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Medicina energética

¿Qué es la medicina energética?

La medicina energética apunta a un proyecto de ser humano distinto del que proponen las dos variantes mencionadas: propone una persona integrada al interior de si misma, donde “el cuerpo y el alma” sean valorados por igual y se acepte que están íntimamente unidos, inevitablemente unidos. Unidad extensiva al resto de los humanos (sociedad), de los otros vivientes (naturaleza) y del cosmos (universo). El único objetivo válido que se propone es ayudar a que los trastornos de la salud se resuelvan a fin de lograr que el simple y natural objetivo de la existencia pueda realizarse: “el amor, el trabajo y el conocimiento son las fuentes de la vida y deberían gobernarla”. Para lograr estos objetivos, la medicina energética desarrolla una mirada fundamentada en la energía, de la cual participan por igual las mejores expresiones de las culturas oriental y occidental.

Fuente : http://www.tnrelaciones.com/

 

De entrada parece muy simple: es la medicina que se basa en la consideración de la energía, tanto para el diagnóstico como para el tratamiento. De salida también lo es: no hay nada tan simple y natural como trabajar con lo que nos define como seres vivos, la energía. Lo complicado es todo lo que está en el medio, lo complicado somos nosotros. Pero este obstáculo no es gratuito, tiene una explicación. Es que para investigar y practicar esta medicina uno debe ponerse en un lugar bastante solitario: un sitio donde es necesario apartarse tanto de la medicina convencional, atravesada por un feroz mecanicismo, como de la visión mística de los fenómenos vitales, extraviada en la divulgación de creencias religiosas disfrazadas de ciencia “alternativa”.

Una y mil veces hay que decir que eso de la “medicina alternativa” es otra mentira, los únicos que alternan son las personas que buscan algo de verdad en cada lugar, en cada mirada médica. Y por otra parte, todos los sistemas médicos tienen algo de verdad, pero sólo en la medida que demuestren su eficacia, sin lo cual carecen de valor porque la medicina es una práctica que sólo se sostiene en la obtención de buenos resultados. (“Medicina verdadera es la que cura”, decía don Florencio Escardó).

Pensándolo bien, cada cultura “fabrica” una medicina coherente consigo misma. La cultura de esta civilización es mecanicista, cree que un ser humano consiste en un sofisticado mecano sin alma programado por su dote genética e integrado por piezas capaces de ser cambiadas por otras cuando se gastan. ¿Por qué razón, entonces, su medicina habría de ser diferente? En el otro extremo, aparente extremo nada más, “el mercado” ofrece la posibilidad de escaparse de la llamada “realidad” gracias al atajo sin demostraciones de las distintas sectas y cofradías que ofrecen la salvación vía lechuga o arroz integral (uno podría adivinar internas atroces para dirimir esta opción de hierro) o practicando cierto orientalismo recalentado del cual descreen en el mismísimo Oriente.

Gracias, muy amables por ofrecer estos dos manjares tan apetitosos y tranquilizadores, pero por mi parte prefiero otro camino, el de la medicina energética. ¿En qué consiste ese sendero, cuál es su originalidad y por qué puede considerarse que tiene grandes posibilidades de constituirse en la medicina del futuro?

Primero porque la medicina energética apunta a un proyecto de ser humano distinto del que proponen las dos variantes mencionadas: propone una persona integrada al interior de si misma, donde “el cuerpo y el alma” sean valorados por igual y se acepte que están íntimamente unidos, inevitablemente unidos. Unidad extensiva al resto de los humanos (sociedad), de los otros vivientes (naturaleza) y del cosmos (universo).

Segundo porque el único objetivo válido que se propone es ayudar a que los trastornos de la salud se resuelvan a fin de lograr que el simple y natural objetivo de la existencia pueda realizarse: “el amor, el trabajo y el conocimiento son las fuentes de la vida y deberían gobernarla”. Para lograr estos objetivos, la medicina energética desarrolla una mirada fundamentada en la energía, de la cual participan por igual las mejores expresiones de las culturas oriental y occidental.

Oriente aporta la acupuntura china y Occidente la orgonomía reichiana. ¿Qué es, entonces, esta “famosa” energía y cómo se la utiliza? No crean que éste es un término ambiguo, confuso o dictado por las leyes del mercado.. Existen variadas energías pero aquí se está hablando de la energía vital o bio-energía, como se prefiera denominarla. Es la mismísima energía característica de los seres vivos (todos) y está muy lejos de ser sólo una hipótesis atractiva: es una fuerza física que puede estudiarse, concentrarse y utilizarse terapéuticamente, ya que no sólo se la encuentra en los seres vivos sino también en el medio ambiente donde transcurre nuestra existencia.

En la profundidad y en la superficie del organismo esta energía tiene trayectos específicos (meridianos o canales) que una gran tradición médica ha estudiado con pericia y minuciosa observación: la medicina tradicional china, de la cual la acupuntura es el fruto más brillante y conocido. Para esta concepción el organismo humano es un sistema energético integrado e íntimamente vinculado con los otros sistemas vivos animales y vegetales, pero también con el medio ambiente geográfico y climático. Y es el devenir de estas relaciones lo que estudia la acupuntura para definir un diagnóstico y prescribir un tratamiento.

A lo largo del tiempo y del espacio, la búsqueda de los científicos chinos no fue un acto solitario. Otras tradiciones también postularon la existencia de la energía vital, que los chinos llamaron chhi, los hindúes prana y los griegos pneuma. Quizá nuestros héroes de tez amarilla y ojos rasgados llevaron ventaja en la investigación porque eran verdaderos naturalistas y por lo tanto observaban la realidad con ojos asombrados y descubridores.

Y han encontrado un “socio” impensado en occidente, alguien que surgió de otras historias y en un contexto absolutamente diferente, pero cuyas investigaciones y hallazgos se articulan notablemente con las de aquellos anónimos y geniales precursores.

El doctor Wilhelm Reich (1897-1957) descubrió la misma energía, que llamó orgónica, aunque utilizando otros métodos que lograron objetivarla y hacerla pasible de experimentación y comprobación. La ciencia que fundó se denomina orgonomía y su objetivo es el estudio de la energía, tanto en los seres vivos como en su entorno inmediato y el cosmos. Sus alcances son tan vastos que pueden reconocerse en el origen de todas las escuelas bioenergéticas, las que tratan los conflictos psicológicos desde o con “el cuerpo”.

Varios de sus hallazgos han sido integrados a este sistema en forma sumamente práctica (esta “practicidad” es esencial en medicina) como ocurre con los acumuladores de energía, cuya utilización se indica en puntos de acupuntura.

Energía significa fuerza en acción. Y si se habla de la energía biológica, ésta es la “fuerza en acción” capaz de producir emociones como la ira o la tristeza y eventos fisiológicos como el movimiento muscular o la secreción glandular. La realidad de un ser vivo viene toda junta (integrada) y no es su culpa que la ciencia oficial la desintegre o la estudie en innumerables disciplinas: biología, medicin-a, psicología, sociología, etc.

Para entender las relaciones entre energía, cuerpo y psique podemos imaginar un árbol: las raíces y el tronco son la energía. Y las dos ramas principales se llaman una cuerpo y la otra psique. Suponer una sin la otra es inconcebible. La medicina energética actúa sobre ambas ramas trabajando sobre las raíces y el tronco, o sea: sobre la energía. Veamos cómo lo realiza en la práctica.

En medicina, la mejor práctica empieza con una buena mirada.

¿Cómo tomar buenas decisiones terapéuticas si no se entiende lo que está pasando? En esto reconocerán si se trata o no de una medicina distinta, profunda, innovadora: en el estilo de leer los signos y síntomas. El secreto de la acupuntura y de la orgonomía reside justamente en eso, en su capacidad para descifrar los mensajes que el cuerpo/ alma de las personas emite constantemente. Eso se llama pensamiento funcional, algo así como el método científico de la medicina energética y lo que verdaderamente la distingue.

¿Qué sentido tienen esta fiebre, este dolor de estómago, una contractura muscular o aquel aumento de la presión?

¿Por qué razón ocurren estos sucesos en esta persona?

¿Es una “gripe” constructiva o destructiva?

Tanto para poder leer correctamente estos sucesos como para actuar sobre ellos, la medicina energética utiliza una combinación de acupuntura tradicional, acupuntura moderna y orgonomía.

La acupuntura tradicional permite ejercer una clínica integrada que torna comprensibles los síntomas valorando el estado de las energías internas (emociones) y externas (clima, medio ambiente). Ha desarrollado una gran capacidad para “leer” las correlaciones que existen entre órganos, tejidos y emociones. Sabe, por ejemplo, que el pulmón y el intestino grueso se relacionan con la sequedad, la tristeza, la piel, el otoño, el olfato y el sabor picante. O que el riñón y la vejiga no pueden separarse de los huesos, el frío, el miedo, el invierno, la audición y lo salado. Pero que el hígado y la función biliar guardan estrecha relación con la primavera, el viento, la visión, la ira, los músculos y lo ácido. Y si esto ya es maravilloso porque permite “entender” un asma o un colon irritable, qué puede decirse de la increíble capacidad terapéutica de la acupuntura tradicional con sus más de mil puntos ubicados en la piel y sobre los cuales puede influirse con agujas, presión, calor, electricidad, infrarrojo, laser o ultrasonido. ¡La “verdad” de la acupuntura siguen siendo sus puntos! Y ellos están ahí, con sensibilidad variable, esperando el estímulo adecuado para volverse elocuentes equilibrando la energía y mejorando las funciones alteradas.

Los desarrollos de la acupuntura moderna son una bendición para quienes ejercemos esta medicina por convicción y necesaria certeza. Un adelanto importantísimo fue la posibilidad de comenzar a medir los puntos con aparatos electrónicos. ¿Sabían que cada punto tiene determinada carga eléctrica que puede obtenerse con equipos apropiados? Lo interesante es que la carga varía lo suficiente como para poder diagnosticar en los dos aspectos determinantes de la medicina energética: la cantidad de energía y su distribución (equilibrio o desequilibrio). Lo característico de los puntos es que poseen una resistencia eléctrica más baja que en los sitios de la piel donde no hay puntos, razón por la cual se dice de ellos que son “electro-permeables”. Se miden de acuerdo a los parámetros del sistema Ryodoraku de Japón, del cual se utiliza uno de los aparatos. Pero hay otra escuela que también ha permitido avanzar sólidamente en este terreno: la electroacupuntura alemana del Dr. Voll apoyada en la exactitud de la implacable electrónica alemana que nos proporciona el Dermatrón. Con él se pueden hacer dos cosas notables: un diagnóstico de la función de los distintos órganos a través de los puntos de acupuntura y un test de medicación. Lo primero permite estimar si un órgano se encuentra funcionando normalmente, en hiperfunción (rango “inflamatorio”) o en hipofunción (que puede llegar a la degeneración). Lo segundo permite investigar si una medicación posible será adecuada para el tratamiento, indiferente o tóxica.

Y la orgonomía, absolutamente complementaria de las primeras dos. Sus aportes son numerosos y valiosísimos para terminar de redondear una medicina a escala realmente humana. Si la acupuntura supone la existencia de una energía distinta y característica de los seres humanos, la orgonomía la demuestra y la utiliza para sus tratamientos. Así es que existen dos artefactos simples y contundentes en su arsenal terapéutico: los acumuladores de energía orgón y los extractores de energía o Dor-buster, utilizados para eliminar energía negativa de los sitios donde se encuentra estancada, ejerciendo una acción de bloqueo sobre el conjunto del campo energético. De la orgonomía procede, también, la concepción de coraza y de estructura caracterial (en sentido amplio, psicofísico) que se utilizan combinándolas con las tipologías de la acupuntura tradicional. La ciencia reichiana y su método de análisis funcional son indispensables para comprender el origen de los trastornos humanos a nivel individual y social, expresados en las distintas situaciones de bloqueo energético y en el desarrollo de las estructuras caracteriales. ¡Por fin puede entenderse porqué y cómo se desarrollan el cáncer, el asma, la artritis, la úlcera o el fascismo!

El análisis de la energía gracias a la medición de los puntos, la comprensión de los bloqueos que debemos a la orgonomía y el test electrónico de medicación permite incorporar de manera natural dos importantes recursos terapéuticos: la homotoxicología de Reckeweg (homeopatía moderna) y los oligoelementos de Menetrier (medicina funcional). Basta con medir estos medicamentos en los puntos apropiados para corroborar su posible eficacia. Entonces la medicina energética dispone de un poderoso arsenal diagnóstico (las mediciones) y terapéutico: acupuntura y su variedad de técnicas para estimular los puntos, orgonomía con los acumuladores de energía y los Dor-buster, oligoelementos y medicamentos homeopáticos. Aunque también enfoques nutricionales y relacionados con la actividad física, que ahora no se desarrollan para no alargar este artículo.

Dr. Carlos Inza

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