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Ene 6, 2015
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¿Por qué nos reímos?

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¿Por qué nos reímos?

¿Nunca te has preguntado por qué ante determinadas situaciones, o al escuchar por ejemplo determinadas cosas, un sentimiento de alegría desbordante recorre tu cuerpo obligándote a reír sin parar?.

Las risas pueden ser naturales o falsas, agudas o graves, nerviosas, histéricas o tranquilas, irónicas, falsas, nasales, desternillantes o tímidas, conscientes e inconscientes … pero sobre todo, pueden ser alegres y sinceras. Del mismo modo, cada persona no ríe igual que el resto. La risa es un rasgo que nos define, algo que nos caracteriza y distingue de otros, una característica muy importante y diferenciadora de nuestra personalidad.

Fuente : http://todaunaamalgama.blogspot.com.es/

 

A modo anecdótico, hoy en día, tras muchos estudios con primates y otros seres vivos, ha quedado claro que la risa en nuestro caso ha surgido con la evolución, siendo un comportamiento instintivo que no requiere de aprendizaje, surgiendo en los seres humanos aproximadamente hacia los cuatro meses de edad.

Ahora bien, ¿por qué nos reímos? Pues bien, desde hace mucho tiempo se ha arraigado profundamente en el sector científico la idea de que este mecanismo aparece como respuesta a un estímulo. Este estímulo será principalmente el estrés, pero tampoco cabría olvidarse del humor o de la tranquilidad que podemos sentir en ocasiones tras haber experimentado un intenso peligro.

Tras un estudio más intenso en la materia, podemos ver como diferentes corrientes científicas y filosóficas han tratado de dar y buscar diferentes respuestas para explicar por qué el humor fruto de eventos tan diferentes puede llegar a ocasionar una misma reacción, transversal a todos los seres humanos, la risa:

Por el lado de la teoría evolutiva se opta porque las ganas de reír son una recompensa que nuestro cerebro nos entrega para evitar cometer errores. Concretamente, el profesor de la universidad de Nottingham, Matthew Hurley, diría que “el humor es una solución a los errores que cometemos al construir nuestros modelos de comprensión. Pero la recompensa no es para el error en sí mismo, sino que ocurre después de que hemos descubierto la equivocación. Como cualquier recompensa, es el resultado de un cierto comportamiento (haber encontrado un error) que tendemos a repetir en el futuro, pues ya sabemos que viene acompañado de algo positivo”.
Desde la corriente de los vacíos lógicos se considera que el humor aparece cuando nos encontramos frente a una incongruencia en una situación o relato, de tal forma que nos reímos de las cosas que nos sorprenden porque están fuera de lugar, porque son extrañas e inesperadas a aquello a lo que estamos habituados.
La teoría del juego rompe radicalmente con estos cánones al afirmar que la risa es un fruto condicionalmente necesario a que se esté desarrollando un juego. No concibe la posibilidad de que los seres humanos podamos reírnos sin que la risa se encuentre vinculada a una experiencia de juego paralela. Acorde a ello el profesor de la Universidad de Harvard, Douglas Watt, afirma que “todos los mamíferos juegan y en esa capacidad está la fuente del sentido del humor. En el humor, lo que hacemos, en vez de hacerle cosquillas literalmente a alguien, es hacerle cosquillas de una manera figurada. Y esto produce las mismas emociones, las mismas expresiones faciales, el mismo tipo de alegría que obtenemos cuando jugamos, por lo que podemos pensar en el humor como la extensión verbal del juego”.
Una concepción mucho más antagónica puede ser la que nos presenta la teoría de la superioridad, al pensar que la risa se trata, en palabras del filósofo absolutista inglés, Thomas Hobbes, de una “gloria súbita” o triunfo que sentimos cuando nos damos cuenta de que podemos reírnos de otra persona, que queda relegada por determinadas razones a un rol social inferior al nuestro.
Finalmente, la teoría benigna, creada por Peter McGraw y Caleb Warren, propone que una situación es divertida siempre que se den tres condiciones: que se produzca una transgresión a la forma natural en que se supone deberían ser las cosas, que ésta parezca no dañar a nadie y, finalmente, que una persona reconozca las dos variables al mismo tiempo. Es así como esta teoría parece alzarse sobre el resto, ya que puede servirnos de forma muy útil para explicar por qué distintas personas no tienen porqué reaccionar del mismo modo ante un estímulo que, para una de ellas, resulte cómico. Como explicaría McGraw, “una cultura puede pensar que una transgresión está bien, mientras que otra puede pensar que no. Algunas culturas consideran que eructar después de una comida es algo bueno, un cumplido, pero para otras es asqueroso”.
Para aquellos que gusten más de los números y de las fórmulas, también podemos transmitirles una nueva teoría que investiga la risa, creada por Alastair Clarke, profesor de la Universidad de Cardiff, que sugiere una ecuación para determinar la causa y el nivel de nuestras respuestas a cualquier estímulo humorístico. Concretamente, dicha ecuación consistiría en la siguiente: H = MxS, donde el placer que nos produce un estímulo gracioso o humorístico (H) se calcula multiplicando el grado de desinformación percibida (M) por la medida en la que el individuo es susceptible a tomárselo en serio (S).

En cualquier caso, lo que sí que parece muy claro, corroborado y asumido hoy en día, es que la risa se trata de un importante modo de comunicación entre las personas, un lenguaje no verbal, un extraordinario cauce para transmitir nuestros sentimientos a otras personas, así como que la misma produce una serie de efectos positivos y beneficiosos, algo que pretende explotar la risoterapia.

Ya Sigmund Freud atribuyó a las carcajadas el poder de liberar la energía negativa del organismo. Algo que quedó científicamente demostrado cuando se descubrió que el córtex cerebral libera impulsos eléctricos negativos un segundo después de comenzar a reír. En la misma línea podemos destacar algunos de los siguientes efectos positivos que la risa puede generar en nuestro organismo:
Sirve para inmunizarnos contra la depresión y angustia.
Provoca un aumento en la segregación de adrenalina, lo que potencia la creatividad y la imaginación.
Influye en nuestro organismo para que este produzca endorfinas, sedantes naturales del cerebro similares a la morfina, que actúa como tranquilizante natural.
El reír en sí supone un perfecto ejercicio, ya que con cada carcajada se activan más de cuatrocientos músculos, incluidos algunos del estómago que sólo podemos llegar a ejercitar gracias a la risa.
Actúa como un masaje, ya que tanto la columna vertebral como las cervicales (que es donde por lo general se acumulan tensiones) se estiran al reírnos. Además se estimula el bazo y se eliminan las toxinas. Con este movimiento el diafragma origina un masaje interno que facilita la digestión y ayuda a reducir los ácidos grasos y las sustancias tóxicas.
Limpia nuestro cuerpo, de tal forma que al reírnos se lubrica y limpian los ojos con lágrimas.
Consiste en una fuente perfecta de oxigenación. Esto es así porque a través de la risa, entra el doble de aire en los pulmones, de ahí que la piel se oxigene más. Para verlo más fácilmente, podemos decir en concreto que los pulmones mueven 12 litros de aire en vez de los 6 habituales, lo que mejora la respiración y aumenta la oxigenación. Es así como podemos desmitificar la concepción tradicional de que la risa provoca arrugas en el rostro, cuando, por el contrario, ayuda a tonificarlo..
Tal vez, el efecto que todos percibimos con mayor facilidad, consiste en que la risa nos aporta felicidad. Esto es así porque, además de favorecer la producción de endorfinas, también hay mas encefalinas en el cerebro, ambos neurotransmisores que se encuentran principalmente en el sistema límbico (sistema formado por varias estructuras cerebrales que gestionan respuestas fisiológicas ante estímulos emocionales) y cuya función principal es la de combatir el dolor.
Finalizando con esta exposición, hablaremos de uno de los beneficios que probablemente más puedan llamar la atención y resultar interesantes. Aunque pueda creerse que es un simple bulo o leyenda urbana transmitida durante años y que ha terminado quedando arraigado en el pensamiento de la sociedad, es bien cierto que la risa ayuda a alargar nuestras vidas. Algo que podemos precisar suficientemente a través de algunos datos estadísticos contrastados, como el hecho de que las personas que contrarrestan el estrés con humor padecen un 40% menos de infartos de miocardio o apoplejías, sufren menos dolores en los tratamientos dentales y viven, de media, cuatro años y medio más. Es por ese motivo por el cual los científicos recomiendan reírse, al menos, quince minutos al día, ya que, reír a diario, puede ayudarnos a erradicar sentimientos negativos, que, si perduran durante mucho tiempo, pueden llegar a producir elevados niveles de agotamiento y perjudicar profundamente al organismo.

Si me permites el consejo, pese a todos los beneficios que te haya podido presentar de la risa, nunca caigas en el error de reirle a un presuntuoso sus “humores sin gracia”, ya que en tales situaciones, los únicos efectos positivos que puedan producir tu risa, servirán para acrecentar el ego de tal persona, como diría William Shakespeare, “cuidado con la hoguera que enciendes contra tu enemigo; no sea que te chamusques a ti mismo”. Por lo demás, ríe sin parar siempre que puedas, que para llorar, siempre habrá tiempo.
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