“A medida que caminas por la ciudad, observa, anota y considera las circunstancias y el comportamiento de las personas a medida que hablan y discuten o ríen o se golpean”.
Este recordatorio fue escrito por Leonardo da Vinci, nada menos que para… sí mismo.
El artista florentino, de cuya muerte se cumplen 500 años este 2 de mayo, era tan aficionado a tomar notas que siempre llevaba un pequeño cuaderno en su cinturón.
Da Vinci escribía desde gastos y listas de cosas a hacer, hasta fragmentos de textos que leía, dudas o ideas sobre temas tan variados como anatomía, óptica y armamentística.
Pero también dibujaba rostros que le llamaban la atención, diseños de vestuario inspiradores o mecanismos que se le ocurrían para sus máquinas.
Básicamente, plasmaba todo aquello que considerara útil para su arte, investigaciones científicas o proyectos ingenieriles.
No en vano, el Museo Metropolitano de Nueva York se refirió a sus cuadernos como “el más asombroso testimonio de los poderes de la observación eimaginación humanas puestos sobre papel”.
Y si algo apasionó y obsesionó a Da Vinci a lo largo de sus 67 años de vida fueronel agua y su movimiento.
Ese es el tema central de uno de los pocos tratados que él mismo compiló y casi terminó: el Códice Leicester.
Melinda Gates no comprendía lo que su esposo le estaba diciendo.
Era 1994, y aquel hombre que también era el fundador y CEO de Microsoft le acababa de confesar que ofrecería mucho dinero por una “notebook“.
“¿No tienes ya una computadora portátil muy buena?”, le preguntó ella.
Pero es que Bill Gates no se refería a esa acepción que tiene la palabra “notebook” en inglés. Lo que él quería comprar era un cuaderno.
Tan especial era ese cuaderno que terminaría pagando por él lo que hoy serían casi US$60 millones.
“El cuaderno en cuestión era uno de los 32 diarios de Leonardo da Vinci que aún sobreviven”, contó Bill Gates el año pasado en su blog.
Y el único que no está en un museo europeo, agregó.
7.200. Esa es la cantidad de páginas que aún se conservan de Da Vinci.
Si bien esto representa apenas un cuarto de lo que se calcula que el zurdo escribió durante su vida, el número es impresionante si se considera que han pasado cinco siglos desde su muerte.
“Hay algo en Leonardo que hacía que, incluso mientras vivía, se creara casi como un culto a su personalidad“, dijo Gabriele Neher, historiadora del arte especializada en el Renacimiento y docente de la Universidad de Nottingham (Reino Unido), en entrevista con BBC Mundo.
“En parte por eso es que terminamos con un volumen tan alto de sus anotaciones: sus contemporáneos ya las reconocían como especiales y las convirtieron en piezas coleccionables“.
Hoy, los códices están repartidos por Italia, Francia, Inglaterra, España y Estados Unidos.
Pero, en su mayoría, no son los libros tal y como Da Vinci los concibió.
Se trata de compilaciones póstumas, creadas en base a distintos cuadernos que fueron desmembrados y reorganizados por los primeros coleccionistas.
Por eso, el Códice Leicester es una rara excepción.
Se trata de un código de 72 páginas, con hojas de tamaño similar a las actuales A4, que se conservan juntas desde que Da Vinci las creó aproximadamente entre los años 1508 y 1510.
Allí aborda distintos conceptos científicos vinculados al agua que fue investigando a lo largo de su vida.
Pero como suele pasar con este maestro renacentista, decir que es un tratado sobre “el agua” es una visión muy reduccionista.
El libro responde preguntas tan dispares como qué provoca el nacimiento de un manantial, por qué la Luna brilla o cómo es posible hallar fósiles de animales marinos en montañas.
“El Códice Leicester puede no ser tan famoso como piezas de arte como la ‘Mona Lisa’ o ‘La última cena'”, escribió Gates en su blog.
“Y los fanáticos de Dan Brown (autor de ‘El código Da Vinci’) se desilusionarán de saber que no contiene códigos que protegen antiguos secretos”, agregó.
“Pero es un tesoro científico“.
Tanto deseaba el empresario ese tesoro, que aquella puja de 1994 en Christie’s rompió el récord histórico de precio en las subastas de manuscritos.
“Creíamos que pertenecía a Italia como parte de nuestro patrimonio cultural”, declaró entonces al diario The New York Times Alessandro Penati, miembro de la junta directiva de la reconocida Fundación Cariplo de Milán.
“Realmente teníamos muchas ganas de llevarlo de vuelta”.
Una vez que Gates tuvo el libro de Da Vinci entre sus manos, también hizo otro quiebre histórico, esta vez con una extensa tradición cultural.
En vez de rebautizarlo con su propio apellido, decidió devolverle el nombre que había tenido durante dos siglos y medio.
“Me pareció que Códice Gates sonaba tonto“, confesó en su blog, “y le cambié el nombre de vuelta a Códice Leicester, el nombre que tuvo entre 1719 y 1980”.
Desde entonces se había llamado Códice Hammer, en honor a su dueño, el empresario estadounidense Armand Hammer.
Gates se llevó el texto de Reino Unido para nunca más volver a su segundo hogar.
Juliana Barone es curadora asociada de la muestra “Leonardo da Vinci: una mente en movimiento”, que se inaugurará en junio en la Biblioteca Británica de Londres y que marcará el regreso al país del Códice Leicester.
“Ninguno de sus tratados está terminado, pero este es especial porque es uno de los dos más terminados“, contó a BBC Mundo la doctora en historia del arte, citando el códice sobre el vuelo de los pájaros como el otro de los dos ejemplares.
El libro, escrito en forma de espejo (de derecha a izquierda) “no está finalizado porque, incluso cuando estaba compilando sus propias notas y dibujos, él no podía dejar de profundizar en lo que estaba escribiendo“, dijo Barone.
Aún así, “nos da una idea de lo que realmente quería tener en un tratado en términos de forma y contenido para ser publicado”, algo que jamás hizo con ninguno de sus textos.
Da Vinci era un perfeccionista de curiosidad insaciable, una combinación muy buena para idear proyectos e igual de mala para lograr terminarlos.
Dado que el Códice Leicester es un cuaderno planificado, el texto e ilustraciones no están integrados de manera “tan fluida e interactiva” como suele verse en otros manuscritos, explicó Barone.
En este códice no solo hay mucho más texto que en los otros, sino que además, por lo general limita las ilustraciones al margen derecho de las páginas.
Pero incluso cuando los dibujos son unos pequeños bosquejos de apenas unas pocas líneas en tinta, Da Vinci logra darle vida a los conceptos teóricos.
En palabras de Barone, quien también integra el Departamento de Historia del Arte del Colegio Birkbeck de la Universidad de Londres, “Leonardo piensa visualmente”.
“La forma en que desarrolla sus pensamientos combinando texto e imagen -agregó- es algo extraordinario que no hemos visto antes ni después de él“.
Con una enorme sonrisa en la cara y los volúmenes apilados en sus manos, cada año Bill Gates publica una lista de sus libros recomendados.
Y dado que es un declarado fanático de Leonardo Da Vinci, no es extraño que el año pasado recomendara la biografía homónima del artista que publicó el estadounidense Walter Isaacson, autor también de “Steve Jobs” y “Albert Einstein”.
“Más que cualquier otro libro de Leonardo que haya leído, este te ayuda a verlo como un ser humano completo y a comprender lo especial que fue“, escribió el empresario en su blog.
Ordenado de forma cronológica, el libro aborda cada faceta de la vida del artista e inventor desde su nacimiento, el 15 de abril de 1452, a su muerte, el 2 de mayo de 1519.
Sobre el Códice Leicester, Isaacson escribe: “Sus estudios de a momentos se vuelven un aluvión de detalles de tal magnitud que revelan más acerca de su pasión que sobre las dinámicas del agua” en sí mismas.
Por ejemplo, en apenas ocho páginas del tratado, Da Vinci incluye 730 conclusiones sobre el agua.
A lo largo del libro es posible leer teorías científicas erradas, como que la Luna tiene agua, pero también otras sorprendentemente correctas.
“La experiencia de Leonardo como ingeniero y entusiasta de los flujos de agua lo ayudaron a entender la erosión”, cuenta Isaacson.
En base a ello, pudo explicar la superposición de estratos en las rocas, una idea que se adelantó 200 años a su época.
Por eso Stephen Parkin, curador de estudios italianos de la Biblioteca Británica y de la citada muestra de Da Vinci, afirmó a BBC Mundo que estudiar los cuadernos del florentino es fundamental para comprender “el enorme alcance de sus logros”.
“Uno observa sus pinturas y son maravillosas”, dijo, “pero los cuadernos son como mirar sobre su hombro mientras escribe y ser testigo de cómo funciona su excepcional mente“.
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