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Mitos sexuales

Sexualidad, antiguos y nuevos mitos
    

Los mitos o falsas creencias sobre el sexo y la sexualidad infuyen en los comportamientos de las personas aún cuando desconozcan su poder. He aquí algunos mitos sexuales; la mayoría han sido transmitidos de generación en generación, pero otros han surgido al fragor de los cambios en los comportamientos sexuales de la última década.

Fuente: www.robertorosenzvaig.cl/

He aquí algunos mitos sexuales; la mayoría han sido transmitidos de generación en generación, pero otros han surgido al fragor de los cambios en los comportamientos sexuales de la última década.
Los mitos o suposiciones infundadas arrastran a varones y mujeres a comportamientos automáticos (por defecto). Hacen lo que se supone que deben hacer regulados por una especie de guión cultural, no lo que quisieran hacer o lo que podrían hacer si liberaran su imaginación.
Primer mito: El sexo entendido como una función indispensable.
El sexo es una necesidad primaria. ¿Para quién? Básicamente para ciertos varones, para quienes aparece en un nivel de importancia semejante a la necesidad de alimentarse o dormir. La carencia de sexo acarrearía, de acuerdo al mito en cuestión consecuencias físicas y emocionales. Nada más lejos de la verdad; la actividad sexual es una opción que para algunos ansiosos se sitúa más cerca de la compulsión que de la libre elección. Uno puede tener sexo o no tenerlo, por carencia de oportunidades o por ausencia de deseo y ello no genera ningún vacío irreparable.
La segunda parte de este mito es la creencia de que los varones tienen más y mayores apetencias sexuales que las mujeres. Bella y poco sostenible afirmación muy apropiada para  los caballeros del siglo XIX, que tal vez algunos aún hoy sostienen.

Segundo mito: La deificación de lo genital.
Hay que llegar al coito, eso parece lo más relevante, penetrar o ser penetrados. Las “otras alternativas” de contacto se aceptan como una suerte de prólogo o como parte de una fiesta sexual, pero no como una opción placentera y única.
La actividad sexual debiera ser como un menú con alternativas para elegir, no un plato solitario, que aunque sabroso, suele aburrir por lo repetido.

Tercer mito: La erección y el orgasmo en un lugar privilegiado.
La erección se sitúa para los varones en el centro mismo de su deseo, los representa. Por eso, para ellos toda situación sexual debe incluir una excelente o por lo menos una buena erección. Si no se presenta primero aparece el miedo y luego el pánico.
Lo que no saben es que la erección tiene sus propias reglas y que va y viene al impulso de los estímulos sexuales. Nunca permanecerá indefinidamente, ni tampoco desaparecerá si el juego continúa. Aquí el papel de sus compañeras es fundamental, si ellas entran en una espiral de ansiedad y lo interrogan:¿Qué te pasa? ¿no te gusto? ¿quieres que haga algo? Estas preguntas conducirán inevitablemente a un estado de desconexión. De uno o de ambos.
La demanda del orgasmo se sitúa en un nivel similar, se lo busca con urgencia, porque queda asociado al clímax, es decir al estado más elevado de placer. Este mito ignora que el placer es una combinación sabia entre urgencia y parsimonia y que está presenta a lo largo de la relación sexual. Es una escala de tonos y matices. No un cortocircuito.

Cuarto mito: Los atletas en la cama.
El mito afirma que en el terreno del sexo, como en cualquier otra cosa. Lo que importa es la exigencia y el rendimiento. Los varones miden su performance por la respuesta gozosa de su compañera, a la que deberán conducir al placer, porque por antonomasia el patriarcado lo ha declarado responsable del orgasmo femenino.
¡Cuántos varones han pagado con la desesperación y con la pérdida flagrante de su autoestima el creer en esta afirmación!
Cuántos otros se han creído insignes amantes porque sus compañeras les entregan una actuación de artistas para fortalecer su ego debilitado.
“Se necesitan dos para bailar un tango”. No discuto que las habilidades cuentan, y por supuesto que existen hombres y mujeres capaces de hacer sentir y gozar en mayor grado al prójimo., por dedicación y capacidad. Pero lo que es absolutamente falso es que el ritual erótico dependa de uno de los dos.
Un atleta siempre debería estar listo para la acción. Lo erróneo de esta creencia es que ha conducido a las parejas a dar interminables explicaciones sobre las razones para no estar listo, ni preparado en ese momento. 

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