse, nada que investigar. Nada que mirar hacia atrás o hacia delante.

El que no haya posición, ni identidad, nada con que relacionarse, puede parecer espantable, pero para asustarse es necesario que haya algo que nos asuste. En el momento particular en que alcanzamos este estado de no tener posición, ya no estamos más bajo el poder del ego, nuestros cuerpos y mentes están totalmente abiertas y receptivas. El peligro puede venir solamente cuando dos cosas chocan Pero en este momento de sólo darnos cuenta, más allá del dualismo, no hay división entre sujeto y objeto; no puede haber un enemigo, no puede haber nada que temer.

Pero cómo podemos existir sin los apoyos de nuestros conceptos? Cómo puede una tal existencia tener algún significado para nosotros? Es duro al principio aceptar que podamos existir sin pensamientos. No obstante, podemos empezar a ver esta posibilidad cuando en nuestra meditación aprendemos a contactar un silencioso estado entre nuestros pensamientos. Podemos mirar dentro de este ojo de aguja, este es el espacio para concentrarse. En el preciso instante en que el pensamiento se desvanece, captura la energía de ver en ese espacio. Sólo quédate en esa energía entre el pasado y el futuro.

Nosotros podemos llamar presente a este momento entre el pasado y el futuro, pero al decir esto estamos solamente señalando. En verdad, el presente no existe, porque el presente es siempre el producto de la consciencia dándose cuenta de algo. Lo mismo debe decirse del concepto de tiempo. A través de conceptualizar e interpretar nuestra experiencia, creamos la idea de tiempo. Necesitamos este sentido de tiempo en orden a tener experiencias. Cuando unimos el sujeto y el objeto de la experiencia vamos más allá del darse cuenta de, transcendemos nuestra mente ordinaria. Ya no estamos atrapados en el tiempo, la identidad o sus asociaciones.

Deja ir todos los pensamientos e imágenes, déjalos ir donde quiera que sea, descubre que no hay nada detrás, no hay un observador independiente, ni un maestro observando trabajar a su pupilo. No hay un comentarista informando y juzgando detrás de los pensamientos. No hay nada detrás ni aún un mí, sólo un inmediato, genuino presente. En otras palabras, no hay un flujo de tiempo, no hay pasado, presente o futuro. Todo está en el momento.

Cuando las imágenes vengan a tu mente, pásalas por alto. Quédate con la energía, la calidad de ver del pensamiento mismo. Gradualmente percibe una abertura que es parte del pensamiento mismo, un lugar vacío. Mira ese lugar y expándelo. En este momento de ver es importante también escuchar. Cuando vemos de esta manera, sentimos como si estuviéramos oyendo con nuestros ojos; la cualidad de ver se transforma en cualidad de oír cuando mantenemos los ojos libres y relajados. Ahora quédate en ese lugar. Al instante en que los pensamientos y conceptos vengan, trata de ver su vivacidad.

Cada simple pensamiento tiene un núcleo de energía, un centro de poder y de alerta que podemos encontrar fácilmente una vez que dejamos de lado las ideas de hacer y alcanzar. La energía en el centro se abre por sí misma. Esta es el Ser. El Ser no necesita mejoramiento, no necesita hacer o moverse. El Ser no es pasado ni futuro, ni aún presente. Nosotros podemos expandir ese estado de alerta. Primero encuentra los pequeños baches, los puntitos de entrada que aprenderás a reconocer. Luego haz esos baches más grandes, hasta que llenen el total. Al principio encontrarás que estás observando lo relacionado a la situación. Más tarde tú puedes comprometer el cuerpo total y la mente, y todo pasa a ser parte del darse cuenta. Tú puedes expandirlo más allá de tu cuerpo, más allá de la habitación. No hay límites para ello. Tú eres uno con tu experiencia. Esta es la práctica de la meditación: expandir, contraer y expandir otra vez este estado de alerta. Este prístino estado no pertenece a nada, cualquiera que sea ese nada, no a nosotros, no a ningún lugar o tiempo. Nadie es dueño de él. Es completamente abierto, una nueva dimensión. Este nivel universal de alerta incluye todo: la consciencia individual abarca toda consciencia. Nada es rechazado o excluido; todo es claro. Nosotros llegamos a ser clarísimos, totalmente equilibrados.

A medida que se expande este intrínseco estado de alerta, encontramos que actuamos armoniosamente en cada situación de la vida. Dejamos de estar atados por concepciones de cómo las cosas debieran ser, podemos ser efectivos en inimaginadas maneras, estando en unidad con cada situación, respondiendo en total armonía. Nuestro estado de alerta tiene una cualidad dinámica, equilibrándonos en una manera que permite a nuestras energías fluir libre y suavemente. En este estado relajado y meditativo entramos en la plena riqueza y profundidad de la experiencia. Esta es la belleza y el potencial del Ser.

 

Fuente:  http://alcione.cl/wp2/?p=470

Article Categories:
Filosofía
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