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Pareja. Esos defectos que tanto nos irritan

Pareja. Esos defectos que tanto nos irritan

Quien que piense que los defectos que le irritan de la pareja es sólo asunto del otro se equivoca. Si me duele es que yo me hago lo mismo en alguna faceta de mi vida, y es ahí dónde pasa a ser asunto mío. Puedo recuperar el poder sobre mi misma cuando me pregunto ¿Qué puedo hacer yo? y no tan sólo ¿Qué tiene que hacer el otro?

Fuente : http://www.holistika.net/

 

Autor: Beatriz Fernández del Castillo

Aceptarle, aceptarte

Las relaciones de pareja nos llevan de cabeza, y nunca mejor dicho. Al principio solemos verlo todo desde el punto de vista del corazón, nos inflamamos de amor, vemos sólo lo positivo, lo bello, la maravilla del encuentro, del sentimiento desbocado, y nos dejamos llevar por todo ello con deleite, por el encanto y la magia. Lo bello nos parece más bello y lo demás no lo tomamos en cuenta, preferimos no verlo, no hacer caso de las señales de lo que luego puede desembocar en problema. Cuando el amor baja su intensidad es cuando la cabeza toma el mando y empieza a ver esas realidades que el corazón no quería ver. De pronto percibimos las cosas que no nos gustan, esos defectos en el otro que nos irritan y nos molestan. Al principio vemos proyectado en el otro lo mejor de nosotros mismos precisamente porque solemos hacer lo mismo, enseñar nuestro mejor lado para ser aceptados. Una vez que proyectamos en el otro nuestras deficiencias empieza el trabajo de identificar la realidad.

“Patricia se queja de que Pablo no está el tiempo suficiente con ella, le da demasiada importancia a su trabajo y al deporte. No piensa en ella todo lo que a ella le gustaría. Pablo tiene un defecto, no la toma en cuenta.”

“A Pablo su actitud le parece normal, piensa que Patricia exagera en su atención hacia él. Patricia tiene un defecto, es dependiente de él y se descuida ella misma”

¿Realmente que ocurre? Que ambos están proyectando sobre el otro sus propios “defectos”. Cuando hay un defecto, es decir, una carencia, hay un exceso, una exageración. La proyección sugiere que ambos tienen en sus actitudes lo que le reprochan al otro. Es decir que Patricia posee en sí misma el mismo problema del que acusa a Pablo, y Pablo a su vez el de Patricia. Ambos tienen en exceso algo que el otro tiene en defecto. Solemos ver sólo nuestro lado, pero la realidad es que hay que ejercitarse en ponerse en la piel del otro para entender cómo nos proyectamos.

Si intercambiáramos los reproches y cada uno se aplicara su propio cuento resultaría que:

Patricia no está el tiempo suficiente con ella misma, le da demasiada importancia también a algo, a la relación con su novio. No toma en cuenta sus propios proyectos de trabajo y aficiones. Pablo lo compensa con demasiado tiempo al trabajo y deporte y poco a su relación.

Pablo también exagera como Patricia en su atención a su trabajo y deporte . Es dependiente de ello y la descuida a ella (su vida emocional). Patricia, su parte femenina por el contrario da mucha más importancia a lo emocional y descuida el trabajo con ella misma.

Como pareja tendrían que equilibrar ambos aspectos. Patricia darle menos importancia a lo emocional y tener también más espacio en su vida para cultivarse ella misma, y Pablo menos al trabajo y al deporte y disfrutar de cultivar también su lado emocional en su relación con ella.

Atraemos lo que somos en lo profundo

No es que el amor sea ciego, es que tenemos un complejo y sofisticado sistema de grabación por el cual fabricamos a nivel de personalidad patrones de conducta que suelen ir compensando nuestras deficiencias internas. No nos mostramos como somos en realidad por miedo al rechazo, e inconscientemente fabricamos patrones de conducta que creemos serán mejor recibidos por la pareja y el entorno. ¡Nada más lejos de la realidad!.

Si fabricamos una máscara con actitudes hacia el exterior que esconden o maquillan nuestros verdaderos sentimientos, atraeremos parejas con el mismo patrón. Lo primero que veremos en el otro es su fachada, para más tarde descubrir lo que hay debajo de ella. Si nosotros hemos fabricado esa máscara porque no nos gustábamos por dentro, nos encontraremos unidos a una pareja que, como nosotros, habrá escondido también sus temores y bloqueos sin trabajar. Se comportará igual que nos comportamos con nosotros mismos, y viviremos en carne propia lo que pensamos, sentimos y hacemos con nosotros tanto para lo bueno como para lo malo. Si estando solos preferimos esconder o compensar a trabajar y superar nuestros defectos, en pareja tendremos la oportunidad de hacerlo a través del amor, nos encontraremos en el otro lo que no nos gusta de nosotros para aprender a superarlo juntos.

Realmente lo que hacemos es reconocernos, amarnos o rechazarnos a través de lo positivo o lo negativo que el otro nos enseña de nosotros mismos. Mientras una pareja mantenga por los dos lados el compromiso de trabajar por cultivar lo mejor de sí mismos, todo va bien. Pero si lo que cultiva es la apariencia y no aceptamos que existen profundas carencias, tarde o temprano la relación los sacará a la luz. No hay una relación en la que más se destape lo que elegimos ser en cada momento que la pareja. A través de ella tenemos una estupenda oportunidad de aprender a amarnos a nosotros mismos.

Si aprendemos a trabajar nuestros propios defectos también podremos mostrar y ser ejemplo para la pareja. Pero si no reconocemos nuestros propios errores, difícilmente nuestras proyecciones, las personas en las que los vemos reflejados, podrán reconocerlos y superarlos. El secreto es convertirnos en ejemplo de las actitudes que deseamos ver en el otro, dar a los demás lo que deseamos recibir.

¿Qué hacer cuando los defectos del otro irritan?. ¿Por qué antes no nos molestaban y ahora si? Desde que nacemos nos enseñan a adquirir toda clase de habilidades que tienen que ver con nuestra supervivencia cómo comer, cómo lavarnos, a hacer las cosas de una determinada manera, a pensar, y a relacionarnos con los demás. Nos enseñan a tratar con el mundo, pero ¿y nuestro mundo interno?. La manera de tratarnos internamente, lo que pensamos de nosotros, lo que sentimos y lo que hacemos crea un campo de energía que atrae precisamente a la persona que tiene ese mismo patrón de pensamiento, sentimiento y acción sobre sí mismo. Proyectaremos mutuamente ese patrón y podemos ejercitarnos a nosotros mismos, lo que hemos elegido pensar, sentir y hacer con nosotros. Experimentamos lo que somos cuando lo atraemos del exterior.

Por ejemplo:

Pepa piensa duda de si misma, de su capacidad de amar y entregarse. Por dentro en realidad es retraída aunque no le gusta serlo, no lo acepta. Desarrolla una personalidad de compensación y trata de ser abierta, es más, se pasa a veces. El patrón se polariza, a veces demuestra un polo y otras otro.

Conoce a Juan, y le impresiona lo extrovertido que es y la seguridad que aparenta tener, justo lo que compensa su timidez interna. Pero también Juan demostrará de pronto su propia timidez que no ha superado en otras facetas de su vida, igual que ella.

Lo que está por ver es si Pepa y Juan cuando perciban en el otro y sufran sus propias carencias, sepan darse cuenta de que lo que deben trabajar internamente es la seguridad en si mismos, y traducir esa seguridad fuera de manera natural, y no como compensación.

El equilibrio femenino-masculino

Cada ser humano forma un todo pues posee los dos aspectos en sí mismo, parte femenina y masculina. En el momento evolutivo en que está nuestra sociedad está más que claro que ya no satisface el antiguo modelo de relación polar en el que cada sexo mantenía un solo papel en la vida. Cada vez más tendemos a que ambos sexos desarrollen sus dos polaridades en armonía. La parte masculina tiene que ver con la razón, la acción, con avanzar, conseguir metas, la forma. La femenina tiene que ver con la emoción, la intuición, la protección emocional, con el modo de conseguir esas metas, el fondo que llena de sentido. Dentro de uno mismo ambos aspectos han de ir de la mano y en equilibrio. El pensamiento, dar, actuar son principios masculinos mientras que la intuición, el sentimiento, recibir son femeninos.

Una persona en equilibrio le gusta dar y también recibir, templa el pensamiento con el sentimiento, su razón e intuición se complementan, y no sólo le interesa conseguir metas, sino que se ocupa de que cuando la alcance le llene de satisfacción. Una persona en desequilibrio se deja llevar unas veces por la razón y otras por el sentimiento creando efectos secundarios. Cuando se excede con la razón resulta dura, cuando lo hace con lo emocional demasiado blanda. Se deja llevar por el deseo de conseguir metas sin tener en cuenta de si le van a hacer realmente feliz o no y si va a traicionarse a sí misma en el camino a conseguirlas. En una relación de pareja, éstos desequilibrios los veremos proyectados en la persona con la que compartimos nuestra vida, sufriremos en propia carne lo que hacemos con nosotros y proyectamos consecuentemente en los demás.

La pareja como reflejo

Si es verdad que el mundo exterior es reflejo del mío interno, sería lógico pensar que dónde tendría que actuar no es fuera sino dentro. Cuando me miro en el espejo y llevo un vestido verde, si quiero ver otra imagen es obvio pensar que he de ser yo la que me cambie el vestido por otro. Sería una tontería empeñarme en cambiar la imagen del espejo. Pues lo mismo ocurre con las relaciones, y en especial la que más nos hace más vulnerables, la de pareja ¿No tendríamos que cambiar nosotros?. Si cambiamos de actitud, el reflejo también lo hará.

Quien que piense que los defectos que le irritan de la pareja es sólo asunto del otro se equivoca. Si me duele es que yo me hago lo mismo en alguna faceta de mi vida, y es ahí dónde pasa a ser asunto mío. Puedo recuperar el poder sobre mi misma cuando me pregunto ¿Qué puedo hacer yo? y no tan sólo ¿Qué tiene que hacer el otro?.

Si no me ocupo de mis defectos para superarlos, mi pareja me reflejará mi actitud y tampoco se ocupará de los suyos.

Si yo me ocupo de desarrollar las virtudes correspondientes, mi pareja reflejará esa misma actitud y tenderá también a ocuparse de ellas.

Cuando pongamos en común lo aprendido cada uno, podremos enriquecernos mutuamente con la virtudes que hayamos ejercitado cada uno consigo mismo.

Por un lado compartimos lo positivo , por el otro podemos ser para la pareja el modelo para aprender a superar lo negativo, y además descubrirnos en facetas desconocidas para ambos.

Si no tratamos de ocuparnos de nosotros mismos, todo aquello que no trabajamos invade el terreno del otro y el conflicto está servido. Proyectamos en la pareja la necesidad de que cambie, que no es otra cosa que la necesidad que tenemos también nosotros de hacerlo en alguna otra faceta de nuestra vida. Es el patrón de agresor-víctima. No sólo es agresor el que agrede o invade, también lo es consigo mismo el que lo permite. El invasor externo no es más que la materialización del interno, cuando el miedo y la ira invaden nuestros pensamientos y sentimientos atraemos a personas que recogen esa energía y nos la proyectan. Las personas atrapadas en este patrón son víctimas del otro tanto como de si mismos.

Para salir de ese patrón en el que un polo negativo alimenta al otro no existe más camino que ejercitar el de benefactor-beneficiado, es decir, profundizar en la ciencia de hacerse feliz a uno mismo y beneficiar al otro por reflejo . Cuando se lucha contra algo se hace más fuerte porque primero hay que aceptar que se tiene para luego luchar para desembarazarse de ello. En el ejemplo anterior, pensar en cómo combatir el miedo lo haría más fuerte, pero pensar en seguridad en uno mismo comenzaría a crear la sensación interna de certeza.

Se trata de pensar que podemos alimentar cualquier versión de nosotros mismos que deseemos, y hacerlo realidad en nuestro interior. No somos lo que creemos que somos, somos lo que elegimos SER. No se trata luchar contra la monotonía sino alimentar la magia, o criticar lo malo sino encontrar y alimentar lo bueno. Para vencer los defectos no hemos de pensar en como luchar contra ellos, sino pensar, sentir, estudiar, ejercitar y vivir las virtudes contrarias.

Práctica

1.- Haz una lista de lo que desees recibir de tu pareja. Por ejemplo:

Desearía que me hiciera más caso
Que prefiriera estar conmigo en lugar de estar con sus amigos.
Que se ocupara más de lo que siento.
Que tuviera más detalles
Que pensara más en como hacerme feliz.
Que respete mis sentimientos.

2.- Pregúntate si piensas, sientes o haces eso mismo por ti. Comprobarás que pretendes que los demás hagan por ti lo que tú no sueles hacer por ti misma. Por ejemplo y siguiendo con la lista anterior:

¿Eres de las que te haces caso y te ocupas de ti o de las que siempre esperas que te lo hagan los demás?
¿Prefieres estar contigo misma, en tus proyectos, ocupada contigo misma, o fuera de ti pensando en otros, como por ejemplo dónde estará tu pareja? Cuanto más centrada en ti misma estés, más lo estará tu pareja, puesto que es tu reflejo.
¿Te ocupas de lo que sientes o te torturas pensando en lo que hacen o dejan de hacer los demás?.
¿Tienes detalles contigo misma? ¿y con los demás?
¿Piensas en cómo hacerte feliz a ti misma o más bien en cómo los demás deberían hacerlo?
¿Respetas tus sentimientos o eres de las que te obligas a hacer cosas por lo que dirán, o por evitar un enfrentamiento?

3.- Céntrate en ¿Qué puedo hacer yo por mi felicidad?. Como tu pareja es el reflejo de ti misma, todo lo que sepas hacer por ti, sabrás cómo comunicárselo a tu pareja, y tras un periodo de adaptación y de mantenerte en tu nueva actitud, conseguirás que tu reflejo en el exterior cambie también. Disfruta de hacer por ti lo que deseas que los demás hagan por ti.

4.- Ahora que ya sé hacerme feliz ¿Cómo puedo hacer yo feliz a los demás?. Eso mismo que ya sabes hacer contigo misma puedes ahora proyectarlo fuera hacia tu pareja y al resto del universo. Pero no porque necesites que te lo devuelvan, sino porque disfrutas de darte a los demás.

Algunas conclusiones

Si te planteas una relación desde la carencia y el defecto, es decir, si buscas a alguien para compensar tus deficiencias, atraerás a alguien que buscará en ti también a alguien que compense las suyas. Si piensas en pedir, te pedirán.

Si te planteas una relación desde lo que puedas ofrecer, desde lo que tienes de bueno y desees compartir, encontrarás una relación en la que se puede construir desde las virtudes de ambos, una relación que podrá evolucionar. Cada uno aprenderá de lo mejor del otro. Si piensas en ofrecer, te ofrecerán.

Piensa que el que tiene un patrón de defecto ( carencia ) en algo tiene excesos en otra faceta de su personalidad. Alguien que tiene ese patrón en su vida es porque tiene asociado algo bueno y positivo a él. Por ejemplo, hay quien piensa que cuanto más, mejor. Y en la mayoría de los casos no es así.

Si ya no te satisfacen los opuestos piensa en el equilibrio, la mejor virtud en la pareja. La justa medida es el equilibrio, los extremos nunca fueron lo mejor puesto que son destructivos. Es pasar de la idea de “bueno” y “malo”, a que lo mejor es el centro. Si eres de las que tienen asociado que el equilibrio es aburrido, desengáñate, lo aburrido es tener que recuperarse de los estragos que causan los extremos.

Beatriz Fernández del Castillo
Autora de “La Clave está en tus sueños” Ed. Edaf

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