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Practicar la Gratitud

Practicar la Gratitud: Los Beneficios de Ser Agradecido

Practicar la gratitud es una de las actitudes más importantes que puedes adquirir y una de las que más cambiará tu vida con diferencia. Que te parece si aprendemos juntos a hacerlo y hacemos un recorrido por todo lo que puede aportar a nuestras vidas el ser agradecidos. Hay personas que parecen capaces de agradecer todo aquello que la vida les pone en su camino sin aparente esfuerzo, y sin embargo otras a las que les cuesta un mundo porque todavía no han aprendido como hacerlo. Muchas de estas últimas parecen incapaces de practicar la gratitud porque casi nunca están conformes ni contentas con lo que tienen y les sucede, por no hablar de que siempre quieren más y nunca se sienten saciadas o satisfechas. Esta actitud de la queja y la insatisfacción permanentes me recuerda a un pequeño pasaje que dice:

“En una ermita, ante una imagen de la Virgen, un hombre joven lloraba quejándose porque no tenía zapatos, hasta que detrás de él escuchó los lamentos de un viejo que, de rodillas, lloraba porque no tenía pies.”

Fuente : http://aprendizajeyvida.com/

 

El espectáculo del cielo

No hace mucho te hablaba de que tienes derecho a sentirte como te de la gana ya que considero que cualquier sentimiento va implícito en nuestra condición humana, y además darnos la libertad de estar decaídos o tristes me parece algo positivo, necesario y enriquecedor. En muchas ocasiones un exceso de positivismo puede hacer que generemos unas expectativas irreales poco coherentes con nuestras capacidades y circunstancias, y esto contribuir a aumentar nuestro nivel de insatisfacción y a generar frustraciones que nos resultan perjudiciales.

Una de las alternativas al positivismo exacerbado centrado en las expectativas referentes al futuro, es el hábito de practicar la gratitud, es decir, el hábito de reconocer (darnos cuenta) y de sentirnos agradecidos por todo lo que tenemos (y obtenemos), en vez de centrarnos en todo aquello que nos falta.

Reconocer y en cierto modo conformarse con lo que uno tiene (y obtiene), no significa dejar de estar interesado en mejorar, ni tampoco rendirse ni bajar la cabeza. No tiene que ver con resignarse, sino con ser consciente y aceptar las limitaciones propias abandonando las prisas y las urgencias por cambiar las cosas. Si nos precipitamos es cuando las expectativas pueden resultar dañinas y generarnos ansiedad, convirtiéndose en obstáculos para tener una relación sana con la vida: cuantas más expectativas tengamos menos habremos satisfecho, y por tanto más insatisfacción sentiremos.

En este sentido practicar la gratitud aprendiendo a dar las gracias, tanto por lo que tenemos como por lo que nos dan, me parece un buen ejercicio y una gran fuente de bienestar, porque además de hacernos sentir bien a nosotros mismos y a los demás, es algo que nos ancla al presente, permitiéndonos abordar el cambio y la mejora desde la consciencia y la serenidad, alejándonos de las urgencias.

Te lo resumo:

Si esperamos despertar cada mañana es poco probable que nos sintamos agradecidos por estar vivos.

Gratitud y Humildad
Hay personas que parecen capaces de agradecer todo aquello que la vida les pone en su camino sin aparente esfuerzo, y sin embargo otras a las que les cuesta un mundo porque todavía no han aprendido como hacerlo. Muchas de estas últimas parecen incapaces de practicar la gratitud porque casi nunca están conformes ni contentas con lo que tienen y les sucede, por no hablar de que siempre quieren más y nunca se sienten saciadas o satisfechas.

Esta actitud de la queja y la insatisfacción permanentes me recuerda a un pequeño pasaje que dice:

“En una ermita, ante una imagen de la Virgen, un hombre joven lloraba quejándose porque no tenía zapatos, hasta que detrás de él escuchó los lamentos de un viejo que, de rodillas, lloraba porque no tenía pies.”

¿Será necesario encontrar a alguien que sufra más que yo para aprender a agradecer lo que tengo?

Sinceramente no lo creo y estoy seguro de que tú tampoco, a pesar de que en ocasiones nos haga falta verlo de esta manera para reaccionar. Para mí la gratitud es una actitud que nace de la humildad, por lo tanto para ser agradecido hay que ser primero humilde, cualidad de la que las personas permanentemente insatisfechas suelen carecer. Ser humilde implica entre otras cosas:

Reconocer nuestros errores y limitaciones.
Estar dispuesto a equivocarse y a aprender.
Saber pedir perdón.
Ayudar, respetar y valorar a los demás.
Dejar de presumir o alardear.
Ser generoso.
Hablar menos y escuchar más.
Y no deberíamos confundir ser humilde con ser servil porque son dos cosas totalmente diferentes. Lo servil está relacionado con la servidumbre y la baja estima, con lo rastrero incluso, sin embargo la humildad no solo es perfectamente compatible con una alta estima sino que además la fomenta. Las personas humildes son las que mejor se valoran practicando el respeto por sí mismas, para a partir de ahí respetar y valorar a los demás.

En mi artículo sobre las relaciones interpersonales te hablo sobre como emplear todas estas cualidades propias de la humildad y alguna otra para mejorar en el trato y en la comunicación con los demás, por lo que si te interesa el tema, te recomiendo que le eches un vistazo.

Practicar la Gratitud
La expresión de gratitud más simple que conozco consiste en una mera sonrisa y un gracias, que le haga saber a la otra persona que su presencia, su palabra, su silencio o sus actos son importantes, y que de alguna manera nos ayudó con lo que hizo (aunque no lo hiciera para ayudarnos). Se trata de demostrar respeto y de valorar lo que los demás hacen por nosotros independientemente de cual sea su motivación para hacerlo.

Estoy seguro de que eres capaz de recordar alguna ocasión en que has recibido de otra persona un amable gracias acompañado de una sonrisa sincera, ¿recuerdas como eso te hizo sentir?, yo te lo digo: ¡Agradecido!

El agradecimiento sincero genera a su vez más agradecimiento, y es ahí cuando se produce lo que yo llamo ‘el billete de vuelta’, es decir, la respuesta que recibimos de los demás y que, en muchas ocasiones, comienza con un sencillo ‘de nada’ o un ‘no hay de que’, aunque mi preferida y la que más me gusta emplear es ‘(gracias) a ti’.

Pero no solo se trata de agradecer a los demás, sino que debemos empezar por valorarnos y agradecernos a nosotros mismos todo lo que somos y lo que hemos conseguido, mucho más allá de los errores cometidos y de todas nuestras limitaciones. Esto hará que podamos apreciar, valorar y vivir el presente, aceptando la vida tal como es y alejando la insatisfacción derivada de pensar en como creemos que debería ser.

La gratitud además es como un músculo que a medida que lo entrenamos se hace más fuerte, y de esta manera nos permite percibir cada vez más cosas por las que sentirnos agradecidos. Por eso es importante ser constantes y entrenarlo con regularidad y de forma consciente: no sirve de nada decir gracias de forma automática y como mera fórmula de cortesía si no estamos presentes y lo sentimos sinceramente.

Cantidad y calidad han de ir de la mano y cada vez que agradezcas tienes que sentirlo.

Estas son las dos recomendaciones básicas que te hago:

1- Trata de ser más consciente prestando atención al presente para así poder percibir todo aquello por lo que podrías sentirte agradecido.

2- Cada vez que descubras algo, párate a sentirlo y a continuación exprésalo como mejor te parezca: háblate a ti mismo, díselo a alguien o realiza cualquier acción que manifieste tu gratitud.

Con el incremento de tu atención hacia el presente y con la práctica y la repetición de estas positivas sensaciones, un nuevo mundo se abrirá ante tus ojos, porque verás las cosas desde una perspectiva diferente que te ayudará a incrementar tu nivel de bienestar y el de los demás.

Los Beneficios de Ser Agradecido
La gratitud es una de las actitudes más importantes que puedes adquirir y una de las que más cambiará tu vida con diferencia. Alguien agradecido está mucho más cerca de lo que significa ser feliz y de llevar una vida más plena de lo que lo está una persona crítica y malhumorada.

La gratitud también cambiará tu perspectiva de la vida. Las personas agradecidas ponen su foco en dar y en los demás, las personas desagradecidas se fijan más en sí mismos y se revuelcan en autocompadecerse, en su inseguridad y en sus dudas. La gente agradecida es también mucho más optimista y siempre ve las circunstancias en las que se encuentran como una oportunidad para aprender lecciones y sacar algo bueno, lo cual no implica que no pase por momentos bajos, pero son los menos.

Ten además en cuenta que, cuando practicas la gratitud, no solo tú te sientes bien, sino que contribuyes a mejorar la vida de los demás incrementando su bienestar. Y te darás cuenta de que cuanto más das más recibes, porque cualquier acto que realices encaminado a mejorar la vida de otra persona redundará en un beneficio para ti mismo.

Practicar la gratitud aumenta nuestra calidad de vida y además fomenta la reciprocidad, siendo en este punto cuando el siguiente mensaje cobra sentido:

Tocando en la calle

[Si es que cuando me da por filosofar 🙂 ]

Resumiendo, estos son algunos de los beneficios que yo veo en practicar la gratitud:

Nos conecta con la vida.
Contribuye a la felicidad y al optimismo.
Reduce la insatisfacción.
Nos ayuda a adaptarnos a las circunstancias.
Mejora la salud mental y física.
Eleva la autoestima, la confianza y la seguridad.
Nos hace más conscientes y nos permite vivir en el presente.
Mejora nuestras relaciones haciéndolas más sanas.
Nos enfoca en lo positivo y en sus valores.
¿No te parecen razones suficientes como para ponerte a agradecer ya mismo?

Por si todavía no lo ves claro y para complementar toda esta verborrea, te dejo con una pequeña historia que a mí me resulta especialmente reveladora.

“A una estación de trenes llega una tarde una señora muy elegante. En la ventanilla le informan que el tren se retrasará y que tardará aproximadamente una hora en llegar a la estación.
Un poco fastidiada, la señora va al kiosko y compra una revista, y en otra tienda compra también un paquete de galletitas y una lata de gaseosa.
Preparada para la forzosa espera, se sienta en uno de los largos bancos del andén. Mientras hojea la revista, un joven se sienta a su lado y comienza a leer un periódico. Imprevistamente la señora ve, por el rabillo del ojo, cómo el muchacho, sin decir una palabra, estira la mano, agarra el paquete de galletitas, lo abre y después de sacar una, comienza a comérsela despreocupadamente.
La mujer se siente indignada. No está dispuesta a ser grosera, pero tampoco a ignorarlo haciendo como que nada ha pasado; así que, con gesto ampuloso, toma el paquete y saca una galletita, la exhibe frente al joven y se la come mirándolo fijamente.
Como única respuesta, el joven sonríe… y coge otra galletita.
La señora gruñe un poco, toma una nueva galletita y, con ostensibles señales de fastidio, se la come sosteniendo otra vez la mirada en el muchacho.
El diálogo de miradas y sonrisas continúa entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, el muchacho cada vez más divertido.
Finalmente, la señora se da cuenta de que en el paquete queda sólo una última galletita. ‘No podrá ser tan caradura’, piensa, y se queda como congelada mirando alternativamente al joven y a las galletitas.
Con calma, el muchacho alarga la mano, toma la última galletita y, con mucha suavidad, la corta exactamente por la mitad. Y con una sonrisa amorosa le ofrece media a la señora.
– ¡Gracias! – dice la mujer tomando con rudeza la media galletita.
– De nada – contesta el joven sonriendo angelical mientras come su mitad.
El tren llega.
Furiosa, la señora se levanta con sus cosas y sube al tren. Al arrancar, desde el vagón ve al muchacho todavía sentado en el banco del andén y piensa: ‘Insolente’.
Siente la boca reseca de ira. Abre la cartera para sacar la lata de gaseosa y se sorprende al encontrar, cerrado, su paquete de galletitas… !Intacto!.”

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