A los ojos de Amma, las mujeres y los hombres son iguales. Amma desea expresar sinceramente su punto de vista sobre este tema en particular. Estas observaciones no son necesariamente aplicables a todo el mundo, pero sí pueden servir para una gran mayoría. En la actualidad, son muchas las mujeres que están dormidas, y que deben despertar y levantarse. Es una de las necesidades más apremiantes de este momento. No sólo deben despertar las mujeres que viven en países en vías de desarrollo, sino también las mujeres de cualquier parte del mundo.
En los países donde el materialismo es predominante, las mujeres deberían despertar a la espiritualidad1. Y en aquellos países en los que las mujeres se ven forzadas a permanecer en los limitados muros de la tradición religiosa, deberían despertar al pensamiento moderno. Se ha generalizado la idea de que las mujeres y la cultura de su entorno, despertarán gracias a la educación y al desarrollo del materialismo, pero el tiempo nos ha demostrado que se trata de una visión muy limitada. Sólo cuando las mujeres puedan asimilar la sabiduría eterna de la espiritualidad, además de recibir una educación moderna, se despertará en ellas el poder innato que poseen y se alzarán para actuar.
¿Quién debe despertar a la mujer? ¿Qué dificulta su despertar? De hecho, no hay fuerza externa que pueda obstaculizar el desarrollo de su cualidad maternal innata, u otras cualidades como el amor, la empatía y la paciencia. Es ella, y sólo ella, la que debe despertarse. Sólo se lo impide su propia mente.
En la mayoría de los países, siguen prevaleciendo las normas y las creencias supersticiosas que degradan a la mujer. Las primitivas costumbres, inventadas por los hombres en el pasado para explotar y subyugar a la mujer, permanecen todavía vivas, hoy en día. La mujer y su mente se han quedado atrapadas en la tela de araña de estas costumbres. La mujer vive hipnotizada por su propia mente y, si desea liberarse de este campo magnético, tiene que hacerlo ella misma. Este es el único camino.
Si observamos a un elefante, vemos como puede con su trompa arrancar de raíz un enorme árbol y levantarlo. Cuando es pequeño y vive en cautiverio, se le ata a un árbol con fuertes cuerdas o con cadenas. Pero como su naturaleza es la de vivir libremente, el pequeño elefante trata instintivamente, con toda su fuerza de liberarse. Pero no es lo suficientemente fuerte para lograrlo. Al ver que sus esfuerzos resultan vanos, abandona la lucha. Más tarde, cuando crece y es adulto, puede ser atado a un pequeño árbol con una cuerda fina. Podría liberarse fácilmente si quisiera, pero como su mente está condicionada por la experiencia anterior, no hace ni el más mínimo esfuerzo. Esto es lo que le está sucediendo a la mujer. La sociedad no permite que emerja la fuerza de la mujer. Hemos creado un obstáculo que impide que fluya esa gran fortaleza.
Tanto la mujer como el hombre poseen un mismo potencial, inherente e infinito. Si la mujer realmente se lo propusiera, no le sería difícil romper las ataduras, las reglas y los condicionamientos que la sociedad le ha impuesto. La gran fortaleza de la mujer está en su maternidad innata, en su poder de crear, de dar vida. Y este poder puede ayudarle a plasmar un cambio en la sociedad mucho más significativo del que pudieran realizar los hombres.
Las ideas anticuadas y paralizantes que se asentaron en él pasado, impiden que la mujer alcance altas cotas espirituales. Estas son las sombras que aún persiguen a la mujer, generando miedo e inseguridad en su interior. Son simples ilusiones, que tendría que abandonar. Las limitaciones que la mujer piensa que tiene, no son reales. Necesita hacer un esfuerzo para eliminar esas limitaciones imaginarias. En realidad, ya poseen ese poder, ¡se encuentra aquí mismo! Y cuando ese poder se despierte, nadie podrá detener su marcha hacia delante, en todos los ámbitos de la vida.
Los hombres, normalmente, creen en el poder de la fuerza. A nivel superficial, ven a las mujeres como madres, esposas o hermanas, pero no podemos ocultar que, a un nivel más profundo, los hombres aún muestran una gran resistencia cuando se trata de entender, aceptar y reconocer adecuadamente a la mujer y el aspecto femenino de la vida.
Amma recuerda una historia. En una aldea vivía una mujer que era muy espiritual y se sentía inmensamente feliz por ayudar a los demás. Los sacerdotes de la aldea la nombraron sacerdotisa, pero como era la primera mujer de toda la región, a muchos sacerdotes no les gustó nada la idea de su nombramiento. Algunos sacerdotes sintieron celos por la gran compasión, humildad y sabiduría que muchos aldeanos apreciaban en ella.
Un día, se celebró un encuentro religioso en una isla de la región y fueron invitados todos los sacerdotes. La isla se encontraba a tres horas en barca desde la aldea. Cuando subieron a la barca, los sacerdotes descubrieron consternados que la sacerdotisa ya se encontraba a bordo. Susurraron entre ellos: ¡Qué desdicha, ni siquiera en esta ocasión nos deja solos! La barca arrancó, pero no había transcurrido ni una hora, cuando el motor se paró y la barca se detuvo. El capitán exclamó: “¡Oh, no! ¡Estamos perdidos, me olvidé de llenar el depósito!” Nadie supo qué hacer. No había ninguna otra barca a la vista. En ese momento, la sacerdotisa se levantó y dijo: “No os preocupéis hermanos, iré en busca de gasolina.” Dicho y hecho, saltó del bote y caminó sobre las aguas. Los sacerdotes se quedaron asombrados, pero no tardaron en remarcar: “¡Mírenla, si ni siquiera sabe nadar!”
Esta es, en general, la actitud de los hombres. Forma parte de su naturaleza el infravalorar y despreciar los logros de la mujer. Las mujeres no son objetos decorativos, destinados a ser controlados por los hombres. Éstos las tratan como si fueran plantas de maceta, impidiendo el pleno crecimiento del potencial de la mujer.
La mujer no ha sido creada para el disfrute del hombre, ni para que sirva el té a los invitados. Los hombres utilizan a las mujeres como si fueran cintas de casete, les gusta que actúen según sus caprichos y fantasías, como si estuvieran presionando las teclas de puesta en marcha o parada. Los hombres se consideran a sí mismos superiores a las mujeres, tanto física como intelectualmente. Resulta evidente la arrogancia de su concepción errónea sobre la mujer, pues en todo lo que hacen sostienen la idea de que las mujeres no pueden sobrevivir en la sociedad sin la dependencia de los hombres.
Una mujer que goce de mala reputación, aunque sea una víctima inocente, será rechazada socialmente y, a menudo, incluso por su propia familia. En cambio, el hombre puede ser tan inmoral como le plazca y salir airoso, ya que raramente se cuestiona su actuación.
Incluso en países desarrollados, la mujer queda relegada a un segundo plano cuando trata de compartir poder político con los hombres. Resulta interesante constatar como, en este terreno, algunos países en vías de desarrollo están comparativamente mucho más adelantados. Y sin embargo, ¿cuántas mujeres reconocidas actúan en la arena de la política mundial? Se podrían contar con los dedos de una mano. ¿Acaso es debido a la incompetencia de la mujer o se debe a la arrogancia del hombre?
Las circunstancias adecuadas y el apoyo de otros ayudarán, con seguridad, a que la mujer se despierte y se eleve. Pero no basta con eso, son ellas las que deberían extraer consecuencias de estas experiencias y fortalecerse interiormente. El verdadero poder y la fuerza no proceden del exterior, sino del interior mismo.
Las mujeres tienen que hallar su propio coraje. El coraje es un atributo de la mente, y no una cualidad del cuerpo. Ellas tienen la fuerza necesaria para combatir las reglas sociales que impiden su progreso. Esta es la experiencia personal de Amma. A pesar de que en la India ha habido muchos cambios, aún se puede observar la supremacía del hombre. Incluso, hoy en día, la mujer sigue siendo explotada en nombre de determinadas convenciones religiosas y de la tradición. También en la India se están despertando las mujeres y dando pasos hacia adelante. Hasta hace muy poco, no se les permitía venerar a Dios en el santuario interior de los templos, ni podían consagrar un templo o realizar rituales védicos. Ni siquiera tenían la libertad de recitar mantras védicos. Pero Amma está impulsando el coraje de la mujer y las designa para que realicen esas tareas. También es Amma la que realiza la ceremonia de consagración en todos los templos construidos por nuestro ashram. Fueron muchos los que se opusieron a que las mujeres realizaran estos rituales ya que, durante generaciones, habían sido los hombres los únicos que podían hacer este tipo de ceremonias. A los que cuestionaron lo que hacíamos, Amma les explicó que veneramos a un Dios que está más allá de toda discriminación, que no diferencia entre masculino y femenino. Al final, la mayoría de la gente ha apoyado este cambio revolucionario, ya que estas prohibiciones impuestas a las mujeres nunca formaron parte de la antigua tradición hindú. Con toda probabilidad, estas reglas se establecieron más tarde por hombres que pertenecían a una clase social privilegiada, con el fin de explotar y oprimir a la mujer. No existían en la antigua India.
En aquella época, las palabras sánscritas que utilizaba el marido para referirse a su esposa eran Pathni, (la que guía al esposo a través de la vida) Dharmapathni, (la que guía a su esposo por la senda del dharma, lo recto, la responsabilidad], y sahadharmacharin (la que avanza conjuntamente con su esposo por la senda del dharma). El empleo de estos términos implica que las mujeres gozaban del mismo status que el hombre o quizás, incluso, de uno más elevado. La vida conyugal era considerada sagrada, y si se vivía con la correcta actitud y comprensión, apoyándose mutuamente, podían alcanzar la meta final de la vida: la Auto Realización o la Realización de Dios.
En la India, nunca ha sido venerado el Ser Supremo exclusivamente en su forma masculina. También es venerado como Diosa, bajo distintos aspectos. Por ejemplo, es venerada como Saraswati, la Diosa del aprendizaje y la sabiduría. Es adorada como Lakshmi, la Diosa de la prosperidad, así como Santana Lakshmi, la Diosa que brinda nueva vida en el seno mismo de la mujer. También se venera bajo la forma de Durga, la Diosa del poder y la fuerza. Hubo una época en la que el hombre adoraba a la mujer como la manifestación misma de estas cualidades. La mujer era considerada una prolongación de la Diosa, una manifestación de sus atributos en la tierra. En algún momento posterior, por la influencia egoísta de ciertos hombres influyentes con deseos de poder y dominio sobre todas las cosas, se desvirtuó esta profunda verdad y quedó apartada de nuestra cultura. Y así fue como la gente se olvidó o ignoró la profunda conexión entre la mujer y la Madre Divina.
Normalmente, se tiende a pensar que la religión concede a la mujer un menor estatus social es el Islam. Sin embargo, el Corán habla de cualidades como la compasión y la sabiduría, además de utilizar términos femeninos para referirse a la naturaleza esencial de Dios.
En el cristianismo, el Ser Supremo es adorado exclusivamente como el Padre en el cielo, el Hijo y el Espíritu Santo. El aspecto femenino de Dios no está tan ampliamente reconocido. Cristo consideró iguales a los hombres y mujeres.
La Biblia nos habla de la Virgen María y de la Inmaculada Concepción de Jesús. Para que pudieran nacer Cristo, Krishna y Buda, fue necesaria una mujer. Un hombre no pudo realizar esa tarea. Para poder encarnarse, Dios necesitó de una mujer que sobrellevase todos los dolores y las dificultades durante el embarazo y el nacimiento. Sin embargo, nadie considera injusto que la mujer sea gobernada por el hombre.
Ninguna religión auténtica menosprecia a la mujer o habla despectivamente de ella. Para los que han realizado a Dios, no hay diferencia entre masculino y femenino, ya que tienen una visión igualitaria. Si en algún lugar de este planeta existen reglas que impiden a la mujer gozar de su genuino derecho a la libertad, o normas que obstaculizan su avance y progreso social, éstas no proceden de los mandamientos de Dios, sino del egoísmo de los hombres.
¿Qué ojo es más importante? ¿El derecho o el izquierdo? Ambos son importantes. Lo mismo sucede con el estatus social del hombre y la mujer. Ambos deberían adquirir conciencia de sus responsabilidades sociales o dharma. Los hombres y las mujeres tendrían que apoyarse mutuamente. Sólo de esta manera es posible mantener la armonía en el mundo. Cuando las potencialidades de ambos se complementen y se muevan en la misma dirección, cooperando y respetándose mutuamente, entonces lograrán, tanto hombres como mujeres, la perfección.
En realidad, el hombre es una parte de la mujer. Cada niño se encuentra primero en el útero de la madre, como parte misma del ser de la mujer. Respecto a un nacimiento, el papel que desempeña el hombre es el de ofrecer su semilla. Para él constituye un momento de placer, pero para la mujer son nueve meses de austeridad. Es la mujer la que recibe, concibe y hace de esa vida una parte de su propio ser. Ella crea la atmósfera más propicia para que esa vida se desarrolle en su interior y luego le da la luz. Las mujeres son esencialmente madres, las creadoras de vida. Cada hombre aspira en secreto a ser nuevamente abrazado en el seno del amor incondicional de la madre. Esa es una de las razones sutiles de la atracción que el hombre siente por la mujer, pues el hombre ha nacido de una mujer.
Nadie puede cuestionar la realidad de la maternidad, el que el hombre haya sido creado por la mujer. Este hecho nunca lo podrán comprender aquellos que se niegan a salir del limitado reducto de sus mentes. No se puede explicar la luz a aquellos que sólo conocen la oscuridad.
¿Es Dios un hombre o una mujer? La respuesta a esta pregunta es que Dios no es ni masculino ni femenino. Dios es “Eso”. Pero si insistimos en que Dios debe tener un género, entonces concluiremos que es más femenino que masculino, pues lo masculino está contenido en lo femenino.
Cualquier persona, ya sea hombre o mujer, que tenga suficiente coraje para superar las limitaciones de la mente, puede alcanzar el estado de maternidad universal. El principio de la maternidad es tan inmenso y poderoso como el mismo universo. Con al poder de la maternidad que emana de su interior, la mujer puede incidir sobre la totalidad de este mundo.
EI amor maternal consciente es amor y compasión, tanto hacia el propio hijo como hacia todas las personas, animales, plantas, rocas o ríos. Es un amor que se prodiga a toda la naturaleza, a todos los seres. De hecho, cuando se despierta en una mujer el estado de verdadera maternidad, considera a todas las criaturas sus hijos. Este amor, esta maternidad, es Amor Divino, y eso es Dios.
Más de la mitad de la población mundial son mujeres. Constituye una gran pérdida el que se le niegue la libertad de desarrollo a la mujer, o se le niegue el elevado estatus social que le corresponde. Cuando se le limita o se le veda, es toda la sociedad la que pierde esa contribución potencial.
Si la mujer se ve debilitada, sus hijos se ven afectados, tornándose débiles. De esa manera, toda una generación pierde su fuerza y vitalidad. Sólo podremos crear un mundo de luz y de conciencia cuando las mujeres reciban el honor que se merecen.
Las mujeres pueden realizar todas las tareas al igual que los hombres, quizás incluso mejor. Las mujeres poseen la fuerza de voluntad y la energía creativa que les permite desarrollar cualquier tipo de actividad. Amma puede afirmarlo por propia experiencia. Las mujeres pueden alcanzar metas extraordinarias en toda actividad que desarrollen, y esto es especialmente cierto en el sendero espiritual. Las mujeres tienen la pureza mental y la capacidad intelectual necesarias para lograrlo. Pero, todo aquello que se propongan tiene que ser, en sus inicios, positivo. Si el inicio es bueno, su proceso y resultado final, también lo serán automáticamente. No obstante, se necesita paciencia, fe y amor. Los inicios erróneos, basados en algo imperfecto, constituyen la causa de que la mujer pierda tanto en la vida. No se trata sólo de que la mujer comparta el mismo estatus social que el hombre. El problema radica en que se le da a la mujer un mal comienzo en la vida producto de una incorrecta comprensión y de la carencia de una conciencia apropiada. De esta manera, las mujeres tratan de obtener resultados, sin haber obtenido los beneficios de un buen principio.
Si queremos aprender a leer el alfabeto Romano, tendremos que empezar por las primeras letras A, B, C ,y no por X, Y, Z.
Y ¿cuál es el ABC de la mujer? ¿Cuál es el pilar fundamental de la mujer, de su existencia? Es su cualidad intrínseca, los principios esenciales de la maternidad. Cualquiera sea el área de trabajo que ella escoja, no debería olvidar estas virtudes que Dios o la Naturaleza tan graciosamente le han concedido. La mujer tendría que realizar todas sus acciones fuertemente enraizada en la base de estas cualidades maternales. Éstas constituyen, al igual que el ABC del alfabeto, los principios fundamentales de la mujer. No debería olvidar esta parte crucial de su esencia cuando actúe en otros niveles de la vida.
La mujer posee habilidades que no suelen darse en los hombres. Una mujer tiene la capacidad de dividirse en varias. A diferencia del hombre, pueden realizar diferentes labores al mismo tiempo. Cuando tiene que dividirse y hacer simultáneamente varias actividades, la mujer posee el don de realizarlas con una gran belleza y perfección. Incluso en su papel de madre, posee la virtud de expresar diferentes facetas de su ser. Será afectuosa y delicada, pero también fuerte y protectora, y si es necesario, se mostrará estricta para disciplinar a su familia. Rara vez vemos esta confluencia de cualidades en un hombre. De hecho, la responsabilidad de la mujer es mayor que la del hombre. La mujer sostiene las riendas de la integridad y de la unidad, tanto familiar como social.
La mente de un hombre se identifica fácilmente con sus pensamientos y acciones. La energía masculina podría compararse con las aguas estancadas, que no fluyen. Por lo general, el intelecto del hombre se queda atrapado en la actividad que está realizando. Le resulta difícil variar el punto de concentración de su mente. Por esta razón, la vida profesional y familiar de muchos hombres termina entremezclándose. La mayoría no puede separarlas. Las mujeres, por el contrario, poseen una capacidad innata para establecer esa separación. En el hombre existe la tendencia, muy arraigada, de trasladar su comportamiento profesional a su hogar y actuar de igual manera en la relación que mantiene con su esposa e hijos. Y son muchas las mujeres que saben cómo mantener separada la vida familiar de la profesional.
La energía femenina o la de la mujer fluye como un río. Esto facilita su labor de madre, de esposa y de buena amiga, aportando confianza a su marido. Tiene el don especial de ser la guía y consejera de toda la familia. Las mujeres que, además, trabajan fuera del hogar, tienen todas las posibilidades para triunfar también allí.
La fuerza de la maternidad innata en la mujer, le permite hallar en sí misma un profundo sentimiento de paz y armonía. Esto hace que puedan reflexionar y actuar al mismo tiempo, mientras que el hombre tiende a reflexionar menos y a reaccionar más. Una mujer posee la capacidad de escuchar el dolor de los demás y responder con compasión, y si tiene que hacer frente a un desafío, sabe elevarse por encima de la situación y responder con la misma fuerza que cualquier hombre.
Cuanto más se identifique la mujer con su maternidad interna, más rápidamente se despertará su shakti o energía pura. Si desarrolla este poder en su interior, el mundo escuchará cada vez más su voz.
En el mundo actual, todo se ha contaminado y carece de naturalidad. Ante esta situación, la mujer debería actuar con especial precaución para que sus cualidades maternales y su propia naturaleza de mujer, no se vean también afectadas y distorsionadas.
Solo el amor, la compasión y la paciencia -que son las cualidades fundamentales de la mujer– pueden disminuir las tendencias intrínsecamente agresivas del hombre. De igual forma, hay mujeres que necesitan de las cualidades de los hombres para no quedar inmovilizadas por su bondad y naturaleza gentil.
Las mujeres son la fuerza y el fundamento mismo de nuestra existencia en el mundo. Cuando las mujeres pierden el contacto con su ser real, deja de existir la armonía en el mundo y comienza la destrucción. Por eso es crucial que las mujeres de todo el mundo hagan un gran esfuerzo por reencontrar su naturaleza fundamental, pues sólo así podremos salvar este mundo.
El hombre también ha sufrido muchísimo a causa del exilio del principio femenino en el mundo. Por la opresión de la mujer y la represión del aspecto femenino en el interior del hombre, la vida de éste se ha visto fragmentada, y a menudo le resulta dolorosa. El hombre también debe despertar a sus cualidades femeninas. Tiene que desarrollar empatía y comprensión en su actitud hacia la mujer y en la forma como se relaciona con el mundo.
Las estadísticas muestran que los hombres -no las mujeres- cometen los mayores delitos y crímenes de este mundo. Existe también una estrecha. correlación entre la forma como los hombres destruyen la Madre Naturaleza y su actitud hacia la mujer. A la Naturaleza se le debería dar la misma importancia, en nuestro corazón, que a nuestra propia madre biológica.
Lo que nuestro mundo actual necesita realmente es la cooperaci6n entre hombres y mujeres. Una cooperación basada en un sentimiento sólido de unidad, tanto familiar como social. Las guerras y los conflictos, el sufrimiento y la ausencia de paz que aflige al mundo actual, podrán ciertamente disminuir si hombres y mujeres empiezan a cooperar y a apoyarse mutuamente. Hasta que no se reestablezca la armonía entre lo masculino y lo femenino, entre hombres y mujeres, la paz continuará siendo un sueño difícil de alcanzar.
Hay un hombre en lo profundo de cada mujer y una mujer en lo profundo de cada hombre. Esta verdad les fue revelada, en la meditación, a los grandes sabios y videntes de la antigüedad. Esto es lo que el concepto ardhanariswara (mitad dios / mitad diosa) quiere simbolizar en la espiritualidad hindú. Pero, independientemente de que seáis mujer u hombre, vuestra verdadera humanidad sólo saldrá a la luz cuando las virtudes femeninas y masculinas encuentren un equilibrio en vuestro interior.
Hay dos tipos de lenguajes en el mundo: el lenguaje del intelecto y el lenguaje del corazón. Al lenguaje del intelecto racional le gusta argumentar y atacar. La agresión forma parte de su propia naturaleza. Es puramente masculina, desprovista de amor o de cualquier sentido de interacción con los demás. Se expresa de esta manera: “No sólo tengo razón y tú estás equivocado, sino que además voy a demostrártelo a cualquier precio con el fin de desarmarte.” Es normal que los que hablen este lenguaje intenten dominar y hacer bailar a los demás como marionetas al son de sus propios caprichos. Tratan de forzar sus ideas sobre los demás. Sus corazones están cerrados y raramente tienen en cuenta los sentimientos de los demás. Lo único que valoran y consideran es el dictado de su propio ego y su vana idea de victoria.
El lenguaje del corazón, el lenguaje del amor, el que se relaciona con el principio femenino, es bien diferente. Los que lo hablan no prestan atención a su ego. No están interesados en probar que tienen razón o que el otro está equivocado. Están profundamente interesados en el prójimo, y lo que realmente desean es ayudar, apoyar y elevar a los demás. En su presencia, surge la transformación espontáneamente. Son los dadores de una esperanza tangible y de luz en este mundo. Los que se acercan a ellos, renacen. Cuando hablan, no lo hacen para impresionar, imponer sus ideas o discutir, su hablar se convierte en una verdadera comunión entre corazones.
El amor verdadero no tiene nada que ver con el placer o el egocentrismo. En el amor verdadero, tú no eres el importante, es el otro el que importa. En el amor, el otro no es un instrumento para satisfacer vuestro deseo egoísta, eres tú el instrumento de la Divinidad para hacer el bien en el mundo. El amor no sacrifica a los demás, el amor se entrega alegremente, sin esperar nada a cambio. El amor es desinteresado, y no se impone a la mujer para relegarla a un segundo plano, para tratarla como un objeto. Cuando hay amor verdadero, no te sientes menospreciado, más bien te engrandeces y te transformas en uno con la totalidad, lo contienes todo y te sientes eternamente dichoso.
Lamentablemente, el lenguaje del intelecto es el que prevalece en el mundo actual, y no el lenguaje del corazón. Los representantes de la lujuria y del egoísmo, y no los del amor, dominan el mundo. Personas de mente estrecha influyen en las de mente débil y las utilizan para satisfacer sus objetivos egoístas. Las antiguas enseñanzas de los sabios se han distorsionado y se han adaptado a los deseos egoístas de los seres humanos. El concepto de amor ha quedado desfigurado. Por eso dominan en el mundo los conflictos, la violencia y la guerra.
En cierta ocasión, cuando Amma estaba dando darshan en la India, se le acercó un joven. Era de una región del país, asolada por el terrorismo. A causa de las frecuentes matanzas y saqueos, la gente de esa zona sufría mucho. Él era el líder de un grupo de jóvenes que se dedicaba a realizar una gran labor social en la zona. Le suplicó a Amma: “Por favor, haz que esos terroristas, tan llenos de rabia y violencia, lleguen a tener una correcta comprensión. Y a todos los que han sufrido, que han sido torturados con tantas atrocidades, llénales el corazón con el espíritu del perdón. De otra manera, la situación se deteriorará y no acabará nunca la violencia.”
Amma se sintió muy contenta al escuchar aquella plegaria de paz y perdón. Al preguntarle qué le había motivado a emprender su labor social, contestó: “Mi madre fue la inspiradora. Mi niñez estuvo marcada por la oscuridad y el terror. Cuando tenía 6 años vi con mis propios ojos el asesinato despiadado, a manos de los terroristas, de mi padre, que era un amante de la paz. Mi vida quedó destrozada. Solo sentía odio hacia los asesinos y todo lo que deseaba era vengarme. Pero mi madre me hizo cambiar de actitud. Cada vez que le decía que algún día vengaría la muerte de mi padre, ella me respondía: ‘Hijo, ¿acaso volverá tu padre a la vida si los matas? Mira a tu abuela, siempre triste. Mírame a mí que apenas puedo seguir adelante sin tu padre. Y mírate a ti mismo, lo triste que estás y lo que sufres por no tener a tu padre. ¿Te gustaría que hubiera más niños y madres que sufran como lo hacemos nosotros? Ellos sentirían la misma intensidad de dolor que sentimos nosotros. En lugar de eso, trata de perdonar a los asesinos de tu padre por sus terribles acciones y divulga el mensaje de amor y solidaridad universal.
Cuando crecí, me ofrecieron unirme a diversos grupos terroristas para vengar la muerte de mi padre. Pero las semillas del perdón sembradas por mi madre habían dado su fruto, y rechacé todas esas propuestas. Además, transmití a algunos jóvenes los mismos consejos que me había dado mi madre. Esto cambió el corazón de muchas personas que, desde entonces, me ayudan a servir a los demás.”
El amor y la compasión, en lugar del odio, que este joven eligió derramar en el mundo, se derivan del manantial de amor de su madre.
La madre comprende el corazón de su hijo, vierte su amor en el niño, le enseña los aspectos positivos de la vida y corrige sus errores. Si atravesamos frecuentemente un campo de hierba tierna, se formará rápidamente una senda. Los buenos pensamientos y las virtudes positivas que desarrollemos en nuestros hijos, permanecerán siempre. Es sencillo moldear el carácter de un niño en una edad temprana, y resulta más difícil a medida que crece.
Y es así como la mano que acuna al bebé también sostiene la lámpara que expande su luz por el mundo. Es así, como a través de la influencia que tiene sobre su hijo, la madre también incide sobre el futuro del mundo. Una mujer que ha despertado su maternidad innata trae el cielo a la tierra, en cualquier lugar donde se encuentre. Sólo las mujeres pueden crear un mundo de paz y felicidad. Es la primera Gurú, la primera guía y maestra de la humanidad.
Hay mucha verdad en la frase que afirma que detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer. Cada vez que nos encontremos con seres felices y tranquilos, con niños de nobles virtudes y buena predisposición, con personas de portentosa energía capaces de superar situaciones adversas o fracasos, con seres que poseen una gran capacidad de comprensión, simpatía, amor y compasión hacia los que sufren y se entregan a los demás, encontraremos normalmente una gran madre que ha sido ejemplo y fuente de inspiración para que sean como son.
En lugar de corroerse, permaneciendo toda su vida entre las cuatro paredes de la cocina, la mujer tendría que salir y compartir con los demás lo que tiene para dar y así realizar su meta en la vida.
Los hombres nunca deberían obstaculizar el progreso que, por derecho, le corresponde a la mujer en el seno de la sociedad. Tendrían que comprender que la contribución de la mujer es de vital importancia. Ellos deberían retirarse de su camino, es más, deberían facilitarle el camino para que sus avances sean más suaves.
La mujer, por su parte, tendría que pensar en lo que puede aportar a la sociedad, en vez de pensar en lo que puede tomar de ella. Esta actitud le ayudará, sin duda, a progresar. Hay que subrayar que una mujer no necesita recibir ni tomar nada de nadie, simplemente necesita despertar. sólo así podrá contribuir socialmente de la forma que mejor considere, y recibirá todo lo que necesite.
Hoy en día que impera la competencia y el odio en todas partes, son la paciencia y la tolerancia de la mujer las que generan la armonía que tenemos en el mundo. De la misma forma que un circuito eléctrico no se puede dar sin la presencia de los polos, negativo y positivo; la vida también requiere, para que fluya en su plenitud, la presencia y contribución tanto de la mujer como del hombre. Y sólo florecerán interiormente cuando las mujeres y los hombres se complementen y apoyen de forma mutua.
En general, las mujeres viven actualmente en un mundo creado por y para los hombres. Las mujeres no necesitan de este mundo, más bien tendrían que establecer su propia identidad para generar una nueva sociedad. Pero deberían recordar el verdadero significado de la libertad, pues no se trata de vivir y comportarse de la manera que quieran, sin prestar atención a las consecuencias sobre los demás. No significa que las esposas y las madres deban abandonar sus responsabilidades familiares. La libertad de una mujer, su elevación, tiene que empezar en su interior. Además, para que la shakti; es decir, la pura energía, pueda despertar y elevarse en una mujer, es necesario que ésta se conciencie de sus propias limitaciones. Más tarde podrá superarlas a través de su fuerza de voluntad, del servicio desinteresado y de la práctica espiritual.
En su esfuerzo por reestablecer sus derechos y estatus social, la mujer nunca debería perder su naturaleza esencial. Esta tendencia que se da en muchos países, nunca ayudará a la mujer a lograr su verdadera libertad. Es imposible lograr la auténtica libertad imitando al hombre. Si la misma mujer da la espalda a los principios femeninos, este proceso culminará con un completo fracaso de la mujer y de la sociedad. Lejos de resolver los problemas del mundo, los agravaremos. Si la mujer rechaza sus cualidades femeninas y trata de comportarse como el hombre, cultivando sólo las cualidades masculinas, el desequilibrio del mundo se acentuará. Y eso no es lo que ahora se necesita. Lo realmente necesario es que la mujer contribuya socialmente, lo mejor que pueda, desarrollando su maternidad universal, así como sus cualidades masculinas.
La mujer tiene un drama (deber) con respecto al mundo y a ella misma. Conjuntamente con el hombre, tendría que asumir igual responsabilidad en el desarrollo y crecimiento de la sociedad. Mientras la mujer no haga el esfuerzo de despertar, ella misma será, por así decirlo, la responsable de crearse un mundo limitado.
Son muchas las personalidades y organizaciones que, como la ONU, apoyan el progreso de la mujer. Esta conferencia es una oportunidad para todos nosotros de construir sobre esta base. A Amma le gustaría compartir algunas sugerencias:
(a) Los guías espirituales deberían esforzarse por lograr que sus seguidores se reencuentren con la esencia verdadera de la espiritualidad, y condenar, en este sentido, todo tipo de opresión y violencia dirigida a la mujer.
(b) La ONU tendría que acudir a las zonas de guerra y allí donde se produzcan conflictos sociales para, con su presencia, dar amparo seguro a mujeres y niños que se ven particularmente amenazados.
(c) Todas las religiones y naciones tendrían que condenar las prácticas vergonzosas como la matanza de fetos femeninos y de niñas y la ablación de genitales en mujeres.
(d) Debe dejar de existir el trabajo infantil.
(e) El sistema de dote vigente en muchos países tendría que ser abolido.
(e) La ONU y los mandatarios de cada país deberían intensificar los esfuerzos para detener el tráfico y la explotación sexual de menores. Las consecuencias legales por estos comportamientos deberían ser tan efectivas que desterraran este tipo de prácticas.
(f) Asombra el número de violaciones que se suceden en todo el mundo. Es incomprensible que, en muchos países, sean las víctimas de estos actos las que finalmente resultan castigadas. ¿Podemos permanecer impasibles ante estos hechos? Se tendría que llegar a un acuerdo internacional sobre la educación de los jóvenes con el fin de evitar la violación y otras formas de agresión hacia la mujer.
(g) La dignidad de la mujer se ve atacada por la propaganda que la presenta como objeto sexual. No deberíamos tolerar esta explotación.
(h) Los guías espirituales tendrían que animar a sus seguidores a realizar servicio desinteresado, como si esta tarea formara parte integral de sus vidas.
(i) La carencia de educación y la pobreza son las causas principales de las dificultades que muchas mujeres deben enfrentar hoy en día. La ONU y los dirigentes de cada país deberían iniciar proyectos especiales para la educación de las mujeres y para la erradicación de su pobreza.
La esencia de la maternidad no está restringida a las mujeres que han dado a luz, es un principio inherente tanto en mujeres como en hombres. Es una actitud de la mente. Es amor, y ese amor es la respiración misma de la vida. Nadie puede afirmar: “Respiraré sólo en presencia de mi familia y amigos, y no respiraré ante mis enemigos.” De igual manera, en aquellos en los que se ha despertado la maternidad, el amor y la compasión hacia los demás forman parte de su propio ser, como el mismo respirar.
Amma considera que, en los tiempos que se avecinan, habrá que hacer un esfuerzo por volver a despertar el poder curativo de la maternidad. Es la única vía para que se realice nuestro sueño de paz y armonía para todos. ¡Y puede lograrse! Depende completamente de nosotros. Recordemos esto y avancemos.
A Amma le gustaría agradecer el trabajo de todos aquellos que han participado en la organización de esta Cumbre. Amma valora profundamente vuestros esfuerzos por conseguir la paz en este mundo. Que en unidad implementemos las decisiones que hemos logrado en esta conferencia y en las discusiones ulteriores.
Que las semillas de la paz que estamos sembrando, aquí y ahora, den frutos para todos.
Notas
* Discurso pronunciado en el Palacio de las Naciones, Ginebra 7 de octubre de 2002 al recibir el Premio Gandhi-King de la noviolencia.
** Sri Mata Amritanandamayi Devi, Maestra hindú, llamada Amma, ha desarrollado una gran actividad humanitaria en apoyo de escuelas, hospitales, los sectores populares, especialmente las mujeres pobres y los enfermos de sida. Ha sido reconocida por el gobierno hindú como representante oficial del hinduismo y ha participado en el Parlamento Mundial de Religiones y el Cincuentenario de Naciones Unidas ( http://www.amritapuri.org ).
1 La espiritualidad a la que Amma se refiere no es la de adorar a un Dios sentado en algún lugar del cielo, más allá de las nubes. La auténtica espiritualidad implica conocernos a nosotros mismos y realizar el infinito Poder que hay en nuestro interior. La espiritualidad y la vida no son dos entidades separadas, sino una sola. La verdadera espiritualidad nos enseña a vivir en el mundo. La ciencia material nos enseña a refrigerar el mundo externo, mientras que la ciencia espiritual nos enseña a “refrigerar” nuestra mente interna.