Cada vez son más los estudios e investigaciones que concluyen que la gente que tiene una fe determinada -cualquiera que sea- y que vive una vida espiritual o religiosa intensa, tienden a tener una vida más larga, enferman menos y se recuperan antes, además de que experimentan menos estrés y ansiedad en las dificultades y especialmente en las situaciones críticas (la muerte de personas queridas, accidentes, dramas familiares, pérdida del trabajo, divorcios, etc.). Estos hechos -aparentemente- se han utilizado como argumento para los más diversos objetivos, y no siempre clasificables bajo la categoría de “sanos”. Desde el proselitismo religioso hasta la manipulación y la culpabilización de las personas enfermas.
Sin embargo, merece la pena frenar un momento el impulso que nos haría rechazar de plano estas afirmaciones -cuando provienen de sectores fanáticos y manipuladores- y prestar atención a qué situaciones emocionales o normas de vida intervienen en el bienestar personal y en la salud en general.
El epidemiologista Jeff Levin se ha tomado la molestia de analizar los procesos que aparentemente inducen a una vida más larga y saludable, de acuerdo a estas investigaciones, y los ha recogido en su libro “God, Faith and Health: Exploring the Spirituality-Healing Connection” (Dios, fe y salud: analizando la conexión entre espiritualidad y curación”.
Hábitos sanos para una vida sana. Muchas religiones prohiben o desaconsejan la consumición de alcohol, tabaco y drogas en general. Algunas incluso eliminan la carne en la dieta; o ciertos tipos de carne como la del cerdo, o los embutidos de carne elaborada. En general se anima a mantener una vida sana y a cuidar del cuerpo como “templo de Dios” -que es como decir “manifestación de la vida”.
Apoyo colectivo. Las personas religiosas suelen tener una vida comunitaria sólida, reuniéndose en templos, iglesias o centros varios, apoyándose y ayudándose entre sí. Es sabido que la soledad puede llegar a provocar depresiones y enfermedades, mientras que el apoyo comunitario contribuye al bienestar físico y emocional.
Actitud ante la vida. Muchas religiones inducen a la práctica del perdón (para eliminar odios y resentimientos), la compasión universal o el “ama al prójimo como a ti mismo”. Son actitudes personales de paz y bienestar que benefician a la salud, reduciendo la presión arterial y mejorando las funciones del sistema inmunológico. Y aportando un montón de amistades y “buen rollo” a su vida.
Experiencias místicas. Sabemos que la relajación física acelera el proceso de curación debido al descenso de los niveles de cortisol y mejorando el flujo sanguíneo y las funciones inmunológicas. Ciertos estados alterados de conciencia (satisfacción profunda sin motivo concreto, alegría embriagadora y conexión con la red universal de la vida) en los que derivan a veces ciertas prácticas espirituales como la meditación, el canto o la oración prolongada, pueden relajar barreras internas para facilitar el flujo de procesos de energía sutil (el Qui chino o el prana hindú).
El atajo directo hacia la felicidad.
Valorar y apreciar todo aquello que tenemos (la práctica de “dar gracias” en muchas religiones) produce una sensación de bienestar curativa. Lejos de potenciar el “conformismo”, activa, refuerza la confianza y da fuerzas (físicas y mentales) para la consecución de nuevos logros.
El sentimiento de amor que potencia la práctica espiritual (muchas religiones teorizan sobre el amor pero al mismo tiempo ven opuestos, enemistades y la figura del “diablo” en quienes no comulgan con la misma fe) ha demostrado ser la práctica y causa curativa más potente en personas enfermas supuestamente terminales (cáncer, sida, etc.), según el cirujano, especialista en cáncer, Bernie Siegel, el cirujano Miguel Ruiz, el endocrinólogo Deepak Chopra, o las investigaciones de la escritora y sobreviviente del cáncer la doctora Louis Hay, entre otras.
Deepak Chopra recurre al Ayurveda (la ciencia médica de la India) para recordar que la felicidad es en sí misma curativa. Mientras que los seres humanos tendemos a estresarnos y a causar enfermedades en la supuesta búsqueda de la felicidad (a través de un trabajo mejor, más dinero, una casa más confortable o un coche más rápido), podemos tomar el atajo directo hacia un estado de felicidad profunda y agradecimiento por la simple causa de la vida misma.
La felicidad sin ataduras o dependencias externas (el “desapego”, según el budismo) produce una sensación liberadora y de enorme poder y control sobre la propia vida y la salud.
Al margen de la práctica religiosa o no, parece inteligente hacer uso de estos estados de conciencia, hábitos de vida sanos y apoyo en la colectividad y, sobre todo, en los propios recursos internos/espirituales para la consecución de una vida más larga, sana y feliz..
Fuente: www.crecejoven.com