¿Por qué después de casi 30 años de gobierno democrático, incluidos dos períodos presidenciales de Piñera y dos de Bachelet, seguimos aún con problemas? ¿Por qué las recetas de la izquierda y de la derecha no funcionan? ¿Por qué nunca hay soluciones reales para la población, como por ejemplo en salud y en educación?
Las soluciones que entregan los políticos al estallido social, antecedido de atentados incendiarios simultáneos a peajes en carreteras interurbanas y a veinte estaciones del sistema de metro capitalino, son las mismas recetas de siempre. Desempolvadas del cajón ideológico de su respectivo sector, vuelven a agitarse como porfiadas recetas que prometen un futuro mejor “para todos”.
A mi modo de ver, el problema fundamental de las políticas de izquierda y de derecha es que ofrecen una visión deformada o, en el mejor de los casos, incompleta del ser humano, de la sociedad y del planeta en que vivimos. Cuando un modelo conceptual –ideologías de derecha o de izquierda en este caso- es errado, la porfiada realidad de los hechos se encarga de mostrar su error una y otra vez.
No importa cuántas veces repitamos la receta neoliberal o la socialista: nunca resultará, porque se trata de un marco conceptual erróneo que, por lo tanto, no dará nunca los resultados esperados.
Concepción del hombre
Todo parte de la ignorancia. Parte de nuestra ignorancia profunda y arrogante, que nos desvincula de la naturaleza, de lo trascendente, del prójimo, de nuestras acciones diarias, del respeto a la vida en todas sus formas. Parte del hecho de no entender casi nada de lo que nos rodea en realidad. De ahí surge el germen de todos los problemas, de la concepción del mundo que tenemos: completamente artificial y desvinculada de la realidad.
Los antiguos, que algo parece que sabían, nos han dicho que todo el universo está vivo, que somos parte de un gran ser cósmico, a modo de una célula en un organismo; que las estrellas, las constelaciones, el sol, los planetas y todo lo que nos rodea está vivo y vibra en diferentes frecuencias. Somos parte de algo mayor y no la cúspide de una evolución azarosa en un universo inanimado.
En lugar del sentimiento de humildad por pertenecer a un universo vivo y a algo más grande y trascendente, en el extremo opuesto, donde existe la creencia de ser el pináculo de una evolución material producto del azar y la competencia, y en donde solo existe la interacción de fuerzas materiales, surge necesariamente una vida sin propósito real ni trascendencia, excepto la lucha por la existencia y la sobrevivencia del más apto.
Hemos convertido la vida en una jungla, que no existe en ninguna parte en realidad: solo en nuestra mente. Y desde ahí, hemos proyectado una sociedad basada en el egoísmo, el individualismo, la competencia, la agresión permanente a lo que consideramos una amenaza potencial.
El no comprender la esencia misma de la vida y su interrelación con todos los seres sintientes nos tiene enfermos en realidad. Hemos construido una sociedad enferma, porque estamos enfermos. Esa es la verdad.
Esta es la raíz y la verdadera causa de gran parte de los problemas que nos aquejan. Es lo que en Oriente se ha venido en llamar “la gran herejía de la separatividad”: el no entender que estamos todos vinculados unos a otros por vínculos energéticos y que todas nuestras acciones repercuten para bien o para mal en nosotros mismos. Nuestras acciones son un verdadero búmeran diario, de bendiciones o de dolor.
La lista del supermercado
No existe una receta, no existe una lista de acciones o de medidas que tomar a nivel de políticas públicas que solucionen los problemas que nos aquejan, pues se trataría de una solución tan tonta como hacer dieta y terminar recuperando el mismo peso inicial o engordar aún más al mes siguiente.
Lo que es válido para el individuo, es válido para la sociedad, y lo que se requiere es un cambio de estilo de vida, no medidas específicas que generen un cambio transitorio para volver al mismo problema anterior.
La humildad de reconocer que no entendemos casi nada de la vida es un primer paso valioso, pues ser humildes nos hace receptivos y abre nuestro corazón a soluciones inesperadas. Permite abrirse al flujo de la vida, en donde están las respuestas a todas las preguntas.
Las respuestas no se encuentran a nivel cerebral, ni siquiera en la mente: están en la vida misma. Lo que pasa es que no estamos verdaderamente conectados con ella, entonces la vida no nos puede hablar ni señalar el camino que debemos seguir. Solo disponemos del laberinto oscuro de nuestra mente, con sus ideas preconcebidas y prejuicios; con teorías sobre lo que hay que hacer, todas inútiles para fluir con la vida y encontrar las respuestas para el momento actual.
Yo tampoco tengo la receta, porque no hay receta. La vida no es una receta, la realidad no se puede maquetar. Solo se puede observar y fluir con el devenir del cambio permanente de la vida.
Aprender de culturas antiguas
Si nuestro sistema de salud, basado en la creencia de que somos solo el cuerpo físico, es profundamente insatisfactorio, se debe a que hay algo muy incompleto o erróneo en su formulación.
¿Por qué no mirar los sistemas milenarios de salud de India y de China, de bajo costo y alta efectividad, que por miles de años han mantenido a su población sana? ¿Por qué no integrar lo valioso y actual de ellos a nuestro sistema de salud occidental, que claramente da muy pocas respuestas? La Sintergética, medicina integrativa desarrollada por el Dr. Jorge Carvajal, es una prueba fehaciente de que se puede, y no solo eso, sino que además es exitosa en donde la medicina convencional no puede hacer nada más por las personas.
Una medida tan simple como esta no solo ahorraría cientos y miles de millones de dólares en muy poco tiempo, sino que también eliminaría las listas de espera y descomprimiría la atención hospitalaria.
No se trata de buscar milagros, sino de actuar con visión. Los problemas complejos muchas veces requieren de una mirada que trascienda la complejidad en búsqueda de la simplicidad. En palabras de E.F. Schumacher: “Cualquier tonto inteligente puede hacer cosas más grandes y más complejas. Se necesita un toque de genialidad – y mucho valor – para moverse en la dirección opuesta.”
La alimentación
El primer peldaño de un sistema de salud eficiente consiste en una alimentación correcta. De hecho, ha sido la base de la mantención de la salud del subcontinente indio por miles de años, a través del Ayurveda.
No es exagerado señalar que nuestra alimentación moderna está dominada por grandes multinacionales que prácticamente nos ofrecen basura disfrazada de alimentos. Alimentos ultra procesados, verduras y frutas con agrotóxicos y todo tipo de aditivos sin ningún control efectivo llegan a nuestras mesas a diario. No es de extrañar, entonces, la epidemia de obesidad y todo tipo de enfermedades relacionadas con nuestra alimentación malsana.
En China –a modo de ejemplo- incluso en las grandes ciudades, sus habitantes gozan de una alimentación de alta calidad y bajo costo, y a pesar de la influencia de Occidente, aún se observa baja prevalencia de enfermedades que son epidemia en muchos países occidentales.
Se requiere reformular todo el sistema alimentario si queremos una población sana. No basta con unos cuantos sellos pegados en el empaque de alimentos procesados, que no aportan nada sino problemas de salud a largo plazo.
Tanto en la salud como en la alimentación, los grandes tentáculos de las multinacionales –a quienes no les interesa en absoluto la vida de las personas- lo encarecen y complejizan todo, en una espiral de enfermedad y de muerte.
Si hay algún cambio práctico que puede realizarse en el corto plazo para un beneficio real de todos es en las áreas de la salud y de la alimentación.
Fuente: www.mundonuevo.cl / Iván Andrés Santandreu