¿Renovarse o morir? En los últimos años, filósofos de las generaciones más recientes han sabido ver las herramientas que el siglo XXI ha traído consigo y que pueden ser de utilidad para acercar de un modo diferente la filosofía a las calles. Charlamos con cuatro representantes de la filosofía joven de hoy sobre eso, sobre juventud, filosofía y proximidad: Belén Quejigo, profesora de filosofía; Nerea Blanco, la mujer que está detrás de Filosofers; y Myriam Rodríguez y Javier Correa, fundadores del colectivo Mentes Inquietas.
Por Mercedes López Mateo
De la carta que Epicuro dedica a Meneceo podemos extraer que «nunca se es ni demasiado joven ni demasiado mayor para filosofar y los temas son ‘siempre los mismos’». Así nos lo recuerda Belén Quejigo, profesora de filosofía en el instituto de enseñanza secundaria La Laguna, de Parla (Madrid, España) y una de las cuatro personas dedicadas a la filosofía con las que reflexionamos sobre si existe una manera concreta de acercar el pensamiento a la juventud actual.
¿Filosofía joven solo para jóvenes?
A la hora de crear contenido —filosófico o de cualquier tipo—, un punto imprescindible es tener claro a quién irá dirigido para saber cómo adaptar lo que queremos decir a las características o intereses de cada grupo de personas. ¿Es la filosofía de jóvenes únicamente material apropiado o comprensible por jóvenes? Nerea Blanco, más conocida en la red como Filosofers, opina que la juventud no viene marcada por la edad. Ella, en lugar de hablar de jóvenes y adultos, prefiere hacerlo en términos de «utópicos que se saben viviendo una distopía».
Nos dice que se dirige a todas las generaciones, pero siempre «a aquellos que no han perdido el amor por la adolescencia; ese espíritu rebelde que somos cuando llegamos a los 18 y creemos que podremos comernos el mundo y que ser adulto va a molar mucho». A pesar de ello, explica que, debido al lenguaje actual que emplea, es lógico que sean los más jóvenes los que mejor conecten con su libro, Filosofía entre líneas, o con el contenido de sus redes sociales.
Para Javier Correa, cofundador del colectivo Mentes Inquietas, no se trata solo de a quién va dirigida esta filosofía, sino también desde dónde se escribe. «Y con esto no queremos ceñirnos a una mera disposición temporal, sino a la filosofía que se hace desde unos cuerpos que se reconocen a sí mismos como ‘jóvenes’ con todo lo que ello implica en el capitalismo actual: precariedad, crisis de los relatos, falta de alternativas etc.».
Para Javier Correa, la filosofía joven también se refiere al lugar desde donde se escribe: «la filosofía que se hace desde unos cuerpos que se reconocen a sí mismos como ‘jóvenes’ con todo lo que ello implica en el capitalismo actual»
Sí, el target principal de Mentes Inquietas han sido aquellos que no han tenido la suerte de disponer de un espacio desde el que acercarse a la filosofía —de ahí nace la voluntad de su cuenta de Instagram, que trata de infiltrarse en el flujo masivo de la comunicación actual—, pero también cuentan con publicaciones que podríamos enmarcar en «lo académico» en la revista Fragmentos de filosofía sobre la libertad de expresión. «Este artículo entra dentro de esta filosofía joven porque reflexiona sobre unos problemas que son específicamente de los jóvenes como categoría política», especialmente en un país donde han sido condenados raperos o tuiteros.
Otra opción muy interesante es la de huir de las etiquetas, como propone Quejigo. A su parecer, aunque haya distintas maneras de aproximarse a la filosofía, no debemos clasificarlas ni diferenciarlas, menos aún ordenarlas jerárquicamente. «Por mi experiencia, la filosofía la entienden mejor los niños que los adultos, porque cuentan, como diría Nietzsche, con cierta inocencia que los hace pensar sin el pudor de qué puede decir el otro».
La filosofía debe ser creación de pensamiento. Quejigo tiene comprobado que, al crecer, dejan de asombrarnos las cosas que nos rodean. Entonces dejamos de hacernos preguntas y «lo único que hacemos es buscar argumentos para lo que previamente ya queremos demostrar».
La filosofía salta a las redes
Hay quien todavía se resiste a aceptar que las redes sociales y los medios de comunicación de masas han llegado para quedarse y, sobre todo, para transformar el pensamiento y su forma de transmitirse. Es el caso de Quejigo, quien, frente a toda esta vorágine mediática, sigue apostando y defendiendo que «el pensamiento es algo lento, arduo, difícil, a veces oscuro, que se resiste a los ritmos impuestos por las redes sociales (inmediatez, rapidez, lo sintético, corto)».
Para Blanco es precisamente la inclusión del pensamiento crítico en las redes lo que nos permite luchar contra «las fakenews y la velocidad del clickbait». En este nuevo terreno, algo alejado de los caminos habituales del ensayo y la academia, se nos permite «bajar la filosofía a la vida y los problemas de la gente» como el racismo o la precariedad.
«El pensamiento es algo lento, arduo, difícil, a veces oscuro, que se resiste a los ritmos impuestos por las redes sociales (inmediatez, rapidez, lo sintético, corto)». Belén Quejigo
Algo similar es lo que añade Correa, puesto que, cuando la filosofía se abre paso en nuestras pantallas, no se trata de una oferta más de contenido cualquiera, «sino una que incomoda al resto, que tensiona el propio espacio que habita porque obliga al espectador a una reflexión crítica con el mismo».
¿Es lo que se hace en y desde las redes un «pseudopensamiento repetitivo»? Para Quejigo, este es el escenario que nos encontramos últimamente, una divulgación que está lejos de la definición que daba Deleuze de la filosofía: «invención de conceptos».
Myriam Rodríguez, quien fundó junto a Correa el colectivo Mentes Inquietas, hace una valiosa puntualización en el concepto de «filosofía joven», puesto que puede darse de dos maneras distintas y ambas entrarían en esta etiqueta.
Por un lado, está la filosofía que se adapta a estos nuevos medios de comunicación —que sería una filosofía divulgativa, como apuntaba Quejigo— y, por otro, la que mantiene los esquemas académicos, pero que no pierde de vista desde dónde escribe y, gracias a eso, ha logrado «dinamitar el sujeto tradicional desde el que se filosofa en las universidades: el varón blanco de clase media». Los logros de la nueva filosofía «ya no son meramente formales (¡adaptar un concepto filosófico a un medio tan diverso!), sino también reivindicativos y políticos».
Jóvenes y académicos, ¿Como el perro y el gato?
Hay en nuestro campo de estudio un mito que no siempre es cierto sobre la relación entre los divulgadores y los académicos de la universidad. Se suele pensar que estos últimos, más experimentados por el paso de los años y con la templanza que la edad y estabilidad conceden, tienen en baja consideración el trabajo de los nuevos —en el sentido de jóvenes, no por sus nuevos métodos— filósofos que intentan hacerse un hueco en el panorama actual.
¿Siente Filosofers que se cumpla este cliché? Nos cuenta Nerea Blanco que, si bien es cierto que algunos celebran que «haya altavoces para las nuevas generaciones», a ella no se la toma tanto en cuenta como filósofa que como divulgadora. «Creo que de lo que yo hablo no está de moda […], soy una outsider de ese mundo eligiendo temas que me parecen interesantes. Igual porque simplemente intento ir a lo que otros no miran».
Aun así, Blanco hace énfasis en que debemos recordar que la academia no es un ente homogéneo, sino que en ella hay de todo, y no debemos inventar una batalla innecesaria entre «los de dentro y los de fuera». Mentes Inquietas coincide en esta postura sobre lo injusto que resulta hablar de bandos y hacer generalizaciones: «hemos sentido tanto esa mirada paternalista que nos decía ‘vosotras no hacéis filosofía’ o ‘eso es filosofía de segunda’ como ese apoyo por parte de personas que forman parte de la institución académica que entienden la importancia de tender puentes entre la divulgación y la investigación».
Rodríguez amplía además la perspectiva del conflicto y señala que el fondo de la cuestión se encuentra en identificar la misión de la filosofía en sociedad. «Es muy importante señalar que una de sus funciones es la capacidad de transformación social que tiene de forma intrínseca, y por eso divulgamos, o intentamos hacerlo».
Tanto Filosofers como Mentes Inquietas entienden que los caminos hacia el fin que todos comparten pueden ser distintos siempre que sepan complementarse y valorarse mutuamente como partes de un proceso común. Por un lado, dice Blanco: «Soy quien soy por haber pasado por la academia, pero al mismo tiempo allí deberían saber que muchos de los jóvenes que hoy se matriculan en el grado de Filosofía lo hacen porque comenzaron a verle sentido y futuro a la filosofía con gente como yo». Y añade Correa: «La investigación, sin su enseñanza en la academia y sin la divulgación, ¿qué es sino una (auto)oda y una autosatisfacción (¿egoísta?) de un deseo de saber individual?»
«Soy quien soy por haber pasado por la academia, pero al mismo tiempo allí deberían saber que muchos de los jóvenes que hoy se matriculan en el grado de Filosofía lo hacen porque comenzaron a verle sentido y futuro a la filosofía con gente como yo». Nerea Blanco
Sin embargo, también los hay que prefieren distanciarse de este «caminar juntos» para buscar otros espacios tranquilos desde los que abrir una primera puerta hacia el pensamiento crítico en estudiantes de secundaria. Es el caso de Quejigo, que nos cuenta que es feliz generando debate lejos de la academia universitaria. «Lo que me pueda decir un académico, sinceramente, no me importa. Me basta con que alguien, lejos del lenguaje excesivamente técnico y academicista, me entienda».
«Es algo que jamás podrán lograr, creo que es eso lo que realmente les molesta, que nadie les entienda porque convierten todo el lenguaje en una especie de nebulosa para que solamente unos elegidos (que normalmente se debe más esa elección al servilismo que a la capacidad) puedan seguir el discurso y así noquear al interlocutor. Un académico nunca quiere un debate, sólo desea escucharse a sí mismo».
La clave del éxito
Al preguntar a tales especialistas del saber filosófico por la ecuación más exitosa que aúne rigurosidad y tener el mayor alcance posible en sus espacios de divulgación, las respuestas han sido muy diversas: desde Quejigo, que rechaza por completo cualquiera asociación entre su trabajo y el éxito, hasta Blanco, que destaca la dificultad de la visibilidad en redes sociales debido al ritmo vertiginoso de sus algoritmos, pasando por Rodríguez, que aplica el cuestionamiento crítico también sobre nuestra pregunta:
«Vemos que el éxito está demasiado relacionado con la fama y el dinero, con el beneficio económico y la utilidad práctica, y eso anda lejos de lo que es filosofía per se, al menos bajo nuestra mirada». No obstante, eso no implica que quien haga y transmita filosofía pueda vivir del aire. Es necesario encontrar el equilibrio, nos cuenta Correa, entre «comer tres veces al día» y no vender la filosofía al capitalismo, a las lógicas de la competencia, de la eficiencia y del beneficio.
Más allá del éxito, compaginar el rigor que requiere la filosofía con hacerla atractiva para el gran público no siempre es tarea fácil. En ocasiones, como explica Blanco, hay que elegir: «Ser rigurosa no siempre es lo que yo busco. A veces en las redes busco generar ternura, amor o empatía». Se trata entonces de saber diferenciar las finalidades de cada espacio y entender que es necesario «mostrarle al mundo que aquí también hay avances, teorías, y que la filosofía no es algo tan abstracto como pensar en cosas abstrusas sin más».
Esto, confiesa, no implica que no añore la especialización y que muchas veces tenga la sensación de que se queda en la superficie, «pero creo necesario mostrar esa superficie a quien ni siquiera se había atrevido a acercarse». Para subsanar este sentimiento tan común, Rodríguez describe el colectivo del que es cofundadora como «un lugar para debatir y reflexionar, pero que intenta conducir finalmente a la lectura pausada y lenta de los pensadores y pensadoras a través de los cuales articulamos el debate». Es el método que han encontrado para que la filosofía combata los ritmos acelerados del mundo de los titulares rápidos y del consumo instantáneo.
Mentes Inquietas es «un lugar para debatir y reflexionar, pero que intenta conducir finalmente a la lectura pausada y lenta de los pensadores y pensadoras a través de los cuales articulamos el debate». Myriam Rodríguez
Antes de despedirnos, Correa nos advierte: «Está bien que la filosofía se adapte a los nuevos formatos, a la nueva manera de divulgar y enseñar la filosofía, pero sin olvidar que requiere de un elemento que va a contracorriente de lo que se está creando». Al fin y al cabo, esa es la naturaleza de la filosofía, ser contracorriente, aunque, «si no nos adaptamos, ¿estamos condenados a morir?».